Hola, mi nombre es Jessica y hoy quiero compartir con ustedes la historia de cómo cometí una serie de errores que me llevaron a estar en el hospital, al borde de la muerte. A través de esta experiencia, espero que puedan entender las consecuencias de nuestras decisiones y la importancia de cuidar de nosotros mismos. Cada paso que di en el camino, cada elección que tomé, me llevó a un lugar oscuro que nunca pensé que podría experimentar. Permítanme contarles cómo sucedió todo esto.
Acabo de cumplir veinte años, vivo con mi hermano Jeremy, mi mamá y mis abuelos. Hasta ahora, mi vida es muy buena; estoy a punto de terminar la universidad y convertirme en abogada.
Mi madre me crió sola con la ayuda de mis abuelitos, y ellos hicieron que jamás me hiciera falta un padre.
...----------------...
—Jessica, llegarás tarde a la escuela, ¡apúrate a desayunar! —me dijo mi madre, sentándose a mi lado con su taza de café.
¿Te encuentras bien, mamá? Tienes muchas ojeras y parece que no has podido dormir, le dije, observando a mi madre, quien lucía visiblemente fatigada. Su rostro mostraba signos de agotamiento , y no pude evitar sentir una punzada de preocupación al notar su estado.
No debes preocuparte, ¡desayuna! dijo mi madre con una sonrisa.
No entiendo por qué debemos ir a la escuela. Sabían que en algunos países los niños ya no van a la escuela, todo lo hacen en su casa, dijo mi hermanito menor, Jeremy, quien se sentó a la mesa molesto, mirando su cereal.
No empieces, Jeremy, sabes que tienes que ir a la escuela, así que apúrense los dos, dijo mi madre, riendo ante las palabras de mi hermano.
Me levanté enseguida y le di un beso a mamá en la frente y al salír le di un beso a mis abuelos quienes estaban en una banca en el pórtico de la casa mirando el jardín con sus tazas de café.
Durante el camino me encontré con una de mis mejores amigas Paola quien tocó el claxon de su auto.
Vamos Jessica sube.!_ dijo Paola con una sonrisa usando trenzas en toda la cabeza y unos lentes que la hacían ver muy bonita.
Hola, hermosa. ¿Estás preparada para el proyecto final? Después de esto, seremos las mejores abogadas y viviremos en los suburbios más lujosos de toda la ciudad, dijo Paola sonriendo con entusiasmo.
Estoy lista, solo que me molesta un poco que Matilde esté con Franco. Él dice que Matilde lo está acosando, respondí, sintiendo un nudo en el estómago. Pues Franco es mi novio, el chico más guapo de la universidad y el más popular entre todos. La preocupación me invadía al pensar en esta situación tan complicada.
Tranquila, franco te ama, te lo ha demostrado cuando le dijiste que no tendrías sexo con el asta el matrimonio y lo entendió.!_ dijo Paola.
Tienes razón, debo de confiar en el, ahora vamos a enfocarnos en el proyecto para salir con ese diploma que nos dará el pase para la mejor firma de abogados de la ciudad Rusell dije con entusiasmo.
Al llegar a la universidad, vi a Franco acompañado de Matilde. Ambos parecían estar disfrutando de un momento divertido, riendo juntos. Me llamó la atención que Matilde tenía sus manos sobre el pecho de Franco, como si estuviera acariciándolo con ternura.
—Eso no es normal, Jessica —dijo Paola, quien también había fijado su mirada en la escena.
Franco me lanzó una mirada intensa, y Matilde no pudo evitar sonreír al verlo alejarse para acercarse a mí.
—Hola, mi amor, te estaba esperando —me dijo Franco, mientras se acercaba y me daba un suave beso en los labios.
¿Por qué Matilde te acariciaba?! Le pregunté a Franco, quien, al instante, frunció el ceño en señal de molestia.
No empieces, Jessica. Sabes que Matilde es mi compañera de proyecto y solo estaba acomodando mi camisa. Pero ya veo que no confías en mí, así que me iré a clases. Hablaremos después, me respondió Franco, visiblemente molesto.
Lo siento, espera, Franco, le dije, sintiéndome mal por la situación.
déjalo así iré a clases después te veo.!_ me dijo franco molesto sin mirarme.
No puede ser que yo sea tan insegura que le haga esto a franco.!_ dije.
No Jessica esa mujer lo acariciaba el solo te manipula.!_ dijo Paola.
Las horas transcurrían en la universidad, y como ya había sido una costumbre entre Jessica y Franco, él no le prestaba atención en absoluto. Mientras ella se encontraba preocupada y angustiada, él optaba por disfrutar de su tiempo con sus amigos, riendo y jugando, sin preocuparse por su situación. A pesar de que Jessica le enviaba mensajes, en los que se disculpaba y expresaba su deseo de hablar con él, Franco la ignoraba por completo, como si sus palabras no tuvieran ningún peso o importancia para él.
Jessica, deja de pensar en Franco; él se fue hace un buen rato con sus amigos y seguramente irá a la fiesta de esta noche. Deberíamos salir a distraernos un poco, y allí tendrás la oportunidad de hablar con él. Paola decía esto mientras subía al auto con entusiasmo.
¿Crees que realmente vaya? le pregunté, sintiéndome un poco indecisa.
Por supuesto, él nunca se pierde ninguna fiesta y tú lo sabes. Además, tú también necesitas salir un poco; durante toda la universidad no has ido a ninguna fiesta, y esta es la última, así que vamos a ir, me respondió Paola con determinación.
Está bien, iré a casa. Me voy a apurar a ayudar en mis deberes y a terminar algunas tareas que tengo pendientes. Más tarde, puedes pasar a recogerme, respondí con un tono nervioso, ya que nunca antes había asistido a una de esas fiestas tan alocadas de los que todos hablaban.
Al llegar a casa, me encontré con mi abuela Carmen y mi abuelo, quienes estaban ocupados en la cocina, ayudando a preparar la comida.
—¡Hola a todos! —exclamé alegremente mientras dejaba mi mochila en un rincón y me ponía un mandil. Me acerqué a mis abuelitos, les di un beso cariñoso en la frente y tomé un par de guantes para sacar el espagueti del horno, que ya comenzaba a sonar, indicándome que estaba listo.
—Hola, cariño, ¿cómo te fue en el día? —me preguntó mi abuela Carmen, acompañando su saludo con una sonrisa cálida.
—Muy bien, abue. Solo me queda hacer un par de trabajos para mi proyecto, y ya estoy a un paso de graduarme —respondí, sonriendo mientras inhalaba el delicioso aroma del espagueti que llenaba la cocina.
¡Qué bien, cariño! Me alegra mucho. Dijo mi abuelo, con una sonrisa en el rostro.
Hoy, mi amiga Paola me ha invitado a una fiesta y me encantaría ir, pero no quiero dejarlos solos, especialmente porque mamá tendrá que doblar turno hoy. Expresé mi inquietud, sintiéndome un poco desanimada.
Tranquila, ve. Nunca sales y no te preocupes, nosotros estaremos bien, respondió mi abuela, tratando de animarme.
Más tarde, compartimos la cena todos juntos. Después, ayudé a mi hermano con su tarea, además de adelantar un poco la mía y ponerme al día con la ropa que tenía que lavar. Cuando la noche llegó, decidí darme un baño para refrescarme y elegí un vestido rosa que me quedaba justo por encima de la rodilla y dejé mi cabello suelto.
Enseguida Paola paso por mi y fuimos directamente ala casa lujosa dónde se estaba dando la fiesta.
Wuaw ¡Este lugar es realmente enorme y lujoso!, exclamé con asombro.
Vamos, entremos y disfrutemos de una bebida, aquí todo es gratis, respondió Paola mientras saludaba a todos con una sonrisa. Era imposible no notar su belleza, y al llevar una minifalda, llamaba aún más la atención de los chicos.
Mientras avanzaba con pasos nerviosos, noté que varios chicos fijaban su mirada en mí. Su atención me hizo sentir un ligero cosquilleo de ansiedad. En ese momento, Paola se acercó y me ofreció un trago de su bebida. Al tomarlo, una intensa sensación de ardor recorrió mi garganta, como si el líquido caliente hubiera encendido una chispa de incomodidad en mi interior.
Mientras caminaba por el lugar en compañía de Paola, de repente, mis ojos se posaron en la piscina y allí estaban Franco y Matilde, besándose de manera apasionada en el agua.
Con el corazón latiendo con tanta fuerza que parecía que podía reventar, avancé hacia ellos, sintiendo una opresión en el pecho que me ahogaba con cada paso. El dolor se intensificaba, y mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas a medida que me acercaba a esa escena que me rompía el alma.
Franco.!_dije a penas con fuerzas.!
El me miró y se separó de Matilde quien me miraba con una sonrisa burlona.
Jessica, mi amor.!_ dijo franco queriendo salir de la piscina.
No pude soportarlo más, así que salí corriendo de la fiesta, sintiendo cómo las lágrimas empezaban a brotar de mis ojos.
—¡Jessica, ¿estás bien?! —dijo Paola, visiblemente preocupada, con el ceño fruncido y el rostro lleno de inquietud.
Mi corazón latía desbocado mientras escuchaba la voz de Franco acercándose a mí, empapado y tratando de explicarse.
—Mi amor, déjame explicarte… —dijo, mientras se acercaba con una mirada suplicante.
—¡Eres lo peor! ¡Mentiroso! ¡No quiero volver a verte jamás! —grité, desbordada por la rabia y entre sollozos.
Franco, mostrando su frustración, replicó con voz levantada:
—¿Qué querías que hiciera? Tú eres una santurona que no se deja besar. ¡Y ni siquiera hemos tenido sexo!
—¡Eres un imbécil! —intervino Paola, empujándolo con fuerza, defendiendo mi indignación.
—¡Locas! Y tú Jessica vendrás a mi a rogarme de rodillas a que vuelva contigo ya lo verás —respondió Franco, visiblemente enfadado, mientras se daba la vuelta y entraba a la casa, dejando tras de sí un ambiente tenso y cargado de emociones.
subí al auto llorando me dolía el pecho.
Es un imbécil.!_ dijo Paola alejándonos del lugar.
Al llegar a casa, decidí no despertar a nadie. Me quité los zapatos y subí hasta mi habitación. Allí pasé toda la noche llorando, sintiendo el dolor y la tristeza abrumadores. En un intento de liberarme de esos recuerdos, eliminé todas las fotos y mensajes que tenía con él.
Por la mañana, una llamada telefónica interrumpió el sueño de todos los que estábamos en la casa. Al abrir los ojos, pude escuchar la voz de mi abuelita, así que decidí levantarme y bajar rápidamente.
Al llegar a la sala, vi a mi abuelita Carmen con una expresión de inquietud en su rostro. Sin rodeos, me informó: ¡Jessica, tu mamá está en el hospital! Su tono era grave y lleno de preocupación, lo que inmediatamente me hizo sentir un nudo en el estómago.
¿Qué le ha pasado a mi mamá?! exclamé nerviosa, sintiendo cómo la angustia crecía en mi pecho. Detrás de mí, mi hermano menor, Jeremy, se quedó inmóvil, con una expresión de preocupación en su rostro.
No lo sé, sólo me dijeron que está en el hospital, respondió mi abuelita, tomándose el pecho con una mano. Su mal estado de salud, debido a problemas cardíacos, hacía que recibir noticias impactantes fuera un verdadero golpe para ella.
Tranquila, mujer. Yo iré al hospital. Tú quédate aquí con los niños, y los llamaré más tarde, dijo mi abuelo, mientras se ponía el saco con rapidez para salir.
Yo voy contigo, interrumpí, llena de preocupación, mientras me apresuraba a ponerme los zapatos. Jeremy, al ver mi inquietud, comenzó a llorar asustado, lo que solo aumentaba mi sensación de desasosiego.
Está bien, te espero en el auto, dijo mi abuelo mientras salía de la casa, cerrando la puerta detrás de él.
Hey, Jeremy, mírame, le dije a mi hermano, intentando transmitirle tranquilidad con mis palabras. Todo va a estar bien. Tienes que cuidar de nuestra abuelita, y yo te llamaré, ¿de acuerdo? Le eché un vistazo a su rostro, buscando asegurarme de que entendiera lo que le decía. Luego, sin perder más tiempo, salí de la casa rápidamente, sintiendo la urgencia de la situación.
Al llegar al hospital, mi abuelo se acercó a la recepción para solicitar información sobre mi madre. Tuvimos que esperar un buen rato antes de que alguien nos atendiera. Finalmente, un médico nos condujo a un consultorio. Una vez allí, el doctor comenzó a explicarnos la situación.
La señora Rosalba padece fibrosis pulmonar, una enfermedad que afecta gravemente su capacidad para respirar y deteriora la función pulmonar. Lamentablemente, el estado de su enfermedad es muy avanzado, y uno de sus pulmones se encuentra colapsado, comentó el doctor con seriedad.
Ante estas palabras, una ola de miedo me invadió y empecé a temblar sin poderlo evitar.
Mi abuelo, visiblemente preocupado, interrumpió al doctor: Pero, ¿no hay ninguna posibilidad de curarla, doctor?
El médico, con una expresión comprensiva, respondió: Desafortunadamente, no hay cura para esta condición. Lo que podemos hacer es comenzar un tratamiento y buscar un donante que sea compatible con Rosalba, antes de que ella deje de respirar y muera.
Entonces haga lo que sea necesario, doctor. ¡Ayude a mi hija! exclamó mi abuelo, con el rostro visiblemente perturbado y lleno de angustia.
El doctor, con una expresión seria y compasiva, respondió: Entiendo su desesperación, pero debo aclarar que el servicio médico que tienen no cubre la totalidad de los costos del tratamiento. Solo se hará cargo del treinta por ciento de la cantidad total. Lo demás correrá por su cuenta, y me temo que estamos hablando de una suma muy elevada de dinero. El doctor habló con pesar y preocupación, mientras miraba intensamente a mi abuelo, consciente de la difícil situación en la que se encontraban.
No se preocupe, doctor. Yo conseguiré el dinero necesario, afirmó mi abuelo con determinación, intentando transmitir una sensación de esperanza y resolución ante la adversidad.
Yo era consciente de que nuestra situación económica era muy precaria. Mi madre apenas lograba cubrir los gastos básicos del hogar y las matrículas escolares. Además, mi abuelo todavía no se había jubilado, ya que continuaba trabajando para poder hacer frente a los pagos de la casa en la que residíamos.
—Por favor, vamos, los llevaré con la señora Rosalba —dijo el doctor mientras ambos lo seguíamos.
Download MangaToon APP on App Store and Google Play