— El niño ha muerto junto a la duquesa —informó un hombre de mediana estatura, cuya voz era tan lejana que apenas la podía escuchar.
Al abrir mis ojos, lo primero que divisé fue su mirada, que parecía no tener vida; sus piernas cedieron, permitiéndole caer al suelo.
Estábamos en un pasillo donde había una puerta cerrada.
— ¿Qué demonios le has hecho a mi hija? ¿Dónde está su cuerpo? —mi padre lo tomó por el cuello de la camisa con ambas manos, levantándolo.
— Todo fue tan rápido que no entiendo; primero mis hijos, luego ella y... —su voz volvió a quebrarse. Su estado era tan deplorable que no parecía el hombre que veía en mis primeros sueños, ese hombre vigoroso que me derrumbaba con tan solo una sonrisa.
— Eres un cobarde que no pudo proteger a su familia. Nunca debí entregarte a mi princesa; tu castigo más grande es vivir de los recuerdos de una familia que no pudiste cuidar. No te merecías a dos niños tan maravillosos como lo eran ellos —mi padre pronunció esas palabras con tanto dolor que me estremeci.
Los hermosos ojos verdes de mi padre estaban de un rojo carmesí tan intenso como la sangre, producto de sus lágrimas.
— Papá, yo estoy aquí, tu hija está aquí, mírame —traté de que me escuchara, pero mis intentos no dieron frutos.
— Su gracia, la duquesa asesinó a los hijos del duque. Lo que pasó fue justicia divina —respondió la mujer de ojos negros.
Una fuerte bofetada volteó su cara, sacándole sangre de ambos labios.
— ¿Justicia divina? Siempre procurando estar cerca de mi hija, te tocó ser su sombra porque no pudiste igualarla; sin embargo, eres la primera que la juzga y la señala sin tener pruebas sólidas. Solo una persona que actúa por sus propios beneficios acusa a un muerto, a alguien que no puede defenderse.— Mi madre se acercó encarandola.
— Como no pudiste casarte con el duque cuando su primera esposa murió, quitaste a mi hija del medio pensando que así el duque te amaría. Qué patética eres. Mujeres como tú conozco muchas. El error de mi niña fue confiar en alguien tan podrida como tú. Siempre le dije que no eras de confiar. Me encargaré de borrar tu despreciable rostro de cortesana de bajo nivel. En cuanto tenga la información de lo que pasó con mi niña, su muerte no quedará impune. — Mi madre estaba devastada; podía verlo en su mirada.
— ¡Padre, madre, estoy aquí! —grité fuerte, pero ellos no podían oírme. Quise abrazarlos, pero traspasé sus cuerpos. ¿Qué es esto?
De repente, sentí un escalofrío en mi oído.
— Entra. — Más que una invitación, era una orden; una fuerza sobrenatural me arrastró hacia la puerta cerrada. Al cruzar el umbral, me encontré frente a una cama que había en la habitación.
— ¡Aaaaahhhh! —grité aterrorizada. Mi cuerpo reposaba en la cama ensangrentada. ¿Cómo es posible si yo estoy aquí?
— ¿Por qué me haces esto? ¡Termina de mostrarte de una vez por todas! ¿Qué es lo que quieres de mí? ¡Te divierte jugar conmigo! —grité con todas mis fuerzas, pero no hubo respuesta alguna, solo un silencio perturbador.
— ¡Hhhh...! Otra vez, parece que disfruta atormentarme. Debo mantenerme lejos de ese hombre; quiero vivir y lo mejor será alejarme de él. Esa mujer atentó contra mí por la obsesión que siente por el Duque Carter.
Nota: Bienvenidas a una historia llena de enredos, misterios y desafíos.
Madelein vitaly
— Años de tormento con sueños tan confusos que pongo en duda mi cordura; a este paso, terminaré por perder la cabeza.
— Mi señorita, ¿puedo pasar? — Anita siempre interrumpe en el momento más oportuno. Estoy profundamente agradecida de tenerla a mi lado. Desde que hablé con mi madre, Anita ha llegado a ser una parte fundamental de mi día a día.
— Adelante.
— Volvieron esos sueños extraños. Tenía días tranquilos; tendré que volver a conseguir el té. — Resulta ineludible engañarle; estoy empapada en sudor.
Durante varios meses, cesé de experimentar estos sueños; el té resultó ser verdaderamente eficaz. Sin embargo, la incertidumbre ha echado raíces en mi corazón. La curiosidad me consume: ¿por qué me atormenta? ¿Qué es lo que desea de mí?
— Por el momento, dejemos de lado el tema del té; sin embargo, no podemos olvidarnos de asistir presentables a la fiesta de té que organizó la primera señorita del vizcondado Lee.
— Será la más hermosa; sus preciosos ojos verdes resaltarán con un color rosa suave. Su padre le trajo un impresionante vestido del Imperio Rubí hace poco. — Anita revisó meticulosamente el armario buscando el dichoso vestido. No recordaba con exactitud cuál era; varios baúles llenos de vestidos y joyas fueron depositados en mi alcoba y en la de mi madre hace unas semanas.
— Aquí está, dígame si no es hermoso. — El vestido era exquisito, idóneo para sumergirme en el competitivo ámbito de las reuniones de té, donde las lenguas afiladas, los comentarios imprudentes y los rumores maliciosos eran parte central de los temas de conversación.
Me permití disfrutar de los excepcionales masajes proporcionados por las manos de Anita, los cuales son sorprendentes.
— Recuérdame tomar una clase contigo para aprender a dar masajes tan gloriosos. — Ahora entiendo a mi madre cuando me robó a mi dama de compañía por una buena temporada.
— Su futuro esposo lo agradecerá, sé de lo que le hablo. Ja, ja, ja. — Su risa jocosa y llena de picardía me hizo olvidar por completo mis pesadillas.
Arreglar mi cabello fue todo un desafío; por más ondas que quisieran darle, se mantenía perpetuamente liso. Era una cascada sin rumbo a la cual no pretendía desafiar.
Mi maquillaje fue muy sutil, apenas perceptible. Estábamos entrando en la época más calurosa del año; sería un atentado contra mi dignidad usar demasiado maquillaje, considerando que se podría arruinar con facilidad.
— Mi señorita, he oído que Lady Lee está esforzándose por establecer conexiones favorables entre las damas de alta nobleza para acorralar al duque Carter en un matrimonio político. — Sentía el recelo de Anita en sus palabras; era evidente que no deseaba que me utilizaran como herramienta para fines meramente egoístas.
Nada podía ser perfecto; ese sabor amargo volvía a aparecer en mi paladar, como el veneno sutil que se filtra en mis pensamientos.
—Es normal que, con su estatus, quiera escalar más alto. La casa Lee recientemente ha tenido un creciente aumento de popularidad gracias a sus buenas inversiones. Si el vizconde Lee logra concertar un matrimonio entre el duque y su hija, el ascenso en la alta sociedad sería más acelerado.
Una creciente molestia se arraigó en mi corazón. ¿Por qué me molestaba que alguien tuviera interés en él? Ya había decidido dejarlo ir. Estaba viendo que ya había descubierto.
—La posición de los hijos legítimos del primer matrimonio del duque se vería amenazada con la llegada de una nueva duquesa. Es lamentable para ellos; qué tristeza, lady Lee no es una mujer de grata disposición. Esos niños necesitan sentir el amor de una madre, y una mujer tan frívola como esa no les daría la atención que necesitan. ¿Qué futuro les aguardaría a esos infantes bajo la influencia de una mujer de tal carácter?— Las palabras de Anita me inducían a cuestionar mi decisión y a reflexionar sobre si mi verdadero destino es salvarlos, y si mi tía tiene razón.
— Señorita, hemos llegado. — No me percaté en absoluto de que el carruaje había cesado su movimiento; de no ser por el aviso del cochero, mis pensamientos habrían continuado ocupando mi mente.
— La casa Lee es tan frívola y ostentosa como otras casas nobles de la misma posición. El visconde Lee se esfuerza por exhibir su riqueza a través de una decoración distintiva. — A medida que la ostentación de su decoración aumenta, también lo hace la precariedad de sus cimientos; la riqueza de una casa noble, parte de los pilares de su existencia, si su estructura es deficiente, sugiere que sus fundamentos no perdurarán ni un siglo.
— No tenga grandes expectativas respecto a esta familia; puede que hayan ascendido económicamente, pero su conducta y principios son cuestionables. Mi señorita, ¿está preparada para otra contienda? — Anita consideraba las fiestas de té como un campo de batalla del cual siempre saldríamos victoriosas, y esta ocasión no sería la excepción.
— Más preparada no podría estar; voy a pulir el extravagante suelo con sus lenguas viperinas.
— Así se hace, mi lady, que nadie la intimide. Estas mujeres pueden ser de mayor edad, pero usted, a sus diecinueve años recién cumplidos, es formidable. — Habíamos recorrido un par de metros cuando una comitiva de damas nos abordó.
— Lady Vitaly, es un honor darle la bienvenida; no había tenido el placer de conocerla en persona. Permítame presentarme: Antonieta Lee. —Esos infames ojos negros me observaban con altivez; no olvidaría esa mirada tan fácilmente, así que es ella. Esta mujer es de la misma edad que el duque, pero su educación es precaria. ¿Cree que, por ser mayor, no me hará reverencia?
— Es indiscutible que no. Mi debut en sociedad fue hace un año, y mi círculo social es sumamente íntimo. No obstante, es importante abrirse a la posibilidad de interactuar con otras casas nobles. Espero que su experiencia en el evento del té me sirva de guía, aunque debo señalar que sus modales son, en efecto, bastante deficientes. —La incapacidad de contener sus expresiones de desagrado fue un verdadero triunfo; toda su comitiva tuvo que bajar la cabeza ante mí, siendo yo la noble con más rango entre ellas.
Esta mujer no me hace un favor al invitarme; soy yo quien la honro con mi presencia. Es hora de dejar clara mi posición.
Antonieta lee
— Lady Vitaly, qué honor poder estar en su presencia —exclamó la joven con entusiasmo.
— Mi hija es una gran admiradora de usted, por sus actos de caridad y su exquisito gusto por la moda —comentó la madre de la joven.
— No es para tanto, es mi deber ayudar al pueblo; el gusto por la moda lo heredé de mis padres —respondió Madeleine con sinceridad.
La interacción entre Madeleine y las damas corroboraba la teoría de Antonieta: necesitaba la influencia de Madeleine en los círculos sociales para alcanzar su objetivo.
— La casa Vitaly se distingue por su activa participación en obras benéficas; eso nos queda claro con la reciente adopción de la anterior archiduquesa —afirmó una de las jóvenes, quien era hija de un barón. Aunque las palabras parecían ser un cumplido, Madeleine era consciente de que estaban impregnadas de malicia.
— Lady Dorothea Chevalier es una noble de linaje, con la distinción de que actualmente forma parte de la familia Chevalier, contando con el respaldo de la familia imperial y la casa Vitaly. Mi joven sobrina posee un notable talento y un compromiso que suscita la envidia de muchas —Madeleine era consciente del interés que la joven albergaba por el marqués Santillana y no permitiría que se formulara ningún comentario malicioso en detrimento de Dorothea.
— Lady Vitaly, esta será su segunda temporada, ¿no se siente emocionada por los pretendientes que estarán presentes este año? —comentó una dama casada, aliviando la tensión y cambiando el tema de conversación inicial.
— En absoluto, mi padre será quien determine los detalles de mi matrimonio; podría ser un noble del imperio o de algún imperio vecino. Además, esta será mi segunda temporada; no estoy en mi edad límite. Confío en que mi padre sabrá el momento correcto para concertar mi matrimonio —dijo Madeleine con tranquilidad, incomodando a la anfitriona, quien sí estaba en su edad límite para conseguir esposo.
— Hace bien, su padre no escogería un mal esposo para usted —respondió una anciana condesa, quien asistió a la fiesta de té para visualizar los prospectos a esposos para su hijo.
Madeleine asintió, dándole la razón a la anciana.
Por su parte, Antonieta estaba dudosa de dar a conocer sus intenciones, pero sabía que podía causar empatía y admiración en las jóvenes inocentes que debutaron hace un año.
— Las cité para compartir mi entusiasmo respecto a mi próximo compromiso. Mi padre se encuentra en negociaciones para hacer realidad mi sueño. Como muchas de ustedes saben, mi corazón ha pertenecido durante años al Duque Carter. Estoy sumamente emocionada —comentó Antonieta con un tono casi infantil, dirigiendo la atención hacia sí misma.
A Madeleine le pareció impropio el anuncio, y más cuando el compromiso no era un hecho; esa mujer lo que quería era crear rumores para presionar al duque.
— Espero que tenga suerte; participar en tantas temporadas debe ser agotador —. Madeleine mantuvo su postura elegante y mirada serena.
Algunas damas rieron por lo bajo al captar el significado oculto en las palabras de Madeleine.
Para las damas presentes, la diferencia entre Madeleine y Antonieta era abismal. Mientras la primera joven esperaba los designios de su padre, la otra había permanecido soltera por mero capricho.
Antonieta estaba furiosa; sus invitadas centraron su atención en esa altanera jovencita que lo único que hacía era humillarla, cuando la atención debería estar en ella, que era la anfitriona.
— Para nada, he esperado con paciencia al hombre que amo durante mucho tiempo. No tengo presiones por parte de mi familia; mi padre me ama tanto que desea mi felicidad —, dijo inflando su pecho con orgullo. Muchas jovencitas se sintieron conmovidas por lo buen padre que era el vizconde, pero las damas pensaron que era un padre negligente.
— Es digno de admiración que el vizconde se preocupe por los sentimientos de su hija; sin embargo, es aún más admirable el sacrificio que ha realizado por amor, especialmente considerando que este hombre ya había formado una familia previamente. Debe tener un profundo amor por él para renunciar a la posibilidad de crear su propia familia en aras de su amor —. Madeleine comprendía que la obsesión de esta mujer representaba un peligro considerable y que era necesario acabar con ella para que sus niños estuvieran tranquilos.
— Lady Vitaly, lo dice porque es joven; todavía no entiende la complejidad del amor —comentó una dama en defensa de Antonieta.
— Tiene razón, aún soy muy joven. Por mi parte, no sería capaz de tal hazaña; si un hombre no me elige, no merece mi amor. Rogar es una de las peores bajezas que puede hacer una dama. Admiro los matrimonios por amor, como el de mis padres, mi hermana, los Reyes del Norte e incluso los mismos emperadores, pero yo no sería capaz de esperar tanto por un amor. Si este año mi padre no concierta un compromiso para mí, me retiraré al marquesado Marcellus como la nueva marquesa —comentó Madeleine en respuesta.
— Es muy valiente de su parte tomar una decisión tan arriesgada, pero considere que en los círculos sociales puede conseguir un matrimonio más rápido y ventajoso —a Antonieta no le convenía que Madeleine se retirara al marquesado; ¿cómo utilizaría su influencia?
— Lady Lee, no ha comprendido con claridad; no es a mí a quien tienen que impresionar, es a mi padre —las damas rieron ante las palabras de Madeleine.
La flor de la sociedad había llamado falta de entendimiento a la anfitriona, dejando a Antonieta descontenta.
— Debe ser duro tener un padre tan exigente —Antonieta pensó que con esas palabras haría sentir mal a la joven.
— Todo lo contrario; su exigencia nos ha llevado por el camino de la gloria. Confío plenamente en él —la respuesta de Madeleine dejó a las damas satisfechas por su forma de pensar.
Las opiniones entre las jóvenes se encontraban polarizadas; una porción de ellas compartía la perspectiva de Madeleine, mientras que una minoría mostraba inclinación hacia Antonieta, considerándola una joven dama que ha defendido sus emociones.
— Tengo conocimiento de que su hermana contrajo matrimonio por amor. ¿Qué hace que su situación sea distinta? Tenía la impresión de que su padre no establecía diferencias entre sus hijas —observó Antonieta con un tono de malicia.
— Mi hermana se enamoró del archiduque y él de ella; mi padre no le vio impedimento y aceptó la unión. Eso permitió que se rompiera la maldición que había sobre el imperio y que las nuevas generaciones tengamos maná, lo que nos permite ser más fuertes ante las enfermedades. Mi padre no le vio impedimento —explicó Madeleine con serenidad.
— Mi hermano también ha contraído compromiso por amor; efectivamente, mi padre no discrimina entre sus hijos. Sin embargo, prefiero que sea él quien elija a mi futuro esposo. Si este año llegara a contraer matrimonio, sería por tres razones: en primer lugar, por un compromiso arreglado por mi padre que garantizaría mi protección; en segundo lugar, porque me enamoraría locamente, lo cual considero poco probable; y en tercer lugar, porque ese hombre poseería algo que despierte mi interés —comentó Madeleine con una sonrisa.
— ¿Y qué es lo que le interesa a Lady Vitaly, si es que se puede saber? —inquirió Antonieta con curiosidad.
— Poder —respondió Madeleine con una sonrisa.
— Lady Vitaly podría contraer matrimonio con alguno de los príncipes, lo que elevaría el estatus de su familia —comentó una de las jóvenes.
— Oh, no, considero a los príncipes parte de mi familia, no como posibles esposos —manifestó Madeleine entre risas.
Antonieta se encontraba furiosa por no poder contar con el apoyo de Madeleine. Había asumido erróneamente que se trataba de una joven tonta y mimada, pero su error le está costando muchas burlas.
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