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RIVALES DE OFICINA

Importante leer

Esta novela contiene niveles peligrosamente altos de tensión sexual, algunas escenas sugerentes, diálogos con doble sentido y un par de temas sensibles.

Incluye:

— Competencias absurdas y sexualmente tensas

— Escenas subidas de tono que NO querrás leer en el transporte público

— Humor sarcástico

— Lenguaje subido de tono

– Un par de protagonistas que necesitan urgentemente un curso de manejo de emociones (y de hormonas).

— Una guerra de egos que podría acabar en la cama... o en la cocina.

Léase bajo su propio riesgo. Posiblemente termine suspirando, riendo... o quién sabe.

No digas que no te lo advertí.

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FICHA DE PERSONAJES:

A continuación les mostraré a cada uno de los personajes principales e importantes en esta novela. (Los secundarios los descubrirán a medida que transcurra la novela) No es así exactamente como se tienen que ver a los personajes, eso es de la imaginación de cada quien.

Camila Duval

Jefa de contenidos publicitarios en NOVA

Tiene 26 años. Bella, inteligente y decidida a comerse el mundo. Nacida en una familia religiosa, tradicional y adinerada de un pueblo pequeño, pero ella es la oveja negra que se escapó del rebaño. La que se hartó de ser controlada por sus padres y eligió su propio camino.

Ahora vive en la ciudad, trabaja como jefe de contenidos publicitarios en NOVA, una empresa de publicidad y no se deja pisotear por nadie. No le gusta improvisar, le gusta controlar cada situación, todo tiene que salir como ella lo planea: desde una campaña exitosa hasta el tono exacto del esmalte en sus uñas. Perfeccionista, intensa, y con una presencia que llena cualquier sala, sabe lo que vale… y no deja que nadie le diga lo contrario..

No cree en el amor. No desde los dieciséis, cuando descubrió a su padre enredado con una maestra sustituta veinteañera. Desde entonces, aprendió a no confiar, a no ilusionarse… y a destruir antes de que la destruyan.

Hasta que él aparece.

Y por primera vez… siente que puede perder el control.

Gael Moretti

Director de Estrategia en NOVA

Tiene 30 años. Hijo mayor de una de las familias mafiosas más poderosas del país, pero el único que les dio la espalda. Renunció al legado de sangre, dinero y poder porque sabía que si se quedaba, se perdía a sí mismo… o a los demás.

Ahora viste trajes caros, vive en la ciudad y juega limpio… más o menos.

Trabajaba como director estratégico en una de las agencias más importantes del país… (Golden Impact Media) hasta que por razones misteriosas renunció y fue contratado en NOVA, con un solo objetivo: arrasar con la competencia. Lo que no esperaba era encontrarse con Camila Duval, su nueva rival, y tal vez, su única debilidad.

Frío, calculador, brillante, con una mirada que promete placer y peligro al mismo tiempo y con un pasado que guarda bajo llave, Gael no cree en las relaciones serias.

Su única experiencia seria terminó en traición. Desde entonces, el amor no es una opción.

El sexo, sí. El control, siempre. La lealtad, solo con él mismo.

Pero Camila no es cualquier mujer.

Y esta guerra de poder se le va a ir de las manos… directo al deseo más peligroso.

Anika Morel

Estratega senior en marketing y publicidad en Golden Impact Media.

Tiene 28 años, Anika es esa clase de mujer que siempre quiere ganar, incluso cuando ya tiene todo.

Seductora, calculadora, fría, competitiva, ambiciosa hasta los huesos. Anika siempre quiso más. Más poder, más atención, más control. Su presencia es impecable, su sonrisa engañosa, y su interés, siempre calculado.

Anika fue la primera y única relación seria de Gael. La mujer que logró atravesar sus muros…solo para apuñalarlo por la espalda. Ya que no solo le fue infiel. Lo hizo con su mejor amigo.

Lucy Andrade

Directora de Arte en Nova

Tiene 30 años. Lucy no adorna lo que piensa.

Dice las verdades con una carcajada sarcástica en los labios. Tiene un máster en detectar imbéciles y otro en fingir que le importa seguir el protocolo. Es brillante en lo que hace, irreverente en lo que dice, y ferozmente leal a quienes ama.

Camila y ella se conocieron trabajando… y desde entonces, no se sueltan. Es la única que conoce la versión sin filtros de Camila, la que sabe cuándo está mintiendo (incluso cuando se miente a sí misma). Y cuando Gael aparece con esa energía peligrosa y esos ojos de “tócame y ardes”, Lucy lo huele desde el primer día: problemas con cuerpo de pecado.

Davian Moretti

Mano derecha de su padre en los negocios familiares (mafia y corporativos)

Tiene 28 años. Es el hijo que nunca dudó en meterse de lleno en la oscuridad del apellido Moretti. El que sigue las reglas del padre con devoción fanática… y también con ambición. Se cree el heredero natural. El sucesor. El próximo jefe.

Pero su padre no piensa lo mismo.

Bastian Moretti

Vocalista y guitarrista principal de *“**Dead Beat Nation”.*

Tiene 25 años. Decidió alejarse de lo quería su padre dándole la espalda al apellido Moretti con una guitarra en la mano y un infierno en el pecho apenas pudo. A los 19 formó su banda y a los 21 ya era un ícono nacional.Fama, mujeres, excesos. Todo lo tuvo. Pero lo único real que tocó fue a Camila.

Su música lo salvó…

Pero su musa siempre fue Camila.

Cada canción que escribe lleva algo de ella.

Cada verso, una cicatriz. Y uno de los himnos más famosos de su banda se llama simplemente: “Camila”. Un éxito que aún la sigue por donde vaya. Una canción que la desviste en público cada vez que suena en la radio.

La historia entre ellos fue breve, en secreto, pero ardiente, y aunque terminó sin escándalos, Bastian nunca la olvidó.

Ella era diferente.

Matías Elizalde

CEO de Samsarah Group

Matías fue el primer amor de Camila. Su primera vez. El primer “para siempre”.

Se conocieron en un grupo de oración, bajo la misma represión familiar. Tiempo después huyó del molde que querían sus padres.

Ahora es el CEO de Samsarah Group, una empresa emergente en pleno auge. Millonario, carismático y con un discurso de espiritualidad moderna que lo hace adictivo para el público.

Espero que esta novela les guste. ❤️

Un intruso que sacudirá su vida

*⚠️Advertencia de contenido⚠️*:

Este capítulo contiene temáticas sensibles que pueden resultar incómodas para algunos lectores, incluyendo escenas subidas de tono, lenguaje obsceno, salud mental, autolesiones y violencia. Se recomienda discreción. 🔞

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Camila

Maldita sea. Hoy no puedo llegar tarde. No otra vez.

Corro por la acera mientras maldigo los tacones, el tráfico, mi falta de café y la ley de Murphy, porque claramente ese idiota me tiene en su lista negra.

NOVA queda a solo tres cuadras, pero cuando uno va corriendo con una laptop al hombro, el bolso a reventar y una dona en la boca (porque sí, también estoy desayunando), se siente como si fueran diez.

—¡Apártese! —le grito a un tipo que va demasiado lento delante de mí. Él solo me lanza una mirada de “¿y esta loca?”, pero no me detengo. No puedo.

Llego al edificio justo cuando el reloj marca las 8:59 AM Una victoria pequeña, pero necesaria.

El guardia me saluda con su habitual tono y yo solo le dedico una sonrisa de dientes apretados mientras entro al elevador.

Respiro profundo. Recojo el cabello. Me ajusto el blazer.

Listo, Camila. En modo ejecutiva.

Subo al piso 14. Dirección Creativa. Las puertas del ascensor se abren y lo primero que escucho es el clic de los tacones de Lucy.

—Llegaste a tiempo por los pelos —dice sin mirarme, enfocada en su tablet—. El moño mal hecho dice mucho.

—¿Alguna vez te han dicho que eres como un espresso doble? —le respondo mientras camino a su lado—. Amarga, pero útil.

—Todos los días —responde con una sonrisa de medio lado.

Lucy Andrade, mi mejor amiga, mi compañera de batallas, y la única persona que me soporta sin anestesia. También es la Directora de Arte de NOVA, y, como yo, vive por las ideas brillantes y los caprichos.

Más tarde vimos como Sophie nuestra jefa entra con un hombre a su oficina. Segundos después nos dirigimos cerca a la oficina de Sophie, para chismear.

—¿Ese es el nuevo? —preguntó Lucy en voz baja, mientras ambas espiábamos desde detrás de la puerta de cristal de la oficina.

El nuevo estaba ahí, recostado como si la empresa fuera suya.

Piernas cruzadas, camisa blanca arremangada hasta los codos, reloj de diseñador y una sonrisa que gritaba sé exactamente lo que hago.

Perfecto. Otro narcisista con complejo de galán.

—Parece más un modelo que un publicista —dije, sin poder evitar el tono mordaz.

—¿Y si es ambas? —Lucy arqueó una ceja con malicia.

—No empieces —le advertí.

Trabajo en NOVA, una de las agencias publicitarias más reconocidas de la ciudad, soy una de las mejores en mi área, palabras de mi jefa y, según algunos, demasiado perfeccionista.

Según yo, simplemente competente.

Desde hace cinco años me rompo la espalda —y los tacones— para levantar campañas que brillen, que sean exitosas y que hagan llorar a los clientes por lo excelentemente vendida que está su marca.

Y justo cuando estaba a punto de obtener lo que tanto merezco —La dirección de Proyectos Internacionales de NOVA—, aparece este tipo con su bronceado, su arrogancia y su estúpida sonrisa encantadora.

Sophie, nuestra jefa, nos hizo pasar a todos, minutos después a la sala de juntas. Había tensión. El tipo estaba sentado a la cabecera de la mesa.

No era una presentación común.

—Equipo —comenzó Sophie, con su tono de les tengo noticias explosivas y más les vale disimular—, quiero que conozcan a Gael Moretti.

—Viene de la agencia Golden Impact Media, donde lideró campañas multipremiadas. Desde hoy se integra al equipo creativo de NOVA.

Gael se levantó con una naturalidad que me molestó más de lo que debería.

Traje impecable, barba de tres días, mirada directa. Ese tipo de hombre que entra a una sala y se adueña del oxígeno.

Sí, ese mismo.

—Un gusto estar aquí. Me han hablado mucho de ustedes y de usted —agregó, mirándome con descaro.

El aire se congeló un segundo.

¿Lo había dicho con doble intención?

¿O solo estaba intentando marcar territorio desde el primer minuto?

Sea como sea, no me iba a quedar callada.

—Camila Duval —dije, acercándome y estrechándole la mano con fuerza—. Soy la que ha sostenido esta agencia durante los últimos tres años.

—Gael Moretti —respondió él, devolviéndome el apretón como si esto fuera un duelo—. Vengo a sumar.

Mentira.

Viene a competir.

Viene a entrometerse.

Y lo peor es que me está mirando como si ya supiera que va a ganarme.

Horas más tarde, la oficina estaba en silencio, salvo por el golpeteo suave de teclas y el zumbido constante del aire acondicionado.

Yo estaba sola en la sala de presentaciones, preparando el pitch de la nueva campaña de Spark Energy. Presentación abierta, café tibio, y toda mi atención en no dejar ningún detalle al azar.

Hasta que lo sentí.

No lo escuché entrar, pero su presencia llenó la sala.

—¿Tú también trabajas hasta tarde? —preguntó una voz profunda, casi divertida.

Lo miré por encima del portátil. Estaba apoyado en el marco de la puerta, con una taza en la mano y esa estúpida sonrisa.

—Alguien tiene que hacerlo bien —respondí sin rodeos.

Gael entró con paso relajado y se sentó en la silla más cercana. Sin pedir permiso.

A perturbarme la paz, me imagino.

—Relájate, Duval. No vine a quitarte el trono.

—¿De verdad? Porque estás haciendo un excelente trabajo imitando a un conquistador.

Él se rió, de forma genuina.

Y lo odié un poco más por eso.

—Lo que ves es lo que hay —dijo, apoyando los codos en la mesa y mirándome con descaro y algo de interés—. Aunque me sorprende que creas que el trono es tuyo.

—Lo es. He trabajado más horas que nadie en esta oficina. Tengo los mejores números, los clientes me adoran y no necesito venderme con una sonrisa y una historia bonita.

Me crucé de brazos. No era solo orgullo, era una promesa interna. Yo no iba a dejar que un hombre, por muy carismático que fuera, me arrebatara lo que merecía.

Gael me observó con una calma peligrosa. Luego inclinó la cabeza y dijo:

—Eres intensa. Me gusta.

—Y tú eres irritante. No me gusta.

Nos miramos unos segundos. Ese tipo de silencio que no es incómodo, pero sí eléctrico.

Entonces, él se inclinó ligeramente, como si pudiera leerme mejor desde más cerca.

—¿Estás segura? Porque no me has quitado los ojos de encima desde que entré.

El descaro.

—Estaba pensando en las mil maneras en que te haría desaparecer sin dejar rastro.

—Apasionada y con imaginación —murmuró, sonriendo—. Qué combinación tan interesante.

La conversación se interrumpió con el sonido del celular de ambos al mismo tiempo. Notificación de correo. Un mensaje de Sofía.

Asunto: Oportunidad Spark Energy.

Contenido: Ambos prepararán una propuesta individual. El cliente elegirá una. Esto definirá quién liderará la campaña... y el próximo ascenso.

Silencio.

Nos miramos. Y en ese segundo, todo cambió.

Ya no era solo una conversación incómodamente divertida.

Era guerra declarada.

El era mi rival.

Insoportablemente guapo

*⚠️Advertencia de contenido⚠️*:

Este capítulo contiene temáticas sensibles que pueden resultar incómodas para algunos lectores, incluyendo escenas subidas de tono, lenguaje obsceno, salud mental, autolesiones y violencia. Se recomienda discreción. 🔞

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—¿Ascenso? —dije en voz baja, como si necesitara confirmar que lo había leído bien.

—Interesante —murmuró Gael, y su sonrisa se torció apenas.

—Eso debería ser mío. Llevo años aquí.

—Entonces tienes ventaja, ¿no? —replicó, levantándose de la silla y caminando hacia mí—. Pero no te confíes, Camila.

El modo en que dijo mi nombre... lento, con esa voz grave...

Tuve que apartar la vista un segundo para no mostrar que me afectaba.

Gael se acercó a la puerta, pero antes de salir, se detuvo.

—Somos rivales ahora.

—Así parece—le respondí, volviendo a la pantalla como si no acabara de sentir un escalofrío entre las piernas.

—Me encanta —susurró, y se fue.

Me quedé sola, sintiendo un calor inexplicable subiéndome por la nuca. Seguí trabajando en la campaña, pero todavía seguía ese intruso en mi mente.

Horas más tarde, guardé los archivos en una carpeta compartida y cerré el portátil. Mis ojos ardían y el café llevaba siglos frío, pero al menos había avanzado.

Cuando salí de la sala, el edificio ya estaba casi vacío. Solo algunas luces quedaban encendidas en los cubículos y el pasillo principal. Crucé el hall con pasos firmes, enfocada en salir de ahí antes de que la obsesión por el pitch me hiciera quedarme hasta el amanecer.

Pero justo al doblar la esquina, me lo encontré otra vez.

Gael estaba frente a la máquina de café, con el saco sobre el hombro y el nudo de la corbata algo flojo. Levantó la vista y sonrió.

—¿Tú también decidiste no dormir? —preguntó.

—Voy camino a casa.

—¿En bus?

Asentí.

No tenía por qué mentir. No tenía nada que demostrar. Tampoco le tenía que explicar que hace semanas mi hermana estrelló mi auto.

—Puedo llevarte —ofreció, como si no acabáramos de firmar una tregua.

Lo miré sin moverme.

—No hace falta.

Gael se encogió de hombros, pero no parecía ofendido.

—Como quieras.

Pasó junto a mí, y por un segundo, pensé que se detendría otra vez. Pero no. Solo caminó hasta la puerta principal y salió sin mirar atrás.

Crucé los brazos, sintiendo una punzada de incomodidad que no quise reconocer.

Estaba esperando el bus.

Cuando llegué a casa, lo primero que hice fue quitarme los tacones. Luego el blazer, el maquillaje y todo rastro del día.

Encendí la laptop por inercia. La presentación de Spark Energy seguía ahí, esperando. Pero mi cabeza… estaba en otro lado.

En él.

Gael Moretti.

El nombre me latía en la sien como un eco.

Una parte de mí quería enfocarse. Trabajar. Concentrarse.

La otra… seguía reviviendo la forma en que me miró.

Suspiré y tomé una copa de vino. Me envolví en una toalla.

Un mensaje de Lucy llega a mi teléfono:

—¿Quieres cenar algo? Pido sushi —escribió Lucy por chat.

Miré el mensaje, pero no respondí. No tenía hambre.

Lo que necesitaba era silencio. Y un baño caliente.

Fui al baño, abrí la llave de la bañera y mientras se llenaba, me detuve frente al espejo.

Tenía el cabello algo desordenado, el delineador medio corrido… y aun así, me veia Atractiva.

Me imaginé viéndome a través de sus ojos. Y el recuerdo de su voz me golpeó como un susurro malintencionado:

“Apasionada y con imaginación. Qué combinación tan interesante.”

—Idiota —murmuré.

Me quité la ropa, me sumergí en la bañera y Cerré los ojos.

Pero él seguía ahí.

En mi mente. En mi piel.

Y me imaginé algo que no debía.

Me imaginé que entraba sin avisar. Que se inclinaba junto a la bañera, con esa sonrisa arrogante…

Y me decía al oído:

“¿Segura de que no te gusto?”

Me toqué el cuello. Después los labios.

No. No debía pensar en él así.

Al salir del baño, mi celular parpadeaba sobre la mesita de noche.

Un número desconocido.

—Suerte con Spark. Que gane el mejor. – Gael.

Lo leí dos veces

Suerte.

Suerte, mis ovarios.

Respondí:

—No la necesito. Espero que no te frustres cuando pierdas.

Tres segundos después:

—Me encantan las mujeres seguras. ¿Te vas a poner igual de intensa cuando estemos a solas?

Lo leí. Lo releí.

Quise bloquearlo.

O reírme.

O seguirle el juego… ya ni se que quería.

Escribí, borré, volví a escribir.

Al final solo envié:

—Depende. ¿Piensas hacer algo?

Cinco segundos.

Diez.

Quince.

— Si digo que no, miento. Si digo que sí… me esperás después de la jornada.

Y sonreí.

No quería hacerlo. Pero lo hice.

Estúpida… —me dije a mí misma.

Dormí mal esa noche.

No porque tuviera insomnio, sino porque mi cabeza estaba hecha un nudo, y en el centro de ese caos estaba él. Gael.

Me desperté antes de que sonara la alarma, con el corazón agitado como si hubiera corrido una maratón en mis sueños. Revisé el celular. Nada nuevo. Ningún mensaje. Pero la conversación de anoche seguía en el chat, mirándome como un recordatorio de que esta guerra iba a tener más de un campo de batalla.

Cuando llegué a la oficina, él ya estaba ahí.

Camisa negra esta vez. Como siempre arremangadas. Estaba en su escritorio, hablando con un grupo del equipo creativo. Sonreía. Siempre sonreía. Pero cuando se giró y me vio entrar, esa sonrisa cambió.

No era para todos. Era solo para mí.

Le sostuve la mirada sin pestañear.

—¿Por qué llegas tarde? —me lanzó Sophie en cuanto puse un pie en la oficina.

Las puertas aún no se cerraban del todo cuando la vi girarse hacia mí con esa ceja levantada que ya era casi una marca registrada.

—Han sido cinco minutos.

—Para liderar necesitas llegar diez antes.

La pasividad de sus palabras no ocultaba la intención: estaba molesta. Y no solo conmigo.

Mientras me quitaba el abrigo, noté a Gael sentado frente a su escritorio, con su chaqueta colgada prolijamente en la silla y el cabello peinado con una precisión irritante. Los demás se habían esfumado.

—Él llegó hace cuarenta minutos —dijo Sofía, sin que yo preguntara.

Apreté los dientes. El maldito madrugó solo para anotarse el primer punto.

—Lo siento, no volverá a pasar.

—Más te vale. Spark Energy se reúne con nosotros en una semana. Ya saben que ustedes dos están preparando propuestas individuales. Quiero la tuya el viernes.

—¿Y la de él?

—También. Pero confío en que tú darás el primer paso.

Eso me sonó a “demuestra que estás por encima”. Sophie nunca decía las cosas directo, pero tampoco dejaba espacio a dudas.

—Hecho.

Caminé hasta mi escritorio, evitando mirar a Gael. Aunque sabía que sus ojos estaban fijos en mí.

Sentí esa energía rara, esa tensión que no sabía si venía de la competencia o de algo más. Me obligué a ignorarlo y encendí el portátil. El día apenas comenzaba y ya sentía el peso del viernes sobre los hombros.

Él carraspeó con suavidad y, sin levantar la vista de su pantalla, soltó:

—Buenos días, Duval.

—¿Lo es?

—Lo será —respondió, sin dejar de mirarme.

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