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Con Una Foto Te Conocí

[ 1 ]

En el campus de la universidad, Adrien Marlow está sentado en una de las bancas mientras inspecciona su cámara. Por rutina, suele revisar que todo esté en orden, sería una lástima que un fallo en el equipo o una mancha en la lente le impidiera tomar una buena foto. Es mediodía y el cielo está despejado; además, una suave brisa refrescante recorre el lugar. Adrien agradece que el clima esté de su lado. Como estudiante de fotografía, sabe que debe aprovechar al máximo estas condiciones favorables.

Cuando da por concluida la inspección, se coloca la correa de la cámara y camina hacia el destino que hoy se encargará de plasmar. Como no está lejos, no tarda en visualizar las canchas deportivas. Hay algo de bullicio; incluso si aún falta para que el reloj marque la una de la tarde, ya comienzan a reunirse grupos de estudiantes emocionados. Por lo que ha escuchado, el partido de hoy será importante; sin embargo, Adrien no tiene ningún interés en los deportes. A pesar de que el equipo de fútbol soccer de su universidad jugará la semifinal, permanece ajeno al entusiasmo que se respira en el ambiente.

Su falta de interés es tan grande que, por muy absurdo que suene, esta es la primera vez que pisa el área deportiva de la universidad. Entonces, ¿por qué está ahí? Es simple. Como se supone que este es un evento relevante, los de la carrera de Periodismo pidieron la colaboración de un fotógrafo de la Facultad de Artes. Un profesor le recomendó asistir, argumentando que sería bueno para él ampliar sus horizontes. Al principio, Adrien no estaba muy convencido, pero luego de meditarlo, terminó aceptando.

Los espectadores, tanto de su universidad como aquellos que apoyan al equipo rival, comienzan a colocarse en las gradas, esperando conseguir un buen lugar. Él no tiene que preocuparse por eso, ya que tiene reservado un asiento en primera fila.

—Estoy seguro de que Kai los destrozará —comenta alguien detrás.

Adrien revisa el reloj en su muñeca. Faltan cuarenta minutos. En un extremo del campo, el equipo de su universidad viste un uniforme negro con detalles amarillos; en el otro lado, el equipo visitante lleva uno blanco con un degradado en tonos azulados. Los jugadores de ambos equipos están realizando ejercicios de calentamiento... o eso supone él.

—Aposté a que Kai meterá tres goles —dice Dylan, uno de los chicos de Periodismo, sentado al lado de Adrien.

—Le tienes demasiada fe —responde su compañera, una chica de gafas cuya ropa es más formal. Aunque también es estudiante, es evidente que se toma en serio este simple partido entre universidades. Sin duda, parecía una profesional—. Escuché que últimamente ha faltado a los entrenamientos. Además, aún no se ha presentado, a pesar de que el resto ya está aquí. No me da buena espina.

—¿Por qué siempre tienes que ser así, Edith? Deberías ser más positiva.

—Yo solo me baso en los hechos.

Inevitablemente, Adrien escuchó aquella conversación. Y no fue la única vez que oiría el nombre de "Kai". Por algún motivo, ese nombre fue mencionado varias veces por otras personas.

—Disculpen, ¿ese tal Kai es el favorito? —pregunta Adrien, solo para sacarse la duda.

Edith y Dylan se voltean a verlo, como si no pudieran creer que alguien en la universidad no conociera a Kai. Sí, la universidad es grande, pero la popularidad de Kai hace tiempo que se extendió por casi todas las facultades. Incluso quienes no lo conocen personalmente, al menos han oído hablar del famoso delantero del equipo representativo de fútbol soccer.

—Decir que es el favorito es poco —responde Edith—. Se podría decir que la mayoría no ha venido por la semifinal, sino exclusivamente por él.

—¡Exacto! Es muy talentoso. Incluso hay rumores de que está en negociaciones con un equipo de primera división —añade Dylan, fijándose entonces en la cámara de Adrien—. ¡Ah! Eres el estudiante de fotografía que pedimos, ¿no? Perdón, no creí que fueras tú.

Dylan sonríe, un poco apenado. No esperaba que el encargado de las fotos fuera un tipo alto y de complexión marcada. Ha tratado antes con estudiantes de la Facultad de Artes, pero en su experiencia suelen tener un aspecto más delicado o un estilo pintoresco. Adrien, en cambio, desentona… aunque de un modo interesante. Su rostro es refinado, con intensos ojos azules y cabello castaño, pero el resto de su cuerpo es visiblemente fuerte, especialmente los brazos. Esa cara no parece encajar con ese cuerpo, y aun así, lo hace.

Un codazo discreto de Edith regresa a Dylan a la tierra. No se dio cuenta de que se había quedado mirando a Adrien por demasiado tiempo.

—Bueno, me presento, yo soy Dylan, y esta chica seria de aquí es Edith —dice tratando de disimular su error anterior.

Adrien corresponde con una sonrisa amistosa y, del mismo modo, se presenta. Pero justo cuando termina de decir su nombre, el bullicio estalla en gritos de mujeres que exclaman:

—¡¡¡Es Kai!!!

De inmediato, todas las miradas se dirigen hacia un hombre apuesto: cabello negro, cuerpo atlético, rasgos orientales, piel bronceada y una expresión que deja claro cuánto disfruta de la atención. Adrien no tarda en entender que ese tipo, Kai, sabe exactamente cómo atraer miradas. Incluso antes de entrar al campo, lanza un guiño hacia el público, provocando una nueva oleada de gritos entre las espectadoras.

Un pequeño pitido suena: el reloj en la muñeca de Adrien le avisa que faltan diez minutos para que empiece el partido. Kai fue el último en llegar, ¿no necesita calentar como el resto? Adrien nota que el entrenador no parece contento y le dice algo al jugador estrella que acaba de aparecer, aunque por la distancia, es imposible escuchar la conversación.

Cuando el reloj marca la una, la semifinal da inicio, con el equipo rival realizando el primer saque. Adrien no sabe mucho de fútbol, pero al menos entiende lo básico. Y aunque al principio no tenía ningún interés, sus ojos no logran despegarse del juego que se desarrolla frente a él. Kai es… sensacional. Mueve el balón como todo un experto, pero no es solo técnica, sino que realmente brilla. Si esto fuera un recital musical, sería como presenciar a un artista virtuoso en su máximo esplendor.

Tiene que capturarlo. Tiene que detener el tiempo y plasmar ese instante para que no se borre. Adrien alza su cámara y, con el corazón latiendo con fuerza en el pecho, presiona el disparador. Eufórico, toma foto tras foto. Es la primera vez que experimenta una emoción e inspiración tan intensas.

El marcador final quedó 3-2. El equipo de su universidad pasó a la gran final. Fue un partido reñido. Adrien baja su cámara, intentando regular su respiración; ni siquiera se dio cuenta de cuándo transcurrieron ambos tiempos del juego. Escucha un grito de Dylan, quien celebra haber ganado la apuesta. De fondo, los gritos de victoria llenan el aire. Con una sonrisa aún en el rostro, Adrien mira la pantalla de su cámara para revisar las fotos que tomó.

..."¿Acaso será que encontré a... mi musa?"...

—¡¡Púdrete idiota!!

El grito inesperado de Kai hizo callar de golpe la celebración. Los presentes quedaron conmocionados, y Adrien alzó la vista. No sabía cómo había comenzado, pero Kai estaba ahora forcejeando a golpes con un jugador del equipo rival. Los ojos del hombre que Adrien había admirado durante todo el partido ahora estaban cegados por la furia.

Intentaban separarlos, pero la hostilidad no tardó en extenderse a las gradas. Los espectadores de ambos equipos comenzaron a lanzarse insultos. El ambiente se tornó aún más tenso cuando alguien arrojó el primer golpe desde las gradas, desatando el caos.

Adrien nunca pudo olvidar aquel día en que conoció a Kai Min-Fletcher. Aquel que, en cuestión de minutos, pasó de ser su inspiración... a convertirse en la persona que más detestaba.

[ 2 ]

Decir que detesta a alguien por el hecho de provocar una pelea puede sonar un tanto extremo. Adrien ni siquiera estuvo involucrado personalmente; sin embargo, el altercado que Kai comenzó en el campo fue el detonante que provocó todo un espectáculo de empujones, jalones y puños. Las gradas se transformaron en un coliseo donde todos peleaban contra todos. La situación se tornó peligrosa hasta el punto en que las autoridades se vieron involucradas para frenar la disputa.

Edith no perdió el tiempo y, tan pronto como inició el caos, se alejó junto con Dylan, evitando la muchedumbre. Adrien estuvo a punto de hacer lo mismo, pero un fuerte empujón lo hizo tropezar. Aunque logró recuperar el equilibrio antes de caer, la correa de su cámara se rompió. Se apresuró a recogerla, pero antes de alcanzarla, alguien la pisó por accidente. Adrien solo escuchó un crack.

Sin poder creerlo, levantó la cámara, confirmando que estaba destrozada. Desde luego que se molestó, mas no había a quién culpar entre todo ese caos. Fue entonces que volteó a ver el campo, y ahí estaba Kai, aún peleando con el jugador contrario. Los ojos azules de Adrien se tornaron fríos. No importaba si era irracional: en su mente, el culpable tenía nombre y rostro.

Después de aquel incidente, la noticia se extendió incluso fuera de la universidad. Por suerte, no hubo heridos graves. Si bien lo sucedido ese día estuvo en boca de los estudiantes, Adrien no tuvo ningún interés en saber qué ocurrió con Kai o cómo afectó al equipo de fútbol soccer. Además, se juró nunca volver a pisar el área deportiva. Tras la experiencia que tuvo, ciertamente perdió las ganas de conocer más acerca del mundo del deporte.

—Aquí están las fotos. Puedes hacer lo que quieras con ellas —Adrien le entrega a Edith un USB con las fotografías que tomó. Irónicamente, pese a que su cámara quedó inservible, la tarjeta de memoria no sufrió daño.

—Gracias —Edith recibe el USB—. Lamento lo de tu cámara.

—Ya compraré otra.

Con eso dicho, Adrien se retira. Dylan, quien también estaba en el salón de redacción del periódico universitario, se acerca a Edith un poco incómodo.

—Parecía enojado —comenta.

—Si yo estuviera en su lugar, también lo estaría —dice Edith mientras coloca el USB en la computadora para revisar los archivos de las fotos—. Las cámaras digitales no son baratas. Y no me da la impresión de que tenga padres ricos que puedan pagarle una nueva. Es una pena que se le haya roto, me hubiera gustado una buena toma de la pelea.

—Tan directa como siempre.

Dylan observa la pantalla de la computadora cuando Edith da clic para abrir la primera imagen. Su boca se abre, sorprendido, y su asombro solo crece conforme Edith va pasando a las demás fotos.

—¡Wow! ¿De verdad es un estudiante como nosotros? ¡Estas fotos están a otro nivel! —expresa Dylan, impresionado.

Sin ser consciente de la admiración de Dylan por sus fotografías, Adrien camina por el campus mientras revisa su cuenta bancaria en el teléfono. Si quería comprar una nueva cámara, tendría que trabajar por un tiempo. Durante las prácticas usaría su cámara de respaldo, aunque no es tan buena como la que tenía, servirá.

"Qué complicado", piensa resignado.

Fue así como, entre varias opciones para posibles trabajos de medio tiempo, terminó quedándose como mesero en una cafetería. El dueño, en cuanto lo vio, lo contrató al instante argumentando que era perfecto para atraer clientas nuevas. Le prometió que, si se quedaba, podría ganar buenas propinas. Adrien no era exigente, mientras ganara lo suficiente para comprar una nueva cámara lo antes posible, estaba dispuesto a aceptar casi cualquier oferta.

Pasó un mes y, como una broma del destino, se encontró con Kai.

A tres calles de la cafetería donde trabajaba, había un bar que se llenaba por las noches. Adrien solía pasar por ahí cuando salía de su turno a las 9:30. Aquella noche no fue la excepción. Bostezando, revisó la hora en el reloj de su muñeca... se sentía más cansado de lo habitual. Por suerte, al día siguiente sería sábado, así que podría dormir y recuperar las horas de sueño perdidas durante la semana.

No muy lejos, distinguió a una pareja, aunque no les prestó mucha atención.

—¡¿Te atreves a terminar conmigo?! —se oyó el reclamo de una mujer—. Al menos dame una explicación.

—¿Qué hay que explicar? Ya me aburriste, es todo.

Lo siguiente que se escuchó fue el sonido seco de una cachetada. Entonces, Adrien dirigió la mirada hacia la pareja: la mujer pasó a su lado, retirándose enfadada, mientras que, frente a él, estaba Kai. Ambos hombres se miraron por un breve segundo. Con una expresión irritada, Kai fue el primero en desviar la mirada, tal vez sintiéndose avergonzado de que alguien hubiera sido testigo. Sin decir nada, entró de vuelta al bar.

Adrien se sintió incómodo. No es como si hubiera querido presenciar aquel rompimiento. Y aunque era consciente de que cada quien tiene derecho a dejar a su pareja cuando las cosas no están funcionando, para sus adentros, la actitud de Kai le pareció grosera. ¿Era necesario decir que se había aburrido? Pero, como ese asunto no le correspondía, Adrien siguió su camino, tratando de ignorar lo que acababa de ver.

Tras ese pequeño encuentro, Adrien creyó que no volvería a toparse con Kai. Después de todo, ambos pertenecían a facultades distintas. Pero no pudo estar más equivocado, ya que terminaría cruzándoselo varias veces, por pura casualidad.

En una ocasión, Kai fue a la cafetería. Adrien, aquella vez, estaba en el mostrador por petición del dueño, y cuando le preguntó su orden, Kai estaba demasiado ocupado con una llamada y lo ignoró descaradamente.

—¿Y no puedes ocuparte? Solo será temporal. Sí, ya lo sé… ¿pero qué quieres que haga?

Adrien se obligó a mantener su sonrisa cortés. Detrás de Kai había más clientes esperando, así que, tratando de mantener la calma, volvió a preguntar:

—¿Qué te puedo servir?

—Oye, no me hagas esto. Conoces bien mis razones —Kai finalmente se dignó a mirarlo y dijo, cortante—: un frappé de caramelo —de inmediato volvió a su llamada—. Entiendo, sí, lo haré.

Cuando le entregaron su pedido, simplemente lo tomó y dejó un billete, sin molestarse en pedir el cambio.

Sinceramente, Adrien no entendía cómo era que siempre terminaba cruzándose con Kai, cuando antes de la semifinal de fútbol ni siquiera había oído hablar de él. Y con cada encuentro, solo confirmaba algo: Kai era, sin duda, un tipo despreciable.

[ 3 ]

¿Cómo puede tener tan mala opinión de alguien con quien ni siquiera ha intercambiado palabra? La razón por la que Adrien se formó tal juicio fue porque siempre que daba con Kai, este mostraba una actitud y una personalidad que, según sus criterios, dejaban mucho que desear. Quizá, si después de lo sucedido con su cámara no se lo hubiera vuelto a cruzar, su molestia inicial se habría disipado y, con el tiempo, podría haberlo olvidado.

Sin embargo, poco a poco, Adrien comenzó a hacerse consciente de la presencia de Kai, y antes de darse cuenta, su mirada terminaba buscándolo. No porque le agradara, sino porque sencillamente no podía entender cómo alguien con semejante arrogancia podía ser tan popular. ¿Acaso ser guapo es suficiente para cegar la sensatez de los demás?

Adrien se detiene un segundo al ver a Kai descansando en un banco. Están en el gimnasio; Adrien fue allí para encontrarse con Dylan, con quien había hecho amistad en los últimos meses. No esperaba que hubiera una práctica de fútbol sala, hasta donde sabe, el equipo generalmente entrena en las canchas al aire libre. Honestamente, a estas alturas, ya no le sorprende verlo.

—Oye, tú —habla Kai, dirigiéndose a un chico bajito que parecía ser nuevo en el equipo—. Ve a comprarme algo dulce de la máquina expendedora.

Adrien nota el nerviosismo del chico, lo cual tiene sentido considerando que están a mitad de una práctica. No es como si pudiera salir sin el permiso del entrenador. Como si eso no bastara, los amigotes de Kai aprovecharon la oportunidad e hicieron sus propios encargos.

—Lamento la espera, ya terminé por aquí —dice Dylan mientras da una palmada amistosa en la espalda de Adrien—. Edith me escribió diciendo que nos apartó una mesa... ¿ocurre algo?

—No —Adrien deja de prestar atención. Del mismo modo, ya no le sorprende ver a Kai comportarse así—. Será mejor no hacer esperar a Edith.

—Cierto, cuando se enoja es aterradora —dice Dylan, abrazándose a sí mismo al recordar la última vez que eso pasó.

Ambos salen del gimnasio sin percatarse que, desde el otro extremo de la cancha, Kai alza la mirada justo cuando la puerta se cierra tras ellos. Por un instante, su expresión da la impresión de endurecerse.

Existe un debate en la universidad acerca de cuál es la mejor cafetería de todas las facultades. Algunos defienden que la mejor está en el área de humanidades, pero Adrien, Dylan y Edith coinciden en que su favorita es la de ciencias. El único problema es que, por lo general, está llena de gente, así que encontrar un buen lugar para sentarse es casi una locura.

—Creí que no llegarían —dice Edith al verlos llegar—. Aviso que ya ordené por ustedes.

Quién sabe cómo lo hizo, pero Edith consiguió una de las mejores mesas en la zona exterior de la cafetería. ¿Cómo lo logró? Lo mejor es no preguntar, o eso es lo que Dylan siempre aconseja. Según él, es más seguro no indagar en los métodos de Edith para conseguir lo que quiere.

—Espero que me hayas pedido una deliciosa hamburguesa —advierte Dylan, dejando a un lado su nueva mochila.

Hasta donde sabe Adrien, la mochila es una edición limitada de una banda que le gusta. Dylan es el tipo de persona que adora seguir las tendencias. Si algo se pone de moda, no duda en obtenerlo. Incluso, recientemente, se tiñó el cabello de rojo porque su streamer favorito lo hizo.

—Sí, y para Adrien pedí alitas picantes.

Mientras esperan la comida, los tres conversan sobre las clases o eventos recientes que les han pasado. Adrien nunca imaginó que se haría amigo de ese par, sobre todo porque son de una carrera distinta. En parte, debía agradecérselo a Dylan, ya que fue él quien, después de la semifinal, empezó a buscarlo e invitarlo a pasar el rato con ellos.

Cuando les sirven la comida, Dylan se queja con Edith por haberle pedido una hamburguesa vegetariana, iniciando así una pequeña discusión. Adrien está acostumbrado a esas peleas; siempre las resuelven en cuestión de minutos. Mientras prueba sus alitas picantes, un pensamiento le cruza por la mente y pregunta:

—¿Ustedes qué piensan de Kai?

Los dos se detienen en seco al oírlo, siendo Edith la primera en responder mientras acomoda sus gafas.

—Es sexy. Si pudiera, le tomaría fotos cuando está en las duchas. Podría venderlas a muy buen precio entre sus admiradoras.

—Eso es inmoral e ilegal —la reprende Dylan—. Yo opino que es genial. La última vez me hizo ganar mucho dinero cuando aposté por él —agrega antes de darle una mordida a su hamburguesa.

—¿Y yo soy la inmoral? —Edith alza una ceja antes de mirar a Adrien—. Por cierto, ¿por qué preguntas por él? Creí que no te interesaba todo lo relacionado con el deporte, en especial después de lo que pasó con tu cámara.

—Es solo que... lo vi en el gimnasio y me dio curiosidad saber su opinión.

—¡Es verdad! Por fin ahorraste lo suficiente para comprarte una nueva cámara, ¿no? —disgustado con el sabor de la hamburguesa, Dylan echa un vistazo a las alitas picantes de Adrien. Sin pensarlo, le roba una.

—El fin de semana iré a comprarla —informa —. Mañana será mi último día de trabajo.

Cuando Dylan prueba la alita, se lamenta al instante. ¡Pica demasiado! Rápidamente bebe con desesperación toda el agua de su vaso. Edith y Adrien lo miran perplejos, y pocos segundos después, ríen en conjunto.

Naturalmente, la conversación se desvía hacia otros temas y el nombre de Kai no vuelve a mencionarse. Al acabar de comer, Adrien se despide de sus amigos tras pagar su parte de la cuenta; debía regresar a su facultad para tomar su última clase de la tarde.

Mientras camina hacia el edificio, Adrien reflexiona sobre las respuestas que le dieron Edith y Dylan cuando preguntó por Kai. Coincide en que es atractivo —aunque le pese admitirlo—, pero, ¿genial? En eso sí que no está de acuerdo. Sonríe con desgano. ¿Por qué se molesta siquiera en pensarlo? Al fin y al cabo, él no tiene nada que ver con Kai. Y, siendo sincero, duda que llegue el día en que eso cambie.

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