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El Renacer Del Duque Exiliado.

Capítulo 01.

Carlisle Van Der Heijden, el joven duque, que, al iniciar la guerra, con tan solo 14 años se ofreció a ir en lugar de su padre y liderar a las tropas del Ducado Heijden, esto, porque el actual duque estaba enfermo y le era imposible pelear en batalla.

Carlise regreso victorioso, con tan solo 19 años, había logrado llevar al ejército del emperador a la victoria. Pero, algo paso en esa guerra y el joven duque fue presa de una maldición, asustado de lo que podría hacer, pidió al emperador permitiera retirarse al ducado para nunca más volver a la capital del imperio. El emperador entendió y aceptó la petición del duque, aún así, se encargo de que todo el imperio supiera que el duque, era el héroe del imperio.

Y así, los años pasaron, el ducado Heijden era un territorio importante, pues aunque nadie veía al duque, este se aseguraba que su Territorio bien, que nunca le faltara nada a su gente, por eso, aunque muchos decían que la maldición del duque era porque se había vuelto una despiadada bestia sedienta de sangre, las personas del ducado sabían, que aún si era una bestia, era un ser noble, que se preocupaba por ellos.

Rania Cazzaro, era la hija más joven del condado Cazzaro, ella gustaba de dar paseos por el prado y el bosque. Así que, uno de esos días en los que caminaba por el sendero del bosque, se cruzo con un joven que bajaba del árbol manzanas. Ambos se saludan y aquel joven se presenta como Carl, diciendo que le gustaban las manzanas de los árboles salvajes e incluso le obsequio algunas a Rania.

Tras ese encuentro, ambos comenzaron a verse más seguido y lo inevitable paso, ambos jóvenes se enamoraron, pero, el Conde Cazzaro, no estaba de acuerdo con ese romance, en especial cuando Carl se presentó como solo un sirviente del ducado Heijden. Rania se negaba a dejar a Carl, ellos se amaban y a ella no le importo su estatus, así que, los chicos aun en contra de los condes, se casaron en una pequeña ceremonia donde solo asistieron algunos compañeros de trabajo de Carl. Rania fue despreciada por su familia, pero Carl había logrado comprar una pequeña casa en el condado Cazzaro, donde la pareja vivió durante siete meses cosechando y criando algunos animales que Carl logro comprar.

Pero, cerca de casi un año, a Rania comenzó a pesarle esa vida, una donde había perdido los lujos que tenía en la mansión de sus padres, así que, decidió ir a verlos, a pedirles que les permitiera vivir en la mansión, pues Carl no era un mal hombre y se esforzaba por salir adelante. El conde se negó a aceptarlos, pero, por insistencia de su esposa, que extrañaba a su hija, permitieron que los jóvenes se quedaran en la mansión.

Aunque esto, fue una pésima idea, Carl comenzó a ser tratado como un esclavo, el conde le daba los trabajos más pesados y aquellos que los sirvientes casi no querían hacer, aún así, Carl lo soportó por su amada, pero, justo al cumplir el año, pensó que era momento de rebelar la verdad, porque Rania, pese a como sus padres lo trataban ella siempre trataba de intervenir e incluso lo ayudaba con los trabajos que el conde le daba. Y justo cuando quería hablar con su esposa, esta llegó para darle una noticia que le rompería el corazón.

—he decidido que debemos divorciarnos, mis padres tienen razón, no tenemos futuro.— expreso con tristeza.

Carl no podía creer lo que escuchaba, sobre todo cuando Rania le dijo que había estado aceptando verse con el Barón Foretier, quien le expreso su interés y al cual sus padres le habían dado permiso de cortejarla.

—n-no puedes hacerme esto...nos amamos...y el templo jamás aceptará darnos el divorcio.— reclama Carl aún sin salir del shock por lo que estaba pasando.

—lo darán cuando sepan que no se ha consumado...lo siento Carl, pero, la vida de campesina no es para mí.— Rania se cubrió el rostro llorando.

—acepta el divorcio Carl, como recompensa te daré algo de oro para que te consigas una granja y dejes de ser un esclavo del duque.— se burlo el conde.— mi hija, merece algo mejor, debes de entender que ella fue criada entre lujos.

Carl solo observo a Rania, quien lloraba sin atreverse a mirarlo a los ojos.

—¿estás segura de tu decisión?— pregunta apretando los puños.

—lo estoy, ya no puedo más con esto...siendo señalada como la esposa de un esclavo.— respondió Rania.

Carl entonces aceptó el divorcio, tomo una pequeña maleta y se marchó de la mansión del condado, jurando que nunca más creería en el supuesto amor de una mujer.

El templo dio su autorización para el divorcio y en menos de dos meses, Rania se casó con el Marqués Foretier, un hombre joven, que ante ella se mostró amable, logrando ganarse su amor. Pero, pronto descubrió la clase de hombre que era, pues en su noche de bodas, él no espero, no le importo que Rania dijera no estar lista, él la tomo esa misma noche sin importarle las suplicas y gritos de dolor de su ahora esposa. Rania, por primera vez se daba cuenta, que se había casado con un monstruo, y que a diferencia de Carl, quien prometió esperarla hasta que estuviera lista, su ahora esposo, solo busco su propia satisfacción.

Los meses pasaban, Rania vivía bajo los abusos y malos tratos de su esposo. Y aunque tenía lujos, y sus padres disfrutaban de los beneficios de su matrimonio, Rania, no era feliz, pues no solo era abusada, vivía encerrada, no podía ir a ningún lado si su esposo no iba con ella. Dos años soportó y aunque le contó a sus padres lo que ella vivía, estos le dijeron que era una exagerada y que si el Marqués Foretier la corregía, era porque ella se lo buscaba, pues ya era una mujer casada y no podía seguir actuando como una niña.

Rabia, cansada de su infernal vida, busco la oportunidad y escapo, como pudo, llego al ducado Heijden pidiendo ver a Carl. Carl se había negado a verla, pero cuando la doncella le dijo que Rabia se había desmayado, él pidió que la viera un médico, fue así como se entero que la chica tenía múltiples golpes en la espalda, piernas e incluso uno que otro moretón en el rostro. Carl entonces fue a verla, enterándose por voz de Rania, de todo lo que ella vivía con su esposo, ella le suplicó que la ayudará, que la escondiera, pues no quería volver con el Marqués.

Carl, conmovido por su situación y porque aun guardaba sentimientos por ella, decidió ayudarla, revelando a la joven que en realidad, era él, el duque Carlisle, y que estando bajo su protección, el Marqués no podría hacerle nada. Rabia se sintió aliviada e incluso le pidió perdón a Carlisle por haberse dejado manipular por sus padres, por supuesto, Carlisle se negó a perdonarla fácilmente, pero, conforme pasaban los días, el amor entre ellos volvió a surgir, pero, había un problema, Carlisle ahora estaba casado con la princesa Arya Lassiter, la hija menor del emperador, este fue un matrimonio político, pero cuando Arya supo sobre la invitada de su esposo, de inmediato lo busco para reclamarle por meter a su amante en su casa.

A partir de ese día, Arya se encargaba de permanecer cerca, interrumpiendo los momentos de la pareja, incluso haciendo comentarios hirientes hacia Rania por no tener vergüenza al aceptar ser la amante de un hombre casado. Y cuando Arya supo sobre el escape de Rania, no dudo en contactar al Marqués para hacerle saber donde se escondía su esposa, prometiendo ayudarlo para que él pueda llevárselo de regreso a su baronia.

El plan dio inicio, el Marqués logro llevarse a Rania, con ayuda de Arya, quien le hizo saber al Marqués que Rania había estado en esa mansión actuando como la amante del duque, lo cual hizo enojar más al Marqués. Rania estaba asustada, sabía lo que le esperaba al llegar a la mansión del Marqués. Cuando Carlisle regreso, la doncella que le había tomado cariño a Rania, le contó todo lo que ella había visto.

Carlisle le reclamo a Arya por lo que hizo, jurando que si algo le pasaba a Rania, ella pagaría las consecuencias. Carlisle corrió a salvar a Rania, el Marqués por supuesto, ya estaba preparado, por lo que apenas Carlisle llegó a la mansión fue atacado por mercenarios, siendo así como se revela la maldición del duque, convirtiéndose en un feroz licantropo que arrasó con todos los mercenarios, incluyendo al Marqués. Rania estaba asustada al ver a Carlisle transformado en esa bestia, pero, él, regreso a su forma humana, pidiendo a Rania que huya de él, que uso su maldición para salvarla. Rania aceptó a Carlisle, jurando que no le importaba su maldición, porque gracias a ella la había salvado.

Al volver, Carlisle arrastro a su esposa hacia el palacio del emperador, donde le dijo a este todo lo que había sucedido y le pidió que le permitiera divorciarse de la princesa, ya que ella había demostrado que su corazón estaba lleno de maldad, además de decirle al emperador que por todo lo que hizo por ellos en la guerra, le debe al menos esa consideración. El emperador se lamento por su hija, pero era mejor que no siguiera casada con un hombre que no la quería, así que, aceptó el divorcio y envió a su hija fuera del reino. Después de esto, Rania y Carlisle finalmente podían vivir su amor, pero Rania le hizo saber que ella estaba embarazada del Marqués, y que, no sería justo que el Duque tuviera que cargar con ese niño, aún así, Carlisle la aceptó, prometiendo criar a ese niño como suyo y así lo hizo, ambos se casaron, Carlisle aceptó al bebé como suyo, y con el tiempo, Rania dio a luz a dos hijos del Duque, logrando así, su final feliz.

—que porquería.— grito un joven de cabellera negra y ojos naranjas, quien arroja la pala que hace un momento usaba para quitar el estiércol de los caballos.

Este hombre era Carlisle Von Der Heijden, el héroe del imperio, sin embargo, ahí estaba trabajando como un esclavo. Pero, había algo diferente, este, no era el verdadero Carlisle, no ese estúpido que incluso crío al hijo de la mujer que lo traicionó, quien ahora poseía el cuerpo de Carlisle, era un alma diferente, una que había leído la historia y que ahora estaba atrapado en el momento en el que, Carlisle había llegado a vivir con sus suegros.

•••

Capítulo 02.

Una mañana despertó en una cama incomoda, en una habitación toda vieja, lo primero que pensó es que había sido atrapado por el enemigo, pero, justo cuando se puso de pie y se miro en un viejo espejo, vio una apariencia que no era suya y entonces, los recuerdos comenzaron a fluir en su cabeza como una película, él ahora era Carlisle Von Der Heijden, el Duque maldecido que vivió una historia de amor tan absurda, y es que, eligió dejar a la esposa de mejor estatus, con mejor educación, por una que no dudo en abandonarlo cuando un hombre rico comenzó a cortejarla.

Durante los recuerdos, Carlisle sintió un mareo, así que fue a tomar asiento en la cama, tratando de estabilizar sus memorias que se mezclaban, pero, la puerta de la habitación se abrió bruscamente, un hombre mayor y de barriga prominente, lo observa con enojó.

—¿aún sigues durmiendo?, los establos no se limpian solos, mugroso.— le grita.

Carlisle solo levanto la vista, fijando sus ojos en los de aquel viejo, esto causo un leve escalofrío que le hizo retroceder.

—si no quieres ser comida de cerdos, largo de aquí.— expreso con molestia.

—¿quien te crees para hablarme así?, que te hayas casado con la señorita, no te hace importante aquí.— se burla el viejo.

—tampoco lo eres tú, ¿o si?, eres solo un sirviente como todos.— sonríe con burla.

El viejo se acerca tomando del cuello de su ropa levantando el puño, pero cuando estaba por golpear, Carlisle detiene el puño y con la mano libre, es él quien logra darle un puñetazo en la cara del viejo que lo hace caer sobre su trasero.

El alboroto llama la atención, así que Carlisle rápidamente se para delante de aquel viejo mostrando una sonrisa amable.

—deberías tener más cuidado señor, una caída puede ser peligrosa a su edad.—

—tú maldito...—

—¿que esta pasando?, ¿por qué tanto escándalo?— intervino el mayordomo al ver a la mayoría de sirvientes detenidos ante la habitación.

—me disculpo, estaba por salir y el señor empujo la puerta con fuerza, lo que hizo que cayera.— se excusa Carlisle.

El viejo le mira con desprecio, negando lo dicho por el chico, pero el mayordomo le pidió ponerse de pie y mando a todos a continuar con sus labores, incluyendo al hombre.

—y tú, ponte a trabajar también si no quieres que el conde se enoje.— le advierte el mayordomo a Carlisle.

Carlise solo rodó los ojos con molestia, y solo cierra la puerta, de ninguna manera piensa trabajar, a diferencia del verdadero Carlisle, él no necesita quedar bien ante la familia de su "esposita".

—¿como pudiste caer tan bajo?, eres el maldito héroe del imperio, ¿y te arrastraste por una zorra?— se pregunta así mismo ante el espejo.

Carlisle se tiro a la cama mirando al techo, hasta que cerro los ojos, tratando de asimilar mejor todo lo que le estaba pasando.

La tarde llegó, y decidió salir de la habitación para ir por algo de comer, pero, en la cocina solo le dieron un pan duro y sobras de la sopa. Carlisle frunce los labios al ver lo que le han servido.

—¡ey!, soy el yerno del conde, ¿por qué debo de comer esta porquería?— reclama.

Los presentes en la cocina comienzan a reír por sus reclamos, pues todos saben que el conde lo desprecia por haberse casado con su hija.

—largo de aquí esclavo, o le diré al conde que te estas robando comida.— le advierte el cocinero.

—adelante, di lo que quieras.— se encoge de hombros.— total, será la verdad.

Carlisle empuja al cocinero y toma un plato de comida que ya estaba servido en la mesa, este contiene un jugoso filete con ensalada y puré de papas. El cocinero intenta quitárselo, le advierte que no puede llevarse ese plato, pues es el que el conde esta esperando justo ahora.

—entonces se lo llevó yo.— sonríe ladino.

Carlisle camina hasta el comedor siendo seguido por el cocinero, pero no logra alcanzarlo, llegando ambos al comedor, donde, se detienen al ver que ya la familia estaba en la mesa, el conde frunce el ceño al ver a Carlisle cargando el plato, mientras que la joven rubia mira con sorpresa la escena.

—¿que es este escándalo?— pregunta el conde.

—me disculpo mi lord, este impertinente ha tomado su plato.— señala a Carlisle.

El conde golpea la mesa furioso por lo que acaba de escuchar.

—¿quien te da derecho a meterte a la cocina y agarrar con tus sucias manos mi plato?— pregunta casi gritando.

Carlisle dirige su vista a la joven rubia sentada en ese mismo comedor, quien solo agacha la mirada, como forma de escapar de ese conflicto. Carlisle suelta un pesado suspiro, vaya mujer, decía amar a Carlisle, pero dejaba que sus padres lo tratarán como a un sucio esclavo.

—ni se imagina quien soy y cuando lo sepa, será su final.— Carlisle tira el plato a los pies del conde.

El ruido de la porcelana quebrandose hace sobresaltar a la condesa y a Rania. El conde estaba furioso ante el atrevimiento de Carlisle al desafiarlo.

—este es el colmo, ¿en verdad has traído a esa clase de hombre a nuestra casa?— le reclama la condesa a Rania.— no es mas que un salvaje.

—un salvaje que recibirá su disciplina.— agrega el conde.

—padre, madre...por favor, no se enojen.— habla finalmente Rania.— Carl, debes disculparte...— le pide mirándolo con suplica.

—¿por qué debería?, son ellos los que me faltan al respeto a mi, al tratarme como basura.— responde Carlisle mirando a Rania con evidente enojo.

Rania se sorprende al escuchar sus palabras y su mirada la hace encogerse de hombros, pues era la primera vez que Carlisle le hablaba de esa forma, pues el chico siempre había sido amable y permanecido en silencio sin importar lo que le dijeran.

—¡saquen a este mugroso de mi comedor y denle veinte latigazos!— grita el conde.

Los guardias entran sosteniendo a Carlisle de los brazos para llevárselo fuera, mientras que este, solo ve como Rania nuevamente solo cierra los ojos inclinando la cabeza. Vaya esposa, prefiere callar que ayudar a quien supuestamente ama.

—sirvan la cena y recojan el desastre.— ordena el conde.

Los sirvientes obedecen, mientras que la condesa se queja de como tienen que soportar que ese "plebeyo", siga en su casa y que ahora este causando problemas.

—querida, abre los ojos, hay mejores hombres que un simple lacayo, tú misma has visto la clase de vida que te puede dar.— insiste la condesa.

—madre, por favor...nosotros estamos bien...— responde Rania.

—¿bien?, cuando regresaste parecías una mugrosa plebeya y rogaste porque te aceptará de nuevo, eso no es estar bien.— agrega el conde.

—tu padre tiene razón, lo mejor para ti, es separarte de ese hombre, tengo un mejor candidato para ti.— asegura la condesa.

—madre, por favor...no quiero un matrimonio arreglado, Carl y yo, somos felices.— asegura Rania.

—conoce a ese hombre, reúnete con él durante un mes, si no te gusta, entonces no insistiré.— le pide la condesa.

Rania se quedo en silencio un momento, pero, finalmente accedió a la petición de su madre, para demostrar que ella estaba bien y que no aceptaría a otro hombre.

°°°

Capítulo 03.

Los dos hombres que llevaron a Carlisle fuera de la mansión, lo arrastraron hacía el establo y cerraron el lugar, por supuesto, tan pronto notaron que no había nadie, los guardias lo soltaron, disculpándose por su rudeza, lo cual extraña Carlisle.

—alteza, sigo sin entender porque soporta esta vida.— habla el primer hombre, de nombre Sam.

—es verdad alteza, debería solo decirles quien es e irnos a casa.— agrega Paul.

Carlisle se mantiene en silencio tratando de procesar lo que pasa, hasta que busca en sus recuerdos. Paul y Sam, son dos caballeros del Ducado Heijden, que permanecen en la mansión del conde en caso de que Carlisle corra peligro.

—no se preocupen, pronto volveremos al Ducado.— responde tranquilo.

Todo esto seguía siendo nuevo para él, necesita adaptarse un poco más. Para el día siguiente, Carlisle salió de la habitación fingiendo estar adolorido, incluso la ropa de su espalda, tenía pequeñas manchas de sangre, y cuando el conde le vio caminando hacia los establos, sonrió satisfecho de verlo en esas condiciones.

Rania quien había ido a buscarlo, corre para alcanzarlo mientras lleva una caja con hiervas medicinales. Rania le alcanza, deteniendo sus paso.

—Carl, no debiste salir de la habitación.— le regaña.

—o no estaría en estas condiciones si aceptarás que nos vayamos de aquí o al menos me defendieras de tu padre.— reclama elevando la voz.

Rania se sobresalta, pues era la primera vez que Carlisle le hablaba de esa manera elevando la voz y con una expresión de enojó.

—se que es difícil, pero, aquí estamos bien...solo evita molestar a mi padre, ¿si?— suplica.

—¡no!, tú estás bien, pero yo. — se señala.— mírame, recibí veinte golpes solo por querer comer algo decente.

—Carl, por favor...entiende, mis padres son así...estoy segura que si demuestras que puedes ser un buen trabajador, ellos te aceptarán.— sostiene la mano del chico entre la suya.

—¿cuando?, ¿cuando ya no pueda ni moverme?— pregunta con molestia. Después de todo, debe de parecer dolido e indignado.

—no, no es así...solo hay que tener paciencia...por favor.— ofrece la caja que lleva en las manos.— ven, te limpiaré las heridas.

Carlisle aparta la caja causando que caiga de las manos de la Rania y antes que ella pueda reclamar o decir algo, Carlisle sigue su camino hasta los establos. Aunque, al estar en ese lugar, al no ver a nadie, aprovecha para ir por la puerta trasera del lugar.

Rania por su parte, recoge el contenido de la caja, mientras trata de contener las lágrimas, nunca imaginó que Carl la trataría de esa forma y eso la hizo sentirse enojada. Dejo todo tirado para caminar de regreso a la casa, hasta llegar con su madre, quien estaba en su sala de té.

—madre...arregla la cita con ese noble.— le pide.

La condesa sonríe ladina, dejando su té sobre la mesa, con la elegancia que caracteriza a las mujeres de la nobleza.—mañana iremos a conocerlo, ya verás que te encantará querida.

Rania asiente, ira a cita, para darle celos a Carlisle y que este vea que la puede perder si sigue enojado con ella. De ese modo, su esposo pondrá mayor empeño para demostrarle a sus padres él la ama y que merece una oportunidad.

.

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Carlisle se adentró al bosque, será un buen lugar para practicar su poder, después de todo, el verdadero Carlisle era un guerrero excelente, tan bueno que incluso puso la maldición que cargaba a su favor y eso, lo llevo a la victoria en la guerra. Carlisle levanta ambas manos y se concentra, para sentir que el maná fluya por su cuerpo, mostrando un par de chispas azules sobre sus palmas, por supuesto el chico sonríe ladino.

Tanto poder, Carlisle bien pudo aprovechar eso y que se caso con la princesa para volverse emperador, vaya tonto, no supo aprovechar las oportunidades y además se quedo con una mujercita estúpida que no podía despegarse de sus padres.

La energía se hizo más grande en sus manos, y el aire comenzaba a soplar a su alrededor, las electricidad lo rodea chispeando por todos lados, sentir esa energía fluir por su cuerpo era emocionante y al final, lanzo toda esa energía hacía arriba, creando una explosión chispeante. Carlisle deja escapar un suspiro, todo eso, se había sentido bien. Hasta que regresa a la casa donde es interceptado por el conde quien no se ve nada feliz de verlo.

—maldito plebeyo, te dejo vivir gratis en mi casa y solo te la pasas de holgazán.— grita furioso.

El conde levanta el fuete que lleva en la mano con la intención de golpear a Carlisle, pero, el chico detiene el golpe sosteniendo la muñeca del conde.

—¿gratis?, me ha tratado como esclavo durante estos meses y no me da una comida decente, ¿eso es vivir gratis?— pregunta con fastidio.

El conde aparta la mano pero soba su muñeca, ya que Carlisle había apretado con fuerza al punto que el conde soltó el fuete.

—es lo menos que puedes hacer después de engatuzar a mi hija. Pero ella pronto abrirá los ojos y sabrá que no tiene futuro con un inútil como tú.— se burla.

—adelante, quiero ver como ella me deja, y como ustedes se arrepienten después de que pase.— responde sin titubear.

El conde solo enfurecia más al ver la calma con la que Carlisle le respondía, pues antes, el chico solo pedía disculpas y agachaba la cabeza, cuando lo regañaba.

—jamás me arrepentiré de librar a mi hija de un bueno para nada.— el conde recoge el fuete con la clara intención de golpear a Carlisle.

Carlisle evita el latigazo, pero, por la fuerza con la que el conde ataco, le hizo perder el equilibrio cayendo con el rostro contra la tierra. Ante esto, se escucha un grito y era Rania quien corría a ayudar a su padre, levantando la vista hacia Carlisle.

—¡Carl! ¿Como puedes hacer esto?, atacar a mi padre...él nos da un techo para vivir, ¿y así le pagas?— reclama Rania con una expresión de tristeza.

Carlisle solo frunce los labios, vaya mujer tan detestable, el día que finalmente ella venga a pedirle el divorcio, será el día mas glorioso, y por como va todo, quizás no demoré en hacerlo.

—¿entonces debo dejar que pegue?, tengo la espalda destrozada por los latigazos de ayer y ahora, ¿debo dejar que me destroce el rostro?— le reclama a la chica.— por lo visto, yo no soy importante para ti.

Dicho esto, se dio media vuelta para seguir su camino, mientras que Rania se sentía mal por haber hecho que Carlisle se sintiera dolido. Ella pensaba seguirlo para hablar pero su padre la detiene.

—¿dejarás a tu padre herido por ese mugroso?— pregunta el conde.— solo mira lo que me hizo, si no llegabas, quien sabe que más me habría hecho.

—lo siendo padre...vamos, llamaré al médico para que revise si no te hiciste daño.—

Mientras caminan de regreso a la casa, Rania mira en la dirección hacía donde se fue Carlisle.

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