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No Todo Es Injusto

Mentira

La tormenta azotaba toda la ciudad, con sus fuertes vientos y sus lluvias imparables. La señora Maciel De Gallardo, salía del trabajo muy angustiada, pensando en cómo llegaría a su hogar. Se paró por un instante en la puerta del edificio, observando la calle, buscando la oportunidad para cruzar la calle.

Cuando por fin logró cruzar, alzo la mano para detener un taxi, pero este no la vio, y pasó de largo, salpicando el agua del suelo, mojando a la mujer.

"Hijo de puta", le gritó, para descargar su enfado.

Miraba de un lugar a otro para ver si otro taxi pasaba por ahí, pero ninguno pasaba.

Tomó su celular y solicitó un Uber. Un auto negro se estacionó frente a ella. Maciel se subió sin fijarse la patente, pero el auto nunca arrancaba, esto le pareció raro.

—¿Por qué no avanza?— ella preguntó con la voz algo tímida.

—¿A dónde quiere que le lleve señora?— fue la respuesta del señor en el volante.

Un señor de unos 50 años, de ojos claros, con un traje elegante y un reloj con mucho estilo en la mano derecha.

Maciel se tomó unos segundos para observarlo y darse cuanta que se había subido al auto equivocado.

—¿Usted no es Germán, verdad?— interrogó más nerviosa.

—No, pero me llamo Diego.

—Perdón, creo que me subí al auto equivocado— dijo, para luego intentar bajar del auto, pero Diego puso el seguro.

—¿A dónde quieres ir?, yo puedo llevarte.

—Llame un Uber para volver a casa, pero por unos segundos perdí la señal, solo recordaba que el auto estaba cerca y que era negro, por eso subí a tu auto. Te pido perdón.

— Con esta tormenta, no puedo dejar que te bajes.

—Iba para mi casa, en Av. corrientes entre Córdoba.

—Bueno, vamos para haya.

—Muchas gracias.

Maciel, observaba como las gotas de la lluvia caían sobre el parabrisas, al mismo tiempo observa a Diego, se daba cuenta de que los años habían pasado muy rápido, pero que a pesar de eso, era una mujer hermosa, con algunas pequeñas arrugas en el cuerpo, pero con las mismas ganas de vivir de siempre.

Diego también la observaba con mucha atención, hace mucho tiempo que no le atraía ninguna mujer, desde que quedó viudo hace un par de años atrás.

—¿Cómo te llamas?— preguntó Diego, para romper el reposo de las palabras.

—Maciel.

—Mucho gusto Maciel, como te dije, soy Diego. Trabajo en un banco a la vuelta del Hotel, todos los días paso por ahí, pero nunca te vi.

—Yo no trabajo por la zona, solo vine a una pequeña reunión.

—¿Cómo te fue?, perdón si soy algo curioso.

—No me fue tan bien que digamos, pero bueno.

—Lamento mucho que no te haya salido bien las cosas, pero vamos, ánimo.

Ella ya no respondió nada, solo le regalo una pequeña sonrisa.

Cuando llegaron al destino, ella se bajó del auto y corrió hacia la puerta para no mojarse, pero antes de entrar a su casa se paró frente a Diego para decirle adiós y darle las gracias por ese pequeño viaje con pequeños gestos.

—¿Te volveré a ver? — Diego le gritó.

—Si el destino lo quiere, nos volveremos a cruzar— fue su repuesta.

Diego arrancó el auto y se marchó con la ilusión de volver a verla algún día.

Cómodamente, ella entraba a su casa, hasta que se tropezó con un zapato de mujer. "Que mierda es esto", dijo tomando el zapato en su mano para dirigirse a su habitación rápidamente.

Nunca en su vida se imaginó encontrar a su esposo con otra en su cama.

—¿Qué carajos estás haciendo Henry?— le gritó, con el corazón hecho pedazos y la voz triste llena de rabia y odio, tirando el zapato en el rostro de su esposo.

La ira de Henry hervía por sus venas, se levantó de la cama y le dio una cachetada a su esposa, dejando a su amante en shock por la situación.

—¡Eres un maldito hijo de puta!— Maciel le gritó empujándolo.

Las lágrimas de decepción y traición que guardaba hace mucho, por fin eran derramas.

—¿Qué piensas hacer ahora?. ¡Echarme de tu vida!—dijo Henry parándose frente a ella, tocando su rostro.

—¡Eres una mierda Henry!— quito bruscamente las manos de su esposo de su rostro— en tu puta vida vas a volver a tocarme, ¡escuchaste!…

—¿Si no soy yo, quien más pensás que te va a tocar?. Estas toda vieja y arrugada Maciel. ¿No te fijaste en un espejo?— dijo, burlándose.

—Tus palabras no me duelen Henry. Puedes devorarme con tus actos, pero jamás lograrás verme destruida. Todo lo que hay a tu alrededor lo conseguiste con mi esfuerzo. Ahora toma tus malditas cosas y fuera de mi casa. Ah, y no te olvides llevarte a tu amante.

Maciel abandonó el cuarto, donde más de 20 años había compartido con el infiel de su esposo.

Sus lágrimas brotaban de sus ojos azules como un pequeño hilo de río, el hombre que decía amarla, había logrado romperla en mil pedazos en unos segundos.

Entro a la habitación de su hijo, se sentó en la cama y recordó los días felices que compartió con su esposo. Minutos después su hijo de veinte años entró en silencio. Nunca había visto a su madre tan desarmada, le rompió el alma verla tan débil y triste.

—¿Qué pasó mamá?— preguntó Ezequiel.

Maciel abrazo a su hijo, y lloró en su hombro sin poder decir ninguna palabra. La tormenta de su casa era más dolorosa, que la que tuvo que afrontar en las calles.

—Encontré a tu padre con su amante en mi cama— Maciel más calmada le dijo a su hijo.

—¡Qué!... ¡Eso es imposible!— gritó Ezequiel muy enojado— voy a matar a mi papá— añadió apartándose de su madre, para ir a encarar a su padre.

Maciel enseguida le tomo del brazo para detenerlo.— No harás nada hijo. Es un problema que yo debo arreglar y no quiero que te metas— dijo.

—! Mamá!, ¿qué estás diciendo, como me pides eso?

—No te preocupes mi amor. En su momento harás tu reclamo, pero no ahora.

—Podía haber llevado a su amante a cualquier otro sitió, pero no traerla a la casa mamá.

—Es mejor así. Ahora me doy cuenta de lo que es capaz tu papá.

—¿Lo odias mamá?

— Estoy molesta, hay enojo en mí en estos momentos, pero no voy a permitir que su juego termine conmigo. Podría tomar un cuchillo y matarlo, pero eso arruinaría nuestras vidas.

—Si te pide perdón. ¿Lo vas a perdonar?

—Hace años vengo aguantando algunas estupideces de tu padre. Hoy llegué a mi límite. Si me aguanté, fue por vos. No voy a negar que fue un buen padre, pero ahora ya sos grande y mayor, ya no lo necesito en esta casa.

—Mi padre sí que la cago esta vez.

—Si mi amor, en cualquier momento tenía que pasar.

Lágrimas

Maciel necesitaba cambiarse de ropa, volvió a la habitación, después de ver por la ventana como su esposo se iba con su amante joven. Abrió el placar y sacó toda la ropa de su esposo y la tiro por la ventana. —¡Estás olvidando tu basura Henry!— le gritó desde el segundo piso.

La ropa voló y cayó al suelo mojándose con la lluvia.

—¡Boluda de mierda! ¿Qué estás haciendo?— con furia gritó Henry.

—Boluda fui. Ahora toma tu mierda y fuera de mi vida.

—Ni piensas que te vas a liberar fácil de mi Maciel. En unos días vas a estar rogando que te perdoné.

—¡Antes muerta que rogarte!

—¡Ya lo veremos!

Henry alzó la ropa que pudo y se subió a su auto.

La enfermedad del engaño, lastimaba con malos recuerdos a Maciel. Desde ese día ella empezó a apagarse, un día había aprendido a amar, ahora tenía que aprender a vivir sin ese tipo de amor.

Perdió las ganas de seguir fluyendo como lo venía haciendo, desde el día que se casó hasta, el día que hecho a su esposo de su casa.

Sumida en sus lágrimas y encerrada en su habitación, creía que podía sanar un poco, para luego afrontar la realidad de las calles. Pero estaba muy equivocada, el dolor se la estaba llevando y esto lastimaba a su hijo.

Una mañana muy temprano Ezequiel se dirigió a la cocina, y le preparo un delicioso desayuno a su madre. Quería matar a su padre por dejarla tan dolida y dañada. Él no podía curar sus heridas, pero podía cuidarla de alguna manera.

Toco la habitación de su madre, pero ella no respondió nada. Cuidadosamente y en silencio se atrevió a entrar, su madre estaba acostada en su cama.

—Buenos días, mamá. Te traje el desayuno— dijo apoyando la bandeja en la cama.

—Buenos días mi amor— respondió sentándose en la cama— se ve todo rico, pero no tengo hambre— continuó.

—Mamá, hace días que no comes bien, necesitas energía para levantarte de esta cama. Mi viejo no se merece que sigas llorando por él.

—Fueron muchos años Ezequiel. Realmente amaba a tu padre, a pesar de su imperfección, sentía que encajábamos. Tal vez pienses que estoy mal por él, pero no es así, también fue mi culpa por haber invertido más de mi tiempo en él y no en mí.

—Odio verte triste mamá.

—No te preocupes por mi, mi vida— dijo con mucho cariño, acariciando el rostro de su hijo.

—Come mamá, así podré irme tranquilo a la facultad.

—¿Cómo te fue en los parciales?— preguntó mientras se tomaba el café.

—Bien mamá, aprobé con nueve, pero no me van a subir la nota hasta que pague la mensualidad.

—¿Qué paso con la tarjeta que te di?

—Supuestamente quedo sin fondos.

—Eso no puede ser, más tarde llamo al banco.

—Bueno mamá, te veo más tarde que ya me tengo que ir— dijo dándole un beso a su madre.

Maciel comió algo más del desayuno y luego llamo al banco. Con todo el dinero que había generado durante varios años de trabajo duro, no podía ser posible que no haya fondos disponibles.

Maciel sintió una apuñalada por la espalda, cuando el director del banco le dio la noticia que ninguna cuenta tenía en su nombre, que todo estaba en nombre de su esposo y que sin su autorización no podía sacar ningún peso.

En cuestión de segundos había perdido todo, "Eres un completo hijo de puta Henry", gritó tirando el teléfono.

Cuando era joven había heredado una cadena de supermercados de sus padres. Con buenas estrategias, logró generar más ingresos de lo habitual. Conoció a Henry en una reunión para inaugurar nuevas sucursales. Jamás imaginó que este hombre se quedaría con todo su trabajo.

No sabía si llorar o tomar alcohol y un encendedor para quemarlo vivo.

Tomo una ducha fría para calmar un poco su rabia, se soltó a llorar por unos segundos, no podía aguantar toda esa mezcla de sentimientos.

Ya más calmada se cambió. Su ropa triste y fuera de moda, no combinaba con su hermoso rostro. Nunca le importo mucho su apariencia, a pesar de tener mucho dinero. Le importaba más generar ingresos, para dejar un legado a su hijo.

Cuando estaba lista, subió a su auto y se dirigió a la oficina central, donde su esposo de seguro estaría ahí. Cuando llegó estacionó correctamente, hasta que alguien por atrás la choco.

"¡Maldita sea!", furiosa gritó, golpeando el volante con mucha fuerza. Salió del auto, para descargar su enojo con el causante del choque, pero al acercarse al otro vehículo, se dio cuenta de que estaba inconsciente, tenía la camisa manchada de sangre. Toco la ventanilla con cuidado, para ver si el hombre despertaba, pero no reaccionó.

Los nervios la consumían, sus manos empezaron a temblar, busco su celular en su bolso, pero por los nervios todo se le cayó al suelo, "esto no puede estar pasando", se decía a sí misma, tomando sus cosas para volver a ponerlo en su bolso.

Revolvió su coche para encontrar su celular, hasta que por fin lo encontró, llamó a emergencias. Las emociones de la vida estaban jugando con ella. Maciel solamente quería enfrentar a su esposo, pero ahora se veía envuelta en otro asunto. Caminaba de un lugar a otro mientras esperaba a los médicos, no sabía si escapar o simplemente dejar que el destino siguiera su cursó.

Antes de tomar una decisión la ambulancia llegó, ella dio una pequeña explicación de lo sucedido a los doctores, segundos después apareció la policía. La cosa se estaba poniendo más rígida, y esto ponía más inquieta a Maciel.

—¿Usted puede comunicarse con sus familiares?— preguntó una doctora de ojos claros, muy joven y hermosa.

—Yo no lo conozco— respondió, mirando como lo subían a la ambulancia.

Miro atentamente su rostro, luego giro la vista para ver el automóvil del hombre con mucha atención. Recordó que una vez se subió a ese auto.

—¿Puedo ir con él?— Maciel preguntó a la doctora.

—Por su puesto.

Maciel se acomodó en la ambulancia y tomó la mano del hombre."¿Qué fue lo que te pasó?, le preguntó acariciando su rostro.

Le dolía ver como la vida en cuestión de segundos le cambiaba los planes y todo lo que anhelaba. En unos días pensaba festejar el aniversario de su boda. Meses venía planificando una cena con invitados, pero ahora todo ya no tenía sentido.

Unas lágrimas de desamor cubrieron su hermoso rostro, mientras aguardaba noticias del individuo, que un día le llevó a su casa, pensado que era un Uber.

Gracias

¿Amar era defectuoso?, se preguntó Maciel, al ver que una pareja de jóvenes peleaba a unos pasos de ella.

—Señora, el paciente fue trasladado a una sala de visita, si quiere puede pasar a verlo— le dijo una enfermera rompiendo sus pensamientos.

—Si, me gustaría verlo, ¿me puede decir donde está?—Maciel contestó.

—Vaya directo por este pasillo hasta llegar al final, en la puerta derecha— señaló la enfermera.

—Muchas gracias.

Maciel se dirigió hasta el lugar indicado, abrió la puerta silenciosamente.

Diego estaba acostado, aún inconsciente, ella se sentó a su lado y le tomó de la mano.

Diego lentamente abrió los ojos y se encontró con una luz hermosa, sonrió al ver a la mujer que hace días venía pensando, no sabía si realmente era ella o solamente era efecto de las drogas.

—¿Cómo estás?— Maciel preguntó, clavando su mirada hacia la vista nublada de Diego.

—Estoy muy bien si eres quien pienso que eres— contestó con la voz baja.

—¿Según vos, quien piensas que soy?

—La mujer que pensó que era su Uber.

—Ja, ja, ja...— Maciel sonrió—¿Qué te pasó?— luego preguntó.

—Me dirigía para una reunión, pero al parar en el semáforo un chico se acercó y quiso robarme, como no pudo, sacó un cuchillo y me apuñaló.

—¡No!... ¡qué desastre!

—No pensé que la herida fuera grave, volví a manejar, cuando de pronto sentía que me desvanecía, quise estacionar, pero creo que choque con alguien, ahí fue cuando perdí el conocimiento.

—Chocaste conmigo.

—¡No...! ¡Enserió!.

—Si, pero lo bueno es que estás bien y no te moriste, así que podrás cubrir los gastos del desastre— dijo con voz divertida.

—Volvería a chocar contigo, si de esta manera el destino me junta con vos.

—El destino es engañoso, no te conviene jugar con él.

—Tendré cuidado. Entonces vos salvaste mi vida.

—Algo así. No estoy segura.

—¿Todo el día estuviste aquí?

—Eso parece.

—Te lo agradezco mucho Maciel.

—¿Cómo sabes mi nombre?

—Ese día me lo dijiste. ¿No te acuerdas?

—La verdad que no.

—No importa. Lo importante es que estoy bien gracias a vos y me gustaría agradecerte por lo que has hecho.

—Que tu seguro cubra los gastos de mi coche es suficiente.

—Maciel, eso es seguro, pero me gustaría hacer más por vos. Pídeme lo que quieras.

—Quiero matar a mi esposo. ¿Me puedes ayudar con eso?

—No soy un asesino, pero podemos negociarlo. ¿Dime por qué quieres matarlo?

—Porque es un maldito hijo de puta. ¡Forro de mierda!

Maciel sentía rabia al mencionar a su esposo, no podía borrar de su mente esa imagen asquerosa de su esposo desnudo con su secretaria en su cama.

—No sé lo que te haya hecho tu esposo, pero matarlo no le hará pagar las cosas que te ha hecho. Si quieres ir contra él, puedo ayudarte, sin que haya sangre por medio.

Maciel le miró con mucha atención, las palabras de Diego sonaban peligrosas y tentadoras a la vez. Por un instante se imaginó mil formas de hacer pagar a su esposo, pero a la vez el miedo la contradecía.

—¿Por qué quieres ayudarme sinceramente Diego?— preguntó Maciel confundía.

—Porque hoy has hecho mucho por mí. Salvaste mi vida, te quedaste conmigo hasta que desperté y gracias a vos, hoy sentí que quiero vivir. Cuando me desangraba realmente quería morir, pero vos apareciste como una luz.

—Cualquier persona hubiese actuado como lo hice yo.

—Pero lo hiciste vos, y es la segunda vez. La primera fue el día de la tormenta.

—¿Qué ibas a hacer ese día?

—Estaba por ir a suicidarme.

—¿Por qué quieres morirte?

—Porque no le encuentro sentido a la vida. No tengo a nadie. Perdí a toda mi familia en España en un viaje de turismo.

—Lo siento mucho.

—Desde que te conocí pensé mucho en vos, intente sacarte de mi cabeza, pero no pude. En estos momentos si tendría que dar mi vida por vos lo hago, porque has logrado despertar nuevas sensaciones en mí.

—Diego, todo lo que dices es absurdo.

—No quiero que piense que estoy loco.

—Hace mucho que no escuchaba palabras bonitas de parte de un hombre. ¿Pero no crees que ta estamos muy grandes para ese tipo de sentimientos?

—El amor es así, llega sin avisar, no importa la edad. ¿Dime cuantas veces te enamoraste?

—Creo dos veces, una cuando estaba en la secundaria y otra cuando conocí a mi esposo.

El sonido del teléfono de Maciel, detuvo la conversación que tenían.

Maciel contestó la llamada, era su hijo preguntando donde estaba, ella le dijo que le explicaría cuando llegara a su casa y cortó la llamada.

—¿Todo bien?— preguntó Diego.

—Es hora que vuelva a casa.

—Si, te entiendo. Me gustaría volver a verte Maciel, piensa en mi propuesta por favor.

—Mañana vendré a verte y hablaremos de eso.

La noche había llegado más antes de lo esperado, ya era muy tarde para que Maciel vaya a arreglar los asuntos con su esposo. Tomó un taxi para volver a su casa.

Se sorprendió mucho ver el auto de Henry estacionado frente a su casa.

¡Maldito forro, te atreviste a volver a mi casa!, dijo cerrando la puerta del taxi.

Las coordenadas después de todo estaban perfectas, Maciel no tenía que esperar mucho para hacer su descarga. Abrió la puerta tranquila y antes de entrar tomó aire profundo.

Su hijo y su esposo estaban sentados cómodamente en la sala, hablando como si nada hubiese pasado.

—Hola mamá— Ezequiel se levantó para saludar a su madre con un beso.

—Hola mi amor—Maciel contestó a su hijo.

—Mamá, papá vino a hablar contigo.

—Dejamos solos por favor.

—Mamá no seas tan brusca con él.

— No puedo ser brusca con él, ¿Pero él puedo serlo conmigo?. Mira mi amor, no voy a pelear con vos, pero tampoco me digas como tengo que tratar a tu padre. Eso no te lo voy a permitir, ahora vete y déjanos solos.

—Maciel, deja de levantar la voz a Ezequiel— se interpone Henry.

—Eres un maldito Henry, nunca en tu puta vida vas a decirme como tengo que tratar a mi hijo.

—Deja tu papel de mujer engañada a un lado Maciel. Ambos sabemos que todo es tu culpa. No dejas de ser una hija de puta vos también.

—¿Mi culpa?, gran parte de mi vida te la dediqué y ahora resulta que me robaste todo.

—No te robe nada, solo tome lo que era mío. Acaso se te olvida todas las humillaciones que tuve que aguantar.

—¿De qué humillaciones estás hablando?

—Crees que fue fácil estar con una mujer más grande que yo. Todos en la empresa me decían que solo era un mantenido, porque nunca me diste la oportunidad de demostrarte que yo también lo podía hacer.

—¿Henry alguna vez me amaste?

—Cómo podría amar a una mujer como vos. Mírate, no eres más que una vieja arrugada con canas pidiendo auxilio. Fingí que te amaba, pero ya no puedo fingir más.

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