"Este mundo no conoce la piedad. Si bajas la guardia, mueres."
Aurora De Luca lo sabía mejor que nadie.
Como la líder suprema de la familia mafiosa De Luca, había pasado por innumerables batallas sangrientas, traiciones y juegos políticos. Ascendió a la cima con las manos manchadas de sangre y un corazón endurecido. El inframundo la respetaba no por compasión, sino por miedo.
Sin embargo, incluso la reina más temida puede ser traicionada.
Esa noche, en un viejo almacén en las afueras de Palermo, Aurora se mantenía erguida, con una mirada fría y aguda recorriendo las figuras que la rodeaban. El almacén era vasto, con luces amarillas tenues parpadeando en el techo, creando sombras danzantes en el suelo de concreto sucio. Un olor a hierro mezclado con sangre era penetrante, haciendo el aire aún más pesado.
Frente a ella, Enzo Moretti, su propia mano derecha, estaba de pie con una pistola levantada. Su rostro era inexpresivo, pero sus ojos negros implicaban una determinación inquebrantable.
Detrás de él, alrededor de veinte hombres armados, todos personas que una vez se arrodillaron ante Aurora, ahora apuntaban sus rifles hacia ella.
Traición.
Aurora sonrió de lado. "¿Así que este es el final?" su voz se mantuvo tranquila, sin un ápice de miedo.
Enzo no respondió de inmediato. Solo la miró fijamente, como buscando algo en los ojos de su líder. "Esto no es algo que quería," dijo finalmente. "Pero lo sabes, Aurora. Eres demasiado fuerte. Demasiado peligrosa."
Aurora soltó una pequeña risa. "¿Y crees que puedes reemplazarte?"
"Has transformado a los De Luca en algo que no deberían ser. Quieres demasiado poder, quieres romper límites que no deberían tocarse."
"Y eso los asusta," concluyó Aurora. "No porque sea peligrosa, sino porque puedo hacer algo que ustedes no pueden—cambiar el juego."
Enzo no lo negó.
Aurora resopló. "¿Quién está detrás de esto? ¿La policía? ¿La familia Morello? ¿O quizás incluso el propio gobierno?"
"Todos," respondió Enzo fríamente. "Has cruzado la línea, Aurora. Este mundo ya no puede contenerte."
Aurora asintió lentamente, aceptando el hecho. Sabía desde hacía mucho tiempo que este día llegaría. Una reina demasiado fuerte siempre sería una amenaza para los peones.
"Está bien," dijo, su voz permaneciendo tranquila a pesar de las docenas de armas apuntando hacia ella. "Entonces, háganlo."
Enzo la miró por un momento, antes de apretar el gatillo.
¡BANG!
La primera bala la golpeó en el abdomen, perforando la piel y la carne con facilidad. Aurora se estremeció, pero se mantuvo erguida.
¡BANG!
La segunda bala golpeó su hombro. Sangre caliente fluyó por la manga de su chaqueta negra, pero ella no cayó.
¡BANG! ¡BANG! ¡BANG!
Uno por uno, los hombres a su alrededor comenzaron a disparar. Aurora sintió su cuerpo tirado hacia atrás por la fuerza de las balas que la golpeaban. Su pecho ardía, sus piernas temblaban y su visión comenzaba a nublarse.
Sin embargo, ella no gritó. No rogó. No lloró.
Incluso cuando su cuerpo cayó de rodillas, ella mantuvo una sonrisa.
Con la fuerza que le quedaba, levantó la cabeza, mirando a Enzo con una mirada que todavía estaba llena de superioridad.
"No pienses que puedes reemplazarte, Enzo," su voz era ronca, pero aún afilada. "Solo serás otra pieza en un juego más grande."
Luego, por última vez, Aurora De Luca cayó al suelo.
Su sangre se acumuló en el frío suelo de concreto. El mundo se oscureció.
Y entonces—
Aurora despertó...
En el primer segundo, solo vio blanco. La luz brillante le perforó los ojos, haciéndola parpadear varias veces. El dolor aún estaba allí, pero extrañamente no tan agudo como había imaginado.
Respiró hondo—y sintió su pecho más pequeño subir y bajar suavemente.
Aurora frunció el ceño. Algo andaba mal.
Cuando su conciencia se recuperó, intentó mover sus manos y vio su piel más suave, más pequeña. Se tocó la cara y sintió una estructura diferente—una mandíbula más suave, mejillas más delgadas.
El pánico comenzó a apoderarse de su mente.
Se sentó rápidamente, su cuerpo se sentía más ligero que antes. Sus ojos recorrieron la habitación—una habitación sencilla, con paredes pintadas de blanco y muebles baratos.
No había un viejo almacén. No había cadáveres. No había traición.
Luego, en la esquina de una pequeña mesa, vio algo que le contuvo la respiración.
Un espejo.
Con manos temblorosas, tomó el espejo y se miró en el reflejo.
Lo que vio no fue a Aurora De Luca, la líder mafiosa temida por el mundo.
Lo que vio fue el rostro de una joven, de unos 17 años, con ojos que parecían cansados y una cicatriz tenue en la comisura de sus labios.
Reconoció ese rostro—no personalmente, sino por recuerdos que de repente inundaron su cabeza.
El nombre de esta chica era Elena Zhao.
Y ella no era nadie.
Una niña que siempre había sido tratada como basura por su familia. Una chica que fue golpeada, humillada y abandonada. Una víctima.
Aurora cerró los ojos, absorbiendo esta nueva realidad.
Ella, Aurora De Luca, Reina de la Mafia, había muerto.
Pero de alguna manera—
Había revivido.
Y esta vez, no permitiría que nadie la tocara.
El silencio envolvía la pequeña habitación. Solo se oía el sonido de una respiración suave, interrumpida ocasionalmente mientras Aurora—o, mejor dicho, Elena Zhao—intentaba asimilar todo lo que acababa de suceder.
Sus pequeñas manos aún temblaban mientras trazaba su propio rostro, como si intentara probar que todo esto era solo una pesadilla. Sin embargo, la sensación de una piel más suave, un cabello largo más sedoso y un cuerpo más pequeño de lo que solía tener eran pruebas evidentes de que esto no era un sueño.
Realmente ya no era Aurora De Luca.
La ira y la frustración hervían en su pecho. Ella, la líder de la mafia más temida de Europa, había muerto de una manera despreciable: traicionada por su propio hombre de confianza. Sin embargo, en lugar de ir a la nada o al infierno que le correspondía, se despertó en el cuerpo de una joven que ni siquiera tenía la fuerza para defenderse.
"Bastardo...", murmuró suavemente, la nueva voz más ligera y suave sonando extraña en sus oídos.
¿Quién era Elena Zhao?
Como respondiendo a su pregunta, recuerdos ajenos comenzaron a invadir su mente sin previo aviso. Un dolor atacó su cabeza, haciéndola gemir suavemente y agarrarse las sienes. Imagen tras imagen aparecía en su mente: el pasado de esta chica lleno de sufrimiento.
Elena Zhao. 17 años. Hija biológica de Zhao Tian, un exitoso empresario en el sector inmobiliario, pero considerada una vergüenza por su propia familia. Su madre, la primera esposa de Zhao Tian, murió cuando ella era pequeña, y desde entonces su vida se había convertido en un infierno.
La madrastra, Liu Mei, la odiaba y la trataba como a una sirvienta en su propia casa. Su medio hermano, Zhao Ren, siempre buscaba la oportunidad de lastimarla, tanto física como mentalmente. Mientras tanto, ¿su padre? No era más que una sombra que solo aparecía para darle miradas llenas de desprecio.
En la escuela tampoco tenía un lugar donde refugiarse. Shen Yue, la reina de la escuela que siempre la envidiaba, se aseguraba de que no hubiera un solo día en que Elena pudiera vivir en paz. Y lo más doloroso: Jiang Han, el prometido con quien estaba comprometida desde pequeña, se convirtió en la primera persona en avergonzarla frente a todos.
La cabeza de Aurora latía con fuerza. Estos recuerdos eran tan dolorosos, llenos de humillación e injusticia.
Elena Zhao había sufrido tanto, que finalmente...
Este cuerpo murió.
Podía sentir el último recuerdo de la chica: la frialdad que recorría su cuerpo, la risa malvada de su madrastra y su cuerpo tendido débil después de haber sido torturada hasta el final. Como una flor marchita, Elena perdió su luz y se rindió a la oscuridad.
Sin embargo, cuando la chica murió, Aurora revivió en su cuerpo.
Aurora abrió los ojos lentamente. Su respiración aún era un poco entrecortada, pero su mente ahora estaba más clara.
Si Dios le daba una segunda oportunidad, no la desperdiciaría.
Había muerto una vez.
No moriría una segunda vez.
Ella, Aurora De Luca, nunca fue una víctima.
Lentamente se levantó de la estrecha cama, sintiendo su nuevo cuerpo aún débil y lleno de heridas. Al ponerse de pie, vio su reflejo en el espejo que estaba en la esquina de la habitación.
Una chica con un cuerpo delgado y un rostro pálido la miraba fijamente. Sus ojos, que antes eran tenues, ahora brillaban con una nueva determinación. Los moretones adornaban sus brazos, las débiles marcas aún eran visibles en su cuello.
"Qué débil eres, Elena Zhao...", murmuró suavemente.
Sin embargo, esa chica ya no existía. Lo que quedaba era Aurora De Luca en un nuevo cuerpo.
Y a partir de ahora, nadie se atreverá a tocarla de nuevo.
El silencio aún envolvía la pequeña habitación. Solo el suave sonido de la respiración era audible mientras Aurora, ahora Elena Zhao, se sentaba al borde de la cama, reflexionando sobre el nuevo destino que ahora debía vivir.
Su cabeza aún se sentía pesada, como si miles de recuerdos intentaran irrumpir a la vez. Cada imagen que aparecía en su mente traía un dolor tan real, como viejas heridas que se reabren.
La memoria de Elena Zhao no era algo hermoso para recordar.
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Una Infancia Solitaria
Elena era la hija única del primer matrimonio de Zhao Tian y su difunta esposa, Song Lian. Desde pequeña, su madre fue la única luz en su vida. Song Lian siempre decía que Elena era una chica especial, que algún día brillaría como una estrella.
Sin embargo, esa esperanza se hizo añicos cuando su madre murió en un sospechoso accidente automovilístico.
Elena, que entonces solo tenía cinco años, no entendía muchas cosas. Lo único que sabía era que su madre se había ido y nunca volvería.
¿Y su padre?
Zhao Tian nunca se preocupó realmente por su existencia. Estaba ocupado con los negocios, y cuando regresaba a casa, su mirada siempre era fría. Elena creció en soledad, sin el cariño de nadie.
Sin embargo, esa soledad aún podía soportarse, al menos hasta que Liu Mei entró en su vida.
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Un Infierno Llamado Familia Zhao
Zhao Tian se casó con Liu Mei cuando Elena tenía siete años. Al principio, la mujer se mostró dulce, sonriendo suavemente frente a su padre. Pero tan pronto como Zhao Tian se fue a trabajar, esa máscara se derrumbó de inmediato.
Liu Mei comenzó a tratarla como basura, no con golpes, sino con una actitud fría que lentamente mataba el alma de una niña pequeña.
"Elena, a partir de ahora, debes aprender a ser una niña que se conoce a sí misma".
"Elena, no comas demasiado. No debes ser una carga para esta familia".
"Elena, a tu padre no le gustan las niñas lloronas. No llores".
Al principio solo fueron palabras. Pero poco a poco, los insultos se convirtieron en bofetadas.
Si Elena cometía un pequeño error, como dejar caer un vaso u obtener malas notas, Liu Mei le pellizcaba la mano hasta ponerla morada.
Cuando nació su hermanastro, Zhao Ren, todo empeoró.
Como único hijo de Zhao Tian, Zhao Ren fue tratado como un pequeño príncipe. Todos en la casa lo adoraban, incluidas las sirvientas, que solo se atrevían a guardar silencio cuando veían la injusticia que ocurría.
Zhao Ren creció como un niño cruel, tal vez porque veía cómo su madre trataba a Elena.
Desde pequeña, a menudo le tiraba del pelo, la pateaba debajo de la mesa durante la cena o incluso escondía sus cosas solo para verla llorar.
Cuando Elena se quejaba a su padre, Zhao Tian solo la miraba con frialdad.
"No seas infantil, Elena. Debes ser más madura".
Desde ese momento, dejó de quejarse.
Porque no importaba cuánto lo intentara, nadie estaría de su lado.
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Sufrimiento en la Escuela
La escuela se suponía que era un lugar donde un niño podía sentirse seguro. Pero para Elena, la escuela era como otro infierno.
Cuando ingresó a la escuela secundaria, conoció a Shen Yue, una chica rica que siempre estaba sedienta de atención.
Al principio, Shen Yue solo la odiaba porque era la prometida de Jiang Han, el hombre que gustaba a muchas chicas en la escuela. Sin embargo, con el tiempo, ese odio se convirtió en algo más cruel.
Todos los días, Shen Yue y sus amigos difundían chismes sobre Elena: que era una hija ilegítima, que su madre era una amante, que su padre no la quería.
Dejaban caer sus libros en el pasillo, robaban su uniforme deportivo e incluso una vez la empujaron a la piscina durante el invierno solo para verla temblar de frío.
¿Y Jiang Han?
Ese hombre nunca la defendió ni una sola vez.
De hecho, a menudo se reía de ella, como si disfrutara de la humillación que recibía Elena.
Elena solía pensar que, aunque no fuera amada por su familia, al menos su prometido podría ser alguien que se preocupara por ella.
¿Pero la realidad?
Jiang Han fue la primera persona en traicionarla.
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La Cúspide del Sufrimiento
La noche antes de la muerte de este cuerpo, Liu Mei y Zhao Ren la arrastraron al almacén detrás de la casa. La acusaron de robar joyas que en realidad nunca había tocado.
"Elena, realmente no tienes vergüenza", la voz de Liu Mei estaba llena de odio. "Ya te hemos dado un lugar para vivir, comida y ropa. ¿Y lo pagas robando?"
"¡Yo no lo robé!", lloró Elena, pero sabía que sus palabras nunca serían escuchadas.
¡PLAF!
Una fuerte bofetada aterrizó en su mejilla, haciéndola tambalearse.
"¿Crees que tu padre te creerá?", se burló Zhao Ren. "Ni siquiera le importa si vives o mueres".
La golpearon esa noche. No para matarla, sino para hacerla sufrir.
Sin embargo, el cuerpo débil de Elena ya no pudo resistir.
En medio del dolor punzante, su conciencia se desvaneció lentamente.
Y en ese momento, Aurora De Luca entró en su cuerpo.
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Regreso al Presente
Aurora abrió los ojos bruscamente.
Su mente ahora estaba completamente conectada con la memoria de este cuerpo. Lo sabía todo.
Lo sentía todo.
La ira llenó su pecho, no porque este cuerpo fuera débil, sino porque nadie protegió a esta chica.
Elena Zhao había muerto en la desesperación, sin conocer nunca el amor o la protección.
Pero ahora, este cuerpo ya no pertenece a Elena.
Es suyo.
Aurora De Luca no será una víctima.
Con las manos aún temblorosas, miró su reflejo en el espejo. Los ojos que antes estaban vacíos ahora brillaban con algo nuevo: fuerza, determinación y una ira que este cuerpo nunca había tenido.
Respiró hondo y luego movió los labios, pronunciando palabras que hicieron que el aire a su alrededor se sintiera más frío.
"A partir de ahora, no soy Elena Zhao".
"Soy Aurora De Luca".
¿Y para aquellos que la han atormentado?
Aprenderán que una reina nunca puede ser destruida.
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