NovelToon NovelToon

Tu Dulce Aroma

Capítulo 1

Era casi mediodía cuando unos suaves golpes en la puerta despertaron a Skylar. Murmuró algo entre sueños, abrazando con fuerza su almohada mientras se cubría más con las mullidas mantas. Pero los insistentes golpecitos no cesaron, y el sonido constante terminó por arrancarlo de su sueño con evidente mal humor.

—¿Quién me despierta tan temprano? —protestó, lanzando la almohada hacia la puerta.

Una vocecita apenas audible se atrevió a responder. Era Dora, una joven criada que, aunque menuda y de apariencia adolescente, rondaba los veinte años.

—Señorito Skylar, su madre lo ha estado esperando casi una hora. ¿Recuerda que iban a salir de compras hoy?

Dora entró con una charola, sobre la cual reposaban una tostada ligera y un vaso de jugo natural el desayuno habitual de Skylar. El joven omega era meticuloso con su figura y jamás comía en exceso.

Saltó de la cama rápidamente, mientras Dora comenzaba a sacar prendas del enorme clóset. Preparó varias tenidas y las dejó con cuidado sobre la cama, organizando todo para que, tras una ducha exprés, Skylar pudiera arreglarse con rapidez.

—¡Dora, toda esa ropa es horrible! Tienes tan mal gusto para combinar colores —resopló frustrado, revisando las prendas con evidente desdén.

Dora bajó la mirada al suelo sin emitir palabra. Estaba acostumbrada a ese trato. Llevaba casi una hora intentando despertarlo, pero el joven Skylar tenía un sueño pesadísimo.

Después de elegir su atuendo, Skylar se sentó frente al tocador. Dora comenzó a cepillar su cabello con extremo cuidado. Su cuero cabelludo era sensible, y cualquier tirón podía transformarse en una queja aguda y molesta.

El ritual se alargó más de lo esperado. Finalmente, Skylar quedó conforme con su aspecto. Se observó con detenimiento en el espejo, corrigiendo hasta el más mínimo detalle. Al ver el reloj, comprobó que ya habían pasado casi dos horas desde que despertó.

—Nada mal… considerando lo inútil que puede ser Dora —musitó con satisfacción, antes de bajar las elegantes escaleras de la mansión Adams con el porte de una estrella de cine.

Esperaba encontrar a su madre o al mayordomo esperándolo, pero la casa parecía vacía. Decepcionado, llamó a su madre, sin obtener respuesta. Caminó hacia la biblioteca, desde donde provenían murmullos. Se alisó las arrugas imaginarias de su camisa y abrió la puerta sin tocar.

—Mamá, llevo buscándote por toda la casa. ¿Para qué me despiertas tan temprano si igual me haces esperar? —se quejó, deteniéndose de golpe al ver que no estaban solos.

Claricer Williams, la mejor amiga de su madre, le sonreía desde el sofá. Skylar parpadeó y, sin poder evitarlo, sus mejillas se tiñeron de un leve rubor.

—¡Tía Clarice! No sabía que vendrías hoy, me habría arreglado mejor para recibirte —dijo con una voz dulce. Luego, como si no pudiera contenerlo, preguntó—: ¿Carter también vino?

—Cariño, siempre es un deleite contemplarte. Eres tan hermoso, no necesitas arreglarte más —respondió la mujer, acariciando su cabello—. Carter no pudo venir. Está concentrado estudiando para sus exámenes finales. Pero apenas tenga un momento libre, vendrá a verte.

Skylar apenas notó las miradas cargadas de significado que intercambiaban su madre y Corine. Solo podía pensar en lo feliz que sería cuando Carter finalmente regresara a su lado.

La tarde fue maravillosa. Skylar no amaba nada más que ir de compras con su madre. Sentía que había heredado su buen gusto y elegancia innata. Ambos lucían joyas exclusivas, ropa de diseñador y ese aire de superioridad que los demás simplemente no podían imitar.

Con apenas 17 años, Skylar era la envidia de todos los omegas del instituto. Él lo sabía. No le interesaba estudiar una carrera ni pensar en el futuro académico. Su destino estaba claro casarse con el amor de su vida, Carter Williams.

Ambos habían crecido juntos. Desde el jardín infantil hasta ahora, sus caminos siempre se entrelazaban. Su historia era legendaria. El omega más atractivo y refinado junto al alfa más inteligente y deseado. El uno para el otro, perfectos.

Llegaron a casa al atardecer. Skylar admiraba su manicura impecable, satisfecho de haber sido, una vez más, el centro de todas las miradas.

—Sky, cariño —dijo su madre con tono ligero—, papá llegará tarde otra vez, así que cenaremos tú y yo. Pedí que fuera algo liviano. Creo que tus mejillas se ven más llenitas. ¿Has estado comiendo grasa? No quiero verte con granos en ese rostro tan bello.

—¡Nunca como nada con grasa! —respondió Skylar, corriendo a mirarse al espejo. Solo pudo relajarse al comprobar que su piel seguía perfecta.

Antes de cenar, un joven alfa entró al comedor. Era Darren, el hermano mayor de Skylar. Su aspecto atractivo contrastaba con su estilo algo descuidado.

—Darren, querido, no te esperaba tan temprano. Pensé que cenarías en casa de Megan —dijo su madre con un dejo de desagrado al mencionar ese nombre.

—Mamá, no pongas esa cara. Megan es una buena chica. Y me ama —dijo Darren, besándole la frente y sonriendo a Skylar.

—No deberías tomar a la ligera los consejos de mamá. Si piensa que Megan no es suficiente para ti, al menos deberías considerarlo —intervino Skylar con su voz aguda, observándolo con reprobación.

—En esta vida me tocaron una madre… y una mini madre —bromeó Darren, revolviendo el cabello de su hermano—. Come algo más nutritivo, Sky, estás en etapa de crecimiento y solo comer lechuga no es sano.

Skylar hizo un mohín, molesto por el comentario. Se quejó del desastre en su peinado, mientras Darren se reía y abandonaba la sala.

Pese a todo, comió su ensalada con dedicación. Luego se despidió de su madre y subió a su habitación, comenzando su rutinaria pero adorada secuencia de belleza nocturna.

Horas después, se sintió finalmente perfecto y listo para dormir. Se recostó en su cama enorme, repasando mentalmente su día. Le parecía que había sido un buen día… aunque su hermano había arruinado su peinado.

Y lo mejor de todo era que mañana vería a Carter en el instituto. Su corazón se aceleró al recordar la promesa que él le había hecho: cuando se graduara, se comprometerían de manera formal. Ya no faltaba mucho.

Revisó su celular. No había mensajes. Ni siquiera había leído el último que Skylar le había mandado la noche anterior, deseándole dulces sueños.

Suspiró, un poco decepcionado. Aun así, su voluntad era firme. Tecleó rápidamente un nuevo mensaje lleno de emojis, corazones y caritas sonrientes. Esperó unos minutos… pero no llegó ninguna respuesta.

—Debe estar cansado. Es el mejor alumno del instituto. No puede permitirse distracciones. Me debe extrañar tanto como yo a él. Solo tengo que ser paciente… —susurró en voz alta, aunque una pequeña duda se le clavó en el corazón como una astilla.

Capítulo 2

Eran casi las ocho de la mañana y Skylar iba camino al instituto. Las clases comenzaban a las ocho y media, así que iban con buen tiempo. Como cada mañana, se había arreglado con meticulosidad. Aunque el uniforme del instituto —verde botella con bordes grises— hacía que la mayoría de los estudiantes parecieran meseros de un restaurante elegante, esa regla no se aplicaba a él.

Las líneas y cortes de la prenda calzaban perfectamente con su silueta, resaltando su figura esbelta, la cintura estrecha y las largas piernas. Solía escuchar los comentarios en los pasillos: que era el único en todo el lugar que parecía un modelo usando aquel uniforme.

Skylar sabía que era atractivo. Sentía las miradas posarse sobre él mientras caminaba, captando cada uno de sus gestos. A su paso, dejaba una estela de suspiros, tanto de alfas como de betas y omegas que no podían dejar de admirarlo.

Pero todo eso carecía de sentido si la única persona a la que quería impresionar apenas si lo miraba. Esa mañana estaba de pésimo humor; después de revisar su celular una y otra vez, entendió que no era problema de conexión: Carter simplemente no le había respondido.

Al bajarse del auto, le pidió al chófer que lo recogiera media hora más tarde. Su madre era estricta con los horarios, pero podía justificar el retraso si era necesario.

Apenas entró al instituto, sintió cómo el murmullo lo envolvía. Decidió ignorarlo y seguir caminando. No se detuvo hasta encontrarse con Kelly Dosant, una chica omega con quien compartía asiento en la mayoría de las clases y que, además, era su única amiga.

Realmente, eran como el agua y el aceite. Kelly distaba mucho de ser una belleza... o al menos, eso creía ella. Una serie de coincidencias, y ayuda en los momentos precisos, consolidaron su amistad.

Kelly era bajita, de piel clara y ojos marrones, pero lo que más la destacaba —muy a su pesar— era su frondosa melena pelirroja. Ese cabello encendido la hacía resaltar, volviéndola blanco de burlas de otros omegas y algunos betas. Los alfas, simplemente, la ignoraban.

Se refugiaba tras unas gruesas gafas y solía esconderse tras un libro. Era una alumna destacada, pero sin sobresalir demasiado. Los demás solían decirle que hacía bien en juntarse con Skylar, a ver si se le pegaba algo de su belleza.

Con ese tipo de comentarios, cualquiera habría abandonado la amistad. Pero Kelly realmente valoraba a Skylar.

Años atrás descubrió que, tras esa fachada de perfección irritante, había un chico temeroso, con las mismas inseguridades que cualquier otro. Pudo haberse aprovechado de eso... pero eligió no hacerlo. Comprendió que Skylar no era como el resto creía: jamás se burló de ella. Simplemente caminaba por los pasillos del instituto como si ser perfecto le viniera de forma natural.

Ella sabía que no era así. Había visto el trabajo meticuloso y la disciplina diaria tras ese brillo. Skylar era un genio a su manera, pero sobre todo, era una buena persona. Su amistad improbable se había sellado con honestidad y con el paso del tiempo se transformó en un lazo fuerte: confidentes de temores y sueños.

Por supuesto, la madre de Skylar desaprobaba esa amistad. Consideraba que la hija de un alfa viudo —dueño de editoriales— no tenía nada que ofrecerle a su pequeño. Era una chica sin gracia, fea a su parecer, que además se empeñaba en seguir los pasos de su padre, en lugar de prepararse para ser una esposa omega ejemplar.

Pero lo que su madre no sabía no podía lastimarla. Skylar mantenía esa amistad pese a todo. Ser popular era, en el fondo, muy solitario. Todos querían algo de él, menos Kelly.

—¡Kelly! Por fin te encuentro —suspiró al verla, aliviado después del largo fin de semana.

—Sabes que siempre estoy aquí. Si no estoy aquí, es porque no vine, dah —sonrió, señalando la biblioteca.

—No pierdo la esperanza de encontrarte algún día en otro lugar, dah —rió Skylar, sacándole la lengua.

—Se vale soñar. ¿Por qué traes esa cara? —preguntó al notar las ojeras sutiles bajo los ojos del omega.

Skylar se mordió los labios. No sabía cómo empezar sin sonar como un histérico. Odiaba mostrar cómo se sentía, aunque con Kelly no necesitaba ocultarse. Aun así, algo dentro de él se resistía.

En lugar de hablar, le entregó su celular. Kelly lo revisó con gesto serio.

—¿Y lo has visto hoy? —preguntó, sin levantar la vista.

—¡No! Apenas llegué y vine directo contigo. No sé cómo hablarle. Estoy tan... taaaaaaan... taaaaaaaan... Ni siquiera puedo decirlo —murmuró Skylar, la tristeza marcando cada rasgo de su rostro.

—¿Tan enojado? ¿Tan emputado? ¿Tan cabreado? Porque todas esas opciones aplican. Deberías poder decirle que te molesta que ni siquiera te mande un mensaje o te lea. ¿Por qué tienes que callarte siempre? —insistió, frunciendo el ceño.

—Porque eso no es lo que haría un buen omega. Debo entender que puede estar ocupado. Ser comprensivo. Mostrar siempre mi mejor cara. Un buen omega no molesta a su pareja, sobre todo si está haciendo algo importante por los dos. Yo soy un buen omega. Soy su omega... pero no por eso deja de doler —murmuró Skylar.

Sus ojos, normalmente de un azul brillante, se veían apagados. Kelly sintió una punzada de pena por su amigo. Sabía que, por mucho que dijera, Skylar no cambiaría de opinión. No concebía su vida sin Carter. Y aunque este fuera un idiota la mayoría del tiempo, siempre encontraba cómo justificarlo.

Kelly se levantó y le dio un abrazo fuerte. Sabía que eso era lo único que podía ofrecerle.

—Vamos a la cafetería. Se me antoja algo dulce antes de clases. Te daré la mitad de la mitad de un muffin de arándanos.

Skylar sonrió. Nunca aceptaba más que eso. Le aterraba subir un gramo.

—Está bien. También necesito algo dulce.

Mientras caminaban, distraídos, notaron una pequeña multitud reunida en torno a una pareja.

Skylar se detuvo. Su corazón se apretó al ver que se trataba de Carter y Rosaura en el centro del grupo.

Sin darse cuenta, sus pasos lo llevaron hacia ellos. Al verlo, la multitud se abrió. Carter lo recibió con una sonrisa... tan atractiva como siempre, pero vacía.

—Sky, te estaba buscando —dijo, como si nada.

Los cuchicheos no se hicieron esperar. Skylar sintió que estaba parado sobre un nido de hormigas. Sonrió, fingiendo calma, y miró a Rosaura.

Rosaura Collins era una omega atractiva, pero Skylar la consideraba vulgar. Hermosa, sí. Pero sin elegancia.

—¡Skylar! Justo hablábamos de ti. Qué bueno verte. Pareciera que te invocamos —se burló Rosaura.

—Supongo que debo estar aquí como todos. No sé por qué te sorprende. ¿Llegué en mal momento? —preguntó con amabilidad envenenada.

—Para nada. ¿Acaso no puedo hablar con mi buen amigo sin que pienses mal? No sabía que Carter tenía dueño, ni que fuera tu propiedad —dijo Rosaura, colgándose del brazo de Carter. Él la miró sorprendido, pero no la apartó.

Skylar quería arrancarle esa sonrisa a bofetadas. Pero su madre apareció en su mente, decepcionada. Respiró profundo y sonrió.

—Rosaura, creo que malinterpretaste. Me refería a que todos estamos aquí para estudiar. ¿No viniste a eso hoy? Qué coincidencia encontrarnos. Me alegra saber que mi novio cultiva amistades. Al final, cada uno sabe el lugar que ocupa —dijo con una sonrisa tan perfecta que descolocó a todos.

La multitud murmuró. Rosaura se quedó fuera de lugar. Skylar hizo un pequeño gesto de despedida y se alejó con Kelly, que aún no salía de su asombro.

A pocos pasos, una mano detuvo a Skylar.

Sabía quién era. Aunque tuviera los ojos vendados, reconocería sus pasos.

Su corazón se estremeció.

—No deberías haberle hablado así a Rosaura. Tiene razón. No estábamos haciendo nada malo. ¿Por qué te comportas así?

Y esa frase… dolió más que una bofetada.

Capítulo 3

Kelly tomó la mano de su mejor amigo y tiró suavemente de él. Al romper el contacto entre Skylar y Carter, este último reaccionó de inmediato, cerrándoles el paso.

—Esa actitud tuya de superioridad habla mal de ti. Pensé que tenías más confianza en ti mismo, pero puedo ver a través de tus inseguridades —la voz del alfa sonaba irritada, cada palabra cargada de molestia.

—Bájale dos rayitas a tu intensidad. Sky no hizo nada malo. De hecho, no dijo nada ofensivo, y no hubo ningún mensaje de superioridad. Creo que quien se sintió atacada y está causando lástima es otra —la voz cantarina de Kelly resonó como un martillazo en los oídos de Carter—. Skylar es tu novio y todos en este instituto lo saben. Por lo mismo, están expectantes a cómo reacciona o qué dice, y tú lo sabes. Si realmente te importara, JAMÁS lo pondrías en una situación donde pudieran cuestionarlo.

La mirada de Carter se endureció al escucharla.

—No te metas en lo que no te importa.

Volteó hacia Skylar, que seguía paralizado. No quería que se generara un enfrentamiento entre las dos personas que más le importaban, pero antes de que pudiera intervenir, Carter volvió a hablar:

—Hablaremos durante el receso. Te estaré esperando donde siempre. Ven solo. No quiero lidiar con tu mascota —escupió con desprecio, antes de marcharse sin mirar atrás.

Skylar miró a Kelly con ojos suplicantes, rogando en silencio que no respondiera. Kelly, refunfuñando por lo bajo, se contuvo. Tomó de nuevo la mano de su amigo y lo guió hacia los baños.

Skylar sabía la rutina. Cuando no podía más, se encerraba en un cubículo y gritaba en silencio. Era la única forma de sobrevivir al día sin colapsar. Odiaba que Carter no lo defendiera, que lo expusiera, que lo humillara con gestos sutiles. Pero más se odiaba a sí mismo por no poder enfrentarlo.

La única vez que se atrevió a mencionar algo a su madre, insinuando que tal vez Carter no lo amaba de verdad, ella lo fulminó con la mirada.

—Sky, bebé... —le dijo con tono severo—. Al final del día, lo único que importa es que tú eres el novio oficial de Carter, y más adelante, su prometido. Ese es tu destino. No importa cuántos omegas sin clase se crucen en su camino: jamás podrán evitar lo inevitable. Tú serás el omega de la familia Williams. Si tu alfa está confundido, debes preguntarte qué estás haciendo mal y corregirlo. Pero jamás pierdas tu dignidad, ni tu elegancia, ni tu clase. Clase es lo que tienes de sobra, y eso es lo que conservarás.

El tono fue más frío de lo esperado. Skylar comprendió que jamás debía volver a tocar el tema. Su madre, como la madre de Carter, era una omega tradicional: educada para ser hermosa, obediente y perfecta. La expectativa era que él siguiera esos pasos. Nunca le sugirió que estudiara una carrera. No era necesario. Sabía cocinar, coser, organizar cenas, sonreír ante los invitados y caminar con gracia. Estaba destinado a ser el esposo trofeo de Carter.

Ambas familias lo habían planeado todo.

Skylar salió del cubículo y se lavó la cara. Kelly, en silencio, le pasó papel para secarse. Ya no lo reprendía. Aprendió que despotricar contra Carter no servía de nada: solo hacía que Skylar se sintiera peor. Así que simplemente estaba allí. Presente. Leal. Firme.

Al salir del baño, un par de chicas entraron. Fingieron no verlos, pero una murmuró lo suficientemente alto como para que escucharan:

—Santurrón.

Y ambas rieron con burla.

Skylar se mordió el labio. Kelly lo tomó del brazo y salieron sin responder.

La clase fue, como siempre, eterna. Skylar raramente tomaba apuntes. Lo académico no le interesaba. Sabía que sus compañeros se burlaban de sus notas bajas, pero nadie se atrevía a decírselo en la cara. ¿Para qué estudiar, si se casaría con Carter Williams? Iba a ser un omega de casa. Hermoso, educado, intachable. El futuro ya estaba escrito.

Al sonar el timbre, Skylar salió antes que nadie. Caminó hasta el jardín posterior del instituto, donde Carter lo esperaba recostado bajo un árbol. Tenía los ojos cerrados, el rostro relajado, el cabello negro cayéndole sobre la frente.

Era imposible no encontrarlo apuesto.

El corazón de Skylar dio un vuelco cuando Carter abrió los ojos y lo miró.

—Acércate. Pareces un acosador mirándome desde allá —dijo, sin moverse.

Skylar obedeció. Se sentó frente a él, nervioso, esforzándose por mantener la sonrisa.

Carter lo observó en silencio por unos segundos. A pesar de su molestia, no podía evitar conmoverse. Skylar lucía vulnerable, con los mechones rubios cayendo sobre su rostro y las pestañas temblando. Sabía que Skylar no había hecho nada malo. Lo sabía.

Lo que lo frustraba era otra cosa: el guion ya escrito. El futuro sellado.

Desde niños habían estado juntos. Sus madres los criaron para casarse. El perfecto omega para el perfecto alfa. Pero Carter sentía que todo eso no era suficiente. Ya no.

Y sin embargo…

—Sky... lamento haberte hablado así. No fue mi intención.

Skylar levantó la mirada. Sus ojos azules brillaban como cristales, llenos de esperanza.

—Yo también lamento haber causado una mala impresión, Carter. Tú sabes que te respeto por sobre todas las cosas.

El estómago de Carter se revolvió. Era demasiado. Demasiado perfecto. Demasiado obediente. Habría preferido una queja, una pelea, una pizca de carácter. Pero Skylar solo sabía ser lo que le enseñaron a ser: un adorno valioso, frágil, educado.

—Le pedí al chofer que viniera por mí más tarde —continuó el omega, con la voz temblorosa—. Quería pasar algo de tiempo contigo... Sé que estás muy ocupado y no quiero molestarte, pero te extraño. Y si puedes… podríamos vernos un rato después de clases. —Las palabras salieron atropelladas.

Carter iba a decir que no. De verdad. Pero lo miró, y no pudo. El rostro sonrojado, los labios temblorosos, los ojos suplicantes… Era como mirar a un cachorro mojado.

—Está bien. Nos veremos aquí a la salida —cedió.

Skylar asintió, aliviado, y se levantaron justo cuando sonó el timbre. Carter lo tomó de la mano, lo acompañó hasta su sala y luego se dirigió a la suya.

Mientras caminaba, no podía evitar pensar por qué había aceptado la invitación. Sí, le gustaba Skylar… pero no podía ignorar esa sensación de vacío. Las caricias rígidas. Los besos sin emoción. Las miradas sumisas.

Skylar era perfecto.

Pero era un cascarón.

Y él estaba empezando a odiar la perfección.

—Yo y mi gran bocota… —murmuró entre dientes mientras entraba a clase, deseando que ese día terminara rápido.

Download MangaToon APP on App Store and Google Play

novel PDF download
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play