— Felicidades, pudiste arrastrar a ese hombre directamente a la cárcel. — La chica sonríe al escuchar las palabras de su amiga.
— Siempre hago mi trabajo bien. — Entra en la tina de agua acostándose con el celular en su oreja. — Era obvio que ese hombre había matado a la mujer.
— Me sigues sorprendiendo con ese buen ojo que tienes.
— Me halagas, hablamos después. — Tras despedirse de su amiga, corta la llamada y deja el celular en un lugar apartado mientras se acomoda bien en la tina de agua.
Su nombre es Blair, una mujer de 26 años que ha estado trabajando en el departamento de investigaciones criminales. Desde pequeña, siempre ha soñado con ser una gran detective y lo había logrado gracias a sus esfuerzos. No había un solo caso que no hubiera logrado resolver durante toda su carrera, y llegó a ganar varios premios en el departamento.
Hoy había sido un día duro de investigación y, al final, había terminado la investigación. Apoya su cabeza en la cabecera de la tina, mirando el techo, se sentía demasiado cansada, ya que en esos días no había estado durmiendo en la hora adecuada. Sin darse cuenta, sus ojos fueron cerrándose, quedándose dormida al instante sin que se diera cuenta.
Sin embargo, unos ruidos molestos comenzaron a sonar a su alrededor, alertándola de inmediato. Tras varios intentos fallidos de abrir los ojos, finalmente lo logró. Sus cejas se fruncieron al verse rodeada por un grupo de personas desconocidas.
— ¡Santa mierda! — Se levanta lentamente. — ¿Quiénes son ustedes? — Mira a su alrededor, extrañada. Si bien recuerda que se estaba bañando en su tina de agua y había quedado dormida, pero ahora no entiende cómo es que se encuentra en un piso con un montón de gente a su alrededor observandola como si fuera un animal de zoológico.
De inmediato, observa su cuerpo y, para su buena suerte, llevaba ropa consigo, aunque eran ropas extrañas.
— Ella en serio lo mató. — Nunca pensé que la hija del general sería capaz de matar a alguien. — Al escuchar cómo las personas susurraban, mira a su alrededor, prestando atención. Para recién darse cuenta de que tenía sangre en sus manos.
«¿Qué diablos?»
Mira sus manos, confundida, preguntando si estaba soñando. Por eso mismo, se pellizca el brazo con intención de despertar en ese extraño sueño.
Observa cómo tres hombres entran en la habitación con ropas extrañas.
— Señorita Aelin, necesitamos que venga con nosotros.
«¿Aelin?»
Ni siquiera tuvo tiempo para hablar cuando los hombres la tomaron del brazo, arrastrándola. Segundos después, se encontraba atrás de una reja.
«Pero ¿qué diablos está pasando?» Mira a su alrededor, confundida. «No se supone que esté en mi casa, dándome un refrescante baño después de un largo día de trabajo.» Camina de un lado para otro sin poder dejar de pensar en qué situación se había metido.
Pero si de algo estaba segura, es que no estaba soñando. Definitivamente no estaba soñando. Todo esto se sentía muy real, por más increíble que pareciera.
— ¿Aelin? — Se sienta en el suelo, repitiendo el nombre por el cual le habían llamado. Por alguna razón, ese nombre se le hacía extremadamente conocido, como si lo hubiera escuchado antes. Sus ojos se abren de golpe al recordar dónde había escuchado ese nombre, o para ser exactos, dónde lo había leído.
Aelin no era más que una simple extra que había leído en un libro hace años, que se trataba sobre asesinatos y misterios, y algo de romance. El libro, titulado "La Justicia de los Héroes", se trata de una chica que vivía con su madre, que repentinamente fue asesinada por un extraño suceso. Ella intenta descubrir al asesino de su madre a toda costa, lo que la lleva en el camino de un príncipe que resultó ser el protagonista. Ambos se hicieron aliados y juntos empezaron a investigar algunos casos. Durante esa convivencia, a medida que se fue pasando el tiempo, ambos comenzaron a acercarse, y sin darse cuenta, se habían enamorado.
Pero la heroína no estaba dispuesta a estar con alguien, ya que su prioridad siempre fue descubrir la muerte de su madre. Una pista la lleva a descubrir la causante de la muerte de su madre, y no es nada más que su padre, ya que este tenía una vida y familia, tanto como la protagonista y su madre, no formaban parte de ella. Además, nadie sabía que ella era su hija, por lo que quiso deshacerse de ellos.
Al final, la protagonista logra vengarse de su padre y acepta sus sentimientos por el príncipe. Pero debido a que él era un príncipe, estar con él no era tan fácil, y más debido a la villana que intentó inculpar a la protagonista incontrolable veces, Pero ella siempre terminó demostrando su inocencia.
La villana terminó en la guillotina al ser culpada de querer envenenar a la emperatriz madre. Y así, los protagonistas lograron su final feliz. Sin embargo, no sin antes de vencer a su villano, que resultó ser el mismo emperador, ya que este se había enamorado de la protagonista. Hasta que misteriosamente fue asesinado, y el príncipe fue ascendido como el próximo emperador.
El villano no era más que el tío del protagonista, y este nunca se había casado. Sin embargo, al ver a la heroína, su valentía se enamoró de ella. Pero su amor nunca fue correspondido.
Aelin no era más que una extra donde la protagonista resolvía su caso.
— Carajo, realmente estoy en ese libro. — Mira a su alrededor, al percatarse. — No entiendo cómo es eso posible. He leído en algunos libros sobre la transmisión a otra época, pero las protagonistas siempre morían. Pero yo no estoy muerta. ¿Será que me ahogué en la bañera? — Se pregunta para sí misma.
Pero esto no era algo por lo cual debía preocuparse en ese momento, ya que lo primero que tiene que hacer es cómo salir de esa situación. Ya que, si bien en el libro Aelin resultó culpable y, al final, al igual que ella y toda su familia, terminaron siendo asesinados.
— Si realmente morí en la bañera, esto es una segunda oportunidad, por lo cual no voy a desperdiciarla. — Justo cuando estaba por levantarse, la reja se abre y entran dos guardias, arrastrándola.
— Debo sobrevivir a toda costa.
Jadea adolorida al ser empujada en el suelo enfrente de un hombre, el ministro de la justicia y el encargado principal del lugar.
— Reconoces tu culpabilidad. ¿Por qué mataste a ese hombre?
— Y si dijera que no lo maté. — Mira al hombre; ella estaba segura de que ese cuerpo no había matado a ese hombre. Durante toda su vida, ha visto casos donde incriminan a otras personas, y eso definitivamente había sido una incriminación tras investigar y pensar.
— Te atreves a decir esto. Te encontramos en la escena del crimen con un cuchillo en la mano; ese hombre tiene puñaladas en el cuerpo, y te atreves a decir que no fue tú. — El ministro enojado, golpea la mesa enfrente de sí.
— Si lo dice es cierto, ¿qué razón tendría yo para quedarme en la escena del crimen sabiendo que me culparían? — Frunce el ceño.
— Por lo que escuché, ese hombre era un guardia en el palacio real. ¿Qué fuerza tendría yo para darle tantas puñaladas?
— En eso tienes razón —dice el ministro, asintiendo pensativo.
— Los guardias en el palacio no son gente fácil de tratar. Yo, que he estado enferma toda mi vida. — Finge toser, recordando perfectamente que en el libro Aelin era una niña enferma y rara vez salía afuera. — Es obvio que alguien busca incriminarme.
— Pero eso no cambia las cosas. — Rodea los ojos; sabía que no sería fácil salir de esa situación. Sin embargo, para su buena suerte, había alcanzado observar la habitación donde despertó.
— Si eso no es suficiente, al despertar en la habitación pude observar unas marcas de zapatos en el techo de la habitación. Usted, dígame, ¿por qué razón había marcas de zapatos ahí?
Mira fijamente al hombre, quien sigue asintiendo con sus palabras.
— Eso podría significar que el asesino es alguien con grandes habilidades, tanto para entrar como para salir utilizando el techo.
— Exacto —confirmó—. Pero si eso fuera el caso, ¿qué hacías tú en ese lugar? — Preguntó confundido.
— Me sentía aburrida en mi casa y escapé un rato porque mis padres no me dejaban salir, pero no conocía muy bien las calles y terminé perdiendo hasta llegar a ese burdel. — Algo que realmente no era mentira.
— ¿Tienes a alguien para respaldar tus palabras?
— Por supuesto, puede preguntarle a mi doncella personal. — Respira aliviada, por suerte recordaba fragmentos del libro.
— Aunque tus palabras tienen sentido, no se puede confiar en ellas fácilmente. Mandaré a alguien a investigar y, si se llega a saber que has mentido, serás castigada.
— Lo entiendo, señor. — Baja la cabeza, mordiéndose los labios, pensando en algo. — Sin embargo, quisiera pedirle algo.
— Habla.
— Quisiera que me permita ayudar a investigar en este caso, no solo para demostrar mi inocencia sino también para poder proteger a mi familia. — Sabía que si dejaba que la protagonista se metiera en esto, ella terminaría perdiendo. Al final, Aelin no era más que un personaje secundario para darle desarrollo a la protagonista, al igual que los otros casos en el libro.
— Primero haré que investiguen si tus palabras fueron verdaderas y luego pensaré en esto. — El ministro mira a los guardias. — Llévensela. Los dos guardias que la habían arrastrado hasta allí la devolvieron a su celda.
Sabía que no podría convencer al ministro tan fácilmente, y menos participar en la investigación. Por lo cual, debería demostrar su inocencia lo más pronto posible antes de que la protagonista pudiera meter su nariz.
— Si bien en el libro, hablaron muy poco de Aelin, ella era una niña enferma, destinada a morir muy pronto debido a su enfermedad del corazón. Ella no podría ser capaz de matar a un hombre por sí sola, y menos si este era un soldado imperial. — Piensa en voz baja, apoyando su espalda en las rejas. — Por lo cual, asumí que había escapado, ya que era lo más lógico. Lo malo es que en el libro no narraron los sucesos ni lo que sucedió en el asesinato. ¿Cómo es posible que ella terminara en un burdel? Sería más lógico que se perdiera y al final terminará allí, tantas puñaladas y todas fueron en el pecho.
Frunce el ceño al recordar algo. Cuando se despertó, tenía una daga en la mano, pero las heridas de ese hombre no parecían haber sido causadas por una daga. Se da la vuelta, golpeando las rejas.
— ¡Guardias! ¡Guardias! — Grita, llamando la atención de los guardias, y uno finalmente se acercó tras varios gritos de la chica.
— ¿Qué es lo que quieres?
— Quiero ver al ministro, no, quiero hablar con él. — El guardia se ríe.
— ¿Crees que estás en posición de querer hablar con nuestro jefe?
— Tengo una nueva pista sobre el asesinato.
— No tenemos tiempo para tus historias inventadas. — Este se dio vuelta, dispuesto a irse.
— ¡El arma homicida no es la daga! — Grita desesperada, su tiempo se estaba acabando, y era cuestión de minutos que la heroína viniera y esto sería su desgracia. — ¡Creen que si muero aquí siendo inocente, mi padre, el general, se quedará de brazos cruzados! — Sonríe al ver cómo el guardia se detiene, acercándose nuevamente.
— ¿Qué es lo que deseas? — Su tono fue más amable. Quien no sabía que el general era una bestia en las batallas y su hija menor se encontraba allí.
— Quiero ver el cuerpo de ese hombre. — El guardia frunce el ceño. — Si no demuestro mi inocencia después de ver su cuerpo, pueden considerarme como la verdadera culpable. — Este suspira, sin saber qué hacer. — Rápido. — Finalmente reacciona, abriendo las rejas. La chica se apresura a salir. — Muéstrame dónde se encuentra el cuerpo.
A regañadientes, el guardia le fue guiando hasta que encontró a un hombre que había comenzado examinar al muerto. Y, tal como sospechaba, al mirar la herida en el pecho del hombre, supo de inmediato que esas heridas no habían sido causadas por la daga que tenía en su mano, lo cual dice que el arma homicida podría estar en cualquier parte.
— Si miras bien esas heridas, es más obvio que esas puñaladas no fueron causadas por un daga. — Se acerca, observando al hombre, mientras que el forense la mira extrañado.
— A qué se refiere, señorita. — Está observa la habitación, buscando algo que podría ser similar a aquellas mismas heridas. Hasta que se fija en la horquilla que tenía el forense en el cabello.
— Esa horquilla sería perfecta para ese tipo de herida. Primero el asesino lo apuñaló varias veces con horquillas, dejando pequeños agujeros, pero como el asesino vio que no moría, decidió apuñarlo y, a diferencia de las anteriores puñaladas, decidió arrastrar la horquilla hacia abajo en la piel. — Toca el cuello del hombre para sentir una aguja, lo retira lentamente.
— Fue un asesinato muy bien planeado, ya que incluso prepararon esa aguja para mantenerlo dormido y matarlo silenciosamente. — Ahora que observó las heridas con más claridad, usted tiene razón, señorita. — Blair, ahora que se había convertido en Aelin, asiente con una sonrisa.
— Por lo tanto, es imposible que yo haya planeado todo esto. ¿No? — Mira al guardia con una sonrisa.
— En eso tienes razón. — Se da la vuelta para mirar al ministro, quien estaba entrando en la sala. — Mandé a investigar y todo lo que dijiste era cierto.
— Entonces, me permitirá ayudar en el caso de manera directa.
— Así es, usted ha sido nuestra primera sospechosa, pero todo se confirmó tal como dijo. Su padre lo está esperando afuera.
— Pero...
— Tal vez mañana o pasado podría venir para ayudarnos con el caso, por lo que veo, tiene mucho potencial y sería de mucha ayuda.
— Le prometo que ayudaré a hacer que el culpable pague. — Se da vuelta, mirando al guardia quien le retira las cadenas que tenía en sus manos. Hace una leve reverencia, despidiéndose del ministro mientras se retira con una sonrisa.
«Lo logré». Sonríe, saliendo del lugar.
Observa en el exterior, tratando de ver quién, entre esas personas que estaban en la multitud, era su padre.
— Aelin, hija. — Mira cómo un señor se acerca a ella.
— Papá. — Sonríe, tratando de no levantar ninguna sospecha, ella no era Aelin, por lo tanto, solo podría significar que aquella chica estaba muerta y por eso ella había entrado en su cuerpo.
— ¿Cómo te encuentras? — El general, preocupado, observa a su hija de arriba abajo, asegurándose de que esta no tuviera ninguna herida. — ¿No te hicieron nada allí adentro? ¿Por qué escapaste?
— Lo siento, papá, tenía mucha curiosidad de recorrer la ciudad, por eso escapé, pero no pensé que estaría envuelta en esta situación. — Frunce el ceño al sentir un dolor en su cabeza, dolor que al poco tiempo se trasladó a su corazón.
— Aelin. — El general llama a su hija al verla tambaleándose. — Hija. — La chica trató de soportar el dolor, pero no fue posible, y se desmayó en los brazos de su padre antes de que se diera cuenta.
«Maldita sea, porque ese cuerpo es tan débil». Estas fueron sus últimas palabras antes de perder por completo la conciencia.
Poco después, empezó a escuchar unas voces a su alrededor, abriendo los ojos con dificultad.
— Hija. — Observa el rostro preocupado de una mujer de cabello castaño y supo de inmediato que era la madre de ese cuerpo. — Mi pequeña hija, ¿cómo te encuentras? ¿Te duele algo? ¿Quieres que llame al doctor?
— Madre, estoy bien. — Sonríe al ver a la familia que tiene la extra, aunque nunca hablaron sobre ellos en el libro, ahora sí, ellos supieran que ella no era la verdadera Aelin.
— Hermana. — Sus ojos caen sobre una chica que se encontraba en la habitación. La hermana mayor de ese cuerpo, que apenas la mencionaron en una página del libro, ya que esta, en todo el caso, intentó demostrar la inocencia de su hermana, algo que fue inútil hasta al final.
— Estoy bien, realmente estoy bien.
— Como se atrevieron esas personas a encerrarte, por culpa de ellos tu condición ha empeorado. — Observa cómo su madre toma su mano entre las suyas. — Niña rebelde, te dije claramente que tenías que reposar, sabes en qué situación te encuentras. — Sin poder aguantar, la mujer rompió en llanto. — El doctor dijo que tu situación ha empeorado más de lo normal.
— Mamá. — Intenta calmar a la mujer, sabe que después de todo, ella solo está preocupada por su hija, que lamentablemente ya no se encuentra en ese mundo. — No te preocupes, estaré bien. — Sonríe, el escritor del libro de una u otra manera quería que ese cuerpo muriera, ahora que había logrado sobrevivir a ese asesinato que iba a causar su muerte, es más probable que más adelante muera por su problema del corazón.
Dos días habían pasado desde entonces, su familia no dejaba de cuidarla, se notaba que querían a la anterior dueña del cuerpo, hoy finalmente había sido citada para que ayudara en el caso, ya que en esos días los investigadores no habían descubierto nada.
— Hija, ¿estás segura de que quieres ir? — Mira a su madre de nombre Solene, una mujer de cabello café y unos ojos azules, aunque ella tenía el cabello café, había sacado los ojos verdes de su padre.
— Debo hacerlo, madre. — Sonríe, tratando de tranquilizarla. — Te prometo que seré rápida para regresar a casa. — La mujer asiente, aún preocupada, pero más al ver a su hija feliz, algo que antes era casi imposible verla sonriendo.
— Hermana, ¿dónde vas? — Apenas cruzó la puerta para salir, se encontró con su hermana Celia. — Todavía no te has recuperado, si vuelves a recaer... — Cuestiona, preocupada.
— Me llamaron por la investigación. — Toma la mano de esta. — Y sobre todo, estoy bien, gracias por la preocupación, prometo que volveré rápido para no hacerles preocupar.
— Quisiera ir contigo, pero tengo que ir al campo de entrenamiento con papá.
— No te preocupes, estaré bien, ve tranquila, saluda a papá de mi parte. — Dicho esto, se despide de la chica con la mano, saliendo de la mansión, subiendo al carruaje que le esperaba y, minutos después, este la dejó enfrente del mismo lugar que había ido ayer. El ministro la recibe con una sonrisa.
— Es un honor verla de nuevo, señorita. — El ministro hace una leve reverencia.
— Vine, tal como dije. — Trata de moverse con esos vestidos de varias capas, algo que le molesta, esos vestidos eran más pesados de lo que creía y más que ese cuerpo era muy débil para cualquier cosa.
— Gracias, usted, pudimos arrestar a algunas mujeres en el burdel como principales sospechosas; sin embargo, ninguna de ellas ha querido confesar. ¿Qué sugiere que hagamos?
— ¿Puedo interrogarlas de nuevo.— Aunque confundido, este acepta, ordenando que un guardia llevaran a la chica donde se encontraban las principales sospechosas. — Quiero interrogarlas una por una. — El guardia asiente y va en busca de una de las chicas que estaban en una celda muy cerca, mientras que Aelin espera en la sala de interrogatorio. Mira cómo el guardia arrastra a la mujer. — Déjame sola con ella.
— Pero... — Intenta oponerse, pero al ver la mirada de la chica y saber que el ministro confiaba en ella para este caso, se retira sin cuestionar.
— Tú nombre es Liana, ¿no? — Asiente con la cabeza baja. — Has estado trabajando en el burdel por años y tengo entendido que conoces al guardia imperial que fue asesinado.
— Por supuesto.
— ¿Cómo y cuándo lo conociste?
— Visitaba el burdel muy seguido y algunas veces nos encontrábamos. — Aelin observa cada acción de la chica. — Lo conocí en el burdel. — Estuviste con él anoche. — Niega con la cabeza. — Estás segura de eso, sabes que mentir aquí no será tu fin, sino el de tu familia.
— No, no lo vi anoche y, si no me cree, puede preguntarle al hijo del barón, estuve con él anoche. — Anota cada una de las palabras de la chica.
— Ya he terminado. — Ante sus palabras, las puertas se abren, entrando dos guardias para llevar a la chica, mientras que una nueva entra y así sucesivamente, interrogando a las sospechosas.
Todas actuaban tranquilas, aunque había una que le llamaba la atención especialmente, la primera chica, al dar su testimonio, aunque terminó de interrogar a todas, lo hizo de nuevo, pero esta vez, con un truco.
— Bien, Liana, dijiste que ese día del asesinato estuviste con el hijo del barón, pero ¿qué crees? — Sonríe. — El dijo lo contrario y no solo eso, dijo que nunca había pisado el burdel en su vida.
— ¿Qué?
— Esos moretones que tienes en el cuello son muy extraños, sabes. ¿Tuviste una pelea? — La chica aprieta el borde de la mesa. — Si no confiesas, toda la carga caerá en ti, ¿eso quieres? Tengo entendido que tienes un hijo.
— Yo... — Murmura sin poder ocultar sus nervios.
— Mientras digas la verdad, haré lo posible para que recibas un castigo mínimo, así que tú decides. — Se cruza de brazos, mirando a la chica.
Liana comienza a sudar y su mirada se vuelve nerviosa. Aelin puede ver el miedo en sus ojos y sabe que está cerca de descubrir la verdad.
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