NovelToon NovelToon

Entre Cómics Y Canciones

1

Lucas no recordaba la última vez que se había sentido en casa. Cuando su madre lo dejó en la puerta del pequeño departamento de su tío, apenas pudo mirarla a los ojos. Ella le dio un abrazo rápido, sus manos temblando, y murmuró algo sobre “hacer esto por su bien” antes de irse. Desde entonces, cada rincón de este nuevo hogar parecía demasiado estrecho, demasiado ajeno.
¡Lucas! —La voz de Sofía resonó desde la sala.
Lucas miró el techo, dejando escapar un suspiro. Estaba tirado en la cama, hojeando por quinta vez el mismo cómic viejo. A pesar de su aparente desinterés, la voz de su prima siempre llevaba una energía que era difícil ignorar.
Lucas
Lucas
¿Qué quieres? —respondió finalmente, con un tono más seco de lo que pretendía.
Sofía apareció en la puerta, sonriendo como si tuviera un secreto que no podía guardar más. Llevaba una camiseta amarilla con un diseño vintage y unos pantalones de mezclilla cortos, un atuendo que reflejaba su personalidad vibrante.
Sofia
Sofia
Vamos al mercado de pulgas —anunció, como si fuera la mejor idea del mundo.
Lucas
Lucas
¿Por qué yo? Ve tú sola. —Lucas se sentó en la cama, frunciendo el ceño.
Sofia
Sofia
Porque llevas encerrado aquí toda la semana como un ermitaño. Y porque sé que te encantan los cómics y allí siempre hay cosas geniales.
Sofia
Sofia
Vamos, será divertido.
Lucas
Lucas
No creo que sea mi tipo de lugar —murmuró Lucas, volviendo a mirar el cómic en sus manos.
Sofia
Sofia
Precisamente por eso tienes que ir —insistió Sofía, acercándose y tirando de su brazo—.
Sofia
Sofia
Además, no acepto un "no" como respuesta.
Lucas
Lucas
—Lucas soltó un suspiro profundo, sabiendo que no podía ganarle.
Sofia
Sofia
Sofía sonrió, triunfante.— Confía en mí, no te arrepentirás.
En el mercado! ★
El mercado de pulgas estaba lleno de vida. Puestos improvisados cubiertos con lonas coloridas se extendían por varias cuadras. El aire olía a comida frita y especias, y la mezcla de risas, regateos y música creaba un ambiente caótico pero emocionante.
Lucas caminaba un paso detrás de Sofía, con las manos en los bolsillos y los hombros tensos. Cada tanto, su prima señalaba algo en un puesto, exclamando con entusiasmo. Pero él apenas respondía, sintiéndose abrumado por la multitud.
Sofia
Sofia
Mira esto, Lucas. ¿No es genial? —dijo Sofía, sosteniendo un collar hecho de cuentas brillantes
Lucas
Lucas
Claro —respondió él sin mirarla, su atención capturada por una mesa llena de cómics viejos.
Se acercó, pasando los dedos por las portadas desgastadas. Aquí estaban los héroes de su infancia, atrapados en batallas épicas. Por un momento, el ruido del mercado se desvaneció, y Lucas se sintió en su elemento.
De repente, alguien chocó contra Lucas con suficiente fuerza para hacerlo caer al suelo. Sus manos apenas lograron amortiguar el impacto.
—¡Oh, rayos! Lo siento, ¿estás bien? —preguntó una voz masculina mientras unas manos firmes lo ayudaban a levantarse.
Lucas levantó la vista y se encontró con un chico moreno, un poco más alto que él, con rizos desordenados y una camiseta de Nirvana. Su expresión mezclaba preocupación y una sonrisa despreocupada.
Lucas
Lucas
Estoy bien —respondió Lucas secamente, apartando rápidamente las manos del desconocido en cuanto estuvo de pie.
Diego
Diego
¿Seguro? Pareces medio molesto —dijo el chico, inclinando la cabeza mientras lo miraba con curiosidad
Lucas
Lucas
No es nada —murmuró Lucas, incómodo por la conversación. Apartó la mirada, sintiéndose observado.
Diego no parecía ofendido por el tono cortante de Lucas. En lugar de eso, sonrió como si entendiera algo que Lucas no quería admitir.
Diego
Diego
Debe ser un día complicado para ti —comentó
Diego
Diego
—Luego, con un encogimiento de hombros, añadió: Bueno, no te molesto más. Cuídate, chico cómic.
Diego
Diego
— Antes de irse, Diego le lanzó un guiño acompañado: Por cierto, esos ojos verdes no pasan desapercibidos.
Lucas sintió cómo el calor subía rápidamente a su rostro. No sabía qué lo había descolocado más: las palabras de Diego, su tono relajado, o el hecho de que su corazón hubiera dado un pequeño salto.
Lucas
Lucas
Q-qué...
Lucas se quedó inmóvil por un momento, mirando hacia el suelo mientras trataba de calmarse.
Sofia
Sofia
¿Quién era ese? —preguntó Sofía, apareciendo a su lado con un vaso de agua de frutas en la mano.
Lucas
Lucas
Nadie —respondió Lucas, levantando otro cómic.
Siguieron recorriendo el mercado hasta que se fueron a casa.
El camino de regreso desde el mercado de pulgas fue tranquilo. Lucas caminaba en silencio, con las manos metidas en los bolsillos, mientras Sofía hablaba sin parar sobre los hallazgos del día. Aunque ella trataba de incluirlo en la conversación, Lucas respondía con monosílabos, distraído por sus propios pensamientos.
Sofia
Sofia
¿Y tú qué compraste? —preguntó finalmente Sofía, girándose para mirarlo.
Lucas
Lucas
Nada —respondió Lucas. No quería mencionar el incómodo encuentro con Diego.
Cuando llegaron al departamento, el olor familiar a especias y comida casera los recibió. Raúl, el tío de Lucas y padre de Sofía, estaba en la cocina, sirviendo guisos en platos hondos.
Era un hombre robusto, de rostro amable pero cansado, con unas gafas que se deslizaban constantemente por el puente de su nariz.
Raúl (tío)
Raúl (tío)
Ya era hora —dijo Raúl con una sonrisa—. La cena está lista.
Sofia
Sofia
Papá, Lucas casi se convierte en un ermitaño hoy, pero logré sacarlo de la cueva —bromeó Sofía mientras dejaba sus cosas en una silla.
Raúl (tío)
Raúl (tío)
—Raúl soltó una risa leve. Es bueno salir, Lucas. Aunque entiendo que todo esto es nuevo para ti.
Lucas solo asintió, sintiéndose un poco incómodo con la atención. Se sentaron a cenar en la pequeña mesa de la cocina, donde la conversación fluyó principalmente entre Sofía y su padre.
Aunque Lucas apenas hablaba, agradeció la calidez del ambiente. Era algo que no había sentido en mucho tiempo.
Después de cenar, Lucas se retiró temprano a la habitación que compartía con Sofía. La cama estaba al fondo, pegada a una pared llena de pósters y fotografías de su prima. Un pequeño escritorio abarrotado de libros y cuadernos compartía el espacio con un armario que parecía a punto de explotar. La cama de Lucas, más sencilla, estaba junto a una ventana que daba a la calle.
Se dejó caer sobre el colchón, mirando el techo. El día había sido agotador, pero no podía dejar de pensar en los ojos oscuros y la sonrisa despreocupada de Diego. Con un suspiro, cerró los ojos, esperando que el sueño lo liberara de esas emociones confusas.
Unos días después
El lunes llegó más rápido de lo esperado, y con él, el primer día de Lucas en la preparatoria. El edificio era grande y bullicioso, con estudiantes llenando los pasillos mientras discutían sobre horarios, maestros y las cosas insignificantes que parecían dominar sus vidas.
Lucas mantuvo un perfil bajo, caminando con la cabeza gacha y buscando las aulas sin hacer mucho ruido. En algunas clases, otros chicos le hicieron preguntas o intentaron entablar conversación, y aunque Lucas fue cortés, evitó profundizar demasiado.
A la hora del almuerzo, decidió sentarse solo en una esquina del patio. Le gustaba observar a los demás desde la distancia, encontrando una extraña tranquilidad en el caos.
Lucas
Lucas
No estuvo tan mal —murmuró para sí mismo mientras salía del edificio al final del día.
En lugar de dirigirse a casa, dejó que sus pies lo guiaran sin rumbo fijo. Le gustaba caminar, especialmente cuando no tenía un destino claro. Le permitía ordenar sus pensamientos.
Fue entonces cuando, al doblar una esquina, se detuvo en seco.
Allí, apoyado contra una pared cubierta de grafitis, estaba Diego. Pero algo era diferente. Su cabello, antes desordenado y lleno de rizos, ahora estaba cuidadosamente trenzado en rastas. Vestía una camisa sin mangas que dejaba al descubierto un tatuaje pequeño en el brazo, y tenía los auriculares puestos, moviéndose al ritmo de una canción que solo él podía escuchar.
Diego
Diego
Diego lo notó y levantó la vista, sonriendo de inmediato. —¡Hey, chico cómic! —dijo, quitándose un auricular.
Lucas sintió un extraño calor subirle al rostro, pero lo ocultó con un gesto de fastidio.
Lucas
Lucas
¿Otra vez tú?
Diego
Diego
—Diego se encogió de hombros con una sonrisa pícara. Es el destino, ¿no crees?
Lucas bufó, pero no pudo evitar mirarlo con curiosidad. Diego tenía algo que lo hacía destacar.
Diego
Diego
¿Qué haces por aquí? —preguntó Diego, inclinando la cabeza.
Lucas
Lucas
Nada —respondió Lucas, aunque sabía que el otro no iba a aceptar esa respuesta tan fácilmente.
Diego sonrió, como si disfrutara del desafío.
Diego
Diego
Pues quédate. Prometo no morder... a menos que lo pidas.
El comentario hizo que Lucas desviara la mirada, incómodo y sonrojado.

2

Lucas permaneció un instante en silencio, sintiendo cómo la mirada juguetona de Diego lo ponía nervioso. Podía sentir su corazón latiendo más rápido de lo normal, algo que no entendía ni quería analizar en ese momento.
Lucas
Lucas
¿Y qué haces tú aquí? —preguntó finalmente, tratando de sonar indiferente.
Diego
Diego
—Diego le lanzó una sonrisa relajada mientras se pasaba una mano por sus rastas recién hechas. Estaba esperando a alguien, pero parece que llegaste tú. Así que supongo que eso mejora mi día.
Lucas frunció el ceño, sin saber si Diego estaba bromeando o si hablaba en serio. Antes de que pudiera responder, Diego señaló un pequeño café al otro lado de la calle.
Diego
Diego
—¿Te gustan los capuchinos? Porque yo muero por uno. ¿Vienes o qué? —preguntó casualmente, como si invitar a extraños a tomar café fuera lo más normal del mundo.
Lucas
Lucas
—¿Por qué habría de ir contigo? —replicó Lucas, cruzándose de brazos.
Diego
Diego
Diego rio, su voz baja y despreocupada. —Porque no tienes nada mejor que hacer, y porque sé que te da curiosidad saber qué me traigo entre manos.
Lucas abrió la boca para protestar, pero no tenía un buen argumento. En realidad, no tenía ningún plan, y la curiosidad, aunque no quería admitirlo, era lo que lo mantenía allí parado frente a Diego.
Lucas
Lucas
—Está bien —murmuró al final, mirando hacia otro lado—. Pero no creo que dure mucho.
Diego
Diego
Diego sonrió con satisfacción, como si ya hubiera ganado una apuesta consigo mismo. —Perfecto. Vamos.
El café era pequeño y acogedor, con paredes llenas de libros y luces cálidas que creaban un ambiente relajado. Diego pidió un capuchino con un montón de crema batida, mientras Lucas optó por un café negro. Se sentaron junto a una ventana, y por un momento, Lucas pensó que tal vez esto no sería tan incómodo como había imaginado.
Diego
Diego
¿Siempre eres así de... cerrado? —preguntó Diego mientras revolvía su bebida.
Lucas
Lucas
Lucas levantó una ceja. —¿Cerrado?
Diego
Diego
—Sí, ya sabes. Como si quisieras construir un muro entre tú y el resto del mundo —explicó Diego, mirándolo con una mezcla de curiosidad y diversión.
Lucas
Lucas
Lucas sintió una punzada de incomodidad, pero intentó mantener la calma. —No veo por qué te importa.
Diego
Diego
No me importa... mucho —dijo Diego, inclinándose hacia adelante con una sonrisa—. Pero me da curiosidad. Creo que detrás de esa actitud de chico duro hay alguien interesante.
Lucas desvió la mirada hacia la ventana, sintiéndose un poco expuesto. Había algo en la manera de hablar de Diego que lo hacía sentir incómodo, pero no en un mal sentido. Era como si el chico lograra ver más allá de lo que Lucas estaba dispuesto a mostrar.
Lucas
Lucas
No soy tan interesante —murmuró, dándole un sorbo a su café.
Diego
Diego
Eso está por verse —respondió Diego, dejando que el silencio se instalara por un momento antes de cambiar de tema—.
Diego
Diego
Entonces, ¿cómo te va en la prepa?
Lucas
Lucas
Lucas parpadeó, sorprendido por la pregunta. —Bien... supongo. Es solo mi primera semana.
Diego
Diego
Diego asintió, como si entendiera perfectamente. —Ya veo. No te preocupes, siempre es raro al principio. Pero si necesitas un guía turístico por el barrio o un compañero de aventuras, ya sabes dónde encontrarme.
Lucas no pudo evitar soltar una risa leve, a pesar de sí mismo.
Lucas
Lucas
—¿Siempre hablas así?
Diego
Diego
—¿Cómo? —preguntó Diego, fingiendo estar ofendido—. ¿Encantador y carismático?
Lucas
Lucas
—Más bien molesto —contestó Lucas, aunque su tono era más ligero esta vez.
Diego
Diego
Diego rio suavemente. —Molesto, pero memorable.
Lucas negó con la cabeza, pero por primera vez en mucho tiempo, sintió que podía relajarse un poco.

3

Diego se despertó tarde ese sábado, como siempre. La luz del sol se filtraba por la ventana con una suavidad que lo invitaba a quedarse un poco más en la cama. Con un bostezo, se estiró y miró su teléfono, notando que ya era casi mediodía. Había tenido una noche larga, pero nada que un buen desayuno y algo de café no pudieran arreglar.
Se levantó de la cama y caminó hacia su armario, abriendo la puerta con una sonrisa, como si él mismo fuera un experto en su propio estilo. ¿Qué iba a ponerse hoy? Pensó mientras pasaba la vista por su ropa. Tenía una mezcla de prendas cómodas y otros más arriesgados, lo cual siempre le daba la libertad de escoger lo que le apeteciera. Optó por una camiseta sin mangas, con un estampado de su banda favorita, y unos pantalones cortos, dejando ver un par de tatuajes en sus piernas. No olvidó sus cadenas ni sus gafas de sol, como toque final. Estaba claro que, aunque no le importaba tanto lo que los demás pensaran, disfrutaba ser la atención de los que sí prestaban atención.
Después de una ducha rápida y de preparar un par de tostadas con mermelada, Diego salió de su apartamento, buscando un poco de aventura. El mercado de pulgas al que pensaba ir cada sábado era un lugar conocido para él. A veces encontraba discos, otras veces ropa vintage.
Mientras caminaba hacia el mercado, su mente vagaba por pensamientos dispersos, pero algo lo mantenía alerta. Se sentía especialmente juguetón esa mañana, y aunque la idea de encontrarse con alguien nuevo no era algo que buscara activamente, no podía evitar pensar que hoy algo podría pasar. La sensación en el aire le decía que debía estar dispuesto a algo diferente.
Cuando llegó al mercado, la multitud lo recibió con su caos habitual. Los puestos de antigüedades, ropa usada, y discos envinados ofrecían una variedad de objetos curiosos, pero lo que realmente captó su atención fue un chico con un aire de confusión que paseaba por allí. Diego, con su habilidad para leer a las personas, notó rápidamente que el chico no era de allí. A pesar de su intento por parecer desinteresado, Diego vio que algo en el chico parecía… perdido.
Con una sonrisa pícara, se acercó, dejando que sus pasos resonaran sobre el suelo de cemento mientras se dirigía directamente hacia él. No estaba seguro de qué quería lograr, pero algo dentro de él le decía que debía conocer a ese chico. Fue entonces cuando, sin querer, chocó con él, haciéndolo tambalear. Diego vio cómo el chico, con su mirada furtiva y algo incómoda, intentaba recomponerse.
Diego
Diego
¡Vaya! ¿Todo bien, chico cómic? —dijo Diego, con tono despreocupado, mientras veía cómo el chico se levantaba rápidamente.
La respuesta del chico fue exactamente lo que esperaba: una actitud cerrada, como si intentara alejarse de cualquier posible conversación. Pero Diego no iba a rendirse tan fácilmente.
Diego
Diego
¿Te gustan los cómics? —preguntó mientras sonreía. Aquel chico tenía algo que lo intrigaba, una especie de misterio que lo hacía querer seguir adelante con la conversación. Diego decidió aprovechar esa chispa de curiosidad que sentía por él.
El chico, a pesar de lo incómodo que parecía, reaccionó como muchos lo harían: intentando cortar la conversación lo más rápido posible. Pero, como siempre, Diego no se iba a dejar intimidar. La diversión que encontraba en desafiar a alguien como Lucas lo mantenía interesado.
La interacción fue corta, pero Diego notó algo más profundo. Aunque Lucas intentaba mantener la guardia alta, había algo en su rostro, en su postura, que sugería que tal vez, solo tal vez, podía ser más de lo que dejaba ver.
Días después... Esa noche, Diego se metió en su apartamento después de un largo día de trabajo, pero no pensó en descansar. Algo le decía que debía hacer algo diferente, algo más radical. Recordó a Lucas, a ese chico de actitud reservada que había encontrado en el mercado. Aún no comprendía qué era lo que lo atraía, pero estaba decidido a descubrirlo.
Fue entonces cuando decidió hacerse las rastas. Había pensado en esto durante un par de semanas, pero nunca encontró el momento adecuado. Sin embargo, esa tarde, algo en su interior le decía que debía hacerlo. Llamó a su amigo para que lo ayudara con el proceso, y así, con paciencia, sus rizos desordenados comenzaron a transformarse en las rastas que le daban un aire más maduro y seguro.
Al día siguiente, con el cabello ya arreglado y una sonrisa traviesa en el rostro, salió a caminar. El destino lo llevó, casi por accidente, de vuelta al mismo mercado donde había conocido a Lucas. No lo buscaba intencionadamente, pero sentía que tenía que cruzarse nuevamente con él.
Quizás, pensó Diego mientras se apoyaba en la pared, hoy sería el día en que podría averiguar más sobre el chico que, aunque trató de esconderlo, le había dejado una impresión.
Cuando lo vio a lo lejos, caminando por la acera, el corazón de Diego dio un pequeño salto. Sin pensarlo demasiado, se recargó contra la pared, cruzando los brazos y dejando que sus rastas se movieran al ritmo del viento. Esperaba, casi con anticipación, el momento en que sus miradas se encontrarían nuevamente.
Y allí estaba. Lucas, el chico tímido con una gran fachada, caminaba directamente hacia él. Diego sonrió con confianza, dejando que su presencia fuera notada.
Lucas
Lucas
—¿Otra vez tú? —dijo Lucas, con una expresión que no podía ocultar su sorpresa.
Con una sonrisa coqueta, Diego se incorporó de la pared, dando un paso hacia él. No podía perder la oportunidad de jugar un poco con la situación, sobre todo porque parecía que Lucas, aunque un tanto gruñón, no podía evitar sentirse atraído por su energía.
Diego
Diego
—¿Me extrañaste? —dijo Diego, cruzando un brazo sobre su pecho y dejando que sus rastas se movieran con suavidad. Sus ojos brillaban con diversión, pero también con una pizca de desafío.
Lucas frunció el ceño, claramente incómodo, pero Diego sabía que esa incomodidad era solo el principio. A los chicos como Lucas, los difíciles de alcanzar, Diego los encontraba irresistibles. Y él sabía perfectamente cómo hacerlos perder esa barrera de actitud.
Lucas
Lucas
—¿Qué haces aquí? —preguntó Lucas, mirando alrededor como si esperara que Diego desapareciera entre la multitud.
Diego
Diego
—¿Qué hago? —repitió Diego, riendo suavemente. Se acercó un poco más, disfrutando de la reacción de Lucas, que claramente no estaba preparado para esa cercanía. Diego no podía resistirse a la tentación de jugar con él.
Diego
Diego
—¿No lo ves? Estoy esperando que te unas a mí, porque sé que, a pesar de que pretendes estar incómodo, te estoy haciendo pensar.
Lucas, visiblemente rojo, apartó la mirada, pero Diego podía ver la pequeña chispa de conflicto en su rostro. Sabía que Lucas no quería admitir que se sentía atraído por él, pero no se podía engañar a alguien como Diego, que entendía esas pequeñas señales.
Diego
Diego
—¿Por qué tan serio? —Diego preguntó suavemente, acercándose aún más, hasta quedar a una distancia en la que Lucas podía sentir su presencia más intensamente.
Diego
Diego
—¿No te gusta que te haga sonrojar?
Lucas no sabía cómo responder. En realidad, lo que Diego decía lo hacía sentirse raro, pero al mismo tiempo, una parte de él estaba… intrigado.
Diego aprovechó la pausa en la conversación para lanzar una mirada profunda a Lucas, dejando que sus ojos se quedaran un segundo más de lo necesario.
Diego
Diego
—¿Sabes? —dijo Diego con voz más baja, como si compartiera un secreto—. Siempre he tenido una debilidad por los chicos como tú. Los que se hacen los duros, pero en el fondo… están buscando algo más.
Lucas, completamente desconcertado, se quedó en silencio, sin saber si Diego hablaba en serio o si todo esto era solo una broma más. La cercanía de Diego lo tenía completamente desorientado. La forma en que sonreía, como si estuviera disfrutando de cada momento, solo lo ponía más nervioso.
Lucas
Lucas
—Yo no… —Lucas comenzó a decir, pero no pudo terminar la frase.
Diego no podía resistir la tentación de seguir jugando. Dio un paso atrás, solo para observar mejor la reacción de Lucas. En su rostro se notaba que, aunque intentaba mantener una fachada, algo se estaba rompiendo.
Diego
Diego
—No digas nada —interrumpió Diego con suavidad, mirando fijamente a Lucas—. A veces las palabras no hacen falta, ¿verdad? El silencio puede decir más de lo que imaginas.
Lucas abrió la boca, como si intentara defenderse o quizás alejarse de la conversación. Pero algo en la intensidad de la mirada de Diego lo detuvo. Era como si, por un segundo, el tiempo se detuviera y Lucas estuviera atrapado entre su propia incomodidad y algo mucho más complicado, algo que no podía describir.
Diego
Diego
—Lo que quiero decir es que, aunque no quieras admitirlo, hay algo en ti que me gusta —dijo Diego, acercándose un poco más, pero sin invadir su espacio personal, al menos no todavía. Su tono era suave, pero firme, como si estuviera seguro de lo que decía—. Y sé que también lo sientes, aunque no lo digas.
Lucas se sintió como si su respiración se hubiera detenido por un segundo. No podía entender cómo Diego podía ser tan directo y, al mismo tiempo, tan cautivador. Pero lo que más lo desconcertaba era cómo las palabras de Diego parecían ir más allá de lo físico, tocando algo mucho más profundo, algo que Lucas no quería admitir.
Lucas
Lucas
—No me hagas esto —murmuró Lucas, casi como si se hablara a sí mismo.
Diego sonrió aún más, disfrutando del caos que había provocado en la mente de Lucas. Sabía que lo había alcanzado. Sabía que, aunque Lucas intentara negarlo, ya había comenzado a caer en su juego.
Diego
Diego
—Te lo dije, chico duro —dijo Diego con una sonrisa traviesa—. No puedes esconder lo que realmente sientes. No cuando yo estoy cerca.
Lucas suspiró, sintiéndose derrotado, pero de una manera que no podía explicar. No quería admitirlo, pero algo en la forma en que Diego hablaba, en cómo jugaba con él, estaba comenzando a desarmarlo.
Diego, notando la lucha interna en los ojos de Lucas, se alejó un paso, pero no sin antes lanzarle una mirada profunda, dejando claro que este juego aún no había terminado.
Diego
Diego
—Nos vemos, Lucas —dijo con una sonrisa enigmática, mientras comenzaba a caminar de vuelta hacia el mercado. Pero antes de irse, se detuvo un segundo, volteándose hacia él. —Y no olvides que, si alguna vez decides dejar de ser tan terco, sabes dónde encontrarme.
Lucas se quedó mirando cómo Diego se alejaba, el corazón latiendo rápido en su pecho, sin saber qué hacer con todo lo que acababa de pasar.

Download MangaToon APP on App Store and Google Play

novel PDF download
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play