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Traicionada

1. El campo de orquídeas

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Huimang camina despacio por lo que ha quedado del campo de batalla, la mayoría son cadáveres del ejército enemigo, le hiere ver algunos de su propio ejército, cierra cada uno de sus ojos y guarda un objeto para llevar a su familiares; empuña la espada y aunque su cuerpo le duele hasta cuando respira, sabe que tiene que seguir adelante; han sido días de lucha férrea, su ropa está manchada de sangre de tantos que se mezclan con la suya.

- "Estamos cerca de Pallango, Su Majestad", le dice Lord Chien, su leal general que la ha acompañado en todo este viaje, admirando la determinación de una mujer que no llega ni a los veinte años.

- "Insiste en llamarme Su Majestad, cuando mi esposo está muerto y mi cuñado me quitó ese derecho", comenta con amargura Huimang.

- "Usted siempre será para mí la reina de Pallango, y recuperaremos su corona, cueste lo que cueste; ¿o acaso piensa rendirse cuando estamos tan cerca de lograrlo?", expresó con convicción Lord Chien.

- "Jamás. He soportado todo lo que me han lanzado, he agachado la cabeza para sobrevivir tanto tiempo, estoy agotada de ello, así que viviré como la reina que no pudieron callar o moriré con honor intentando hasta el último suspiro recuperar mi reino", afirmó Huimang, tenía la férrea convicción de hacer pagar a los culpables cada una de sus lágrimas, cada gota de sangre derramada.

El viento levanta el descuidado cabello negro cuál noche oscura que posee Huimang, el fragor de las batallas constantes no le dan tiempo para el delicado proceso de resaltar la belleza. Ella era una mujer cautivante, con una mirada que traspasaba el alma, con esos ojos que combinan con el ébano.

El sonido de las hojas al ser pisadas por ella y el ejército que la acompaña, rompe el silencio de la desolación; la guerra por tomar la corona de Pallango, le había arrebatado a sus padres adoptivos, a su mejor amiga y al esposo que no escogió y hasta detestó, pero que la rescató de la propia muerte, le debía recuperar el reino y proteger a su gente.

Cuando se acercan más a Pallango, pasan por un campo de orquídeas, el aroma de las flores llevan a Huimang al pasado. Hace dos años, ella estaba en aquel campo de orquídeas, acomodando las flores que su madre adoptiva había pedido para que lleven a la pequeña florería que tenían en el pueblo; mientras acomodaba en su carreta las últimas orquídeas, un carruaje pasó a toda velocidad y casi la arrolló; metros más adelante el carruaje se detuvo y una pareja de jóvenes se bajó, Huimang pensando que se iban a disculpar se quedó de pie para escucharlos, aunque estaba molesta, creyó que sería suficiente una disculpa después de todo afortunadamente no había resultado herida.

- "Eres una idiota, nuestros caballos se pudieron lastimar, fíjate por dónde caminas muchacha de porquería", dijo Lord Kerow con bastante desdén.

Huimang no entendió la actitud del joven caballero, ella iba caminando por el lugar correcto, si el carruaje no hubiese ido a tal excesiva velocidad, nada hubiese ocurrido.

- "Si fueran a la velocidad adecuada, no hubiese habido problemas, pude haber resultado herida", respondió Huimang sin poder refrenar su impulso contestatario tan natural que ya le había causado varios problemas.

- "Atrevida mugrosa", respondió con cólera Lord Kerow con toda intención de golpear a la muchacha.

- "¡No pierdas tiempo en tonterías!", exclamó Lady Czuly, "Aún nos falta mucho para llegar a Boron, no me quiero perder la boda del príncipe Leven y esa tal Lady Linda, quiero saber si en verdad es tan linda como dicen", continuó diciendo la prometida del príncipe Khwan, el tercer hijo del rey de Pallango.

- "Tienes suerte de que estemos ocupados", dijo el hermano de Lady Czuly.

Los jóvenes hijos del duque de Leeya, se apresuraron en subir al carruaje, Huimang estaba indignada de como la trataron, más nada podía hacer solo seguir su camino.

Cuando llegó a la florería, arregló habilidosamente las flores, resaltaban en todo el lugar; la anciana mujer que llama madre le agradeció, la había encontrado hace casi 18 años siendo una bebé abandonada a su suerte en medio de la carretera, envuelta en tantos trapos que parecía la querían muerta; no hubo nunca señales de que alguien la buscara, y esa anciana mujer y su esposo sin hijos, la criaron con mucho amor, aunque sin muchas cosas que ofrecerle.

- "Voy a casa a preparar la comida, cuando todo esté listo se las traeré", expresó Huimang, saliendo rápidamente de la florería.

En el camino, un joven de unos veinte años se le acercó y le tapó los ojos, ella al tocar sus manos, sonrió y volteó para darle un abrazo.

- "Ya estás de regreso, cariño", expresó emocionada Huimang.

- "Te extrañé", dijo Minwo, el novio de Huimang, aunque mirando alrededor preguntándose si alguien lo seguía.

- "¿Ocurre algo?", consultó Huimang.

- "Nada, solo que me gustaría que me acompañaras mañana en la tarde, a la residencia del duque de Song, para un trabajo de jardinería, nos van a pagar bien", comentó Minwo.

- "Grandioso, en verdad necesito ese dinero", respondió emocionada Huimang.

- "Perfecto entonces", afirmó Minwo, sabía que ella no le iba a pedir ningún detalle, porque confiaba plenamente en él.

Ambos se despiden con un tierno beso, Huimang avanzó unos metros cuando se escuchó el sonido de los caballos galopando y la trompeta; todos en el pueblo se detuvieron e hicieron una reverencia. Estaba pasando el príncipe Khwan después de un viaje de cacería, todos agacharon la cabeza, su mirada fue siempre tan severa que pareció atravesar el alma, y nunca expresaba emoción en el rostro por eso no había forma de saber qué pensaba.

Ya en el presente mientras mira el campo de orquídeas, Huimang se pregunta si hubiese sido más desconfiada y cuestionaba a Minwo sobre el real trabajo que iban a hacer en el ducado de Song tal vez su destino hubiese sido diferente al actual. Esa tarde que vio pasar al tercer hijo del rey de Pallango jamás se hubiese imaginado que se convertiría en su esposa y que su vida cambiaría tanto, que hoy la obliga a estar envuelta en una guerra que le devuelva la corona que nunca hubiese querido tener.

2. Traicionada por unas joyas

En Susumira, un reino bastante distante de Pallango, su rey está tratando de salvar la vida de un hombre que encontró en lo profundo del abismo, lugar dónde él busca unas plantas especiales que le ayudan a mantenerse controlado de un hechizo que lo viene atormentado durante años.

- "Estamos haciendo todo lo posible por salvarle la vida; si supera está noche, quizás tengamos suerte; pero está irreconocible. ¿Por qué no le pide a la princesa Majic que lo cure?", expresó su Canciller de Salud.

- "Tiene la marca del reino de Pallango, pero aún tiene mucha energía de los Senmorta, él tiene que resistir por su propia fuerza y recobrar la conciencia, si no lo hace la princesa Majic absorberá esa energía negativa y con el enigma rojo activado, podría salirse de control, el príncipe Josag está en Fontana no habría quien contenga tanto poder. Si él resiste, mi hija podrá reconstruir la piel quemada, pero no puedo arriesgarla antes", afirmó el rey Carpio.

Solo quedaba esperar, si todo salía bien podría ganar un aliado poderoso, estaba seguro de que era el rey Khwan que todos creían muerto; a diferencia de los demás reinos que heredaba la corona el mayor de los hijos, en Pallango lo heredaba aquel que el rey anterior había designado, y su padre lo había escogido, lo que causó la molestia de su hermano mayor; la juventud en un rey era muy mal visto en Hurmaya, pero la historia de todos los reinos iba a cambiar muy pronto, y jóvenes reyes tendrían que tomar las decisiones más difíciles de la historia.

Hace dos años, el tercer hijo del rey de Pallango regresaba de una supuesta cacería, pero lo que estaba haciendo era conseguir pruebas para demostrar que su hermano mayor estaba contrabandeando armas con la reina de Boron, y lo peor de todo estaba teniendo una aventura con ella; si el monarca de aquel reino lo descubría tal vez se involucrarían en una guerra por mancillar el honor de su corona; sabía que su hermano le interesaba muy poco lo que sucediera con el pueblo, era mayoritariamente un incompetente.

- "Padre, tienes que detener esto ahora, él cree que puede hacer lo que quiera sin importar las consecuencias de sus actos", expresó indignado el príncipe Khwan.

- "¿Por qué crees que contrabandea? Porque he cerrado todas sus fuentes de ingreso, ¿meto a prisión a mi hijo?; lamentablemente es el heredero a la corona; ya que no puedo anunciarte a ti, porque aún no te has casado. Tienes una prometida, pero estás dándole de larga en el asunto de la boda", expresó el rey de Pallango con molestia.

- "Una prometida escogida por el Consejo Real, que no sería más que una espía del duque de Leeya, dándole más poder; además de ser superficial y soberbia, para nada un material de una reina digna que me ayude a mi propósito", manifestó el príncipe Khwan, dando un puñetazo en el escritorio.

- "Entonces busca a otra, que puedas controlar que sea adecuada para ser reina, que sea pronto, y sobre lo que indique el Consejo Real apoyaré tu matrimonio; mientras tanto ya no tengo más ideas para detener a tu hermano", expresó el rey de Pallango, retirándose del Despacho.

El príncipe Khwan detestaba la idea de casarse para poder ser digno al trono; conocía a cada doncella de Pallango, algunas demasiado dulces y sumisas que terminarían asustadas de su accionar y no tenía intención ni tiempo de tener cuidado en su trato y encima cuidarlas con tantas cosas que tenía que preocuparse; otro grupo de damas eran superficiales, egoístas o caprichosas, en fin todos los pretextos que podría encontrar.

Aquella tarde, el príncipe Khwan fue a reunirse con el duque de Song, no había tenido tiempo de avisarle, las puertas estaban extrañamente abiertas y sin custodia, el joven príncipe avanzó; en medio del jardín los guardias habían rodeado a una joven mujer; tenía los ojos de color negro y rasgados, los labios cerezas carnosos llamaron su atención, tenía en las mejillas las marcas de algunas fuertes bofetadas, temblaba cuando los guardias lograron sostenerla y por orden del duque la llevaban a rastras a la mazmorra, mientras gritaba que era inocente, aún en tal situación esa muchacha parecía no rendirse.

Cuando el duque de Song se percató de la presencia del príncipe se acercó a él, a darle los saludos protocolares.

- "¿Quién es?, ¿Por qué se la llevan?", preguntó el príncipe Khwan, sin expresión en el rostro.

- "Contraté a un grupo de personas para arreglar el jardín y pongan las nuevas plantas que he traído desde Fontana, era para que vengan mañana, pero hoy llegaron ella con un muchacho, según le dijeron al mayordomo porque iban a adelantar el trabajo; pero resulta que son unos impostores, no sé cómo llegaron a meterse a la casa, y han robado las joyas de mis hijas, esa muchacha tenía un par de aretes en su alforja y el muchacho que la acompañaba ha desaparecido. La detendré hasta que atrapen a ese granuja. Delincuentes, cada vez empiezan más jóvenes", expresó indignado el duque.

- "No cabe la posibilidad de que el muchacho la haya implicado y ella sea inocente, realmente parecía sincera", comentó el príncipe Khwan.

- "Todos ellos son iguales, sin educación y sin valores, uno debe mantenerlos siempre a raya", expresó con desdén el duque, "¿qué lo trae por acá, Su Alteza?, continuó preguntando.

- "Venía a ver los caballos que quería comprar", improviso el príncipe, su amigo Lord Chien le había comentado que las hijas del duque de Song solían ser muchachas prudentes, pero al escuchar el pensamiento del padre lo hizo dudar, así que cambio de plan inmediatamente.

Por otro lado, los guardias aventaron a Huimang a la mazmorra, lastimó sus rodillas al caer pesadamente, se abrazó a ellas y se puso a llorar; tenía planes de casarse con Minwo, confiaba en él, pero la habia usado como pantalla mientras él se introducía en la propiedad y robaba las joyas, para luego huir, dejando en su alforja dos aretes sin que se diera cuenta, y terminara siendo acusada injustamente; amaba a ese hombre pero la había traicionada de la peor manera, si aquellas joyas no aparecían y ella era sentenciada culpable, le esperaba la horca; en Pallango el robo era castigado al igual que un asesinato; y el hombre que había jurado amarla la había abandonado a su suerte.

3. Propuesta de matrimonio

Huimang calienta su cuerpo al pie de la fogata que han encendido en la montaña en que se ocultan para preparar el ataque que realizarán contra el príncipe Bupae, que traicionando a su hermano y a la voluntad de su padre los atacó a traición, aunque lograron escapar los persiguió de manera brutal.

En la última pelea, el príncipe Khwan recibió un ataque mortal que le permitió a ella escapar, después de que su amigo Lord Chien iniciará una busqueda y lograra encontrarla, decidida a vengarse logró reunir a un ejército, ella ha usado el oro que logró esconder en secreto para sustentar los gastos de tremenda campaña.

El príncipe Bupae subestimó a la esposa de su hermano, lo ha obligado a replegarse en el palacio de Pullango como su último bastión para defenderse, Huimang está decidida a no tener piedad, ese hombre le ha quitado todo lo valioso que tenía, no va a dejar que se salga con la suya.

Pese al calor de la fogata, siente el viento frío de la montaña, que le recuerda la sensación helada en aquella mazmorra del ducado de Song; pasó tres noches encerrada en ella no le dieron con que abrigarse, ni tampoco comida, ni sabía cómo estaban sus padres adoptivos, ella siempre les preparaba la comida y les encendía la chimenea, estaba muy preocupada por ellos, quien los cuidaría sino tienen quien más los pueda atender.

Pensaba en eso cuando escuchó los pasos de los guardias, preguntó insistentemente a dónde la llevaban y cuándo vería al juez, pero nadie le daba una respuesta, la luminosidad del día hirió sus ojos que habían estado en la penumbra, los guardias la lanzaron con fuerza a los pies del duque de Song, quien había ordenado no tenerle piedad.

- “No logramos encontrar a tu cómplice, tenemos tres días buscándolo y ha desaparecido. Dudo que lo tengas, pero debo preguntar antes de llevarte a la prisión, ¿tienes cómo pagarme esas joyas?”, preguntó con soberbia el duque de Song.

- “Su excelencia, soy inocente, no sabía lo que Minwo pensaba hacer, no tengo el dinero, pero trabajaré muy duro para devolverle, deme tiempo por favor”, suplicó Huimang.

- “Ni trabajando hasta anciana alguien como tú podría devolverme el valor de las joyas”, dijo el duque de Song, mientras reía con sorna.

El anuncio de la presencia del príncipe Khwan se escuchó en el patio, la reverencia de los presentes no se hizo esperar.

- “Pagaré la deuda de la muchacha”, dijo el príncipe Khwan con profunda y gruesa voz, sin expresión en el rostro.

Escuchar ello sorprendió a todos especialmente a Huimang, ella no pudo evitar mirar al príncipe fijamente, aquella fue la primera vez que lo hizo de esa manera, se quedó grabado en su recuerdo los bellos y fríos ojos negros, mandíbula perfectamente delineada y labios carnosos, definitivamente era el hombre más apuesto que había visto; sin embargo, cuando sus miradas se encontraron un frío helado recorrió todo su cuerpo.

- “¿Pagar su deuda Alteza?”, preguntó sorprendido el duque.

- “Sí, ¿no me escuchó?, (haciendo una señal a uno de su sequito para que le entregue una bolsa con monedas de oro) creo que encontrará suficiente el pago. (Dirigiéndose a dos damas de su corte) lleven a la señorita al carruaje y hagan lo que les indiqué”, manifestó el príncipe Khwan sin emoción alguna.

- “Sí, Su Alteza”, afirmaron las damas al unísono.

Huimang no entendía lo que ocurría, hubiese querido negarse, pero durante tres días no había recibido alimento alguno y estaba debilitada, las damas de la corte la ayudaron a caminar y a subir al carruaje.

- “Creo que debería alimentar a sus prisioneros, especialmente si aún no han recibido juicio, ni sentencia, me retiro”, comentó el príncipe Khwan, para luego subir a su corcel.

Días antes, el príncipe recibió información de lo que había estado haciendo su prometida, Lady Czuly en Boron, con pretexto de participar en la boda del príncipe Leven, con su licencioso comportamiento tenía la manera de cancelar el compromiso, pero necesitaba una mujer con quien comprometerse, alguien que no resultara una amenaza para sus planes, sino fácil de controlar para él, pero no tan dócil para no dar batalla a los sinvergüenzas de la familia real.

Así que le pidió a su asistente investigar sobre la muchacha que tenía prisionera el duque de Song, logró averiguar que su nombre era Huimang, vivía con sus ancianos padres, a quienes cuidaba con mucho esmero, vivían de la pequeña florería que tenían en el pueblo y de cualquier trabajo que consiguieran, era una muchacha amable, autodidacta y domadora de caballos; así que no era una flor delicada.

Las damas de la corte habían ayudado a bañarse y cambiarse a Huimang, todo arreglada tenía la presencia de una dama de sociedad, poseía una elegancia natural que la sorprendía; cuando vio por la ventana a sus padres adoptivos, se alegró y quiso bajar de inmediato, pero una dama de la corte la detuvo.

- “Ellos están bien, han estado en el palacete del príncipe Khwan muy bien atendidos, Su Alteza ha pedido que lo espere acá, por favor tome asiento para que le sirvan los alimentos mientras lo espera”, dijo la dama de la corte del palacete del príncipe Khwan.

- “Pero…”, se atrevió a decir Huimang.

- “El príncipe le acaba de salvar la vida, sus padres están bien mi Lady, le aconsejaría no molestar a Su Alteza”, expresó seria aquella dama de la corte.

Huimang sabía que le debía su vida al príncipe, y sus padres estaban en aquel lugar aparentemente bien cuidados; su estómago emitía sonidos que evidenciaban el hambre voraz que tenía, varios platillos se iban poniendo sobre la mesa, el aroma de los alimentos la llevaron a sentarse; habían más cubiertos de lo que estaba acostumbrada, incluso de aquellos que veía cuando acompañaba a algunas señoritas, cuando le pagaban para mantener los arreglos florales hermosos durante sus fiestas de té; igual trató de utilizarlos como los había visto usarlos a ellas.

Cuando terminó los platos fueron retirados, y el príncipe aún no llegaba, sabía que le debía la vida, pero estaba siendo muy descortés haciéndola esperar de esa manera, cuando se animó a irse, las puertas se abrieron, y el imponente príncipe Khwan ingresó con ese mismo rostro sin emoción y con aquella mirada fría.

Él la miró, no se había equivocado, con el arreglo y la ropa adecuada, la humilde muchacha parecía una noble de cuna, así que por primera vez en mucho tiempo él sonrió, ella dio pasos atrás aquella expresión le dio más miedo que la anterior indiferencia.

- “Su Alteza Real, le agradezco que me haya ayudado, ¿porqué me encuentro en su palacete?”, preguntó Huimang.

- “Porque quiero contraer matrimonio contigo, ¿aceptas?”, respondió el príncipe Khwan.

Huimang no pudo disimular su sorpresa, acaso el tercer hijo del rey de Pullango estaba demente, como le podía pedir a una simple chica como ella matrimonio; el asombro era tal que no podía emitir palabra alguna.

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