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Mar De Mentiras

Capítulo 1: Nacimiento

(25 años atrás, en Puerto 8, zona costera del Pacífico)

En la finca del río

Guardia: Señor, nos han encontrado. Tienen muchos más hombres que nosotros. Están a dos kilómetros de aquí.

Andrés: ¿Dónde está mi mujer?

Ángela: Amor, aquí estoy.

Andrés: Sube al auto, Ángela. Nos encontraron.

Ángela: ¿Y tú qué vas a hacer?

Andrés: Ve primero, yo te alcanzaré. Te lo prometo.

Ángela: Por favor, no tardes...

Andrés hace una llamada a su madre pidiéndole refuerzos, y le informa que Ángela va camino al refugio.

Gabriela: ¡Roberto! Ve por mi hijo. Está en peligro. Lo quiero sano y salvo. Llévate la mitad de los hombres.

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En la carretera

Gabriela llama a Victoria, la madre de Ángela, quien decide ir personalmente a buscarla.

Victoria: ¡Roberto, maneja más rápido! Es la vida de mi hija la que está en peligro.

Roberto: Ya debemos estar cerca, señora.

Guardaespaldas: Son las camionetas de su madre, señora.

Ángela: ¡Estamos salvadas!

Victoria: Al fin. Detente, Roberto, y dile a los muchachos que revisen el área.

Lo que ninguna sabía era que varios francotiradores estaban escondidos en el camino.

Francotirador: (por radio) Señor, ¿cuál de las dos es el objetivo?

Señor de las Sombras: Quiero la cabeza de la dama de Victoria. Sus herederas no son importantes... por ahora.

Francotirador: Como ordene, señor.

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En la finca del río

El Señor de las Sombras, un hombre joven que cubre su rostro con una máscara roja, desciende de su vehículo junto a sus hombres.

Señor de las Sombras: Ha llegado tu día, Andrés. Al fin dejarás de estorbarme... y jamás sabrás que tu enemigo está más cerca de lo que crees. Mis guerreros, quiero al infeliz de Andrés Pantoja vivo.

Andrés sale por la puerta principal.

Andrés: Demuestra que eres hombre y pelea.

Señor de las Sombras: ¿Un don nadie como tú cree que puede ganarme? ¡Que nadie intervenga! Esto es entre él y yo.

Andrés: No eres más que un cerdo asqueroso. Violaste a veinte mujeres... algunas eran niñas de apenas quince años.

Señor de las Sombras: En mi defensa... eran hermosas. Vivíamos felices... hasta que tú las liberaste.

Andrés: Nunca me arrepentiré. Las mujeres no son objetos. Y sobre tu idea de “felicidad”, denigrar a una mujer jamás lo será.

Señor de las Sombras: Terminemos con esto... hoy.

Ambos hombres, de estatura superior a 1.85 y musculatura marcada, eran guerreros jóvenes dispuestos a morir esa noche. La lluvia empezó a caer. Andrés dio el primer golpe, directo a la mejilla derecha de su oponente. Como contraataque, el Señor de las Sombras golpeó el abdomen de Andrés con fuerza brutal. Durante cinco minutos se enfrentaron con furia, hasta que Andrés logró derribarlo.

Pero el Señor de las Sombras, cobarde, sacó una daga oculta en su media derecha. La hundió en la pantorrilla de Andrés, girándola para profundizar la herida. Andrés cayó de rodillas, y su enemigo levantó la daga dispuesto a clavársela en el cuello.

Señor de las Sombras: Este es tu final, gusano. Como gesto de cortesía, me quedaré con tu mujer... y con tu hija.

Andrés intentó levantarse, pero el dolor era insoportable. Cerró los ojos, resignado... cuando un disparo retumbó. El Señor de las Sombras cayó hacia atrás, herido en el brazo.

Al visualizar una gran cantidad de hombres acercándose, el Señor de las Sombras y sus guerreros huyeron. Se desató un tiroteo con varios muertos y heridos en ambos bandos. Los hombres de Gabriela, en superioridad numérica, los persiguieron, pero no lograron alcanzarlos. El enemigo desapareció en medio de la carretera.

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En la carretera

Victoria y Ángela bajaron de sus respectivos autos. La lluvia caía fuerte, pero Victoria sintió una extraña paz al ver los ojos café claro de su hija mayor, iguales a los del gran amor de su vida. Ángela corrió sonriente hacia los brazos de su madre... pero justo antes de llegar, un disparo atravesó su pecho.

Francotirador: ¡Maldición! Fallé. Esa mocosa se interpuso.

Roberto: ¡El infeliz está en la montaña, tráiganlo!

Victoria: ¡Ángela, mi amor, resiste! (presiona la herida)

Ángela: Madre... prométeme que cuidarás de mi familia. Trataré de resistir... hasta tener a la niña. Tengo ocho meses... confío en que Dios la salvará.

Roberto: Señora, permítame subir a la señorita al auto.

Roberto condujo a toda velocidad hacia la clínica del pueblo, seguido por los demás hombres del equipo de seguridad. Allí, el mejor amigo de Roberto, un médico, los esperaba.

Victoria tomó la mano de su hija.

Victoria: Ángela... quiero decirte algo muy importante. Sé que está mal... que una madre ame más a un hijo que a los demás... pero tú... (llorando) tú eres la persona que más he amado en mi vida.

Ángela: Te amo, madre... cuida de ellos, por favor...

Ángela perdió el conocimiento debido a la pérdida de sangre. Fue llevada al hospital y trasladada de inmediato al quirófano.

Capítulo 2.  A veces Amar significa renunciar

En la carretera

José llamó a su hermana Gabriela para informarle que su sobrino estaba herido y lo llevaba al hospital. Por su parte, Gabriela iba rumbo al hospital para saber el estado de Ángela y su nieta, e informó a José sobre la gravedad de su nuera.

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Hospital

El doctor salió del quirófano y le informó a Victoria y a Gabriel que solo había podido salvar a la niña mediante una cesárea de emergencia. Ángela murió por pérdida de sangre, y a pesar de todos los esfuerzos del personal médico, no fue posible salvarla.

La niña tenía muchas probabilidades de sobrevivir, pero debía seguir internada.

Victoria se quedó en silencio por varios minutos; solo lágrimas brotaban de sus ojos. Gabriela la abrazó automáticamente, tratando de contener las suyas. Sin darse cuenta, desde hace meses se había formado un vínculo entre la “Dama de Acero” y la “Dama de Hierro”, como eran conocidas ambas viudas por sus habilidades en los negocios y por liderar dos de las familias más importantes del país.

Una hora más tarde, llegó Roberto con sus hombres, cargando a Andrés, que estaba inconsciente. Lo subieron a una camilla y lo llevaron para atender sus heridas.

Roberto: Señoras, ¿cómo están Ángela y la niña?

Gabriela (llorando): Perdimos a Ángela.

José: Sé que todos estamos tristes, pero debemos hacer algo para proteger a la niña. No encontramos al Señor de las Sombras, y en la entrada hablé con Roberto. Me dijo que el francotirador se escapó. Todo indica que ese hombre es muy cercano a nuestras familias.

José, que había estado escuchando la conversación desde hace unos minutos, comentó su idea:

José: Hagamos pasar a la niña como hija de Mateo y María. Diremos que estaban esperando gemelos.

Ninguno de los cuatro se percató de la llegada de Andrés, que era llevado en silla de ruedas por una enfermera.

Andrés: ¿¡Qué es lo que están diciendo!? ¡Ella es mi hija! ¡No pienso dejarla! ¡Es la hija de la mujer que amo! ¡Se han vuelto locas! ¿Dónde está mi mujer?

Después de varios segundos de silencio, Roberto tomó la mano de su sobrino y le contó lo sucedido. Todo se volvió oscuro para Andrés. Por un momento pensó que era una pesadilla. Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

Gabriela: Hijo, esto es lo mejor para los dos. Eres un hombre de guerra, tu esposa acaba de morir después de una cesárea de emergencia, y fue un intento de asesinato. No tienes ni idea de quién es el Señor de las Sombras ni por qué te quiere muerto. Es más fácil defenderte solo que con una niña recién nacida.

Andrés: Eres mi madre solo de nombre. Nunca me criaste y ahora me pides que renuncie a mi hija... igual que tú lo hiciste conmigo. Los únicos gestos maternales que recuerdo de ti fueron enviar a tu hermano a criarme cuando tenía 14 años, regalarme una finca pequeña y mandar a mi tío con tus hombres a salvarme.

Victoria: Escúchame bien, mocoso. Ya fue suficiente con perder a mi hija. Ahora no voy a perder a mi nieta.

Andrés: ¿Se refiere a la hija que supuestamente envió a estudiar a Europa y que escondió durante todo su embarazo por miedo al qué dirán?

Victoria: ¿A qué madre le gustaría un simple agente con entrenamiento militar como tú para esposo de su hija?

Gabriela: Es suficiente, Victoria. ¿Necesitas que te recuerde quiénes somos?

Victoria: ¿"Somos" o "eres"? Déjame recordarte que este don nadie es el hijo que tuviste antes de tu matrimonio. Por lo tanto, no es un Díaz. La única razón por la que no lo maté después de deshonrar a mi hija es porque tú eres su madre. Y la tonta de mi hija fue capaz de enfrentarse a mí con tal de seguir con él.

Gabriel: Igual casaste a tu segunda hija con mi hijo menor, así que no digas que no te conviene que seamos familia política.

Victoria: Sí, pero repito: solo me interesa emparentar con tu hijo legítimo, no con el bastardo, hijo de un simple profesor que conociste antes de terminar la universidad.

Andrés: Les pido que por favor se vayan y me dejen en paz con mi hija.

Andrés le pidió a una enfermera que lo llevara a ver a su hija. Todavía no tenía el valor suficiente para ver el cuerpo sin vida de su amada Ángela. Su tío José lo acompañó para conocer a la niña y hablar con él a solas.

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Clínica – Pasillos

Gabriela, Roberto y Victoria caminaban por la clínica rumbo a la cafetería cuando, de repente, una de las puertas se abrió con gran fuerza y salió una niña de 15 años. Era Dilia, la hija menor de Victoria.

Dilia (llorando): ¿Qué hacen aquí?

Victoria: La pregunta es, ¿qué haces tú aquí? ¿Qué clase de hospital deja a una niña de 15 años sola por los pasillos y la deja entrar sin un acudiente? ¿Dónde está la irresponsable de tu hermana María? Se suponía que iban juntas al cumpleaños de tu amiga Laura.

Dilia: Mamá, a mi hermana se le adelantó el parto.

Gabriela y Victoria: ¡Solo tiene siete meses!

Dilia: Llegamos hace una hora. Me dejaron entrar por ser su única acompañante. Nos trajo el chófer. Mateo llegó hace unos veinte minutos, está muy nervioso, fumando afuera.

El doctor salió por la puerta.

Doctor: Señores, el feto está muerto. No pudimos hacer nada por él. Era un varón.

Gabriela (tomándolo del cuello): Escuche bien, doctor. Si quiere seguir trabajando en este pueblo, en dos horas saldrá a darle la noticia a mi hijo Mateo de que su esposa María dio a luz a una niña.

Doctor: Señora, eso va en contra de mi ética profesional. Además, ¿de dónde quiere que saque una niña viva? La única que ha nacido es su otra nieta.

Gabriela: Ella es precisamente la niña que entregaremos a Mateo y María. Mucho cuidado con decir que Andrés es mi hijo. Son muy pocas personas las que lo saben. Tampoco olvide que soy socia de esta clínica.

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Sala de Neonatos

Después de llegar a la incubadora donde estaba la niña, Jose logró convencer a Andrés de que lo mejor para su hija era esconderla y regresar por ella más adelante.

Al salir de la sala, se encontraron con Dilia, quien no comprendía del todo lo que estaba ocurriendo.

Dilia: ¿Quién es este señor? (señalando a Andrés)

Andrés: Soy el hijo mayor de la señora Gabriela.

Gabriela (sosteniéndola de los brazos): Escúchame bien, niña. A partir de ahora, estás con nosotras en esta mentira.

Victoria: Dilia, tu hermana Ángela murió hace unas horas después de una cesárea de emergencia. Le dispararon. El resultado de todo esto es que tengo una nieta viva, y el desadaptado de su padre no puede criarla. Pondría su vida en peligro.

Andrés: Ella es mi hija, no suya, vieja abusiva.

Dilia (llorando): Mi hermana estaba estudiando en Europa…

Victoria: No, mi amor. Eso fue lo que les dije para que no se enteraran del “error” de su hermana.

Gabriela: Andrés, hijo, te prometo que cuidaré a la niña como si fuera mía y le daré todo el amor que nunca te pude dar.

Victoria: Andrés, por más inútil que seas, debes reconocer que esto es lo mejor para la niña.

A veces, amar significa renunciar.

Capítulo 3.Dejando parte del corazón.

Andrés solicitó al doctor ver el cuerpo de su esposa antes de que la funeraria se la llevara. No parecía muerta, era una hermosa princesa dormida. Lloró durante varios minutos, hasta que por fin logró hablar entre sollozos.

Andrés: Ángela, eres el amor de mi vida. Te prometo que descubriré quién es el Señor de las Sombras y no descansaré hasta verlo muerto. Sobre nuestra pequeña... voy a hacer lo que nuestras madres dicen. Ya te perdí, no voy a perder a mi hija también.

Andrés sentía su corazón roto y solo pensaba en convertirse en un hombre importante, con el poder suficiente para proteger a su hija y algún día recuperarla. Le dio un último beso en la frente a su amada Ángela y salió.

Andrés informó su decisión a todos y también reveló el nombre que Ángela había elegido para su hija: Romina. Se despidió sin mirar atrás y se fue en compañía de su tío José .

Horas después, el doctor cumplió con lo acordado e informó a Mateo del nacimiento de una hija. En ese momento, Mateo estaba acompañado por Victoria y Dilia. De la emoción, los abrazó con fuerza, y entonces Victoria notó sangre en uno de sus brazos.

Victoria: ¿Qué te pasó?

Mateo: Ayer me caí de la moto y seguramente la herida se abrió de nuevo.

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Puerto (Horas después)

José ya tenía todo listo. Había hablado con su hermano mayor, un viudo que diez años atrás perdió a su esposa e hijo en un accidente. Aceptó hacer pasar a Andrés como su hijo, ya que eran familia. Le daría su apellido y toda su fortuna. Ni él ni José tenían hijos, y le parecía injusta la vida que Andrés había tenido.

Andrés: Tío, ¿tu hermano es un hombre confiable?

José: También es tu tío. Nuestra madre nos crio muy unidos. Nos alejamos cuando yo tenía 15 años, y mi madre me reveló el nombre de mi verdadero padre. Viajé hasta aquí para conocerlo y me quedé en su casa como ahijado.

José le contó su historia a su sobrino. Lo más importante era que el desgraciado de su abuelo, por miedo al "qué dirán", nunca reconoció a José ni a su hermano como hijos. En esa época conoció a su media hermana, quien tenía 11 años. Al verla tan triste y solitaria, pues su madre había muerto en el parto, no tuvo corazón para dejarla sola y a merced de ese hombre ambicioso y manipulador.

Andrés: Tío, por el afán me olvidé de despedirme de mi primo Alan. Es el único pariente que me queda por parte de mi padre. Habíamos quedado en trabajar los terrenos que mi abuelo nos dejó. Lo último que le dije fue que mi madre me regaló una finca para esconderme con Ángela y que esperábamos nuestro primer hijo.

José: Eso no será posible. Llamaré para informarle de tu "fallecimiento". Para todos, tú ibas manejando a alta velocidad y tuviste un accidente. Como resultado, tú y Ángela murieron. A partir de hoy no existes. Además, te lo he dicho varias veces: ese muchacho no es lo que parece. Te tiene envidia, pero tú confías ciegamente en él.

Andrés: Si de envidia hablamos, tu sobrinito Mateo me odia. Le dijo a medio pueblo que soy tu hijo y que he tratado de seducir a Gabriela, que es mi madre.

José: Hijo, tu hermano no sabe la verdad. Es normal que sienta celos de ti. Ante sus ojos, tú eres un desconocido por el que su madre siente aprecio.

Andrés: Tú, como siempre, defendiendo a tu sobrino, el inútil.

José: Esta conversación termina aquí. El barco está llegando al puerto. Buen viaje, hijo. Recuerda que te amo.

Aunque José nunca formó una familia y tenía dos sobrinos, Andrés era como su hijo. Haría lo que fuera por él, por su hermana y por Romina, su nueva familiar.

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Ciudad Yi

A pesar de llevar tantos años solo, Juan sintió un fuerte deseo de proteger a Andrés al escuchar su historia, y sobre todo de orientarlo. Josè le pidió el favor de organizar una cirugía plástica para Andrés la semana siguiente. Un cirujano amigo de confianza le cambiaría los rasgos faciales para hacerlo más parecido a Juan y así hacer creíble la historia para los conocidos cercanos. Siempre hay algún curioso al que le gusta averiguar lo que no debe.

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