Una ciudad en llamas resplandece en la oscuridad, y su pueblo arde junto con ella. El gemido del dolor y el crujido de dientes son sus compañeras y amantes en la noche, y la esperanza se divorció de ellos. Los abandono, así como lo hicieron la misericordia y el amor hace días. Pero uno de sus descendientes vive todavía, uno de corazón puro y noble como ninguno que allá nacido entre los hijos de los hombres... Y SU HISTORIA RECIÉN EMPIEZA.
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...Ocho Años Después:...
Una batalla feroz da inicio. Una lucha que casi cruza los límites de lo mortal se desarrolla. Y un cuerpo que sale de la arena completamente vencido se desenlaza para los espectadores.
El vencedor se enaltece a si mismo, y los espectadores lo enaltecen todavía más. El vencido se queja de su dolor y solo una de entre muchos se preocupa por su bienestar.
—¿Que pasa, Saito? ¡¿Eso es todo lo que puedes hacer después de estar tantos años aquí?! —pregunta el vencedor, su corazón lleno de ego y de deseos malignos acompañan sus palabras— ¿Cómo es posible que no puedas aguantar ni siquiera un par de golpes sin echarte al piso? ¡Eres una vergüenzas para todos nosotros!
El que yace en el suelo, cuyo nombre es Saito, agacha la cabeza con vergüenza. Su corazón solo quiere terminar con todo e irse a dormir a casa.
—¡Gard! ¡¡Ya basta!! —alza la voz una mujer de entre los jóvenes presentes— Ya ganaste. No hace falta que te comportes como un villano con tu compañero.
La mujer clavo la mirada a todos sus alumnos.
—Ya se pueden ir todos. La clase termino por hoy.
El vencedor, cuyo nombre completo era Gard Lee, se retira satisfecho con su victoria. Sus demás compañeros y amigos lo acompañan con emoción. Riéndose cada uno de ellos de su compañero caído y humillado en el suelo, refiriéndose a él como basura inútil.
Y habiéndose retirado y llendose todos a sus respectivos hogares cada uno, Saito se levanto con ayuda de la mujer, cuyo nombre completo era Esmeralda Kanzaki, su sensei.
—Saito, ¿estás bien? —Pregunto Esmeralda, preocupada.
—Estoy bien, Esmeralda-sensei —Respondió Saito, adolorido de sus costillas y sus órganos.
La sensei Sayuri noto esto, y rapidísimo le entrego una píldora de sanación de modesta calidad para que se recuperará de sus heridas.
—Toma, recupérate con esto —ordeno Kanzaki con autoridad.
Saito la tomo y la trago, y su cuerpo ya no presentó ningún tipo de dolor. Su corazón se sintió muy agradecido por esta acción.
—Gracias, sensei —agradece Saito— Es usted muy considerada.
—No me agradezcas. Soy tu sensei y eres como todos mis alumnos una gran prioridad para mí. Ve a casa y descansa bien. En unos días será el Examen de Admisión de Equipos de este año, y necesitaras estar en las mejor condición posibles para entonces.
Esmeralda lo miro fijamente, sus hermosos ojos color esmeralda brillaran con emoción.
—Soportaste muy bien las palizas hasta ahora. Ya no necesitaras contenerte más. Sorprende a todos tus compañeros en los exámenes tal y como lo planeamos hace años.
Saito sonrió de la emoción por esto y le agradeció sinceramente a su sensei por toda la ayuda que le dió hasta ahora y en el pasado también. Y una vez que Kanzaki le despidió, Saito se fue contento a su casa. Emocionado por demostrarles a todos lo que realmente podía hacer.
La mujer lo vio marcharse con alegría, y entonces se percató de la presencia de un viejo amigo suyo, quién también sonreía viendo al joven irse a lo lejos.
—Buenas tardes, Esmeralda—saludo el hombre con naturalidad—. Hace tiempo que no nos vemos. ¿Cómo estás?
Este hombre es Osamu Okamoto. Director de la Academia Hormiga y un maestro elemental famoso por alcanzar el rango B en la maestría con el rayo.
—Hola Osamu —Saludo Esmeralda—, un gusto verte. ¿También viniste a ver el desempeño de Saito como siempre lo haces?
—Si, es un chico que sin duda llegará a ser una sorpresa para todos aquí. Ya espero que sea los exámenes y ver qué tanto se a fortalecido en estos seis años que estuvo aquí.
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Piernas jóvenes destellan de una energía eléctrica brillante y vuelan a una velocidad tan grande que para algunos pasa su señor como un borrón azul.
Saito, con una gran sonrisa, da un salto de cinco vueltas hacia el cielo hasta aterrizar con elegancia sobre un barco estacionado en la bahía de un enorme y basto mar.
Este mar era llamado Mar Dulce, por qué sus aguas son conocidos por todos como dulces en contraste con las saladas.
Y al escuchar que alguien aterrizó en su barco y viendo quién era, un anciano no más de 60 años miró a su joven ayudante con gran ánimo y alegría.
—Saito, ya llegaste —Saludo el hombre mayor—. ¿Cómo te fue en la academia?
El nombre de este hombre es Yamato Kimura, el único pescador de esa bahía junto a Saito, su ayudante.
—Hola, señor Yamato —saludo Saito cortésmente—. Me fue... cómo siempre, pero sin huesos rotos está vez.
Yamato asintió en compresión al ver los moretones en la cara del chico, y le pregunto seriamente si se encontraba bien, pero este lo tranquilizó al informarle que Midori le dió una pastilla de sanación para aliviar el dolor, lo que tranquilizó un poco.
De repente, Yamato sintió un dolor muy fuerte en la espalda y se sentó en una caja de madera. Quejándose mucho de su intenso dolor.
—¡Señor Yamato, ¿esta usted bien?! —pregunto Saito, angustiado en gran manera.
—Si, estoy bien —Respondió Yamato, muy adolorido—. Necesito descansar. Es triste que ya no este en mis mejores días.
Yamato miró a quién consideraba su pequeño hijo mirándolo a él con genuina preocupación por su bienestar.
—Saito, necesito que hagas algo por mí.
—Que necesita que haga —pregunto ansioso el menor.
—Quiero que lleves estás bolsas de peses que pesque al restaurante de Izumi. Y con el dinero que te dé por los peses, ve a una tienda en el centro de la ciudad y comprá medicamentos para el dolor si no es mucha molestia para ti.
Saito no se lo pensó dos veces y recogió las cuatro bolsas llenas de peces en sus hombros con la intención de llevarlos al restaurante de su amiga de la infancia.
—Vaya a descansar, señor Yamato —ordeno Saito—. Yo me encargo de esto. Me aseguraré de ir y volver lo más rápido posible. No tardó.
Y sin más, se echó a correr a toda velocidad.
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Su cuerpo, más grande y fuerte que cuando tenía seis años, reflejaba el resultado de ocho años de trabajo en la pesca y su entrenamiento en la academia para convertirse en maestro elemental profesional. Su principal fortaleza era la velocidad, y lo demostró al llegar al restaurante en tiempo récord: apenas un minuto.
Agotado tras la carrera, Saito entró al establecimiento y sus ojos se encontraron con una mujer de belleza serena. No parecía tener más de veinticuatro años. Su cabello negro lacio caía con elegancia, y sus ojos oscuros transmitían una mirada profunda. Vestía un sencillo pero impecable vestido negro con mangas largas arremangadas, sandalias de madera y un delantal blanco con la imagen de un pez dibujado en el centro.
En ese momento, ella terminaba de atender a un cliente que pasó junto a Saito con el ceño fruncido y una expresión de evidente enojo. Sin decir palabra, el hombre salió del restaurante y se perdió entre la multitud.
Cuando el cliente finalmente se marchó, Izumi dirigió su mirada hacia la puerta y, al reconocer a su visitante, una sonrisa radiante apareció en su rostro.
—¡Saito! Qué gusto verte por aquí. ¿A qué se debe tu visita?
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...Hace Ocho Años:...
Después de treinta minutos de caminata, un joven Saito de 6 años llegó ante un modesto restaurante con un gran letrero que decía "Chacos", acompañado de la imagen de un pez. Desde afuera, el local parecía pequeño, y al entrar, comprobó que los muebles, aunque gastados y envejecidos por los años, estaban sorprendentemente bien cuidados. A pesar de la falta de mantenimiento evidente, el lugar tenía cierto encanto rústico.
Se acercó al mostrador, dispuesto a entregar el encargo, cuando de repente, una joven emergió de detrás de la recepción cargando una bolsa de harina. Su repentina aparición lo tomó por sorpresa, haciéndolo dar un paso atrás.
La chica, de aproximadamente dieciséis años, tenía el cabello negro y los ojos igualmente oscuros. Su piel clara y tersa reflejaba un cuidado meticuloso, y su porte desprendía una mezcla de sencillez y gracia. Vestía un uniforme de trabajo compuesto por un vestido negro y una bata blanca ceñida a la cintura, adornada con el emblema del restaurante: la figura de un pez.
La joven misteriosa dejó la bolsa de harina sobre el mostrador y, al levantar la vista, notó la presencia de un niño pequeño que la observaba con una mezcla de asombro y timidez. Su expresión de susto, contrastada con las dos bolsas blancas que sostenía con ambas manos, le pareció enternecedora.
Una sonrisa cálida se dibujó en su hermoso rostro antes de inclinarse ligeramente hacia él.
—¡Pero qué niño tan adorable! —exclamó con dulzura—. Nunca te había visto por aquí. ¿Te mudaste recientemente? ¿Quiénes son tus padres? ¿Dónde vives? ¿Cuál es tu nombre? ¿Tienes novia?
Saito quedó paralizado ante la ráfaga de preguntas. No sabía cuál responder primero, así que optó por las más esenciales.
—Lo siento, pero… no sé de dónde vengo ni quién soy. Solo vine a entregar esto que me pidió un señor llamado Yamato Kimura.
La sorpresa se reflejó en los ojos de la joven. Un niño sin recuerdos de su origen le parecía desconcertante, pero lo que más le llamó la atención fue el hecho de que Yamato lo hubiera enviado hasta su restaurante. Ese hombre no solía confiar en nadie, mucho menos en un niño tan pequeño e indefenso. ¿Quién era realmente este chico?
"¿Será su nieto?" —pensó ella, frunciendo ligeramente el ceño—. "No lo creo… Yamato nunca tuvo hijos, que yo sepa. Quizás solo sea un niño que se ofreció a ayudarlo por dinero o algo similar."
Aún intrigada, la joven decidió hacer otra pregunta.
—¿Recuerdas al menos tu nombre o apellido?
El pequeño asintió.
—No recuerdo mi apellido… pero mi nombre es Saito. Así que, si quieres, llámame así.
La joven sonrió con ternura.
—Saito, ¿eh? Encantada de conocerte. Mi nombre es Izumi Izusuki.
El niño la observó con más detenimiento y, por primera vez, notó lo hermosa que era. Sus mejillas ardieron levemente, pero logró contener el rubor con gran esfuerzo.
Izumi retomó la conversación con una expresión amable.
—Entonces, viniste a entregar un recado en nombre de Yamato… ¿Eres su hijo o algún pariente suyo?
Saito negó con la cabeza.
—No, solo me pidió que trajera esto.
Dicho esto, levantó las bolsas que le había dado Yamato y se las mostró a Izumi. Ella las tomó y, al abrirlas, vio que contenían pescado fresco, aún conservando su brillo natural y sin ningún rastro de mal olor.
—Como siempre, de excelente calidad —comentó con una leve sonrisa.
Acto seguido, sacó una pequeña bolsa del mostrador y se la entregó al niño.
—Dásela a Yamato y dile que, como siempre, agradezco su mercancía.
Saito asintió y se giró para marcharse, pero antes de cruzar la puerta, Izumi lo detuvo con un comentario inesperado.
—Espero verte más seguido, Saito. Hace tiempo que no veía a un niño tan encantador como tú por estos lares.
El pequeño se giró con una sonrisa sincera.
—Yo también lo espero.
Izumi lo contempló en silencio por un momento antes de añadir, con una expresión juguetona:
—Ahora que te observo mejor… Para ser tan joven, eres bastante lindo y adorable. Tanto que me dan ganas de saltar el mostrador y comerte a besos.
Lo dijo con un tono pícaro, solo para molestarlo, esperando verlo avergonzado. Pero la respuesta de Saito la tomó por sorpresa.
—Si una jovencita tan hermosa como usted hiciera eso… no tendría ninguna objeción.
Izumi se quedó boquiabierta, sintiendo un leve calor subir a sus mejillas. Nadie, salvo su padre, la había elogiado con tanta naturalidad antes.
Saito, sin darle mayor importancia, le dedicó una última sonrisa antes de despedirse.
—Debo irme. Tengo que entregarle esto al señor Yamato. Cuídese mucho, señorita Izumi.
Y con esa despedida, salió del restaurante.
Izumi se quedó viéndolo marcharse, sumida en sus pensamientos.
"Qué niño tan extraño… No recuerda quién es ni de dónde viene, pero tiene la educación y elegancia de un caballero. Algo que muchos hombres hoy en día no pueden presumir. Y además… es increíblemente lindo para su edad. Seguro lo será aún más cuando crezca."
Una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios al imaginarlo unos años mayor.
"Si ese es el caso… entonces esperaré a que cumpla la mayoría de edad. Y cuando lo haga… lo haré completamente mío. ¡Y eliminaré a cualquier solterona desesperada que intente arrebatármelo!"
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...En La Actualidad:...
Saito le devolvió la sonrisa con calidez, como si estuviera viendo a una hermana mayor muy querida.
—Hola, Izumi. Te traje algo que podría interesarte.
Se acercó al mostrador y le mostró los pescados que Yamato había conseguido esa mañana. Izumi los observó con atención y, tras unos segundos, dejó escapar una exclamación de asombro.
—Vaya… Esto sí que es impresionante. Todos frescos y en gran cantidad. Digno de mi mejor proveedor.
Con una expresión satisfecha, Izumi sacó de su mostrador una pequeña bolsa del tamaño de la palma de un hombre adulto y la colocó sobre la mesa, el pago justo por la mercancía. Sin embargo, cuando Saito extendió la mano para tomarla, Izumi la detuvo con suavidad, mirándolo con una sonrisa traviesa.
—Tienes suerte, ¿sabes? Hace unos minutos, un hombre me hizo una oferta bastante tentadora. Casi la acepto… De no ser porque sabía que vendrías. Y eso significa que ahora me debes un favor. Y lo quiero cobrar en este mismo instante.
Saito arqueó una ceja, intrigado por sus palabras.
—¿Y qué favor sería ese?
Sin previo aviso, Izumi se inclinó hacia él hasta quedar peligrosamente cerca. Sus rostros estaban tan próximos que sus narices casi se rozaban. Saito sintió su aliento cálido y un inconfundible aroma a rosas invadiendo su espacio personal. Su corazón se aceleró, y un leve sonrojo comenzó a aparecer en su rostro.
—Quiero que seas mi pequeño novio —susurró con voz seductora—. Y como bono por todos los favores que te he hecho en estos ocho años, también quiero tu primer beso.
El rostro de Saito enrojeció al instante, hasta parecer un tomate maduro. No podía creer lo que acababa de escuchar.
—Izumi… —dijo, intentando recuperar la compostura—. Me agradas mucho, y aunque eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida, no tengo tiempo para cosas como esa. Tengo mucho trabajo y responsabilidades que atender. Además…
Hizo una pausa y la miró con seriedad.
—Estoy reservando mi primer beso para la mujer con la que me casaré algún día. Así que lo siento, pero no puedo aceptar tu favor, ni siquiera por ti.
Izumi lo miró fijamente, pero antes de que pudiera responder, Saito añadió con los brazos cruzados y con firmeza:
—Además, salir con un menor de edad es ilegal. Así que,Llamaré a la policía
Al instante, Izumi se alejó, soltando su mano, asustada.
—Está bien, era una broma… No eres nada divertido cuando te pones tan serio, ¿sabes? —dijo Izumi con un tierno puchero.
Saito suspiró, tomó la bolsa de pago y la guardó en su bolsillo.
—Como siempre, fue un placer hacer negocios contigo, Izumi. Pero debo irme.
Justo cuando se daba la vuelta para salir, Izumi saltó por encima del mostrador y lo abrazó por la espalda, estrechándolo con fuerza.
—Sabes… —susurró en su oído con voz juguetona—. Aunque lo haya dicho en broma, sigues debiéndome muchos favores. Y en algún momento, los cobraré uno por uno… Empezando por este.
Antes de que Saito pudiera reaccionar, sintió los labios de Izumi posarse suavemente sobre su mejilla. Fue un beso cálido y delicado, lo suficientemente intenso como para que un escalofrío recorriera su espalda.
Su cara explotó en un rojo intenso, incluso sus orejas se tornaron carmesí. Izumi se alejó lentamente y lo observó con una sonrisa burlona.
—¡Vaya, vaya! Jamás había visto unas mejillas tan sonrojadas —se rió con picardía—. Te gustó, ¿verdad?
Saito no lo admitiría en voz alta, pero en el fondo… había disfrutado el gesto más de lo que quería aceptar. El amor con el que lo hizo, junto con la calidez de sus labios, era algo que quería que durara un poco más.
Intentó recomponerse y, con su rostro aún encendido, la miró con seriedad.
—Izumi, ¿podrías soltarme? Me tengo que ir. Tengo cosas que hacer.
Izumi, lejos de obedecer, lo abrazó con más fuerza.
—¡Ni hablar! ¡Te quedarás entre mis brazos para siempre!
Saito forcejeó, pero su agarre era más fuerte de lo que esperaba. Frustrado, terminó gritando:
—¡No, en serio, Izumi, suéltame! ¡Tengo que comprar medicamentos para el señor Yamato, y luego…!
—¡Dije que no! —lo interrumpió Izumi con un tono burlón—. A menos que me des un besito, no te dejaré ir.
Saito suspiró profundamente y, en su mente, se hizo la pregunta más lógica del momento:
"¿Por qué las mujeres no pueden aceptar un 'no' por respuesta?"
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Luego de que se liberara de las garras de Izumi, Saito corrió al centro de la capital y fue a una tienda de medicinas y, con el dinero que ganó por la compra de los peses, compro medicamentos para aliviar el dolor y sanar molestías físicas de calidad modesta.
Y una vez que compro todo lo que necesitaba se disponía a irse, pero entonces percibió algo que le llamo la atención: en un rincón oscuro de un callejón de malas condiciones higiénicas, vió a una niña de su edad. Su cabello morado, salpicado de manchas negras, contrastaba con su desaliñado kimono de igual tono, que se encontraba rasgado y sucio. La niña parecía desnutrida, como si no hubiera comido en semanas.
Saito, con cautela, se acercó a ella para verificar si aún estaba viva. Al acercarse, la niña abrió los ojos lentamente, revelando un par de ojos morados, hermosos a pesar de su débil estado.
Con voz quebrada, ella le susurró:
—Por... favor... ayúdame...
Y antes de que pudiera decir más, se desplomó, desmayada por la desnutrición. Sin pensarlo, Saito la levantó con rapidez, la cargó en sus brazos y la llevó al hospital más cercano, con la esperanza de que no fuera demasiado tarde.
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Después de correr desesperadamente durante lo que parecieron horas, aunque solo fueron minutos, Saito finalmente llegó al hospital más cercano. Al entrar, urgió con desesperación para que atendieran a la niña, y rápidamente la llevaron al área médica, pero a él no se le permitió acompañarla.
Pasó una hora y media (una hora y treinta minutos), durante la cual Saito permaneció en una silla junto a la recepción, esperando noticias sobre el estado de la chica. Aunque no la conocía, no podía evitar sentirse preocupado. No deseaba que le ocurriera algo malo, y solo encontraría paz al saber que ella se encontraba fuera de peligro, habiéndose olvidado de Yamato por completo.
Las puertas se abrieron de repente, y apareció un médico de cuerpo delgado, vestido con un quimono blanco con las mangas remangadas, su rostro marcado por el cansancio y el agotamiento. Su cabello negro y alborotado no disimulaba la fatiga. Saito, sin pensarlo, se levantó de la silla casi de un salto, ansioso por saber cómo estaba la chica.
El médico, cuyo nombre era Ishikawa, le dio una noticia que alivió su corazón:
—Ella está bien. Logramos estabilizarla, y ahora está descansando. Sin embargo, debido a la grave desnutrición que sufrió, deberá reposar aquí unos días para recuperarse completamente.
Esa respuesta llenó a Saito de un alivio profundo; por fin podría marcharse en paz, sabiendo que la chica estaba fuera de peligro. Pero Ishikawa añadió algo más que dejó a Saito aún más sorprendido.
—Eres un héroe, chico. Si hubieras llegado solo una hora más tarde, probablemente no hubiera sobrevivido ni un minuto más antes de llegar a este hospital.
Saito, sorprendido por la gravedad de la situación, preguntó con una mezcla de temor y duda:
—Pero… ¿ella estará bien, verdad?
Ishikawa asintió con la cabeza.
—Así es. No tienes de qué preocuparte. Si permanece tres días aquí, su salud mejorará considerablemente. ¿Eres pariente de ella o algún amigo cercano?
Saito negó con la cabeza, explicando que no conocía a la chica. La ayudó únicamente porque ella se lo había pedido y porque no quería que muriera en ese sucio y maloliente callejón.
Ishikawa asintió, comprendiendo la situación, y luego le entregó a Saito la factura del tratamiento. Al ver la cantidad, el corazón de Saito se le hizo un nudo.
El médico, con tono calmado, le explicó:
—Dado que no eres familiar directo de la chica, no estás obligado a pagar nada. Sin embargo, considerando su estado, dudo que pueda costearlo por sí sola. Si está en tu corazón el ayudarla, puedes pagar la deuda de ella si así lo deseas.
Saito, sin dudarlo, aceptó hacerse cargo del pago en la medida de sus posibilidades, no queriendo que la chica tuviera más problemas debido a su situación económica.
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Al salir del hospital y emprender el camino de regreso al barco donde vivía, Saito no pudo dejar de pensar en la chica que había salvado. Sus ojos morados, su cabello del mismo color, su piel blanca y bien cuidada, incluso en su estado de suciedad; su ropa, aunque desgastada y rota, tenía un aire de lujo, casi real, que lo hacía preguntarse quién era realmente.
Lo que más le preocupaba, sin embargo, era la factura del hospital. A pesar de su buena voluntad, la suma era elevada, y no podía evitar dudar sobre si sería capaz de cubrirla por completo.
Tan sumido estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta de que ya había llegado al barco de Yamato. Solo lo advirtió cuando, distraído, terminó estrellando su rostro contra el costado del barco, cayendo sobre su trasero con un golpe sordo.
Saito se levantó lentamente, subiendo al barco con la vieja escalera de madera, frotándose la nariz por el dolor que aún sentía. Al llegar a la cubierta, vio a Yamato, Teruki, Izumi y su sensei, Sayuri, quienes al notarlo se acercaron rápidamente. Yamato fue el primero en llegar, su rostro reflejaba una profunda preocupación.
—¡¿Saito, donde estabas?! Te hemos buscado por toda la ciudad, pensábamos que te había pasado algo malo —exclamó, casi sin aliento.
—Sí, Saito, nos tenías muy preocupados —Izumi añadió visiblemente molesta—. Tuve que cerrar el restaurante en cuanto supe que habías desaparecido, para salir a buscarte. ¿Sabes lo que nos hiciste pasar?
—Nos tenías muy preocupados a todos —Esmeralda intervino, con el ceño fruncido y una expresión de angustia—. Cuando me preguntaron si te había visto y supe que no aparecías, me uní a ellos para encontrarte. No podíamos quedarnos tranquilos sin saber si te había ocurrido algo grave.
Teruki, con tono serio, agregó:
—Es verdad, chico. A pesar de que eres un maestro elemental casi graduado, no deberías asustarnos de esa manera. Creo que nos debes una explicación por haberte ausentado tanto.
Todos asintieron, comprendiendo el razonamiento de Teruki. Al ver que no podría escapar sin darles una explicación, Saito bajó la mirada, sintiendo la vergüenza y la culpa apoderarse de él. Con voz suave, comenzó a relatar lo sucedido: cómo había encontrado a la chica, la había ayudado y la había llevado al hospital, donde permaneció esperando noticias de su estado. Les mostró la factura del hospital como prueba de su historia, lo que sorprendió a todos, pues la cantidad era considerablemente alta.
Saito, avergonzado, susurró:
—Perdón por haberlos preocupado tanto. Es solo que no podía dejarla allí, en el hospital, sin saber si estaba viva o no... tenía que asegurarme de que estuviera bien.
El grupo, ya más tranquilo, comprendió la situación. Yamato, con una sonrisa, puso su mano sobre el hombro de Saito y le dijo, con tono reconfortante:
—No tienes que disculparte, Saito. Lo que hiciste fue admirable, algo que muy pocos harían hoy en día. Lamento si te hicimos sentir mal, pero te amamos tanto que, si algo te hubiera pasado, nos hubiera partido el corazón.
Todos asintieron, sonriendo mientras le transmitían su comprensión, dejándole claro que ya no estaban molestos con él.
Saito se sintió profundamente conmovido por las palabras de Yamato, y les agradeció sinceramente a todos por preocuparse tanto por él.
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Habían pasado tres días, y durante ese tiempo, Saito se había ocupado de varias cosas. Había logrado pagar por completo la factura del hospital gracias a la ayuda de Yamato, Izumi, Teruki y Esmeralda, quienes se unieron para asistir a la joven de cabello morado. Además, Saito la visitaba constantemente en el hospital, con la esperanza de verla despertar. Sin embargo, según el médico, la niña había sufrido demasiado debido a la desnutrición, lo que la había llevado a entrar en un coma prematuro, sin saber cuándo se recuperaría. La noticia entristeció profundamente a Saito, pero eso no lo detuvo. Continuó visitándola siempre que podía, esperando, con ansias, ver nuevamente esos hermosos ojos morados.
En paralelo, Saito se preparaba intensamente para los exámenes de admisión a los equipos de ese año, de los cuales Sayuri-sensei le había informado con anticipación. Los exámenes serían una prueba exhaustiva de todo lo que había aprendido en la academia: desde la manipulación elemental hasta combates cuerpo a cuerpo, sin olvidar un difícil examen escrito. Estos exámenes determinarían en qué equipo sería colocado, en función de sus habilidades y limitaciones.
Estaba intentando dominar una técnica avanzada de rango D, sumamente complicada para él. Consistía en crear una espada de energía eléctrica pura. Sabía la teoría, pero ejecutar la técnica correctamente le resultaba un desafío que aún no podía superar. La falta de control pleno sobre su elemento natural le agotaba el cuerpo, pero no se rendía. Justo en ese momento, Yamato interrumpió su concentración.
—Buenos días, Saito. ¿Sigues entrenando para los exámenes de admisión?
—Sí, señor Yamato —respondió Saito mientras intentaba sin éxito ejecutar la técnica—. Estoy tratando de dominar esta técnica que encontré en la biblioteca hace unos días, pero aún no consigo hacerlo.
Yamato, observando el esfuerzo constante de su joven amigo, sonrió con ternura y comentó:
—Es curioso, ¿sabes? Me contaste una vez que tu sueño más grande era convertirte en el pescador más grandioso de la historia. Luego, hace seis años, cuando te dijeron en la academia que tenías el potencial de convertirte en un maestro elemental del rayo, dijiste con entusiasmo: "¡Seré el maestro elemental más grandioso de la historia!"
Saito sonrió avergonzado al recordar esas palabras.
—Sí, cómo olvidarlo —respondió.
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...Hace Seis Años:...
Un pequeño Saito, de apenas 8 años, vestido con un atuendo similar al actual, pero en versión infantil y sin el pañuelo blanco en la cabeza, se encontraba frente a una larga fila en lo que parecía una escuela similar a la academia, pero sin áreas de entrenamiento. Estaba tan asombrado que no pudo articular palabra alguna, mientras sostenía una Esfera Elemental que cambiaba de color, de blanco a un brillante azul.
—Vaya, parece que tienes afinidad con el elemento del rayo, pequeño. Deberías sentirte afortunado, ya que no hay muchos civiles con esta clase de afinidad —comentó Esmeralda, una mujer que resultó ser su futura sensei.
—¿Entonces soy un maestro elemental? —pregunto Saito, aún sorprendido.
—Así es —respondió Sayuri—. Y eso significa que yo seré tu sensei a partir de ahora. Puedes llamarme Sayuri-sensei.
Saito asintió agradecido y salió corriendo hacia el barco de Yamato, donde lo encontró en la bahía.
—¡Señor Yamato, señor Yamato, no creerá lo que me pasó hoy!
Yamato, al ver a Saito tan emocionado, le preguntó qué sucedía.
—¡Seré un maestro elemental!
La reacción de Yamato fue de alegría. Se arrodilló para estar a la altura de Saito y le dijo:
—Te felicito, Saito. Estoy seguro de que tendrás un gran futuro como maestro elemental.
Saito, aún más emocionado, exclamó:
—¡Señor Yamato, quiero convertirme en el maestro elemental más grandioso de la historia!
—Y yo sé que lo harás —respondió Yamato, con una sonrisa llena de confianza.
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...En La Actualidad:...
Yamato miraba a Saito con una sonrisa suave mientras observaba su esfuerzo, recordando esos primeros días.
—Recuerdo que, desde aquel momento, te esforzaste muchísimo para lograr lo que querías. Cada vez que venías de la academia, lo único que pensabas era en convertirte en un maestro elemental, y nada más —comentó Yamato.
—Sí, señor Yamato. En ese entonces no quería pensar en nada más. Solo en convertirme en el maestro elemental más grandioso de la historia. Pero con el tiempo, ese título dejó de importarme tanto. Ahora, lo único que quiero es ser un buen maestro elemental. La fama no es buena para nadie, ¿verdad? —respondió Saito, mientras seguía con su entrenamiento sin avances significativos.
Yamato reflexionó y asintió con comprensión sobre sus palabras.
Saito lo miro entonces con duda e inseguridad.
—¿Usted cree que conseguiré pasar los exámenes, señor Yamato? —pregunto.
—Por supuesto —respondió Yamato, sonriente—. Eres un chico muy talentoso, Saito. Estoy seguro de que lo lograrás. Y cuando eso suceda, te estaré esperando con un delicioso budín de chocolate, como los que tanto te gustan.
—¡¿Es en serio, señor Yamato?! —pregunto el joven, emocionado.
—Claro. De hecho, ya conseguí suficientes ingredientes para hacer una pequeña fiesta con todos los que son cercanos a ti. Yo, Teruki, Sayuri e incluso Izumi. ¿Qué te parece la idea? —preguntó Yamato con una ceja levantada y una sonrisa juguetona.
—¡Hagámoslo! —respondió Saito, lleno de alegría.
Con el sol comenzando a iluminar las montañas, Saito dirigió su mirada a la hermosa mañana de siempre, también Yamato lo hizo.
—¿Recuerdas cuándo nos conocimos? —pregunto Yamato, nostálgico.
—Así es —respondió Saito, consumido por la nostalgia tambien—. Y si no lo recuerdo mal, aparecí ante usted cuando la mañana era exactamente igual a esta.
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...Hace Ocho Años:...
Un pequeño niño dentro de un pequeño bote despertó de golpe cuando su cabeza chocó contra el borde del bote tras el paso de un barco cercano. Sus ojos de un color azul intenso y brillante se abrieron débilmente y lo primero que vió fue la hermosa mañana del sol apareciendo detrás de las montañas. Era sin duda deslumbrante.
—Hermoso... —se dijo a si mismo.
Se incorporó entonces, desconcertado y asustado. No tenía idea de dónde estaba ni cómo había llegado allí. De pronto, un dolor agudo le atravesó la cabeza. Un quejido ahogado escapó de sus labios, y su mano se aferró a su frente en un intento inútil de aliviar la punzada.
En ese instante, una imagen fugaz apareció en su mente: una mujer adulta, su rostro borroso pero impregnado de una calidez infinita. Su voz, aunque etérea, resonó con claridad dentro de su cabeza:
—Te amo, Saito.
El dolor se disipó lentamente, dejándolo flotando en sus pensamientos con una sensación extraña en el pecho. Saito… ¿Era ese su nombre? No estaba seguro, pero algo en su interior le decía que sí. Sin embargo, la verdadera pregunta era: ¿quién era ella?
Al girar la vista hacia la izquierda, divisó una bahía formada completamente por piedras. Sintió un impulso inexplicable de dirigirse hacia ella. Sin pensarlo demasiado, se puso de pie con dificultad y saltó al agua, nadando con torpes brazadas hacia la orilla.
Al llegar, luchó por trepar hasta la orilla con su pequeño y frágil cuerpo infantil. Las rocas eran resbaladizas, y la altura representaba un desafío, pero con determinación logró impulsarse hasta ponerse a salvo.
Apenas puso un pie en tierra firme, las personas que trabajaban en la zona voltearon a verlo con asombro. No todos los días aparecía un niño solitario en la bahía, y menos uno con una apariencia tan peculiar.
Saito tenía un encanto singular. Sus ojos eran de un azul intenso y brillante, enmarcados por un cabello negro, liso y sedoso que caía suavemente sobre su frente. Su piel, de un blanco impoluto, parecía bien cuidada, como si hubiera sido criado en un entorno de privilegio. Vestía un kimono tradicional japonés de mangas largas, azul oscuro, que le llegaba hasta los talones. Era una prenda holgada y cómoda, pareciendo más un atuendo para dormir.
Las miradas de los trabajadores se cruzaron con incertidumbre. ¿Quién era este niño? ¿De dónde había salido? Y, más importante aún… ¿cómo había llegado hasta allí solo?
Saito estaba completamente confundido. No tenía idea de cómo había llegado allí y, para empeorar las cosas, ni siquiera estaba seguro de su propio nombre.
—¿Realmente me llamo Saito? —se pregunto a si mismo.
Giró la cabeza hacia la derecha y vio a varias personas cerca del muelle, la mayoría de ellas parecían pescadores. Tragó saliva, inseguro, pero algo en su interior lo impulsó a acercarse. Entre ellos, un hombre mayor destacaba por su presencia firme: de unos cincuenta años, rostro curtido por el sol, barba desordenada y manos grandes, endurecidas por el trabajo constante en el mar.
Saito se detuvo frente a él con timidez.
—Señor… ¿sabe dónde están mi mamá y mi papá?
El pescador lo observó de arriba abajo, extrañado. Su mirada era dura, pero no fría. Tras unos segundos, respondió con voz grave:
—No, hijo… No los he visto. ¿Recuerdas sus nombres?
Saito bajó la cabeza, negando lentamente.
—No lo sé, señor… Ni siquiera sé cómo llegué aquí.
El hombre frunció el ceño.
—¿No sabes tu nombre, ni de dónde vienes?
—Solo… solo recuerdo una voz. Una mujer. Me dijo: "Te amo, Saito". Creo que así me llamo… no estoy seguro de nada.
El pescador se quedó en silencio, rascándose la cabeza con una mano. Luego suspiró.
—Vaya lío… —murmuró.
Miró hacia el mar, luego al bote solitario de donde creía haber visto llegar al niño.
—¿Saliste de ese bote?
Saito asintió.
—Desperté ahí. Estaba flotando. Me asusté y nadé hasta aquí.
Yamato lo miró con detenimiento, esta vez con más compasión que confusión. El niño parecía sano, bien vestido incluso, pero estaba completamente solo.
—Bueno, no es algo que uno vea todos los días —dijo, cruzando los brazos.
Saito bajó la vista.
—Perdón si le causé molestias.
El hombre negó con la cabeza.
—Bah, no digas tonterías.
Hubo un breve silencio. Luego, el estómago de Saito rugió con fuerza. El niño se llevó una mano a la panza, avergonzado. Yamato alzó una ceja.
—Tienes hambre, ¿eh?
Saito solo asintió.
El pescador se rascó la barba y soltó un suspiro largo, como si tomara una decisión.
—Ven conmigo, chico. Te daré de comer algo.
—¿De verdad? —preguntó Saito, con los ojos brillando.
—Claro. Y si vas a seguir molestando por aquí, más te vale ganarte el pan. ¿Sabes remar?
Saito parpadeó, confundido.
—¿Remar?
Yamato soltó una risa.
—Ya aprenderás. Vamos, antes de que se te caiga del hambre esa cara flaca.
Con una media sonrisa, se dirigió a su bote amarrado al muelle. Saito lo siguió sin decir palabra, pero con el corazón latiéndole rápido. Había algo en ese hombre que le inspiraba seguridad.
Una vez dentro, Yamato le sirvió un plato con pescado asado, verduras salteadas y unas rodajas de limón. El aroma le hizo agua la boca.
—Come con cuidado —le advirtió—. Puede tener espinas.
Saito probó un bocado y sus ojos se iluminaron.
—¡Está delicioso!
El hombre sonrió, orgulloso.
—Eso dicen de mi pescado. Me llamo Yamato Kimura, por cierto.
—Yo… puede llamarme Saito —dijo el niño, limpiándose la boca—. Es lo único que recuerdo.
—Está bien, Saito —repitió el pescador, probando el nombre—. Te ves fuerte para ser tan pequeño. Si vas a quedarte por aquí unos días, puedes ayudarme con la pesca. Nada complicado: pasar los baldes, mantener la red en orden... cosas simples.
—¿Puedo hacerlo? —preguntó Saito, sorprendido.
—Claro que sí. No me gusta tener vagos a bordo, pero tampoco dejo que un niño se muera de hambre frente a mí.
Saito bajó la mirada, y por primera vez desde que había despertado, sonrió con tranquilidad.
—Gracias, señor Yamato.
—No me llames "señor". Solo Yamato.
—Está bien… Yamato.
El pescador se recostó en el banco del bote, mirando el cielo despejado.
—Descansa, chico. Mañana saldremos temprano. Te enseñaré cómo se pesca de verdad.
Saito lo observó un momento, luego se acurrucó junto a un saco de lona, con el estómago lleno y el alma un poco menos vacía. Por primera vez en mucho tiempo —o al menos desde que podía recordar—, se sintió a salvo.
...****************...
...En La Actualidad:...
—Y desde ese día, me dejó vivir y trabajar con usted aquí desde desde entonces —dijo Saito.
Sus ojos azules se encontraron con los azules de Yamato quién lo miraba con su característica sonrisa radiante.
—Nunca van a bastar las palabras de agradecimiento hacia usted, señor Yamato. Pero gracias, gracias por todo lo que hizo por mí.
—No me lo agradezcas, hijo —respondió Yamato—. Hice lo que cualquier persona con corazón haría, y no me arrepiento de hacerlo. Es más, fue una bendición haberte tenido todo este tiempo conmigo.
Saito se sintió maravillado por las palabras de su mentor, y juntos se quedaron viendo el brillo de la mañana resplandece frente a ellos.
...****************...
En el interior del barco, Saito recogió todas sus cosas, decidido a llegar unas horas antes a la academia para prepararse mejor. Sin embargo, Yamato lo detuvo:
—¡Oye, Saito! ¡Espera!
Saito se detuvo, miró a Yamato, confundido.
—¿Pasa algo, señor Yamato?
Yamato se arrodilló para ponerse a su altura.
—Si no consigues pasar la prueba, no te desanimes. Yo estaré aquí esperándote con el budín que tanto te gusta, junto con todos los que te amamos.
Las palabras de Yamato conmovieron profundamente a Saito, quien sonrió con gratitud.
—Gracias, señor Yamato. Le prometo que no lo voy a decepcionar. Aprobaré los exámenes de admisión este año.
Yamato, con una sonrisa sincera, respondió:
—Y yo sé que lo harás.
...****************...
En la academia: Saito y sus compañeros se sentaron en sus pupitres de madera, prestando atención a las palabras de su sensei:
—Como saben, hoy recibirán una prueba en tres fases para evaluar su nivel de habilidad. Con base en sus resultados, determinaremos a qué equipo se asignará a cada uno, dependiendo de sus capacidades físicas, mentales y elementales.
—La primera fase de esta prueba será un examen escrito para determinar su coeficiente intelectual (CI). Serán calificados en una escala de A a F. Si sacan una A, B o D, pasarán a la siguiente fase, pero si obtienen una C o F, quedarán reprobados y no podrán continuar. ¿Queda claro?
Los estudiantes asintieron, con algunos preocupados por el resultado. Sin embargo, Saito se veía tranquilo y confiado, pues sabía que su fortaleza era la mente. Había estudiado con dedicación durante todos los años en la academia, y estaba seguro de que no reprobaría el examen escrito.
Esmeralda repartió a cada estudiante una hoja con diez preguntas y dijo:
—En esta hoja tienen resumidos los temas más importantes que hemos visto en estos seis años. Tendrán 2 horas y 30 minutos para completarlo. Comiencen.
Habían pasado dos horas, y la mayoría de los alumnos ya escribía con dolor mental, tratando de completar al menos la mitad del examen. Muchos de ellos ya sentían las manos acalambradas por el esfuerzo constante.
Por otro lado, Saito había terminado el examen escrito por completo, siendo el primero en hacerlo. Al notar que había terminado antes de tiempo, aprovechó para revisar cuidadosamente cada respuesta, buscando posibles errores para corregirlos y asegurarse de obtener la mejor calificación posible.
Tras treinta minutos de revisión, completando así las dos horas y media asignadas para el examen, Esmeralda se levantó de su asiento y, con voz firme, dijo en voz alta:
—¡Se acabó el tiempo, mis niños! Por favor, dejen de escribir y coloquen sus exámenes en mi escritorio para revisarlos.
Los estudiantes asintieron y, obedientemente, se acercaron en fila al escritorio de su sensei, entregando sus exámenes. Algunos lo hicieron con evidente ansiedad, preguntándose si pasarían a la siguiente fase de la prueba, pues muchos habían estudiado solo el día anterior y habían desperdiciado el resto de los días jugando, en lugar de prepararse adecuadamente.
Cuando todos hubieron entregado sus exámenes, Esmeralda los miró y dijo:
—Muy bien, mis niños. Ahora les pido que tengan paciencia y esperen en sus asientos mientras reviso sus exámenes. Después de corregir cada uno, llamaré al alumno correspondiente para decirle si ha pasado a la siguiente fase. ¿Está claro?
Los estudiantes asintieron, y cada uno regresó a su lugar, aguardando en silencio.
Pasaron cuarenta minutos, y Esmeralda ya había llamado a casi todos sus alumnos. La mitad de ellos había reprobado el examen y no pasarían a la siguiente fase. Los que aprobaron, obtuvieron en su mayoría una calificación B, y algunos, apenas alcanzaron la C. Sin embargo, ninguno obtuvo una A.
Esmeralda les informó que aquellos que aprobaron pasarían a los campos de entrenamiento, ubicados detrás de la academia. Uno a uno, fueron pasando, hasta que llegó el turno de Saito, quien era el último en ser llamado. Se acercó al escritorio donde su sensei lo esperaba de pie, devolviéndole su examen.
—Aquí tienes, Saito, te lo ganaste. No muchos logran una calificación así, y menos siendo el único en hacerlo en el salón.
Saito miró su examen en silencio, casi sin aliento. No había cometido ni un solo error, y no solo había obtenido una A, sino una A+ (lo que indicaba un rendimiento perfecto). Esmeralda, al ver su reacción, le preguntó sonriendo:
—¿Sorprendido?
Saito, aún asombrado, respondió:
—¡Sorprendido es poco, sensei! No sé qué decir, solo que esto es mucho más de lo que esperaba.
—No deberías sorprenderte tanto, Saito. Siempre obtuviste un A en todos los exámenes escritos que te di. Solo era cuestión de tiempo para que llegases a este nivel, y qué suerte que lo lograste justo en este momento. Ahora, ¿por qué no vamos a unirte a tus compañeros para comenzar la segunda fase de la prueba? ¿Te parece? —dijo Esmeralda, con una sonrisa amable.
Saito asintió con entusiasmo, y siguió a su sensei hacia el lugar donde se llevaría a cabo la segunda fase, que consistía en algo aún más desafiante para él: “el control elemental”.
...Continuará....
...(Saito se ve así actualmente):...
...(Pero un poco más sucio y con esta vestimenta):...
Parados en el campo de entrenamiento, detrás de la academia, Saito y sus compañeros que habían aprobado el examen escrito junto con él, prestaban atención a las palabras de su sensei.
—Felicidades a todos ustedes por haber llegado hasta aquí, mis pequeños. En esta fase de la prueba, demostrarán sus capacidades de control elemental. Si muestran un buen control de sus elementos naturales, podrán aprobar, pero si no lo hacen, serán reprobados. ¿Quedó claro?
Todos asintieron con la cabeza, y Esmeralda continuó:
—En esta segunda parte del examen serán evaluados de tres maneras, y en cada una de ellas (a excepción de la segunda) tendrán tres oportunidades para realizarlas correctamente. Si no logran cumplir con la tarea en esas tres oportunidades, serán reprobados y no podrán continuar con la siguiente fase de este examen.
Hizo una pausa antes de dar más detalles.
—La primera prueba consistirá en realizar la técnica de rango E, llamada 'invocación animal'. Como saben, es una técnica elemental de nivel académico que consiste en crear un animal, ya sea una serpiente o un cachorro pequeño, con su propio control elemental. Pero debe estar bien hecha, sin fallas importantes ni deformidades visibles. Después, practicarán disparos a larga distancia utilizando sus elementos, hacia esos troncos que están por allá.
Esmeralda señaló con el dedo hacia unos seis troncos de tamaño mediano, colocados en el centro del campo. En cada uno de esos troncos había un pedazo de madera circular, con un círculo negro pintado en el centro y tres líneas negras alrededor. Estos pedazos de madera estaban atados a los troncos por encima de ellos.
—Una vez que completen estos dos ejercicios, deberán realizar otra técnica de control elemental — continuó Esmeralda—. Se llama 'Forja Elemental".
Al escuchar esto, muchos estudiantes comenzaron a murmurar entre ellos. Sabían que lo que les pedían era realizar una técnica de rango D, el nivel más alto del rango académico. Aunque la habían visto en clase y se les había pedido que la aprendieran, no se sentían preparados para algo de ese nivel. Ni siquiera Saito, quien a pesar de sus grandes esfuerzos en la academia, solo había logrado dominar técnicas de rango F y E (estas últimas con dificultad). Nunca había conseguido dominar una técnica de rango D o superior, por lo que era el estudiante más nervioso y temeroso de todos.
Al ver la inquietud y el miedo en los rostros de sus estudiantes, Esmeralda les habló con tono calmado:
—Mis niños, por favor, no se asusten. Sé que esto puede parecer mucho, y créanme, me habría gustado poner algo más sencillo para ustedes. Pero esta es la decisión del gobierno para los exámenes de selección de grupos de este año, y lamentablemente tendrán que afrontarlo si quieren pasar a la siguiente fase.
Los estudiantes no tuvieron más opción que agachar la cabeza, rezando para que su esfuerzo fuera suficiente. Pasaron los minutos y los compañeros de Saito fueron pasando uno por uno, mostrando lo que eran capaces de hacer con respecto al control elemental. Algunos demostraron habilidades relacionadas con el fuego, otros con el agua, algunos con la tierra y otros con el aire. (No hubo ninguno con el elemento del rayo, ya que todos los que lo poseían fueron reprobados en el examen escrito, a excepción de Saito.) La mayoría logró pasar, aunque con dificultades, a la tercera fase del examen de admisión, mientras que otros no lo consiguieron y se marcharon frustrados.
Finalmente, llegó el turno de Saito, quien estaba muy nervioso y asustado, preguntándose si conseguiría pasar a la última fase de la prueba. Viendo a Saito llegar al centro del campo de entrenamiento, Esmeralda le dijo:
—Muy bien, Saito. Ya que eres el último de tus compañeros en pasar, por favor, muéstranos a todos lo que puedes hacer.
Saito asintió con la cabeza y, con todo su esfuerzo y concentración, procedió a realizar la técnica de rango E que se le había pedido, poniendo todo su ser en ello.
...Técnica Elemental de Rayo: Invocación Animal....
Saito intentó crear un lobo de rayos brillante, de tamaño normal, pero al poco tiempo la técnica comenzó a volverse inestable. El lobo estalló con fuerza, enviando a Saito volando varios metros, hasta casi llegar a los troncos.
Las burlas de sus compañeros no tardaron en llegar, y todos comenzaron a reírse de él. Algunos murmuraban:
—Qué perdedor, por un momento se me olvidó que solo es un cerebrito y nada más.
Otros susurraban:
—Qué estúpido. Un poco más y destruye los troncos con esa enorme cabeza que tiene.
Los comentarios continuaron con burlas y risas, muchas de ellas llenas de celos y envidia hacia Saito. Él siempre obtenía las mejores notas académicas y, aunque sus compañeros se esforzaban, jamás lograban igualarlo en tareas, exámenes o calificaciones. Con el tiempo, esto lo convirtió en un marginado, sin amigos, mientras los demás lo observaban con resentimiento.
Al ver a sus alumnos murmurando y burlándose de Saito, su enojo se desbordó, y gritó:
—¡Silencio ahora mismo!
Los chicos se quedaron en silencio al instante, aterrados por el grito de su sensei, como si jamás hubieran dicho palabra alguna. Esmeralda se volteó rápidamente, mirando a Saito con preocupación, y le preguntó:
—¿Estás bien, Saito?
Saito se levantó con dolor, pero también con determinación. Se puso de pie y, sin dudar, respondió:
—Sí, sensei. No se preocupe, fue solo un accidente. Solo me equivoqué en algo cuando estaba realizando la técnica elemental. Nada grave.
Tras esas palabras, Saito regresó al mismo sitio donde había sido lanzado por la explosión, decidido a intentarlo de nuevo. Mientras se preparaba, pensaba para sí mismo:
Esto es difícil. Normalmente, un estudiante de mi nivel debería ser capaz de ejecutar esta técnica elemental, pero mi control nunca ha sido perfecto. Apenas está en el límite de lo aceptable. Lo único que puedo hacer ahora es crear algo más pequeño, algo que me sea más fácil de controlar.
Con esa idea en mente, Saito comenzó de nuevo la invocación animal, pero esta vez intentando crear una versión más pequeña. La idea parecía funcionar, pues logró formar una pequeña cola, la panza y el pelaje de un animal. Sin embargo, al llegar a ese punto, comenzó a experimentar serias dificultades. Su creación empezó a inestabilizarse, y antes de que pudiera corregirla, la técnica explotó, enviándolo volando de nuevo al mismo lugar de antes.
Las carcajadas de sus compañeros fueron inevitables. Estallaron en risas burlonas, comentando cosas hirientes:
—No puede ni siquiera invocar un pequeño animalito. Qué perdedor.
—Es un fracasado. Solo es bueno en matemáticas, pero con ese nivel de control elemental, nunca pasará de aquí.
—Hasta mi abuela podría invocar un animal, pero él ni siquiera puede hacer eso. Parece que los cerebritos solo sirven para los libros.
Y siguieron con más comentarios crueles, sin importarles que tanto su sensei como Saito los escucharan. Parecía que lo hacían a propósito, con el fin de herir a un chico que solo intentaba ponerse de pie.
Saito, sin embargo, no prestó atención a las burlas. Las ignoró por completo y se preparó para intentar de nuevo la técnica.
Esmeralda, aunque apreciaba el esfuerzo de Saito, no pudo evitar advertirle:
—Saito, ya has gastado dos intentos. Si no logras realizar la invocación animal con éxito, me veré obligada a desaprobarte. ¿Lo entiendes?
Saito, con la mente clara, respondió:
—Sí, sensei.
Y, con renovada determinación, volvió a utilizar su control elemental.
...Técnica Elemental de Rayo: Invocación Animal....
Saito se preparó para realizar la invocación animal una vez más, poniendo todo su corazón y sus fuerzas en ello. Mientras lo hacía, pensaba para sí mismo:
"Puedes hacerlo, Saito. No eres un perdedor ni un mediocre como dicen. Solo necesitas esforzarte más y lo lograrás. ¡Es todo o nada!"
Desde donde estaba, Esmeralda observó con atención la gran convicción y determinación en su alumno más querido, y en su mente pensó:
"Tú puedes, Saito. Sé que puedes lograrlo."
Un resplandor azul brillante cubrió las manos y los ojos de Saito, mientras los relámpagos comenzaban a chisporrotear a su alrededor. Con una fuerte convicción, intentó de nuevo la invocación animal, decidido a realizarla correctamente, sin cometer ningún error.
Saito volvió a realizar la invocación animal, esta vez poniendo todo su empeño. Poco a poco, comenzó a formar al pequeño animal, empezando por la cola, luego las patas y el pelaje, avanzando hasta la mitad. Sin embargo, como ya le había sucedido antes, comenzó a mostrar signos de inestabilidad. Las deformidades eran evidentes, como si la creación estuviera a punto de estallar una vez más.
Los compañeros de Saito observaban con ansias, esperando que fallara para burlarse de él, pero Esmeralda pensaba de manera diferente. En su mente, se decía: Vamos, Saito. Tú puedes, no te rindas. Sé que puedes lograrlo. Yo creo en ti.
El corazón de Saito parecía traicionarlo, invadido por la angustia y la ansiedad, mientras pensamientos negativos comenzaban a nublar su mente. Los ojos de sus compañeros, fijos en él, lo observaban como sabuesos acechando su presa, esperando el momento de su caída. Sin embargo, Saito trató de ignorarlo todo y se concentró en lo más importante.
Con rapidez, corrigió las partes deformadas y continuó con la técnica, avanzando hasta completar el animal. Finalmente, logró formar un pequeño lobo, que estaba sentado entre sus manos y, para sorpresa de todos, aulló como si fuera una noche de luna llena.
La reacción fue un mezcla de asombro y frustración entre los estudiantes. Al ver que Saito había tenido éxito, la envidia se desbordó. Apretaron los dientes y los puños con rabia, murmurando entre ellos:
—Solo tuvo suerte.
—Incluso los nerds pueden tener suerte, aunque no lo merezcan.
—Veamos cuánta suerte tiene con la puntería, seguro no le atina ni a un tronco.
Esmeralda, sin embargo, pensaba de manera diferente a sus alumnos, y no pudo evitar mostrar su orgullo al ver el logro de Saito. Con una sonrisa en el rostro, le dijo con entusiasmo:
—¡Bien hecho, Saito! Ahora quiero que nos demuestres lo buena que es tu puntería a larga distancia.
Saito, con una mezcla de nerviosismo y determinación, respondió:
—Sí, sensei.
Con un giro, Saito se alejó a una distancia considerable de los troncos a los que debía disparar.
Esmeralda, mientras lo observaba, le dio una última advertencia:
—Recuerda, Saito, solo puedes fallar dos veces. Si fallas dos veces, serás desaprobado y no podrás continuar con el examen. ¿Está claro?
Saito asintió con la cabeza, y al tomar la postura adecuada, se preparó para el desafío. Separó las piernas para equilibrarse y usó su control elemental para lanzar un pequeño rayo. Desafortunadamente, falló, lo que desató nuevamente las burlas de sus compañeros. Sin embargo, Esmeralda, ya cansada de sus comentarios, los calló con firmeza:
—¡Si alguien vuelve a burlarse de Saito, lo sacaré a patadas de este lugar y estarán castigados el resto del año! ¿Entendido?
El silencio invadió el campo, y todos se quedaron paralizados por el tono autoritario de Esmeralda. Saito, al escucharla, se sintió incómodo, pero también agradecido. Pensó para sí mismo: La sensei puede ser muy temible a veces. Tendré que comportarme mejor para no meterme en problemas.
Con un suspiro profundo, Saito volvió a prepararse. Se concentró, sabiendo que no podía permitirse más fallos. Repitió la postura y, antes de lanzar el rayo, se dijo a sí mismo:
Tranquilízate, Saito. Los nervios no te ayudarán en nada. Tienes que calcular bien la distancia, el viento y mantener el equilibrio. Solo así lograrás un buen disparo.
Calculó cada detalle en su mente, y finalmente disparó. El rayo alcanzó el tronco en el centro con precisión, y de inmediato, disparó nuevamente a los siguientes troncos. En rápida sucesión, derribó uno tras otro, hasta que, sin darse cuenta, ya había alcanzado los seis troncos en solo seis segundos. El último tronco fue destruido hasta la mitad por la fuerza del rayo, ya que Saito había puesto toda su energía en él.
El campo de entrenamiento quedó en completo silencio, los estudiantes atónitos. Incluso Esmeralda, que había creído en su alumno, no podía evitar sorprenderse por el nivel de habilidad que había demostrado.
Con una expresión llena de orgullo y alegría, Esmeralda gritó:
—¡Bien hecho, Saito! ¡Así se hace!
Mientras tanto, sus compañeros se retorcían de envidia y frustración, pero no se atrevieron a decir nada más. Los miraban con ojos llenos de ira y celos, pero no osaron desafiar a su sensei.
Saito, agotado por el esfuerzo, se apoyó en sus piernas temblorosas, respirando profundamente. Luego de un largo suspiro, se separó nuevamente para prepararse para la última fase de la segunda etapa del examen: Forja Elemental.
Esmeralda habló con firmeza:
—Muy bien, Saito. Lo has hecho excelente hasta ahora, pero para poder avanzar a la última fase del examen de este año, necesitarás ejecutar correctamente la Forja Elemental. Tendrás tres intentos para lograrlo. Si en esos tres intentos no eres capaz de crear un arma bien hecha con tu elemento natural, serás desaprobado y no podrás continuar con el examen. ¿Entendido?
Saito asintió, pero su voz reflejaba la ansiedad que sentía:
—Sí, sensei.
Aunque su respuesta fue firme, en su interior, Saito sentía el peso de la fatiga. Estaba consciente de lo agotado que estaba su cuerpo, y la idea de generar más rayos le parecía casi imposible. Aparte de eso, nunca había logrado ejecutar una técnica elemental de rango D o superior. Su mente se llenó de dudas y temores.
"No sé si podré hacerlo. Mi cuerpo está tan cansado que solo quiere colapsar y dormir todo el día. Y nunca he conseguido hacer una técnica elemental más allá del rango D en todos estos años. ¿Y si mejor me rindo y lo intento de nuevo al final del año?"
Saito luchó con estos pensamientos, pero pronto los rechazó. Negó con la cabeza y se dijo a sí mismo, con determinación:
"¡No! No puedo permitir que todos mis esfuerzos y todo lo que he sacrificado se derrumben solo porque estoy agotado. Incluso si no lo consigo, ¡tengo que intentarlo con todas mis fuerzas!"
Con esa nueva motivación encendiendo su espíritu, Saito adoptó una postura como si estuviera empuñando una espada. Cerró los ojos por un momento, concentrándose, y comenzó a usar su control elemental una vez más, decidido a crear, aunque fuera algo simple, con todo lo que le quedaba de energía.
Aquí tienes el texto corregido y mejorado, con los diálogos indicados entre comillas y los guiones para los diálogos:
...Técnica Elemental de Rayo: Forja Elemental...
Sin embargo, Saito tuvo complicaciones. Debido al uso constante de su control elemental, sumado al agotamiento físico de su cuerpo, perdió la concentración por un momento. Ese breve descuido resultó en que la hoja del arma que estaba creando, una espada chokuto de tamaño mediano, se destruyera en pedazos.
Al ver el fracaso de su compañero, algunos de los estudiantes quisieron murmurar y burlarse de él, pero el temor hacia su sensei, recordando la amenaza de ser expulsados del examen si se atrevían a burlarse nuevamente de Saito, los hizo limitarse a susurros bajos en contra de él.
Saito frunció el ceño con frustración y, sin rendirse, volvió a concentrarse. Usó su control elemental una vez más para reconstruir la parte del chokuto que se había roto.
...Técnica Elemental de Rayo: Forja Elemental...
Después de unos segundos, finalmente, Saito había logrado llegar hasta el punto donde se había roto la espada anteriormente. Estaba a punto de llegar a la punta de la hoja del chokuto, lo que lo motivó a seguir mientras pensaba para sí mismo:
“¡No te rompas, no te rompas, no te rompas, no te romp...!”
Sin embargo, el arma que tanto esfuerzo le había costado crear se volvió a romper justo cuando estaba a punto de completarse finalmente. Sus compañeros, a duras penas, se contenían para no burlarse de él, y murmuraban entre sí sobre lo "perdedor" y "patético" que se veía en ese momento.
La esperanza de Saito, junto con el buen ánimo que había tenido anteriormente, se rompió en el instante en que vio cómo la hoja de la espada se destruyó una vez más. Esto lo llenó de amargura y desánimo, y, abrumado, maldijo en su mente:
“¡Maldita sea! Tan cerca estaba. ¡¿Por qué es tan difícil hacer esto?! ¡No lo entiendo! ¡¿Acaso todo este esfuerzo fue para nada?!”
Saito ya estaba agotado y debilitado por el uso continuo de su control elemental. Sentía que lo único que quería era recostarse en el suelo y dormir todo el día. Pensaba mientras veía el suelo con cansancio:
“Ya lo intenté todo, hice lo mejor que pude, y ya estoy demasiado cansado para seguir con esto. ¿Debería recostarme en el suelo y dormir un rato?”
Cerró los ojos por un momento mientras se decía todo esto, pero rápidamente los abrió con determinación y se dijo a sí mismo:
“¡No! ¡No me puedo rendir ahora! ¡No voy a permitir que todos mis esfuerzos se vayan a la basura solo porque estoy un poco cansado! Tengo que intentarlo, tengo que intentar aprobar. Incluso si no lo consigo, ¡debo intentarlo igual!”
Saito se puso de pie en la misma posición de antes, y, con una sonrisa confiada, continuó diciéndose a sí mismo:
“Después de todo, no soy alguien que se rinde tan fácilmente.”
...Técnica Elemental de Rayo: Forja Elemental...
Saito comenzó a forjar nuevamente el chokuto, empezando por la hoja de la espada que se había destruido anteriormente. Poco a poco, la hoja fue tomando una buena forma, pero justo cuando estaba alcanzando la punta, comenzó a mostrar dificultades. La espada presentaba una grave inestabilidad, como si estuviera a punto de romperse una vez más.
Saito sintió un gran miedo al ver esto y trató de corregir los errores de la hoja, pero pronto empezó a mostrar dificultades él mismo. Sus ojos pesaban, y su cuerpo, completamente agotado, también le resultaba pesado. Las manos y las piernas le temblaban por el esfuerzo y la fatiga, y sentía que iba a desmayarse en cualquier momento, justo cuando estaba tan cerca de superar la última fase del examen. El miedo lo invadió aún más.
Su voluntad, junto con la disciplina y la determinación, eran lo único que lo mantenían despierto, pero parecía que eso no sería suficiente esta vez. Mientras cerraba los ojos, se dijo a sí mismo:
“Ya no puedo más. Mi cuerpo está llegando a su límite. Las piernas me tiemblan y ya no me queda energía para seguir usando mi control elemental. De hecho, es un milagro que aún siga de pie después de todo el esfuerzo que ha soportado mi cuerpo hasta ahora.”
Saito suspiró profundamente y continuó pensando:
“Pero no me puedo rendir todavía, y menos ahora, estando tan cerca de conseguir pasar a la última fase del examen de admisión para equipos, por el que me he esforzado tanto. Vamos, cuerpo, no me falles ahora; aguanta un poco más, ¡solo un poco más, por favor!”
Con las últimas fuerzas que le quedaban, intentó corregir la inestabilidad de la hoja y continuó con la creación del chokuto. Finalmente, después de tanto sufrimiento, y sin haberlo notado, Saito consiguió forjar una espada elemental de estilo chokuto de tamaño medio, perfectamente hecha.
(Nota del autor: Se recomienda ignorar la funda de la espada y concentrarse únicamente en el chokuto. Imágenelo hecho de rayos eléctricos de color azul brillante.)
Todos observaban asombrados lo que veían, especialmente los compañeros de Saito, quienes, al verlo lograr el éxito, se llenaron de rabia y comenzaron a murmurar entre ellos, diciendo que solo había tenido suerte. Por otro lado, la sensei de Saito no pudo ocultar su alegría al ver el éxito de su alumno y lo felicitó por su esfuerzo, diciendo con una amplia sonrisa:
—¡Muy bien hecho, Saito, lo lograste!
Al escuchar esas palabras, Saito abrió los ojos, pues los había mantenido cerrados, temeroso de ver otro fracaso. Grande fue su sorpresa al descubrir que tenía en sus manos un chokuto perfectamente forjado, hecho de rayos. En ese momento, su asombro se transformó en una inmensa alegría, reflejada en una amplia sonrisa, mientras gritaba lleno de júbilo:
—¡Lo logré, lo logré, lo logré! ¡Finalmente logré...!
Sin embargo, el agotamiento extremo a causa del esfuerzo previo lo hizo caer al suelo, como un saco de papas, completamente exhausto.
Esmeralda gritó el nombre de Saito con preocupación mientras corría rápidamente hacia él, al ver que su alumno había perdido el conocimiento.
Sus compañeros, por el contrario, no mostraron ni el más mínimo atisbo de empatía. Al contrario, sintieron alivio, alegría y satisfacción al ver a su compañero en tal estado, y comenzaron a murmurar con malicia, deseando en su interior que Saito no pudiera continuar con el examen de admisión para equipos.
Esmeralda colocó dos dedos en el cuello de Saito para verificar su pulso, y grande fue su alivio al darse cuenta de que solo se había desmayado por agotamiento. Lo levantó entre sus brazos y lo llevó a la enfermería de la academia. Antes de irse, se giró para decir a los otros estudiantes que se quedaran mientras ella llevaba a Saito a la enfermería. Los chicos aceptaron de mala gana, pues no querían esperar y solo deseaban que comenzara la última fase del examen para poder irse a cualquier lugar que no fuera la academia.
...****************...
Más tarde, Saito despertó en una cama de madera, cubierto con sábanas finas, en una habitación espaciosa que podría acomodar seis camas más, todas iguales. El techo, las paredes y el piso estaban hechos completamente de madera, y las ventanas, de estilo tradicional japonés, dejaban pasar pequeñas brisas de viento, ya que estaban abiertas.
Saito estaba confundido. Sabía que estaba en la enfermería, pues ya había estado allí en varias ocasiones cuando los entrenamientos de combate cuerpo a cuerpo o los combates "amistosos" se volvían demasiado intensos para él. Lo que no sabía era cómo había llegado allí. Se preguntaba en su mente:
“¿Qué hago en la cama de la enfermería? Recuerdo haber estado intentando hacer una espada de rayo para pasar a la última fase de la prueba de admisión... y cuando finalmente lo logré... ¿desperté aquí? ¿Me desmayé o todo fue un sueño...?”
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando la puerta de la enfermería se abrió. Al girar hacia su izquierda, vio la mirada sorprendida de su sensei, quien, al verlo despierto, le dijo con felicidad:
—¡Saito, ya despertaste! ¡No sabes el susto que me diste cuando te desmayaste!
Saito, algo confundido, recordó que había caído por el agotamiento extremo, y pensó aliviado:
“Así que no fue un sueño."
Se sintió aliviado al ver que todo su esfuerzo había sido real y valió la pena, pero rápidamente se alteró y preguntó con preocupación a su sensei:
—¡Sensei, ¿cuánto tiempo estuve aquí? ¿Y qué pasó con el examen de admisión?!
Esmeralda lo tranquilizó:
—Tranquilo, Saito, no has estado mucho tiempo aquí, y aún estás a tiempo para completar el examen. Si lo deseas, puedes ir a intentar aprobar lo único que te queda: Combate cuerpo a cuerpo. Solo hay un pequeño problema...
Saito se emocionó al escuchar esto y, sin escuchar la última parte, intentó levantarse de la cama, decidido a completar lo que tanto le había costado. Pero cuando sus pies tocaron el suelo, sus piernas se desestabilizaron y estuvo a punto de caer, de no ser por su sensei, quien lo atrapó con preocupación.
—¡¿Saito, estás bien?!
Saito, sorprendido, respondió:
—Sí, sensei, estoy bien. Solo que mis piernas perdieron fuerzas cuando me levanté.
Esmeralda explicó, con una mirada triste:
—Como temía, parece que tu cuerpo no se ha recuperado por completo. Me temo que en este estado no podrás usar bien tu control elemental, ni moverte adecuadamente para pelear.
Al escuchar esto, Saito se negó a aceptar la realidad. Comenzó a intentar caminar mientras decía:
—No, eso no puede ser. Solo estoy un poco cansado, eso es todo. Voy a estar bien, solo necesito estirar un poco...
Pero no pudo terminar la frase, ya que tropezó y cayó al suelo. Esmeralda, al ver que se caía, se preocupó aún más y lo levantó, volviéndolo a sentar en la cama.
—¿Estás bien, Saito? ¿Te lastimaste?
Saito, algo desanimado, respondió:
—Sí, sensei, estoy bien. Solo tropecé.
Aunque Saito no quería aceptar la realidad, trató de animarse y dijo:
—Tal vez si estiro mis piernas, respiro un poco y me creo un buen plan, podría estar bien.
Esmeralda no quería desanimarlo, pero temía por su bienestar.
—Lamento decirte esto, Saito, pero en el estado en el que estás, no creo que puedas dar lo mejor de ti. Tu oponente es Gard Lee, el prodigio de esta escuela, quien ocupa el primer puesto en combate cuerpo a cuerpo.
Saito se sorprendió al escuchar esto. Inmediatamente pensó en quién podía tener ese título y lo dijo en voz alta:
—¡¿Gard Lee?!
Esmeralda asintió:
—Así es. Tú y él son los últimos que quedaron para la última fase del examen de admisión. Aunque no se te pide que ganes, me temo que Gard podría noquearte antes de que tengas la oportunidad de atacarlo.
Saito se quedó en silencio, procesando las palabras de su sensei. Aunque le dolió, comprendió que tenía razón. Pensó:
“Me duele admitirlo, pero mi sensei tiene razón. Mi cuerpo está agotado, lo que dificultará el uso de mi control elemental como normalmente lo hago. Además, Gard nunca me ha dejado ganar en combate. En otras palabras: Es imposible aprobar este examen”.
Sin embargo, mientras se levantaba, su convicción creció, y pensó con determinación:
“No tengo otra opción. No voy a rendirme. Voy a dar lo mejor de mí, cueste lo que cueste”
Con las piernas aún temblorosas, caminó hacia la puerta de la enfermería, pero su sensei lo detuvo.
—Saito, ¿no me digas que vas a pelear contra Gard después de todo lo que te dije? ¡¿No sabes que si haces esto podrías acabar malherido o incluso lesionarte de tal manera que afecte tu carrera como maestro elemental?!
—"Puedes presentar el examen para la admisión de equipos al final del año. ¿Por qué arriesgarte ahora?"
Saito se volteó hacia su sensei y respondió con determinación:
—Lo sé, sensei. Sé que suena tonto e insensato, pero no puedo reprobar este examen después de todo el esfuerzo que he puesto. No quiero que todo lo que hice se vaya a la basura. Aunque me den una paliza, quiero intentarlo. No quiero que todo por lo que pasé haya sido en vano.
Esmeralda se sorprendió por las palabras de su estudiante y lo miró fijamente antes de preguntar:
—Sabes que una vez que cruces esa puerta, ya no habrá marcha atrás, ¿verdad?
Saito asintió con determinación.
—Sí, sensei.
Esmeralda continuó, más seria:
—Y sabes que lo que pueda pasarte podría hacerte arrepentir toda tu vida, ¿verdad?
Saito, con aún más determinación, respondió:
—¡Sí, sensei!
Esmeralda lo miró por unos segundos, suspiró y dijo:
—Si es lo que quieres, está bien. Pero antes, déjame darte esto.
De sus bolsillos, Esmeralda sacó una píldora amarilla, de forma de canica. Saito, confundido, preguntó:
—¿Qué es eso, sensei?
"Es una píldora de reabastecimiento corporal de rango C. Con esto, podrás recargar toda tu energía, como si nunca hubieras hecho ejercicio en todo el día."
Saito, atónito, preguntó antes de tomarla:
—¿Pero no es hacer trampa, sensei?
Esmeralda sonrió.
—Sería trampa si solo te la diera a ti y no a Gard, pero planeaba darle una igual a él para que no haya ningún problema. Entonces, ¿qué dices? ¿Aceptarás mi ayuda?
Saito pensó por un momento antes de responder con gratitud:
—Si no es trampa y es legal, entonces la aceptaré con gusto. Muchas gracias, sensei.
Saito tomó la píldora, y casi al instante sintió cómo su cuerpo se recargaba de energía, como si nunca hubiera estado cansado.
Agradecido, le dijo a su sensei:
—Muchas gracias por esto, sensei. Ahora sí que voy a poder pelear como quiero y dar un buen desempeño. ¡Quién sabe! Tal vez hasta pueda ganarle a Gard por primera vez.
Esmeralda sonrió y respondió:
—No hay de qué, Saito. Siempre te has esforzado más que nadie en esta academia, y te mereces este apoyo. Como tu sensei, haré todo lo que esté en mis manos para ayudarte como lo he echo estos años. Considera esto un obsequio merecido.
Saito se conmovió profundamente por las palabras de su sensei.
"Gracias por todo lo que has hecho por mí, sensei. No la voy a decepcionar. ¡Hoy voy a aprobar este examen, cueste lo que cueste!"
Esmeralda sonrió al ver el brillo intenso de determinacion en los ojos de su estudiante, y le dijo:
—La palabra 'decepción' no va contigo, Saito. Sé que no me decepcionarás.
Con esas palabras, Saito y Esmeralda salieron de la enfermería y se dirigieron al área de entrenamiento, donde los demás estudiantes esperaban.
...Continuará...
Después de que Saito saliera de la enfermería junto a su sensei, ambos se dirigieron a la zona de entrenamiento, ubicada detrás de la academia. Fue allí donde Saito finalmente vio al oponente al que debía enfrentarse.
Gard Lee era un joven de 15 años, con el cabello largo y negro, y ojos del mismo color. Su altura superaba ligeramente la de Saito. Vestía un kimono tradicional japonés de color negro, que le llegaba hasta los pies, y llevaba puestos unos protectores de brazo también negros, que cubrían sus antebrazos.
Gard observó a Saito acercarse y una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro.
“Ya era hora” —pensó con una mezcla de desdén y emoción— “Finalmente podré darle otra paliza a ese perdedor. Estoy ansioso de que esto empiece."
Saito avanzaba lentamente hacia el campo de entrenamiento, donde alguna vez estuvieron los troncos, tratando de mantener la calma. Su rostro mostraba serenidad, pero por dentro, la ansiedad y el miedo se apoderaban de él. Sabía que lo que venía no sería fácil.
Sin que nadie lo notará, el director de la academia observaba desde su ventana el encuentro inminente entre su discípulo y el genio arrogante de Gard con muchas ganas de que empezará.
Una vez que ambos se colocaron en lados opuestos del área de combate, la sensei habló con firmeza:
—Esta es la última fase del examen de admisión para los equipos de este año. Ustedes dos se enfrentarán en un combate donde podrán utilizar tanto técnicas elementales como técnicas defensivas cuerpo a cuerpo. Sin embargo, está estrictamente prohibido usar movimientos con la intención de matar. Si cualquiera de ustedes lo hace, detendré la pelea inmediatamente y quedará descalificado. ¿Está claro?
Ambos asintieron con seriedad. La sensei continuó:
—El propósito de esta última etapa no es determinar quién gana o pierde, sino evaluar su desempeño. Pueden perder, pero lo importante es que demuestren un nivel de habilidad aceptable para aprobar.
Antes de que la pelea comenzara, Esmeralda se acercó a Gard y le entregó una píldora de reabastecimiento corporal, la misma que le había dado a Saito. Gard la miró con desconcierto y preguntó:
—¿Y esto qué es, sensei?
Esmeralda explicó con calma:
—Es una píldora de reabastecimiento corporal. Le di una a Saito antes de que llegara, y para que sea justo, te doy una a ti también.
Gard observó la píldora con desdén durante unos segundos antes de devolverla, rechazándola con una sonrisa arrogante.
—No la necesito para derrotar a este perdedor. Ya descansé lo suficiente esperando a que este tonto despertara. Quédensela, no la voy a necesitar.
Esmeralda no pudo evitar sentirse irritada por sus palabras, pero se mantuvo tranquila.
—Como quieras. —Con una voz firme, volvió a su lugar y dijo en voz alta—: Entonces, sin más preámbulos... ¡Comiencen!
Saito adoptó una postura de combate que había aprendido en la academia, concentrándose en su oponente. Pensando y analizando a Gard:
“Esto no será fácil. Tendré que dar todo de mí si no quiero que me dé otra paliza como las otras veces.”
Gard, en cambio, no se movió ni un centímetro. Con los brazos cruzados, lo observaba como si Saito fuera un insecto insignificante.
“Vamos a ver si ahora eres lo suficientemente bueno para entretenerme, perdedor" —penso Gard.
Los compañeros de Saito observaban con expectación, deseando ver cómo Gard lo derrotaba. En el otro lado, Esmeralda era la única que realmente le deseaba suerte, observando atentamente mientras Saito parecía ser el único que recibía apoyo de uno solo.
Mientras tanto, Saito analizaba a Gard con detenimiento.
“Gard es un usuario del fuego, y por lo que he visto en los entrenamientos, es mucho más fuerte que yo.
No solo eso, sino que su control elemental es superior al mío. Además, ha dominado técnicas de fuego de alto nivel académico, mientras que yo apenas puedo usar técnicas básicas, de rango F.
Mi única ventaja podría ser la inteligencia y la estrategia táctica. Afortunadamente, no he revelado mis verdaderas habilidades durante los entrenamientos, como me pidió Esmeralda-sensei. Así que probablemente me ve como un perdedor sin talento. Usaré su arrogancia a mi favor.
También, mi velocidad es algo en lo que podría competir, y gracias a la píldora que me dio la sensei, estoy completamente recuperado y lleno de energía. Ahora tengo la oportunidad de superarlo en eso.
Necesito aprovechar todo esto si quiero tener alguna oportunidad de salir bien en este examen."
Gard, claramente impaciente, estiró el brazo y, en un parpadeo, creó una lanza de fuego con una hoja larga y afilada. Su rostro se iluminó con una sonrisa malévola.
—Si no me vas a atacar... ¡entonces lo haré yo!
Con una explosión de velocidad, Gard se lanzó hacia Saito, como un lobo tras su presa. Saito fue sacado de sus pensamientos cuando sus instintos de supervivencia lo alertaron del peligro inminente. Al ver que la lanza de fuego se dirigía hacia su rostro, se agachó rápidamente y retrocedió con agilidad.
“Rayos —pensó—, eso estuvo cerca. No puedo subestimarlo, tendré que ser más cuidadoso si no quiero que esa lanza atraviese mi cabeza.”
Aprovechando el espacio, Saito lanzó un pequeño rayo en dirección a Gard, quien giró rápidamente hacia su izquierda, esquivando el ataque con facilidad.
—¿Eso es todo lo que tienes, perdedor? —dijo Gard, con una sonrisa de arrogancia mientras se preparaba para su siguiente movimiento.
Pero...
...Técnica Elemental de Rayo: Pata de Rayo Imbuido....
Gard recibió una patada de karate en la cara por parte de Saito, quién aprovecho el descuido de Gard para conectar una patada que hizo que se estrellara con el suelo unos metros hacia atrás.
Todos se sorprendieron en gran manera, en especial sus compañeros, quienes nunca pensaron que Saito pudiera moverse así de rápido. Gard estaba furioso y aún más cuando se dió cuánta que si nariz estaba sangrando por el golpe que recibió; y estallando en ira, se paró y gritó:
—¡¡Maldito bastardo, te haré pedazos por esto!!
...Técnica Elemental de Fuego: Llamarada de Fuego....
Gard balanceó su lanza con fuerza, trazando un arco horizontal, y desató una feroz llamarada de fuego que surgió con el impulso de su ataque. Saito reaccionó al instante, desviándose hacia la izquierda para evitar el golpe, pero Gard había anticipado cada movimiento. Sin perder un segundo, se lanzó hacia él con velocidad arrolladora, apuntando a su cráneo con la clara intención de atravesarlo con su lanza.
Antes de que lo alcanzará dicha lanza, Saito se agachó y la esquivó a duras penas, yendo hacía Gard desde frente, pero esté último ya esperaba que esto pasará.
...Técnica Elemental de Rayo: Puño de rayo Imbuido....
Saito intentó golpear a Gard con un puño imbuido de manipulación elemental, cargado con la energía del rayo, directo a su rostro. Sin embargo, fue detenido en seco cuando Gard atrapó su puño con una mano firme.
La sorpresa invadió a Saito, quien pensó atónito:
“¿Detuvo mi puño imbuido con manipulación elemental... con tanta facilidad?”
Gard se burló sin compasión, sus palabras cargadas de desprecio:
—Pff, qué débil. ¿Eso es un golpe de verdad? ¡Déjame mostrarte cómo se golpea de verdad!
Con una fuerza brutal, Gard lanzó una patada al estómago de Saito. El dolor fue tan intenso que Saito creyó que sus costillas se habían roto. El impacto lo lanzó varios metros atrás, haciéndolo aterrizar con violencia en el suelo. Los compañeros de Saito estallaron en aplausos y vítores, elogiando a Gard con entusiasmo. Esmeralda, sin embargo, se mantenía en silencio, con la preocupación visible en su rostro, observando a Saito. A pesar de que deseaba detener la pelea, Esmeralda decidió no intervenir, confiando en que no afectaría negativamente el desempeño de su aprendis.
Saito se abrazó el estómago, luchando por recuperarse del dolor. Gard, sintiendo la oportunidad de terminar con todo, se lanzó hacia él a gran velocidad, con una mirada llena de sed de sangre.
En ese instante, Saito pensó:
“Otra vez no...”
Y con rapidez, se puso de pie y disparó varios rayos pequeños hacia Gard. Pero este los esquivó con facilidad, desviándolos con su lanza. Cuando estuvo a punto de alcanzar a Saito, el joven desesperado disparó un rayo al suelo, creando una cortina de humo. Gard se detuvo por un momento, sin poder ver a su oponente. Fue en ese segundo de confusión que Saito emergió del humo, intentando conectar una patada directa a su rostro. Gard, reaccionando rápidamente, bloqueó la patada con su lanza, aunque con dificultad.
Furioso, Gard decidió terminar con esto. Creó una nueva lanza de fuego en su otra mano mientras estaba en el aire, apuntando a Saito. Sin embargo, al percatarse de las intenciones de su oponente, Saito se impulsó hacia atrás con la lanza de Gard, aterrizando con agilidad sobre el suelo.
Saito, respirando agitadamente, se decía a sí mismo con miedo:
“Si hubiera esperado un segundo más, habría sido mi fin... No pensé que fuera tan fuerte. Su tiempo de reacción es impresionante, y ya no sé si podré acercarme a él otra vez. Mucho menos golpearlo..."
Gard, aún furioso por no haber podido rematar a Saito, se dio cuenta de que no podía subestimarlo más. Con voz retumbante, dijo:
—¿Así que así van a ser las cosas? Parece que tendré que ir en serio contigo. Te voy a mostrar la diferencia entre un mediocre como tú y un maestro elemental como yo.
Finalmente, Gard adoptó una postura de combate inspirada en el sõjutsu que había perfeccionado en la academia, preparado para terminar la pelea de una vez. Con arrogancia, añadió:
Te vas a arrepentir de haber salido de la enfermería.
Saito observó la postura de su oponente, pensativo:
"Parece que ahora va en serio. Si antes era difícil, ahora será casi imposible acercarme a él. Esas lanzas son un verdadero problema. Necesito encontrar una forma de limitar sus movimientos si quiero seguir con vida..."
Entonces, una idea brillante cruzó la mente de Saito:
“¡Limitar! Ya sé lo que debo hacer.”
Con renovado enfoque, Saito formó dos rayos azules, uno en cada mano, y corrió hacia Gard con velocidad, ya con un plan en mente. Gard, sin dudar, se lanzó también al ataque, decidido a acabar con la pelea de una vez por todas. Cuando ambos estaban a punto de chocar, Saito golpeó el suelo con los rayos en sus manos, creando una cortina de humo mucho más densa que la anterior.
Gard, confiado de que Saito aprovecharía el humo para atacarlo desde un ángulo oculto, saltó hacia atrás. Concentró una gran cantidad de su fuego en la punta de una de sus lanzas y lanzó una bola de fuego hacia el humo, que lo disipó parcialmente, creando una nueva cortina de humo aún más densa a varios metros de distancia.
Gard miró a su alrededor, frustrado, pensando:
“¿Dónde se metió ese escurridizo...?”
En ese momento, uno de sus compañeros gritó desde el borde del campo:
—¡Gard, cuidado! ¡Está arriba de ti!
Gard levantó la mirada y vio a Saito, con una sonrisa en el rostro, flotando en el aire. Saito, con rayos azules en ambas manos, dijo en voz alta:
—Ya era hora de que te dieras cuenta, ¿verdad?
Gard, aún sorprendido, reflexionó:
"¿Cómo llegó allí sin que me diera cuenta?"
Pero enseguida comprendió la jugada de Saito: Usó el humo como distracción... Para que no viera cuándo saltaría.
Saito lanzó sus rayos con precisión, pero Gard, confiado, estaba listo para esquivarlos. Sin embargo, para su sorpresa, los rayos no cayeron sobre él. En lugar de eso, aterrizaron a pocos metros de su posición, creando grandes cortinas de humo en el proceso. Sin perder tiempo, Saito volvió a concentrar energía en sus manos, formando nuevos rayos que, al igual que los anteriores, no fueron dirigidos directamente a Gard, sino que impactaron el suelo a su alrededor, generando más humo. Esta táctica se repitió una y otra vez, mientras los compañeros de Gard se burlaban entre sí, murmurando:
"¿Qué le pasa? ¿Acaso se olvidó cómo disparar?"
Saito aterrizó en el suelo, distanciándose de Gard. Este, aún confundido, no pudo evitar burlarse de él:
—¿Eso es todo? Pensé que tu puntería sería mejor que esta basura. Parece que solo tuviste suerte en la segunda fase del examen, ¿verdad?
Saito, en silencio, no respondió. En lugar de eso, concentró un pequeño rayo en su mano derecha y, con una sonrisa confiada, le pregunto:
—¿Tú crees? ¿Por qué no miras dónde estás parado?
Confuso, Gard desvió la mirada, observando su entorno. Fue entonces cuando se dio cuenta de las grandes cortinas de humo que rodeaban su posición. Finalmente, comprendió por qué Saito había estado lanzando los rayos lejos de él. Y pensó para sí mismo, sorprendido:
"Todo tiene sentido ahora. Esos rayos no fueron para atacarme, sino para crear estas cortinas de humo. Pero ¿por qué haría algo así? No tiene sentido... a menos que..."
Gard abrió los ojos con incredulidad cuando comprendió las intenciones de adversario. En ese instante, Saito, al notar la expresión de Gard, supo que su plan había sido descubierto y se dijo:
"Parece que ya se dio cuenta. Tendré que actuar rápido antes de que reaccione."
Con rapidez, Saito lanzó otro rayo, esta vez cayendo cerca de Gard, generando la última cortina de humo que necesitaba. Luego se desvaneció entre la niebla, moviéndose con sigilo.
Gard, frustrado, intentaba localizar a Saito, mirando de un lado a otro. Las cortinas de humo dificultaban su visión, lo que lo irritaba cada vez más. Pensó, entre dientes:
"Maldición... Con este maldito humo, me es imposible ubicarlo. ¡Prometo que cuando lo encuentre, lo voy a...!”
De repente, Gard sintió que algo se acercaba a él por detrás. Por reflejo, se agachó, esquivando un pequeño rayo azul que pasó por encima de su cabeza y se desvaneció entre el humo.
Sus sentidos alertaron nuevamente, esta vez desde su derecha, y vio con horror cómo cuatro rayos pequeños se dirigían hacia él a gran velocidad. Encolerizado, Gard formó dos bolas de fuego en las puntas de sus lanzas, igual que antes.
Con rabia, gritó:
—¡Maldito cobarde! ¡Muéstrame tu cara ahora, para que pueda quemarte hasta los huesos!
Gard lanzó las bolas de fuego hacia los rayos, y el poder de su técnica elemental disipó los ataques de Saito. Pero las bolas de fuego inmensa se dirijieron a los sorprendidos estudiantes y Esmeralda, y está última no dudo en tomar represalias.
...Técnica Elemental de Aire: Barrera de Aire....
Esmeralda protegió a sus alumnos y a ella misma de las peligrosas bolas de fuego, creando una gran barrera de aire de proteccion, y cuando explotaron las bolas de fuego, se provocó una peligrosa explosión que afortunadamente no provocó ningún herido.
La sensei le pregunto a sus alumnos su estaban bien y estos respondieron que si, y Esmeralda vio las cortinas de humo con enojo, y se preguntó:
"¿Que estarán asiendo esos dos ahí dentro? Si esto sucede otra vez, voy a tener que detener el combate por el bien de todos aquí”
A través de sus agudos sentidos, Gard percibió que varios proyectiles se dirigían hacia él desde todas las direcciones posibles. Sin embargo, lejos de intimidarse, utilizó sus dos lanzas de fuego para desviarlos y contrarrestarlos con su gran habilidad. A pesar de su destreza, no se dio cuenta de que dos proyectiles se acercaban con mayor velocidad, dirigidos directamente a sus talones. Los impactos fueron certeros, golpeando con fuerza.
Un gruñido de dolor escapó de Gard mientras se arrodillaba, sujetándose los talones, la intensidad del sufrimiento evidenciada en su rostro. Con furia, le gritó:
—¡Maldito! ¡Vas a pagar por esto, te lo prometo!
Desde fuera de la cortina de humo, los compañeros de Saito y su sensei escucharon la exclamación de Gard, preguntándose qué ocurría dentro de la niebla, ya que no podían ver nada de lo que sucedía. Esmeralda, al escuchar el grito, comprendió de inmediato la estrategia de Saito y pensó, sorprendida:
"Ahora entiendo por qué Saito disparaba esos rayos cerca de Gard. Su objetivo nunca fue herirlo directamente, sino reducir su visión para que no pudiera saber de dónde vendrían sus ataques.
Desde el principio, sabía que no podría ganarle a Gard de frente. Así que ideó este plan para poder enfrentarse a él con más eficacia, aprovechando sus capacidades y sus debilidades. Un gran uso de la estrategia táctica, diría yo."
Gard, con esfuerzo, se levantó del suelo, tambaleándose por el dolor en sus talones. Saito, observando su dificultad, se dijo con determinación:
"Bien, ya logré 'limitar' sus movimientos. Es hora de pasar a la siguiente parte del plan."
Con rapidez, Saito se movió y comenzó a crear y lanzar rayos desde todas las direcciones posibles. Gard, sorprendido por la cantidad de rayos que venían hacia él, reaccionó instintivamente. Sujetó fuertemente sus lanzas con ambas manos y las balanceó con todas sus fuerzas.
...Técnica Elemental de Fuego: Mar de Fuego....
Gard conjuró una enorme llamarada de fuego, tan grande como una ola imparable, que se extendió en todas direcciones, disipando por completo la técnica elemental de Saito y desintegrando las cortinas de humo que lo rodeaban. La sorpresa invadió a todos los presentes. Los chicos no pudieron evitar aplaudir y elogiar a Gard, mientras que Esmeralda, preocupada, observaba a Saito con la esperanza de que estuviera bien.
El uso constante de su control elemental, y especialmente la aplicación de múltiples técnicas de rango D, lo había dejado agotado. La última técnica elemental que había desplegado, en particular, había consumido gran parte de sus fuerzas. Gard, sin aliento, pensó para sí mismo:
“Maldición, casi me quedo sin energía. No esperaba que esa última técnica me drenara tanto... Espero que ese maldito haya quedado reducido a cenizas por mis llamas...”
Fue entonces cuando el dolor lo interrumpió. Un dolor agudo y punzante se apoderó de sus manos, las cuales había usado para sujetar sus lanzas de fuego, lo que hizo que las soltara de inmediato. Las lanzas se desintegraron en el aire.
Gruñendo por el dolor, Gard gritó, visiblemente airado:
— ¡¿Quién fue el maldito que hizo esto?!
La sorpresa recorrió a todos los presentes, y Esmeralda, con agudeza, dedujo lo que había sucedido.
"Esos fueron proyectiles eléctricos que vinieron desde arriba... Eso significa que..."
Esmeralda miró hacia el cielo y vio a Saito suspendido en el aire, su mirada feroz y decidida. Los compañeros de Gard y él mismo no podían creer lo que veían. Al mirar hacia arriba, se sorprendieron aún más y se preguntaron:“¿Cómo demonios llegó hasta ahí?”
Esmeralda esbozó una pequeña sonrisa y pensó, admirada:
“Qué inteligente. Antes de que Gard pudiera lanzar su técnica elemental, Saito saltó en el último momento con toda su fuerza, evitando ser visto. Cuando Gard bajó la guardia, Saito atacó sus manos, desarmándolo y obteniendo así una ventaja crucial. Eres realmente impresionante. ¿Cuál será su próximo movimiento?”
Desde las alturas, Saito se lanzó con rapidez hacia Gard, preparado para asestarle una patada con todas sus fuerzas. Gard, al percatarse de la maniobra, intentó moverse para esquivarla, pero algo no estaba bien. Sus piernas temblaban y no respondían como debía. En ese momento, una ola de frustración y ansiedad lo invadió. Miró a Saito, lleno de odio, y pensó:
“Ese maldito... ¡Esto lo tenía planeado desde el principio!”
...Técnica Elemental de Rayo: Patada de Rayo Imbuido....
La patada de Saito conectó de lleno con el rostro de Gard, quien no pudo hacer nada para evitarla. Con todas sus fuerzas, trató de resistir la tremenda fuerza de la patada, apoyando firmemente la pierna izquierda sobre el suelo para no caer. Sin embargo, Saito rugió con poder y comenzó a ejercer más presión, logrando poco a poco vencer la resistencia de Gard.
Esmeralda y los demás quedaron sorprendidos, algunos incluso pensaron que Gard ya había perdido la pelea. Sus seguidores, que no podían creer lo que ocurría ante sus ojos, observaban atónitos cómo su ídolo, el prodigio de la academia, estaba siendo derrotado por aquel a quien consideraban el "nerd" y el "perdedor" de la clase.
Gard tampoco podía creer lo que estaba pasando y se preguntaba a sí mismo:
“¿Qué demonios está ocurriendo aquí? ¿Cómo puede este perdedor ser tan fuerte? ¿Cómo es capaz de hacer todo esto, cuando fue el último en las clases de control elemental y combate cuerpo a cuerpo? ¿Acaso estuvo fingiendo ser débil todo este tiempo...?”
Los recuerdos de Saito durante su tiempo en la academia comenzaron a invadir la mente de Gard. Reflexionó, como si el tiempo se hubiera detenido:
“No te entiendo. Desde que te conocí, siempre fuiste un perdedor sin talento, sin ninguna habilidad extraordinaria. Lo único en lo que destacabas era en las matemáticas y en esas molestas cosas académicas en las que yo nunca pude sobresalir. Siempre fuiste tan patético. Siempre estuviste solo, sin amigos, ocupado trabajando en la pesca, sin padres que te amaran como a mí...
Pero... ¿por qué, a pesar de todo eso, siempre te recordaba tan feliz? A pesar de que incluso incité a los demás a dejarte como un marginado, para ver si encontraba algún rastro de tristeza o ira en ti, ¿por qué tu sonrisa nunca desaparecía? Esa maldita sonrisa me hacía sentir que siempre estabas un paso adelante, incluso cuando yo era considerado un maestro elemental prometedor. Parecía que ibas a llegar a un lugar donde yo jamás podría alcanzar. ¿Y ahora voy a perder contra alguien que siempre me hizo sentir inferior?”
Un fuego de odio se encendió dentro de Gard mientras miraba a Saito. Pensó, furioso:
"¡¡¡ESO NO LO VOY A PERMITIR JAMÁS!!!"
Gard giró rápidamente su rostro y su cuerpo hacia la izquierda, esquivando con gran dificultad el ataque de Saito. Esta maniobra sorprendió tanto a Saito como a sus compañeros y su sensei. Mientras cargaba su brazo izquierdo con un fuego intenso, Gard le gritó a un Saito en estado de shock:
—¿De verdad pensaste que iba a permitir... QUE ME PISOTEARAS?
...Técnica Elemental de Fuego: Puño de Fuego Ardiente....
Saito no pudo hacer nada para evitar el impacto de la técnica, que golpeó su rostro con gran fuerza, haciendo que volara varios metros hacia atrás. El impacto generó una onda expansiva y levantó una gran nube de polvo sobre el terreno.
Los presentes quedaron boquiabiertos ante lo que presenciaron. No pasó mucho tiempo antes de que los chicos comenzaran a gritar y elogiar el nombre de Gard con alegría, como si fuera un coro. Gard, jadeando con dificultad, pensó:
—Finalmente... se acabó.
Esmeralda se preocupó inmediatamente por el estado de Saito y corrió a verlo, esperando que estuviera bien. Sin embargo, cuando el humo comenzó a disiparse, se detuvo en seco al ver algo que no solo la sorprendió a ella, sino también a todos los presentes, incluido Gard, quien observaba incrédulo.
Cuando el humo se despejó casi por completo, se vio a Saito de pie, con la cabeza agachada, el brazo izquierdo colgando como si estuviera incapaz de pelear, las piernas flexionadas y separadas, y el otro brazo medio flexionado y colocado cerca de su cadera, como si se estuviera preparando para pelear. Sus compañeros murmuraban entre ellos, y Gard, aún incrédulo, pensaba:
—Imposible. Di todo lo que tenía en ese último ataque, no puede ser que haya salido ileso... ¿verdad?
Esmeralda notó que algo no estaba bien con Saito y se dijo a sí misma:
"Su cuerpo está de pie, pero su mente y alma parecen apagadas, como si estuviera en otro lugar... ¡Un momento! ¡¿No será que...?"
Esmeralda pareció darse cuenta de lo que ocurría, pero, por otro lado, Gard estaba enfurecido al pensar que no había acabado con Saito. Decidido, concentró todo el poder elemental que le quedaba en su mano derecha, creando una gran bola de fuego. Este gritó con rabia:
—¡Espero que con esto te mueras de una vez!
...Técnica Elemental de Fuego: Gran Bola de Fuego....
La bola de fuego fue lanzada con toda la fuerza restante de Gard hacia Saito, quien parecía no reaccionar, permaneciendo inmóvil como si esperara que el ataque lo alcanzara de lleno.
La bola de fuego provocó una gran nube de humo al impactar contra algo, y Gard y los demás chicos se alegraron, pensando en sus corazones que la técnica de Gard había cumplido su cometido. Sin embargo, cuando el humo se disipó, lo que vieron los sorprendió y enfureció a muchos. Saito había sido protegido por una barrera esférica de aire que lo salvó de la explosión.
Todos (a excepción de Gard) comenzaron a murmurar entre sí, preguntándose quién había hecho tal cosa. Gard, enfurecido, gritó:
—¡¡¿Quién fue el que protegió al bastardo de Saito?!!
Esmeralda respondió con autoridad, pero al mismo tiempo con calma:
—¡Gard, ya basta! ¡Es suficiente!
Gard miró a su sensei con confusión, y ella continuó de manera más tranquila:
—Quién detuvo tu ataque lleno de malas intenciones fui yo. Te advertí lo que pasaría si alguno de ustedes usaba un movimiento con intenciones asesinas. Detendría la pelea y descalificaría a quien lo hiciera. Además, no sé si te diste cuenta, pero el combate ya terminó.
Gard se quedó más asombrado y confundido, y preguntó:
—¿A qué te refieres, sensei?
Esmeralda no respondió de inmediato. En cambio, se acercó a donde estaba Saito, disipando lentamente la barrera de aire que lo protegía. Se arrodilló, tocó su mejilla sana y, mirando a Gard, le dijo:
—¿No es obvio? Tu compañero ya no puede seguir peleando. La victoria es tuya.
Todos se sorprendieron por lo que dijo Esmeralda, y pronto comprendieron que Saito estaba de pie, pero completamente inconsciente. Los compañeros de Saito comenzaron a celebrar y felicitar a Gard, quien al final sonrió y pensó:
—¡Bien, finalmente pude aplastar a esa basura! ¡Eso le enseñará cuál es su lugar aquí!
Esmeralda, sin prestar atención a los festejos de sus estudiantes, se quedó pensativa:
"En serio no querías perder, ¿verdad? Tus deseos de ganar eran tan grandes que tu cuerpo siguió de pie, aunque ya estabas inconsciente. Diste todo de ti contra un oponente que no podrías derrotar, e incluso me sorprendiste cuando le diste una paliza al que se decía invisible entre sus compañeros."
Mientras recordaba la pelea entre Saito y Gard, continuó pensando con gran tristeza:
"Es una lástima que los resultados no fueran como esperabas. Te merecías algo mejor que esto. Y aunque para otros solo fuiste el perdedor de la batalla, para mí fuiste todo lo contrario."
Esmeralda llevó a Saito entre sus brazos, como si fuera un niño, hacia la enfermería. Sin embargo, se detuvo en la puerta trasera de la academia al escuchar a los chicos rodeando a Gard, elogiándolo:
—¡Eso fue increíble, Gard! ¡En serio lo destruiste por completo!
—¡Es verdad! ¡Te luciste muchísimo en la pelea! Seguro ese perdedor se lo pensará dos veces antes de volverse a enfrentar a ti.
—Con esa pobre demostración de habilidades, seguro ese nerd reprobó el examen para la admisión de equipos. ¿Cómo alguien que no puede hacer una técnica elemental de rango D sin desmayarse podría convertirse en un maestro elemental profesional? Solo pierde su tiempo aquí.
Gard, con su ego por las nubes, respondió con una sonrisa de superioridad:
—Ja, es verdad. Un nerd inútil como él jamás llegará lejos como maestro elemental. Solo tuvo suerte de haber llegado tan lejos en los exámenes de admisión. Es todo.
Al escuchar esas palabras sobre su estudiante más esforzado, Esmeralda se enfureció profundamente. Giró hacia sus estudiantes y gritó con furia:
—¡¡¡Cierren la boca todos ustedes!!!
Al escuchar el grito de su sensei, los chicos se asustaron y se callaron de inmediato. Esmeralda continuó, entre gritos:
—¡¿Qué saben ustedes si él llegará a ser un maestro elemental o no?! ¡¿Qué podrían saber de él?! ¡Él es más trabajador que cualquiera de ustedes! ¡Ustedes, en comparación con él, son unos perezosos que solo buscan el camino fácil!
Las palabras de Esmeralda hirieron a los chicos, como si varias cuchillas afiladas les impactaran. Todos se sintieron culpables, y aunque querían protestar, Esmeralda los fulminó con una mirada que nunca habían visto antes, lo que provocó miedo en sus corazones. Incluso Gard, el primero en querer replicar, se quedó callado al recibir esa mirada tan llena de ira.
Esmeralda continuó, más calmada:
—Desde que los conozco, siempre lo han tratado como a una peste. Lo menospreciaron, envidiaron y odiaron sin motivo alguno. Lo dejaron marginado entre ustedes durante años. Lo único que les faltó fue golpearlo a diario, algo que casi hicieron, aprovechando los días de entrenamiento para "enfrentarse amistosamente" con él, dejándolo en la enfermería en varias ocasiones. ¡¿De verdad pensaron que no me daba cuenta de sus malas intenciones cuando formaban fila para pelear contra él?!
Los chicos, acusados por sus conciencias, agacharon la cabeza avergonzados, excepto Gard, quien se negó a sentir culpabilidad por lo que había hecho.
Esmeralda añadió:
—La razón por la que no los expulsaron a todos fue porque el mismo chico que tanto maltrataron decidió no guardarles rencor. Incluso le sugerí un día que los delatara al director para que los expulsaran, y su respuesta fue, mientras estaba en la enfermería por haber sido golpeado por ustedes: "No, sensei. No lo haga. Muchos de ellos se han esforzado mucho en la academia y no quiero que sus esfuerzos se vayan a la basura por mí. Mejor haga de cuenta que no vio nada y déjelo pasar. Cambiarán algún día, no sé cuándo, pero lo harán. Después de todo, son mis compañeros, ¿verdad?"
Al escuchar esto, todos se sorprendieron profundamente. El peso de la culpa y el remordimiento creció enormemente en sus corazones. Gard, por su parte, se quedó sin palabras y pensó:
“Eso no puede ser... ¿Nunca tuvo rencor hacia nosotros, después de todo lo que le hicimos, ni siquiera un poco?”
Los chicos sentían como si espadas, y no dagas, atravesaran su carne. Esmeralda los miró y dijo:
—Les aconsejo que, cuando su compañero despierte, vayan y se disculpen con él. Es lo menos que pueden hacer si quieren conservar la poca dignidad que les queda.
Esmeralda se disponía a irse, pero se detuvo al recordar algo importante. Miró a Gard y le dijo:
—¡Ah, casi lo olvido! Gard Lee, quedas descalificado del examen para la admisión de equipos.
Todos se sorprendieron enormemente, especialmente Gard, quien pasó de estar sorprendido a furioso y gritó:
—¡¿QUÉ?! ¡¡¿Por qué?!!
Esmeralda respondió:
—Lo que oíste. Usaste una técnica elemental de fuego con la intención de matar a tu compañero. Te advertí lo que sucedería si hacías algo así. Agradece que te muestro misericordia, porque podrás presentar el examen nuevamente al final del año como estudiante de esta academia.
Gard, aún más furioso, exclamó:
—¡Usted no puede hacerme esto a mí!
Esmeralda respondió, con calma pero firmeza:
—Claro que puedo. Soy la administradora del examen, por lo tanto, tengo la última palabra.
Esmeralda se disponía a marcharse, pero Gard, iracundo, dijo en voz alta:
—¡Esto no se quedará así! ¡Llamaré a mis padres y haré que la despidan por lo que acaba de hacer! ¡Lamentará el día en que se convirtió en sensei de esta academia, lo prometo!
De repente, una fuerte intención asesina envolvió el cuerpo de Esmeralda. Todos se estremecieron, incluido Gard, quien de inmediato pensó que había cometido un grave error al decir tales palabras. Delante de él aparecieron agujas de aire, y Esmeralda lo miró con ojos tan fulminantes que parecía que atravesaban su alma. Con voz engañosamente tranquila y fría, le preguntó:
—¿Acaso... acabas de amenazarme, Gard?
Gard, al darse cuenta de su error, agachó la cabeza, temblando, y tartamudeó:
—Lo... lo siento, sensei. No debí hablarle así. Perdóneme.
Esmeralda, aún con esa mirada aterradora, respondió:
—Más te vale que no vuelva a ocurrir. Si lo haces, te romperé las piernas y te obligaré a arrastrarte hasta tu casa desde la academia. ¿Quedó claro?
—Sí, sensei —respondió Gard, entre dientes.
Esmeralda disipó las agujas de aire y se marchó, dejando a los demás aterrados y temblorosos. Los chicos murmuraban entre ellos, algunos callados, otros marchándose rápidamente. Sin embargo, uno de ellos se quedó pensando, con odio en su corazón, como si el miedo nunca hubiera existido. Se decía a sí mismo:
"Esto no se quedará así. ¡Haré que se arrepientan por toda esta humillación, especialmente tú, Saito! Saito... Saito... ¡Saito! ¡TÚ pagarás por esto!"
...Continuará....
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