Vivían, una mujer que, tras casarse por un acuerdo entre familias, viajó al exterior luego de decepcionarse de su esposo, Mark. Las familias Valencia y Lauren, por años habían sido amigas, y cuando tuvieron a sus respectivos herederos, decidieron comprometerlos para sellar su amistad en familia. Trágicamente, el día del nacimiento de Vivían hubo un gran terremoto en el hospital y confundieron a los bebés. Solo se enteraron de esto cuando Vivían tuvo que ser internada por apendicitis. Esto causó una gran conmoción en la familia Valencia, pero después de recuperarse de tan duro golpe, empezaron a buscar a su legítima heredera.
Los años pasaron y, aunque aún no se sabía nada de la verdadera hija de los Valencia, la familia Lauren empezó a presionar para que se celebrara la boda. El patriarca de los Lauren estaba muy enfermo y deseaba ver a su nieto casado con Vivían, a quien siempre había considerado como una segunda nieta. Sin más remedio, los Valencia tuvieron que aceptar, puesto que aún no aparecía su verdadera hija y, además, la empresa Valencia no estaba pasando por un buen momento. No podían dejar pasar esta oportunidad de asociación.
Vivían era quien más ilusionada estaba con todo esto. Llevaba años enamorada de Mark, y aunque él siempre se había mostrado frío, distante e incluso grosero con ella, el amor que le tenía hacía que muchas veces fuera completamente ciega ante sus actos. Lastimosamente para Vivían, su felicidad muy poco duró, ya que, como por arte de magia, apareció Camila, la verdadera hija de los Valencia y, en teoría, la verdadera prometida de Mark. Faltaban tan solo dos meses para su matrimonio con el hombre que ella había amado desde su niñez, pero poco a poco Camila logró hacer que su boda se extendiera cada vez más. Se acercó descaradamente a Mark, y ambos lograron tener una relación muy íntima. En menos de dos meses, todo el mundo en la alta sociedad creía que quien se casaría con Mark era Camila y no Vivían.
Al enterarse de esto, el señor Francisco Lauren mandó a llamar a su nieto para pedirle explicaciones, pero lo único que encontró fue un muro. Mark no quiso hablar sobre el tema, y su abuelo, al ver que esto podría dañar sus planes, sentenció que si él no se casaba el próximo mes con Vivían, le daría todas sus acciones a su primo, quien casualmente también era enemigo declarado de Mark.
Frustrado y enojado con su abuelo, pero mucho más con Vivían, pues supuso que ella fue quien le había comentado todo eso a su abuelo, salió de la mansión Lauren para dirigirse a la mansión Valencia. Al llegar, pidió hablar con Vivían. Cuando la chica bajó y lo vio, sonrió ampliamente, y acercándose a él con timidez dijo:
— ¿Qué te...?
— ¿Fuiste tú, verdad? — Mark tomó el brazo de Vivían, sujetándolo con fuerza. Con el rostro completamente ensombrecido, continuó—. Tú le pediste a mi abuelo que apresurara nuestro matrimonio.
— ¿Qué? No... no entiendo de qué hablas... — Vivían frunció el rostro, señal de dolor, y mirando con súplica a los ojos de Mark, dijo—. Me duele...
Mark, al darse cuenta de lo que estaba haciendo, la soltó con brusquedad y sentenció:
— Sé que no me vas a reconocer lo que has hecho, pero quiero que sepas que, aunque me obligues a estar a tu lado, yo jamás te amaré.
Los ojos de Vivían se llenaron de lágrimas y, con desesperación, preguntó:
— ¿Por qué? ¿Qué fue lo que te hice? ¿Por qué no puedes corresponder a mi amor?
Mark se sorprendió al ver que, por fin, Vivían era directa con sus preguntas y dijo:
— Porque ya hay alguien más en mi corazón. Lo siento, Vivían...
Eso fue lo último que Mark dijo antes de marchar. Por otro lado, en la escalera, escondida, se encontraba Camila, quien, al escuchar esto, sonrió victoriosa y susurró:
— Lo siento, "hermanita", pero ya han sido muchos años en los que tú tomaste lo que a mí me pertenece. Es hora de que conozcas tu lugar.
Después de eso, Vivían no supo nada más de Mark. Los días y semanas pasaron hasta que, un día, un mensaje llegó pidiendo que se presentara en L-Motors Company, la empresa de los Lauren. Esto entusiasmó a Vivían, pues esperaba poder solucionar las diferencias con Mark.
Al llegar a la empresa, se dirigió a su oficina y fue recibida por el abogado de Mark, un hombre de unos sesenta años, quien, luego de hacerla pasar, le enseñó un contrato matrimonial. En él, estipulaba que se uniría a la familia Lauren, tendría acceso a su fortuna y apellido, y que, una vez que firmara, el señor Mark Lauren sería su esposo.
Vivían miró al hombre, sin entender bien a qué se refería con ese contrato, y el hombre explicó brevemente:
— El señor Lauren me dijo que le diera este recado. Dijo que esto sería todo, no tiene intenciones de hacer ningún tipo de ceremonia ni acto civil. Dijo que, si no está de acuerdo con esto, que por él está bien, pero que será usted quien tendrá que aclararle a ambas familias por qué no se quiere casar con él.
Vivían, aún procesando todo lo que el abogado había dicho, dijo:
— Entiendo, ¿puede darme un minuto?
El abogado asintió y, después de salir, Vivían tomó su teléfono y marcó el número de Mark. Esperó a que él atendiera, pero este nunca contestó. Las lágrimas rodaron por su mejilla y, mirando detenidamente el contrato que tenía frente a sus ojos, lo firmó. Luego salió de la oficina y, al ver al abogado, dijo:
— Dígale a su cliente que está hecho.
Sin más, Vivían marchó del lugar y se dirigió al único sitio donde, siempre que se sentía devastada, podía llorar...
En la playa cerca de la ciudad, Vivían caminaba descalza sobre la húmeda arena, pensando en cómo regresar a la época en que, en los ojos de Mark, no solo había frialdad y rencor, sino que también podía ver amor e ilusión.
Se conocían desde niños, y aunque Mark iba dos grados adelantado a ella, en los recreos ambos se encontraban para compartir sus dulces. Además, él no permitía que otro niño jugara con ella, ya que se ponía algo celoso si lo veía.
A medida que fueron creciendo, comenzaron a compartir más cosas, como su amor por la arquitectura, la naturaleza, los autos, la música y la comida, lo que los acercó aún más. Se podía decir que eran más que amigos, pero todo cambió cuando Mark asumió su puesto en la empresa de los Lauren. Las reuniones entre ellos se volvieron distanciadas, su tiempo juntos se fue reduciendo y, después de que él pasara un año en el extranjero, fue cuando realmente se distanciaron. Al regresar, el chico risueño y alegre que ella conocía ya no existía. Su carácter había cambiado completamente, hasta el punto de que Vivían ya no sabía cómo iniciar una conversación con él. Cuando su abuelo enfermó y condicionó la fusión de ambas empresas a su unión, fue cuando Vivían se dio cuenta de que el joven que conocía ya no estaba. Las palabras hirientes que le dedicó después de la petición de su abuelo aún la lastimaban. Él la trató de arribista, sugiriendo que solo se acercaba a él por su dinero. Cuando Vivían intentó explicarle que eso no era así, Mark no la escuchó, y todo empeoró cuando Camila apareció. Ella, en cada oportunidad que tenía, la ponía en una mala situación, haciéndola ver como alguien clasista y completamente indiferente hacia una joven que había sufrido mucho antes de reencontrarse con su familia. Pero la realidad era otra: cuando regresaba a la mansión de los Valencia, sus padres la castigaban severamente por tratar mal a su verdadera hija y le reprochaban lo malagradecida que era, pues sin ellos no estaba claro qué hubiera sido de la vida de Vivían. Como "compensación" por sus supuestas faltas hacia Camila, Vivían tenía que hacer todo el trabajo de la servidumbre, además de atender todas las necesidades de Camila.
Tan pronto como Camila llegó a la mansión, Vivían pasó a ser simplemente una sirvienta más.
Muchas veces intentó contarle todo esto a Mark, pero él nunca le dio la oportunidad. Siempre estaba ocupado o con Camila, y temía que, si le decía lo que ella le hacía cuando nadie los veía, podría empeorar las cosas. Soportó todos esos abusos con la esperanza de que, cuando se casara con Mark, todo cambiaría. Ella le recordaría quién era antes de que todo esto sucediera, y ambos volverían a ser los de antes. Pero después de todo lo ocurrido ese día, sus esperanzas cayeron al suelo. Él no solo no la quería como esposa, sino que la detestaba, porque esa manera de concretar su unión fue todo lo que ella necesitaba para saber que a él le importaba muy poco sus sentimientos.
Mientras las lágrimas caían por sus mejillas, un hombre se acercó y le preguntó:
— ¿Se encuentra bien, señorita?
Vivían se sorprendió por el tono de voz repentino y, al voltear, vio al caballero.
— Sí... — respondió, viendo que él llevaba su saco colgado en uno de sus hombros y también estaba descalzo—. Solo estaba dando un paseo.
— Lo entiendo, yo también vengo aquí a meditar. — Observó los ojos rojos de Vivían y, aunque intentó no hacerlo, no pudo evitar fruncir el ceño—. ¿Le sucede algo? ¿Quiere que llame a alguien para...?
— No, por favor... solo necesitaba pensar.
El hombre, sin relajar su expresión, se sentó en la arena y, extendiendo su saco para que ella se sentara junto a él, dijo:
— Muy bien, si quiere puede hablar conmigo. No soy muy bueno para hablar, pero tengo el don de saber escuchar y dar buenos consejos.
Vivían lo miró. Él no parecía una persona peligrosa ni mala, pero aun así, tenía algo de recelo al estar a solas con él. Miró a su alrededor, y al ver que no muy lejos había un grupo de hombres de seguridad observando en su dirección, volvió la mirada hacia el hombre y dijo:
— No lo sé... tal vez lo aburra. Además, no sé si deba...
— Tengo tiempo de sobra. Tal vez hoy pueda ser su amigo. Creo que en este momento necesita uno.
Vivían sonrió con algo de tristeza y, tomando asiento sobre el saco que el hombre había extendido para ella, le contó poco a poco toda su situación. Cuando terminó, lo miró nuevamente y dijo:
— Y es así como, en este momento, me encuentro sin saber si la decisión que tomé es la correcta...
Nikolai la miró con lástima y, sin poder evitarlo, la abrazó. Esto sorprendió a Vivían, pero, aunque en su mente sabía que eso podría verse raro, de alguna extraña manera la calidez de ese abrazo hizo que sus lágrimas volvieran a salir. Cuando Nikolai sintió su hombro humedecerse nuevamente, dijo:
— Vivían, tú no estás sola... Hermana, te estuve buscando por mucho tiempo, pero... Al ver que tenías una familia y que parecías estar feliz, no quise... no pude acercarme...
Vivían se levantó de la arena y, alejándose un poco, preguntó:
— ¿Qué? ¿Quién eres?
— Tranquila, te lo diré todo. Solo te pido que no te alteres y que confíes en mí...
Vivían lo miró un momento, y al ver que sus ojos tenían el mismo color que los suyos, sintió curiosidad por lo que ese hombre tenía para decirle. Lentamente asintió, y al tomar asiento nuevamente, Nikolai habló...
Mientras Nikolai hablaba, Vivían solo se mantenía en silencio, escuchando todo lo que él tenía para decir.
—No sé por dónde empezar... —dijo al notar la mirada de impaciencia de ella—. Empezaré desde cuando me contaron de tu existencia. Tenía doce años cuando mi madre, nuestra madre, falleció. Unos días antes de su muerte, me contó que tú habías nacido el diez de octubre de mil novecientos noventa y cinco. Yo era solo un niño, por eso no recordaba nada de lo sucedido en esas fechas. Fue recién cuando mi madre murió que, junto con mi padre, comenzamos a buscarte por todas partes.
—Empezamos por el hospital donde naciste. Allí solo nos decían que en ese entonces muchos recién nacidos habían muerto debido al derrumbe provocado por el terremoto. Pero luego nos enteramos de que un grupo de enfermeras logró sacar a varios bebés a tiempo, y entre ellos estabas tú. Te buscamos por años, hasta que descubrimos que una de las familias que también había dado a luz en esa clínica se había marchado días después a su país. Perdimos su rastro, y fue muy difícil encontrarlos. Estábamos a punto de rendirnos cuando, en una revista, mi padre te vio. Cuando me la mostró, fue como ver a mamá nuevamente. Tú… tus ojos, tu pelo, eres la viva imagen de ella.
—Quise viajar, pero mi padre dijo que debíamos ir con calma. Tal vez tú no nos querías en tu vida, o tal vez nuestro estilo de vida te incomodaría. Investigamos sobre ti y supimos que estabas bien, y eso era lo que realmente nos importaba. Planeaba mantener mi distancia hasta verte casada, y luego volver con papá. Pero mis hombres notaron ciertos incidentes en los que salías perjudicada, y tu supuesto prometido tampoco te ayudaba. Así que decidí poner a alguien a cargo de tu seguridad. Esa persona hoy me avisó de todo lo sucedido, y no lo pensé dos veces. Vine a hablar contigo. Tal vez no me creas o te suene loco lo que te digo, pero los Vitales tenemos palabra y jamás mentimos en estos temas. La familia es el bien más preciado para nosotros, y por eso estoy aquí. No estás obligada a aceptarme como hermano, pero siempre que me necesites, estaré para ti.
Vivían siguió mirando hacia el mar detenidamente y, de pronto, preguntó:
—¿Cómo era ella?
Nikolai tomó su teléfono y, extendiéndoselo, respondió:
—Nunca perdió la esperanza de encontrarte.
Ella miró la foto detenidamente. Lo que él decía era cierto: era la viva imagen de esa mujer. Luego levantó el rostro nuevamente.
—Siempre imaginé este momento, cómo sería si mis verdaderos padres me estuvieran buscando. Siempre creí que me habían abandonado o que estaban muertos… pero saber que nunca la conoceré me pone triste. A la vez, siento que un peso se ha ido de mi corazón. Gracias por estar aquí esta noche.
Nikolai la abrazó nuevamente y, al notar que estaba helada, comentó:
—Creo que debemos irnos. Hace frío y te estás congelando… ¿Qué piensas hacer? ¿Quieres regresar?
Vivían lo miró a los ojos. Sin saber por qué, confiaba ciegamente en él.
—No. Quiero irme muy lejos y desaparecer.
—Puedo ayudarte con eso —respondió él, levantándose y extendiendo la mano.
Ella la miró y, sin dudarlo ni por un segundo, la tomó. Ambos se dirigieron a la salida, pero cuando ella intentó ir hacia su auto, él la detuvo.
—Lo rastrearán. Si quieres desaparecer, lo mejor será dejarlo aquí.
La chica dudó un instante. Asintió.
—Tomaré mi bolso.
Nikolai observó cómo su hermana sacaba solo su bolso y dejaba las llaves del auto dentro. Luego, ambos subieron al coche de él y se marcharon sin dejar rastro de adónde se dirigían.
---
**Tres años después…**
En el aeropuerto de Los Ángeles, una mujer de figura imponente y gran belleza se dirigía hacia la salida, escoltada por varios guardaespaldas. Su padre y su hermano mayor le habían pedido que no viajara, pero al ver su negativa, decidieron permitirle volver con la condición de llevar suficiente seguridad hasta que pudieran alcanzarla.
Al llegar a la salida, al ver a los hombres que la esperaban, giró hacia Iván, el hombre de confianza de su hermano. Él, al notar su expresión, se apresuró a decir:
—No sabía de esto, señorita…
—Por supuesto que no —ironizó, esperando a que le abrieran la puerta del auto. Subió y ordenó—: Directo al hospital, por favor. Luego iremos al hotel.
—Como ordene, señora.
Una vez el auto arrancó, encendió su celular. Desde la noche en que se fue, no lo había vuelto a prender, tal como le había aconsejado su hermano para no ser rastreada. Pero ahora, con el señor Lauren gravemente internado, había decidido volver. En su antigua vida, él había sido el único que le mostró un cariño genuino. Por eso, cuando sus informantes le hablaron de su estado, no dudó en dejarlo todo y regresar para agradecerle todo lo que había hecho por ella. Tenía miedo de volver, pero era necesario por dos razones: una, verlo a él, y otra, saber si en verdad estaba casada o si Mark nunca había presentado los papeles ante un juez. Esa era la única incógnita que había tenido durante todos estos años. No por amor, sino para cerrar ese capítulo de una vez por todas.
Cuando el celular levantó señal, cientos de mensajes y notificaciones comenzaron a llegar. Había estado apagado por tres años, y ahora los mensajes no le permitían hacer la llamada que quería. Luego de unos diez minutos, lo tomó nuevamente, buscó entre sus contactos y marcó el número de Francisco Lauren. No pasó mucho hasta que una voz ronca y exaltada respondió del otro lado.
—¿Hola? ¿Vivían? ¿Vivían, eres tú?
—Hola, abuelo. Tranquilo... quiero que te calmes.
—¿Dónde estás? Iré por ti ahora mismo. Dime dónde…
—Estoy en camino. Espérame cinco minutos, ya estoy contigo.
Él aceptó, y luego de colgar miró a su nieto, que tenía el rostro ensombrecido.
—Ella está en camino. Quiero que te vayas.
—Abuelo, ¿te das cuenta de que yo soy…?
—No sé qué le hiciste a tu esposa, pero sea lo que sea, lleva tres años evitándote. No voy a incomodarla. Sé que tienen que hablar, pero primero quiero verla y saber cómo ha estado. Luego pueden seguir con sus asuntos. Ya no me meteré.
Mark lanzó una mirada dura a su abuelo. Luego, tras despedirse, se dirigió a la salida para esperar a Vivían. Tenía muchas cosas que decirle… y esta vez, no pensaba dejarla escapar.
Download MangaToon APP on App Store and Google Play