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Mi Vecino Es... Gigolo...

mudanza

Llego al nuevo complejo de departamentos de los que mi padre posee y busco la ubicación del que será el mío propio. Es lugar no es como un edificio, si bien los departamentos hay en planta baja y alta, son diferente porque aquí se cuenta con patio, canchas de recreación, zonas de juego. En resumen, parece un barrio privado y más cuando para poder ingresar al complejo primero debes hablar con el hombre que se encuentra en seguridad. Si ya se cosas de ricos.

Pero bueno acá estoy con mi nuevo comenzar. Me queda poco para recibirme de contadora y este año debo hacer las pasantías. Dichas pasantías las hare en una de las empresas de mi padre por lo que trabajare para el en el área administrativa. Mi idea es ir de a poco independizándome de ellos, necesito crecer y para lograrlo debo salir de mis comodidades. Es más, este departamento costeare todos los gastos con mi sueldo.

Miro la llave que tengo en manos con el número cinco grabada en ella. Llego al frente del que será mi nuevo hogar de ahora en adelante y cuando estoy por colocar la llave para abrir la puerta escucho un fuerte gemido de mujer del departamento que se encuentra a una puerta de distancia del mío, en frente para ser más específica.

Por lo visto tendré unos vecinos muy escandalosos. Termino de ingresar mirando el interior desolado, miro mi reloj pulsera percatándome que faltan quince minutos para que lleguen los de la mudanza con mis cosas.

Doy un recorrido por el interior del departamento viendo lo espacioso que es. Lo mejor es la habitación que cuenta con un cambiador espectacular. Salgo del dormitorio he ingreso al baño, sonrió al ver la hermosa bañera donde planeo darme una buena sumergida entre burbujas.

Salgo y escucho como la puerta de mi departamento es tocada de manera algo desesperada. Supongo que los de la mudanza ya llegaron. Con esa idea llego hasta la puerta para abrirla y encontrarme con una persona casi desnuda salvo por su bóxer.

Arqueo una ceja y centro mi mirada en su rostro encontrándolo conocido. ¿Sera que es Halloween y vino disfrazado de Calvin Klein?

—¿Hola? —saludo o más bien pregunto.

—Hola —murmura Calvin Klein frente de mí y pasa sin ser invitado, cerrando la puerta y apoyando su espalda en ella.

Alarmada me alejo de él, no recuerdo si tengo algún gas pimienta en mi bolso. Preocupada miro a los lados y ahora la persona sexi que me parecía conocida ya no lo es, ¿Quién es y que quiere? Creo que la cercanía de Halloween no tiene nada que ver con su intromisión.

—Disculpa, no temas —dice de pronto el tipo presintiendo mi temor—. Solo necesito refugio —termina diciendo dejándome confundida. No luce como si lo hubieran violado o algo por el estilo.

—¿Refugio? —pregunto confundida. ¿Sera que se escapó de un loquero?

—Mmm... sí, hasta que la mina que me folle se valla —responde dejándome con la mandíbula desencajada. El loquero que habita esta justo en frente de mi departamento. Que bien.

—Ósea que huyes de tu novia —digo sorprendida.

—¿En qué momento nombre “novia”? —dice haciendo comillas mientras se dirige a la ventana que esta junto a la puerta para espiar—. Solo es alguien con quien pase la noche —miro mi reloj notando que son más de las tres de la tarde y mi mudanza se está demorando.

—Lindo trasero esto te costara muy caro —digo acercándome al otro extremo de la ventana viendo como al fin el coche con la mudanza estaciona en la calzada.

—¿Lindo trasero? Pensé que te pondrías como loca al dejar plantada a una mina —dice el infeliz y viéndolo bien ya se quién es.

—Mira propaganda barata, no voy a gastar saliva por un estúpido como vos, además la mina ya tuvo lo que quería no creo que quiera algo más de alguien como... —lo miro de arriba abajo notando que tiene un paquete importante y sigo mi recorrido hasta llegar a sus ojos— tu —termino y el me mira enarcando una ceja.

—¿Alguien como yo? ¿Qué tiene de malo alguien como yo? —pregunta.

—Se nota a miles de kilómetros que eres un gigolo —respondo con una sonrisa—. Ahora gigo tendrás que pagar tu hazaña ayudando a descargar la mudanza —señalo.

—Así que soy un gigolo —suelta sonriente—. ¿Quieres que sea tu gigolo? —pregunta descaradamente acercando sus lindos Calvin Klein a mi persona.

—No estoy tan loca como para meterme con mi vecino pervertido —digo y abro la puerta para dejar que entren la gente que se dedica a traer mi mudanza.

Terminamos tres horas más tardes, mi vecino sigue presentando su bóxer y la verdad no me canso de ver ese trasero redondito.

—Hasta dan ganas de morderlo —digo siguiendo el hilo de mis pensamientos.

—¿Qué cosa dan ganas de morder? —pregunta colocando sus manos en sus caderas. Mierda yo y mi lengua floja. Me sonrojó y muerdo mis labios—. Si me quieres morder no tengo problemas vecina.

—Prefiero quedarme con las ganas —digo y me dirijo a la puerta del departamento—. Gracias por tu ayuda, cuando quieras te salvo de las locas que te coges.

—¿No me dejaras ayudarte a desempacar? —pregunta tomando una caja que tiene por nombre “ropa interior”.

—Puedo sola con eso —espeto corriendo para sacar la caja de sus manos—, ahora si no es mucha molestia me puedes dejar sola.

—Claro vecina, cualquier cosa ya sabes donde vivo, lo único que trabajo por la noche —dice tomando tumbo a la salida de mi departamento.

—Ya me parecía que tenías cara de stripper —suelto mirando nuevamente su trasero.

—Cuando quieras te hago un baile gratis —afirma serrando la puerta de mi departamento.

—¡Oye! —grito deteniendo su andar de dioses—. Mi nombre es Marion —me presento caminando hacia él.

—Encantado de conocerte señorita Marion, mi nombre es Adrián —corresponde a mi presentación, toma mi mano como todo un caballero y coloca sus penetrantes ojos en mi mirada mientras deja un beso en los nudillos de mis dedos. Por un momento, casi, casi olvido que es mi vecino pervertido.

A la mañana siguiente luego de alistarme para salir a la universidad, hoy tengo dos horas por la mañana y luego el resto del día me lo pasare en la oficina administrativa de la constructora de mi padre.

Al abrir la puerta de mi departamento me encuentro con la mano de mi vecino que casi golpea mi nariz.

—No tengo azúcar —digo inmediatamente.

—Hola vecina, necesito tu ayuda —murmura indicando con su cabeza la puerta de su departamento que se encuentra arrimada.

—¿Mi ayuda o un exterminador? —pregunto mirando que esta vez su bóxer es de un tono diferente al de ayer, pero de la misma marca.

—Lo que sea, pero esa loca planea pasar el día completo en mi departamento, no entiende que tengo novia —dice en un gemido de frustración.

—¿Tienes novia? —pregunto torpemente ya que creí que no era así.

—Pues claro que no, solo le dije eso para que se valla y la muy hija de.... no me cree —murmura y me quedo mirando la puerta de su departamento.

—Bien, dame un segundo.

Vuelvo a entrar a mi departamento para dejar mis apuntes y corro a mi habitación, me saco la ropa que llevo y hurgando entre mis cajas sin desempacar saco ese vestido que tengo que es escandalosamente sexi. Toro mi sostén de cualquier manera y amarro mi cabello en una cola de caballo improvisada. Luego tomo unos tacones que no llevan prendedura, pero miden alrededor de quince centímetros. Me miro al espejo, espero que me siga la corriente.

Salgo de la habitación y me dirijo a la puerta abro y mi vecino voltea a verme, enseguida sus ojos se agrandan.

—Bueno sígueme la corriente, seré tu novia ficticia —digo y lo empujo para que se meta en su departamento.

Espero unos minutos y cuando escucho que la mina quiere preparar el desayuno, respiro hondo, hora de la acción.

—¡Amor! ¡Ya llegué! —grito al ingresar y escucho como algo se cae—. La noche con mis amigas estuvo divina ¿Dónde estás? —doy pequeños pasos hacia la cocina y al llegar me encuentro con una chica de pelo ensortijado, lleva un delantal de cocina y le apunta a mi falso novio con una cuchara de madera mientras el muy cobarde se esconde detrás de la nevera—. ¿Otra vez de fiesta y me dejas afuera? —pregunto y la chica me mira extrañada.

Me acerco, ingreso a la cocina sacando mis tacones claustrofóbicos llamando la atención de la chica.

—Lo siento cariño, creo... creo... —murmura sin saber que decir.

—Sabes bien que cuando tienes sexo con otra chica en mi cama debo estar presente —digo mirando a la chica que traga sin saber cómo reaccionar—. Ahora deberé castigarlos a ambos —digo y abro mi cartera sacando del interior de ella un juguete de tamaño inhumano.

—Eso... eso.... —tartamudea la chica.

—Para tu trasero cariño y como te portaste mal, sin lubricante —digo moviendo el juguete en su dirección.

—A no... yo no tenía idea de esto..... —grita nerviosa sacando el delantal de cocina que lleva y arrojándolo sobre la mesada—. Arreglen sus cochinadas ustedes solos.

Intenta escapar, pero bloqueo su camino, me paro en frente de ella, es mucho más alta que yo, pero mi cara de perra la hace temblar.

—La próxima vez que te metas con mi hombre sin mi presencia tu culo lo lamentara, cariñito —gruño muy cerca de su mentón, debí dejarme los tacones puestos.

La chica sale espavorida de la cocina y cuando volteo para tomar mis cosas, mi vecino tiene en mano el pequeño juan haciendo bailar de un lado a otro.

—¿Quieres una cita con mi juguete? —pregunto mirándolo.

—¿Este mostro es tu juguete? —preguntó divertido.

—No.... pero podría serlo —respondo más con la idea de tenerlo a él como juguete—. Cuida bien de mi pequeño juan debo correr —salgo corriendo de su departamento para cambiarme en un dos por tres y salir, nuevamente, ahora si corriendo como flash hasta la universidad.

Debo pensar como le cobrare mi tiempo perdido a mi nuevo vecino pervertido.

la niña de papa.

Luego de correr como enferma para llegar a mi catedra, no pude evitar la cara poco amigable de mi profesor. Disculpándome me siento en mi lugar y enseguida saco mis apuntes. Concentro toda mi atención en la clase, pero de vez en cuando se filtra la mirada sonriente de mi vecino jugando con mi pequeño juan.

Luego de terminar mis clases salgo y paro un taxi para dirigirme a las oficinas de la empresa de mi padre. Al llegar la recepcionista me anuncia que mi padre me espera en su oficina.

Tomo el ascensor para llegar al piso de mi padre. Al salir me recibe la sonrisa bondadosa de la secretaria de mi padre que justo se encuentra hablando con la recepcionista.

—Buenos días, señorita Marion —saludan al unísono las mujeres a mi disposición y Mónica, la secretaria se acerca para tomar mi brazo.

—¡Que hermosa te ves hoy! —exclama la mujer colgada de mi brazo—. Tu padre está preocupado por tu resiente independencia.

—Hay Moni, solo paso un día desde que me mude y ya está lagrimeando —digo rodando los ojos.

—Sabes que para el señor serás siempre su niña pequeña —murmura la mujer. Llegamos a la puerta de la oficina de mi padre y golpea—. Señor su hija ya llego.

—Que espera para entrar —gruñe desde dentro de su oficina, sonrió a la mujer a mi lado y entro a la oficina de mi padre.

—Buen día papa —saludo, él se incorpora de su lugar para acercarse a mí, me inspecciona.

—¿Estas bien? ¿Ya te arrepientes de habernos abandonado? —pregunta haciendo que suspire.

—Hay papa, ya dejé de ser una niña hace mucho —digo abrazando a mi progenitor que moquea como niño golpeado.

—Es que parece que fue ayer cuando te mecía en mis brazos y hoy ya vives sola, lejos de tu madre y de mi —espeta exagerando el lagrimeo, debería postularse como la llorona del año.

—Hay papa, que exagerado que eres —susurro acariciando su cabellera que poco a poco se va encaneciendo, lo aparto para verlo a la cara—, ahora deja de llorar como magdalena —ordeno— ¿Almorzamos juntos?

—Si querida, tu madre vendrá alrededor de la una y los tres iremos a almorzar —respondo ya secando sus ojos con su pañuelo, me sonríe. Me aparto de él y beso sus cachetes regordetes.

—Iré a trabajas antes de que me despidan —insinúo sonriendo a lo que él se ríe. Me despido y salgo de la oficina de mi papa para dirigirme al ascensor—. Moni, llévale un té a mi papa para que reponga líquido, es toda una magdalena —le pido a su secretaria que enseguida se pone en marcha con un té para mi padre.

Bajo a mi piso y no más ingreso, me recibe la encargada que al verme se acerca a mí con una pila de carpetas para que revise.

—Todo esto necesita ser revisado, es parte del balance que se está organizando —dice mi querida supervisora.

—Enseguida me pongo con ello —digo, ser la hija del dueño de la empresa no me da ningún tipo de preferencia y mi trabajo es tan pesado como el de cualquiera en este piso. Agradezco que sea así, quiero que me valoren por lo que se y no por lo que soy.

Por suerte a pedido de mi padre me asignaron un cubículo más cómodo que el del resto, es el único veneficio que acepte. Mi silla es tan cómoda que parece que me están dando masajes.

Dejo la pila de carpetas, prendo mi PC y me acomodo en la silla para comenzar con mi tarea del día.

La hora pasa rápido y cuando menos me lo espero la secretaria de mi padre me llama por el intercomunicador de la empresa.

—Señorita, su padre junto a su madre la esperan para el almuerzo —escucho la voz de Moni atreves de la bocina, miro la hora percatándome que faltan tres minutos para la una de la parde. Como si de un acto reflejo se tratase, mi estoma ruje.

—Moni, diles que me reúno con ellos en recepción —indico, moviendo mi cilla hacia atrás.

Tomo mi bolso y antes de bajar paso por el tocador del piso para hacer mis necesidades y retocar mi maquillaje.

Ya refrescada bajo y me reúno con mis padres, los tres partimos en el coche de mi padre al restorán preferido de mi madre para almorzar.

—Cuéntame hija ¿Cómo fue tu primera noche en tu departamento? —pregunta mi madre luego de pedir nuestros platillos.

—Genial, dormí como un bebe —digo y recuerdo al gigolo de mi vecino.

—¿Hiciste alguna nueva amistad? —pregunta— aunque es pronto para ello.

—Pues la verdad es que mi vecino me ayudo con la mudanza —murmuro tratando de sonar ajena.

—¿Vecino? —pregunta mi padre en tono receloso.

—Si, Adrián —digo mirando como el mesero se acerca con la botella de vino que pidió mi padre—, fue muy amable y respetuoso —miento, si supieran que en todo momento estaba prácticamente desnudo, mis días de independencia llegarían a su fin.

—Qué bueno hija, ese señor se merece un buen vino como recompensa —expresa mi madre y yo pienso en el trato que tenemos.

—Tienes razón, no lo había pensado —digo mientras saboreo de mi copa el cabernet Sauvignon que sirvió el mesero luego de que mi padre aprobara el buen vino.

—Luego elegimos uno para tu vecino, hija —recomienda mi madre, recordando que el restorán cuenta con una importante vinoteca con venta al público.

—Desde luego mama —expreso y relamo mis labios.

Por un momento la mesa se sumerge en un silencio para nada incomodo, nuestros platillos son servidos y cada uno disfruta de su comida. Al terminar con mi madre pasamos al tocador de damas para refrescarnos y retocarnos el maquillaje.

Antes de volver a la mesa junto a mi padre, mi madre me acompaña a elegir un vino para mi vecino.

—Creo que este es perfecto —digo tomando una botella de vino blanco.

—Ese vino es muy femenino —indica mi madre arrugando su entrecejo.

—Pues genial, mi vecino es gay —miento sonriendo por dentro, ese vino lo voy a disfrutar mientras veo una buena película entre las subes sabanas de mi cama.

—¿O que lástima! —exclama mi madre, concentro mi mirada en ella—. Tenía la leve esperanza que te enamores de una vez por todas y me hagas abuela.

—¡Mama! —gimo sorprendida—. No hace un día que me fui de casa y ya pretendes que tenga hijos, ¡estas locas! —exploto—. Apenas tengo veintitrés y ni siquiera he terminado mi carrera —exclamo escandalizada.

—Tampoco es para tanto, yo te tuve a mis veintidós años y no me arrepiento de nada —murmura con una sonrisa en su rostro restándole importancia a mis palabras.

—Pero yo no soy como tu —digo cruzando mis brazos, refunfuñando.

—de todas maneras, algún día me darás nietos —dice muy segura de sus palabras. Esta loca si piensa que en un futuro muy cercano cumpliré con sus deseos.

—Pues ve sentándote a esperar que para que eso pase falta mucho, mucho tiempo —digo tomando el paquete con el vino para mi vecino.

—Ya veremos —dice mi madre tomando mi brazo.

Volvemos junto a mi padre que enseguida besa en los labios a mi madre y deja un beso en mi mejilla, salimos del restorán rumbo a su coche. De camino dejamos a mi madre en el salón, necesitas retocar sus uñas, dice ella con una mirada cómplice dirigida a mi padre.

Seguimos camino hasta la empresa. Bajamos y subo a mi piso con la botella envuelta en mis manos. Concentro todo mi intelecto en hacer lo que se me pidió al llegar esta mañana y justo unos minutos antes de que termine mi turno logro terminar de revisar todos los archivos.

Organizo mi escritorio, llevo el trabajo terminado a mi supervisora, y luego me despido de todos mis compañeros de trabajo para ir a mi departamento.

Al llegar a mi departamento dejo mi bolso, mis apuntes de la universidad y la caja de regalo con el dichoso vino que me voy a tomar en un momento.

Paso a mi habitación ansiosa por darme una ducha relajante, el calor se está haciendo sentir. Mientras me desnudo, lleno la tina y coloco sales aromáticas. Me introduzco en ella y con una esponja suave lavo mi cuerpo.

Termino mi baño relajante y al salir, luego de secar mi cuerpo y poner crema corporal, me visto con un pijama de dos piezas. Es sencillo pero fresco. Entro a la habitación saliendo del gran vestidor y coloco el aire acondicionado para que se refresque. Mientras voy a la cocina y preparo unos snacks de frutas secas, quesos y fetas de jamón ahumado. Tomo la botella de vino junto a una copa para vino y me dirijo al dormitorio.

Acomodo toda la comida sobre mi cama, la botella la dejo sobre la mesa de noche al igual que mi copa a medio llenar. Prendo la pantalla en busca de alguna película, deteniéndome en una pelicula que llama mi atención. Es del año dos mil diez, noches de encanto.

Comienza la película y tomo un sorbo de mi copa a la vez que mastico unas nueces cuando mi celular suena. Lo tomo para ver que son mis locas amigas preguntando cuando daré una fiesta para estrenar mi departamento. Sonrió al saber de ella.

—¿Les queda bien el día de mañana? —pregunto en el chat del grupo y mando una foto selfi con la copa de vino en la mano.

—Esta noche te visita pequeño juan —pregunta mi querida amiga Sylvanas haciendo referencia a mi juguete que ahora recuerdo se lo deje a mi vecino el gigolo.

—No, mi vecino necesitaba que se lo preste un momento —escribo con una sonrisa en mi rostro.

—Esas cosas no se prestan ¡Cochina! —apunta Amy.

—A él le va a servir más que a mi —respondo divertida. Una vez quise usarlo y tuve que desecharlo de inmediato.

—A lo mejor te puede ayudar a que lo uses de una vez por todas —escribe Ceci, la dueña de ese regalo tan descabellado.

—Solo a ti se te ocurre regalarme algo así —dejo mi queja y tomo un sorbo de mi copa.

—Bueno niñas, dejen de pelear —deja su toque mi querida amiga Briza—. Mañana nos vemos en la noche las cinco, sin pareja, para celebrar.

—Ok, nadie piensa llevar los asnos que tenemos de novios —escribe Sylvanas.

—Bien que te comes el asno de mi sobrino —Amy siempre a la defensa.

—Como no tienes idea —responde está adjuntando una foto de ella sacando su lengua.

—Besos chicas, vere una peli y me dormiré pensando en mi querido pequeño juan que no sea maltratado —me despido de mis amigas, riendo por los emojis que suben luego de mi comentario.

princesa

Dejo mi celular a un lado entre las sábanas para volver a concentrarme en la película. No pasa mucho cuando escucho que la puerta de mi departamento es aporreada. Mi la hora en mi mesa de noche percatándome que no es muy tarde, pero dudando de quien puede llegar a ser.

Me levanto llevando la copa de vino en mi mano, llego a la puerta y antes de abrir me asomo por la ventana que hay a un lado de la puerta y veo a mi sexi vecino que lleva mi pequeño juan entre su mano sin tener la molestia de cubrirlo.

—Pero tu sí que estás loco —gruño abriendo la puerta, lo tomo de su brazo que me percato lo musculoso que es al tacto y lo empujo al interior de mi departamento.

Me asomo para ver que nadie lo haya visto con mi pequeño juan entre sus dedos, parado en mi puerta. ¡Qué vergüenza!

—Lindo pijama —murmura a mi espalda, volteo a mirarlo, derramando un poco de vino en el piso al girar.

—¡Mierda! —digo al ver la mancha en la alfombra, suerte que es blanco.

Salto esquivando el líquido, pero al no calcular la distancia, prácticamente me lanzo a los brazos de mi vecino.

—Ya sabía que te tendría en mis brazos —dice el feliz, sosteniéndome. Lo empujo para apartarme y tomo a mi pequeño juan de sus manos.

—Ni en tus sueños, con mi pequeño juan me basta —le digo moviendo mi juguete en su dirección. A mi pesar se carcajea.

—Eso no lo has usado nunca —dice muy seguro de sus palabras.

—¿Cómo estas tan seguro? —pregunto colocando la copa en la mesa que está cerca de nosotros.

—Solo lo sé, pero si quieres una de carne y hueso, solo toca mi puerta —propone y quiero evitar que vea la sorpresa en mi rostro. ¿Tan grande la tiene? Trato de recordar cuando lo vi en bóxer y la verdad que el bulto que cargaba no era para nada pequeño, trago—. ¿Qué tanto imaginas?

—Solo que eres un poco creído, no te parece —dejo a pequeño juan en un cajón de la alacena y tomo la copa de vino.

—¿Qué tomas? —pregunta desviando el tema.

—Jugo de uva —digo lamiendo mis labios.

—¿Me invitas? —descarado.

—¿No trabajas hoy? —pregunto dirigiéndome a la puerta de mi departamento para prácticamente echarlo y terminar de ver mi película.

—No... —responde, pero extrañamente no lo escucho cerca, volteo y no lo veo por ningún lado ¿Y este donde se metió?

Muevo mis pies y veo que mi cocina esta desolada, sigo a mi cuarto y lo veo muy cómodo tendido en mi cama, comiendo mis nueces tomando del pico de la botella de vino.

—¡Heres un cochino! —exclamo viendo cómo se ríe y se encoje de hombros. Vuelvo mis pasos a la sala para tomar una copa para el gigolo de mi vecino.

Vuelvo a la habitación, le saco la botella de las manos y lo miro con aprensión. Sirvo el líquido ambarino casi translucido y le paso la copa dejando la botella en su lugar.

—Gracias princesa —dice él y no puedo evitar sonreír. Me acomodo de nuevo en la cama para ver la película.

—Mas te vale que no ensucies nada, Adrián Black o lo lamentaras —le advierto señalándolo con mi dedo índice.

—Seré tu esclavo de por vida —dice tomando un puñado de pasas. Suspiro y trato de concentrare en la película.

—¿Por qué mejor no hacemos nuestra propia película? —dice de pronto—. Como que ya me aburrí.

—Si quieres ver porno, ya sabes dónde está la salida —digo llevando un trozo de queso a mi boca. Chupo uno de mis dedos mirándolo.

—Creo que verte hacer eso es mejor que ver porno —dice en un murmullo haciendo que arrugue mi frente.

—¿Qué cosa? —pregunto intrigada por saber su respuesta.

—Chupar tus dedos —murmura y su pulso tiembla porque veo como su capa casi se derrama. Me estiro para tomarla y evitar que mi cama termine mojada—. Otra vez en mis brazos, vecina.

—Idiota —digo lo empujo y dejo la copa en la mesa que esta del otro lado de la cama, más a su alcance.

—Y así quieres que me valla —murmura y lo miro sobre mi hombro. Mi trasero prácticamente está en su cara.

Me incorporo tan rápido que no mido el impulso y termino golpeando su cara, más específicamente su nariz, que para mi asombro comienza a sangrar. Desesperada y en un ataque de histeria, salto de la cama y me dirijo al botiquín de mi baño por la caja de primeros auxilios.

—Lo siento, no fue mi intención —chillo asustada, corriendo por la habitación. Él se sostiene la nariz mirando mi techo.

—¡Que puntería! Y yo que quería tener tu culo en mis manos y termina en mi nariz —gruñe haciéndome que ría de los nervios.

Tomo un buen trozo de algodón para ponerlo en su nariz sangrante y presiono, se queja de mi toque. El sostiene el algodón y saco agua oxigenada para echarle un poco y cotar el sangrado a lo que él tose por la cantidad que le hecho.

—Tranquila, mujer ¿Me quieres ahogar? —dice escupiendo, ensuciando el cobertor de mi cama. Blanco, pulcro y suave blanco que ahora está manchado con sangre, casi lloro.

—Lo siento, son los nervios —digo sacando un poco de algodón limpio para colocar en sus orificios— ¿Sera que te rompí la nariz? —pregunto apenada.

—No lo creo, pero si te sientes muy apenada podemos solucionarlo —dice cambiando su tono a uno más sugerente—, de paso calmas los nervios.

—¡Eres un idiota! ¡Solo piensas en sexo y yo acá angustiada! —grito en su cara, casi que lo abofeteo, pero me detengo por su nariz lisiada.

—¿Te tomas todo en serio? —pregunta sacando los tapones de su nariz, percatándose que ya no sangra. Ahora quiero que la tierra me trague a mí.

—Son los nervios ya te dije —me defiendo guardando todo en la caja de primeros auxilios.

Me dirijo al baño y antes de volver a la habitación respiro hondo, la vergüenza tiñe mis mejillas.

Salgo del baño y lo veo mirando mi cobertor manchado con su sangre. Me mira y me sonríe.

—¿Qué castigo tienes planeado para mí? —pregunta sugerente. No sé si se me esta insinuando o es imaginación mía.

Me acerco a la cama, me subo gateando sin perder la mirada en él, lo veo pasar saliva. Tomo el cobertor he impulsándome hacia atrás lo saco de la cama.

—Se puede lavar en la lavadora —digo saliendo con el cobertor entre mis manos. ¿Eso que tenía entre sus piernas era su pequeño juan? Dios, creo que tendré sueños mojados con mi vecino gigolo.

—Tu sí que sabes cómo castigarme —escucho que dice, confundiéndome.

Voy al lavadero a colocar el cobertor en la lavadora, coloco jabón y enciendo el aparato. Me quedo un rato mirando como se va llenando de agua. Siento una presencia y sé que no es un espíritu chocarrero, es el gigolo de mi vecino que posa sus manos en mis caderas.

—La película termino, gracias por el vino —susurra en mi oído, deja un beso en mi cuello apoyando todo su pequeño juan en mi trasero. Ahora la que pasa saliva soy yo—. Buenas noches princesa.

Y así como llego se marcha de mi departamento devolviéndome el castigo. Ahora entiendo cuando me dijo que sabia como castigarlo, ya que lo deje con una erección del tamaño de mi pequeño juan.

NARRA ADRIAN:

En mis veintiséis años no recuerdo cuando fue la última vez que le tire la cabeza al ganso de manera frenética como lo lleva haciendo hace más de una maldita hora. Ni la ducha helada calmo las ansias que me dejo mi pequeña vecina.

Para colmo de males tengo grabado en mi retina ese pijama que dejaba al descubierto sus encantos. Recuerdo cuando la conocí en la fiesta de bienvenida de la universidad, era mi último año en marketing y fue la mejor vista en años. No solo su cuerpo me dejo embobado, sino su sonrisa.

Esa noche no fue mía, porque para mí desgracia tenía novia, o eso creía. La muy zorra se pasaba con todo el campus y se hacia la santa cuando en realidad era una cualquiera.

Como sea hora me encuentro ahorcando mi pequeño juan, como diría mi vecina, por su culpa. Puedo notar lo sexi que es sin percatarse de ello. Apuesto a que tiene más de uno que le arrastra el ala y ella ni cuenta se da.

Termino con mis quehaceres, junto todos los pañuelos desechables que amontone en su honor y lo tiro a la basura. Me acomodo en mi cama, solo por primera vez en mucho tiempo y duermo.

Al despertar a la mañana siguiente me percato que estoy pensando en mi vecina. Viendo la hora, no sé si ya se habrá ido. Con la idea en mente de solo verla refunfuñar me fundo en unos baqueros y me dirijo a su puerta para casi tirarla al golpearla tan fuerte.

—¡¿Quieres tirar la puerta?! ¡Idiota! —exclama mi vecina, luciendo su cabello todo enredado y desordenado. Sonrió por haberla despertado.

—¿Desayunas? —pregunto y me doy el lujo de entrar a su departamento.

—Como que ya se te hizo costumbre meterte en mi departamento ¿No? —dice cerrando la puerta.

—Ya abra más lugares en donde disfrutare meterme, de momento vístete, que te invito el desayuno —digo sentándome en el sillón de la sala, viendo la confusión en su rostro. Adorable.

—Bien —refunfuña y se pierde por el pasillo hacia la habitación para cambiarse.

Mientras espero miro las decoraciones de su departamento. En un mueble tiene varios marcos con fotos. En una se la ve más joven con cuatro chicas más, todas con vestidos muy elegantes. En otra se la ve con dos adultos que deduzco son sus padres. En otras se la ve a ella sola y entras con sus amigas.

Miro mi celular y veo que ya paso media hora y todavía no ha vuelto, ¿será que se durmió? No puedo evitar preguntarme y tomo el atrevimiento de internarme en el pasillo que lleva a su dormitorio. Me quedo congelado parado en la puerta de su cuarto viendo cómo se delinea los ojos. Vale destacar que solo lleva un conjunto de lencería negro que seca mi boca. Recorro su silueta notando que lleva su cabello recogido en un moño tirante.

—¿Se te perdió algo? —pregunta mirándome desde el espejo de su mueble y por primera vez me quedo escaso de escusas o palabras.

Se levanta del lugar en el que se maquilla y camina para tomar un vestido de colores que se coloca e intenta subir el cierre de atrás. Sigiloso me acerco y le ayudo con ese pequeño detalle, al terminar acaricio sus hombros.

—Estas muy bella —digo queriendo hacer y decir más, pero no creo que sea el momento.

—Gracias —se gira y mira mi pecho sin cubrir y luego sigue el recorrido de mi cuerpo y al ver que todavía estoy descalzo me mira con aire de enfado—. ¿iras así? En lo que yo me vestía podrías haberte arreglado tu —dice alejándose de mí, vuelve a su tocador para perfumarse y es momento de escapar antes de que me olvide que es mi vecina y quiera hacer algo más que solo desayunar.

—Te espero afuera —exclamo saliendo del cuarto y casi corriendo a mi departamento para colocarme una remera y mis converse.

Listo salgo y sierro con llave mi departamento y espero a que mi princesa salga de su prisión. Me apoyo en la puerta para esperarla y me coloco unos lentes de sol. El día pinta radiante y no lo digo por divisar a mi vecina saliendo y cerrando su puerta.

—Tu sí que eres rápido —dice mirándome sobre los lentes de sol que lleva puestos. Parezco un plebeyo al lado de su majestad.

—En algunas cosas me tomo mi tiempo —digo con doble intención.

—Como sea, apuremos el paso que si no llego tarde a la universidad —dice y como la princesa que es sale caminando delante de mí.

Tomo los cuadernos que lleva y le indico que suba a mi coche que esta aparcado en la calle. Ella sorprendida se sube y me agradece.

En la calle ella se toma el atrevimiento de prender la radio y buscar una emisora a su gusto. No le digo nada ya que yo hago lo mismo en su casa.

—¿Qué estudias? —pregunto tratando de entablar conversación y de paso saber más de ella.

—Administración de empresa, más específico contaduría —dice mirando por la ventanilla, mis dedos pican por tocar sus piernas.

—¿Te falta mucho para finalizar? —indago tratando de no mirar sus piernas.

—Estoy haciendo las pasantías, ya para el año entrante estaría recibiéndome —dice y me mira. Paramos en un semáforo, ella acerca su rostro al mío. Mi corazón late desbocado—. Tu nariz luce algo morada, lo siento —murmura tan cerca de mí que su aliento fresco choca con mi cuello.

Arranco de nuevo al semáforo darme el paso para seguir y el cambio hace que mi princesa se mueva de manera brusca, su pecho salta por el movimiento y mi pequeño juan casi lo imita.

—Lo siento, no fue mi intención —digo ocultando mi sonrisa pervertida.

—Si claro, pervertido —exclama descubriendo mi hazaña. Sonrió nuevamente. Ella me mira de igual manera.

Llegamos al lugar donde me gusta desayunar, la cafetería es una de las mejores y sus masas son exquisitas.

Bajamos y le abro la puerta como el caballero que soy, cuando quiero, para entrar al local y sentarnos en una de las tantas mesas para pedir un desayuno completo. Para mi sorpresa mi princesa no se innivé en nada y pide uno completo como yo.

Hablamos de la universidad, de algunos profesores y de la fiesta en la cual la conocí. Para mi sorpresa ella me recuerda.

—Esa noche fue brutal —dice recordando—, con mis amigas la pasamos genial.

—Si, recuerdo haber viste visto de lejos —digo sin demostrar nada.

—Como sea, de esa fiesta la más afectada fue Briza, una de mis amigas —comenta tomando un sorbo de su café—. Estuvo con un chico que no recuerda el nombre y muy poco de su rostro, pero se ve que follaba de lujo porque no deja de decirlo y recordarlo con cierta nostalgia.

—No todos somos buenos en la cama —digo sugestivo.

—¿Y tú si lo eres? —pregunta enfocando sus hermosos ojos celestes en los míos.

—Nunca se me han quejado, además de que me preocupo por que la dama en compañía quede bien satisfecha —murmuro seguro de mí y ella solo se ríe.

—De veras que eres muy creído —dice tomando un bocado de una medialuna con crema que se escurre por sus labios, lo cual limpia con su lengua y me deja con ganas de saber que más hace con esa lengua.

—Cuando quieras, princesa —sugiero echándome para atrás en mi silla, pegando mi espalda en la silla y viéndola como se pone algo nerviosa.

—¿Sabes que muchas mujeres fingen? —desvía mi atención haciendo que mi sonrisa se amplié.

—Si, lo sé —me acerco de nuevo a la mesa para que solo ella me escuche—. Pero cuando su interior aprieta mi pequeño juan sé que no finge —digo y me vuelvo a colocar en la posición anterior. La veo pasar saliva y buscando una escapatoria mira la hora en su celular. Sus ojos se amplían.

—¡Mierda! —se levanta de golpe de la mesa— se me hace tarde —exclama.

—Pago y te llevo —tomo su mano y me dirijo a la caja para cancelar el desayuno y llevar a mi princesa a la universidad.

Mientras conduzco la veo repasar sus apuntes, llegamos y cuando esta por bajar la detengo para dejar un beso en su mejilla.

—Que tengas un buen día, princesa —le digo, ella pestañea adorablemente. Reacciona y luego de saludarme con su mano se aleja a paso rápido hacia el interior de la universidad.

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