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Todo Por Amor A Tí

capitulo 1_ Presentación.

Mi nombre es Mía, tengo 25 años. Supuse que hoy sería el día más feliz de mi vida: iba a casarme con el hombre que amo, y esta mañana recibí un correo de mi ginecóloga confirmando mis sospechas. Estoy embarazada; tengo mes y medio de gestación.

Pero como en esta vida no todo es color de rosa, también es el día en que sentí la decepción, la traición y una rabia que se apoderó de todo mi ser. Mi prometido planeaba dejarme plantada para escaparse con mi hermana.

¿Ahora se preguntan cómo lo sé? Bueno, para eso tenemos que retroceder un poco, al comienzo de todo, antes de que les relate mi amargo final.

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El comienzo

Me acababa de levantar; hoy era el gran día. Por fin iba a convertirme en la señora de Méndez.

Llevaba cinco años de novia con Alexis, mi prometido. Nos conocimos en la universidad. Para mí fue amor a primera vista. Él era como un dios griego: lo veía inalcanzable, hasta que un día se me acercó en la biblioteca. Me pidió ayuda para encontrar unos libros, luego asesoría en temas de finanzas. Él estudiaba Administración de Empresas y yo, Contabilidad. Se me daban bien los números.

Lo ayudé y quedamos en tomar un café. Intercambiamos teléfonos y así empezó todo. Seguí apoyándolo y cada vez nos volvíamos más cercanos. Al año de conocernos nos hicimos novios. Me presentó a su familia y yo le presenté a mi hermana, la única familia que tenía.

Todo marchaba bien. Pasaron los años y, al cumplir cuatro de relación, me pidió matrimonio. Todo iba perfecto... hasta que algo cambió. No sabía qué era, pero lo sentía. Ya no era cariñoso, no teníamos citas, no compartíamos tiempo juntos. Siempre estaba ocupado en la empresa familiar. Los asuntos de la boda los manejaba sola, y cada vez que intentaba hablar del tema, él se molestaba y se iba.

En el aspecto íntimo también había cambiado. Ya casi no me tocaba.

Al principio de la relación lo hacíamos una o dos veces al día. Éramos insaciables. Con el tiempo, bajamos a tres o cuatro veces por semana. Pero actualmente, con la excusa del trabajo, si me tocaba una vez al mes era mucho.

Por eso me tomó desprevenida… y ocurrió el accidente. (Como creo que le diré el día que mi hijo pregunte si fue deseado, ja).

Estaba asustada, pero a la vez me hacía ilusión ser madre. Tal vez eso era lo que nos hacía falta a Alexis y a mí, algo que nos uniera más allá de una simple alianza.

Estaba tan feliz... Faltaban solo unas horas para estar juntos "hasta que la muerte nos separe". Pero no podía con mi emoción, tenía que decírselo.

Tomé las llaves del auto y fui a su apartamento. Tenía copia. Iba a entrar directo para darle la sorpresa. Pero nunca imaginé que la sorprendida iba a ser yo.

Al entrar, vi ropa esparcida por todas partes. Caminé, aguantando las ganas de llorar, hasta llegar a la habitación. La puerta estaba entreabierta y entonces escuché las palabras más crueles de mi vida:

—Amor, me da un poco de lástima por ella. Está esperando que aparezcas y tú ni piensas ir —dijo una voz que conocía.

—No seas cruel, Sofía. Es tu hermana —respondió Alexis.

—¿Cruel yo? Mira quién habla… El que se acuesta con la hermana de su prometida.

—Si vas a empezar, me voy. Ya te dije que estoy haciendo esto porque estás embarazada.

—Sí, sí… pero te gustó, porque sigues repitiendo.

No quise escuchar más. Salí corriendo.

Al salir, el portero me vio y preguntó si estaba bien, pero no respondí. Corrí sin mirar atrás. Subí al auto y conduje sin rumbo, con el corazón hecho trizas, hasta que el celular empezó a sonar. Era Alexis.

Yo seguía acelerando. El sonido insistente me desconcentraba, así que contesté:

—¿¡Qué carajos quieres!? —grité, mientras aceleraba más.

—Mía, tenemos que hablar. No es lo que pare...

—¿¡Qué no es lo que pienso!? ¡Lo vi todo, Alexis! ¡Escuché cómo planeaban burlarse de mí! ¡Dejarme plantada porque no tuviste los pantalones bien puestos para decirme que embarazaste a mi hermana!

—Mía, cálmate, déjame explicarte...

—¿¡Explicarme qué!? ¿Que fui una idiota por creer que me amabas? ¿Por confiar en mi hermana? ¡Tú y ella se merecen!

—¡Yo sí te amo! Solo déjame...

—¿¡Dejarte qué!? ¿Contarme cómo disfrazabas tus encuentros con ella como reuniones de trabajo? ¡Mierda!... ¡¡¡Aaaaahhhh...!!!

—¡MÍA! ¡MÍA! ¡¡CARAJO, MÍA, CONTESTA!!

**Tuuu... tuuu... tuuu...** Fin de la llamada.

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Y es así como ahora me encuentro tirada sobre el asfalto, tras chocar con otro auto y volcar.

Estoy respirando con dificultad. Solo me lamento por una cosa: no poder conocer a mi hijo.

Te pido perdón, cariño. Solo espero que, en otra vida... podamos encontrarnos.

capitulo 2 _

Mía sentía que su cuerpo perdía fuerzas. Cada vez el dolor era menor. Las heridas provocadas por el accidente ya no dolían y, de pronto, abrió los ojos.

Estaba en su habitación.

Miró la hora en su alarma digital: tres de la mañana. Pero lo que más le llamó la atención fue la fecha. Era exactamente un mes antes de su boda.

Tomó el celular para confirmar lo que veía.

No se había equivocado.

Había regresado. No sabía cómo era posible, pero había vuelto atrás. Esta vez no cometería las mismas locuras. Sin pensarlo demasiado, se levantó de la cama y empezó a empacar. Guardó solo lo necesario, retiró una fuerte suma de dinero de la cuenta conjunta que tenía con Alexis y compró un boleto de avión a Italia. Siempre había soñado con viajar por el mundo.

Dejó una carta sobre la cama, pidió un taxi y se dirigió al aeropuerto.

Su vuelo salía a las 5:25 AM, todavía tenía algo de tiempo, así que fue a la cafetería. Pidió un café cortado, cuatro medialunas, un jugo de naranja y, al ver la vitrina, no pudo resistirse a una torta que se le hizo agua la boca. También pidió una porción.

La chica que atendía la miraba con asombro. No entendía cómo una mujer con su figura podía comer de esa manera. Mía lo notó, pero no le prestó atención. Se sentó a esperar su pedido.

En ese momento, entró al lugar un hombre con un traje gris muy elegante. Lo acompañaban dos hombres, mientras otros tres quedaron en la entrada. El de traje gris se acercó a la barra y pidió un capuchino; los demás se sentaron en silencio.

Una de las meseras trajo el pedido de Mía. Y, sí, quizás se había excedido, porque todos los presentes en la cafetería voltearon a mirarla. Por un momento se sintió cohibida, pero luego recordó que comía por dos. No les dio importancia y se dedicó a disfrutar su desayuno.

Podía sentir la mirada penetrante del hombre de traje gris. No se atrevía a levantar la vista, pero sabía que él la observaba.

Se levantó y fue a la caja a pagar. Mientras lo hacía, escuchó cómo uno de los hombres del grupo decía:

—Págame tú, bro.

—Está bien. Igual no entiendo dónde le entra todo eso. ¡Está súper flaca!

Mía levantó una ceja y lo miró por unos segundos, dejando claro que los había escuchado. Luego dio media vuelta y se fue.

*(¿Qué les pasaba a esos tipos? Ni que les hubiera pedido que me pagaran la cuenta. ¿Cuál era su problema?)* —pensó mientras se encaminaba a la sala de abordaje.

Llegó el momento de abordar y, para su sorpresa, el grupo de hombres que había estado en la cafetería también tomaría su vuelo.

No le dio importancia.

Y abordó el avión.

*** Nota ***

Hola chicas voy a estar corrigiendo la novela, ya que he visto sus comentarios me gustaría dejarles un mejor trabajo. Sigan apoyando y dejando sus opiniones ya que eso me ayuda a mejorar. Besos 💋 💋

capitulo 3_ La otra línea del tiempo.

Trece horas después, llegué a Roma, Italia. Me dirigí a retirar mis maletas y, unos veinte minutos más tarde, ya estaba esperando un taxi para ir al Stars Luxury Hotel.

Llegué al hotel, me registré y pagué con la tarjeta de Alexis. Total, no pensaba quedarme por mucho tiempo. Me asignaron la habitación 306 y me encaminé hacia el ascensor.

Una vez en la habitación, llamé a alguien que creí no volver a ver luego de su partida y de la pelea que tuvimos por culpa de mi prometido. Marqué su número y rogué a Dios que aún lo conservara.

—*Ciao, chi parla?*

—Hola, Max... Soy Mía.

—¿Y a qué debo el milagro de tu llamada? Un año, Mía. Un año esperando que te disculpes conmigo.

—Ya, Max. Perdóname, sí. Perdón. Yo debí creerte. No debí cegarme... Por favor, perdóname. Te necesito —dije, llorando—. No puedes dejarme sola ahora, por favor.

—Carajo, Mía... Está bien, te perdono. Pero no llores. Sabes que no me gusta escucharte llorar —respondió, preocupado.

—Está bien —dije, tratando de calmarme—. Te necesito. Estoy en Roma, en el Stars Luxury Hotel.

—¿¡Cómo que estás en Roma!? ¿¡Qué te hizo ese bastardo!?

—¿Puedes venir por mí? Aquí te cuento todo.

—Ya voy para allá. Espérame ahí. Cuando llegue, te marco.

—Ok. Aquí te espero... y gracias.

—Sigo enojado, pero eso lo dejamos para después.

Max era mi mejor amigo... mejor dicho, el único. Cuando empecé a salir con Alexis, Max no dejaba de decirme que había algo en él que no le agradaba. Aun así, trató de llevar la fiesta en paz por mí. Siempre lo trató con distancia; nunca logró caerle bien.

Cuando me comprometí, no se mostró precisamente feliz, pero igualmente me felicitó. Sabía lo feliz que yo estaba con ese compromiso.

Hasta que un día vino a mi casa a decirme que había visto a mi prometido saliendo de un hotel con una mujer del brazo. Yo no quise creerle. Sabía que Alexis nunca le cayó bien y creí que lo hacía para separarnos. Qué idiota fui.

Ese día tuvimos una discusión enorme. Peleamos como nunca, nos dijimos cosas hirientes y terminé por lastimar a la única persona que de verdad me amaba. Le dije:

—Ya basta, Max. Que tú no puedas ser feliz con la persona que amas por guardar las apariencias no quiere decir que yo no pueda ser feliz con Alexis.

Y justo después de eso, me arrepentí. Max era gay. Llevaba dos años en una relación clandestina con un colega de trabajo, pero sus padres nunca aceptarían que su hijo fuera un “desviado”, como tantas veces los escuché referirse a empleados homosexuales de su empresa.

—Eso no tiene nada que ver con esto. Pero está bien, Mía. Voy a dejar que te des cuenta sola. Nunca pensé que tú, como amiga, me juzgarías —fue lo último que me dijo antes de darse vuelta y marcharse.

Esa fue la última vez que lo vi. Después de eso, no tuve el valor de enfrentarlo. Me sentía la peor amiga del mundo.

Semanas después, su hermana me envió un mensaje diciendo que Max se iba a trabajar a la sucursal de la empresa en Roma. Luego de eso, no supe más de él.

Siempre fue como el hermano que nunca tuve... y al final tenía razón. Qué idiota me sentía en ese momento.

Pasó media hora y mi teléfono volvió a sonar.

—¿En qué habitación estás? —preguntó Max.

—En la 306.

—Te veo en un momento —dijo, y colgó.

No pasó mucho antes de que tocara la puerta. Respiré profundo y abrí. No había cambiado nada; seguía igual de guapo. Me sonrió, abrió los brazos y lo abracé mientras lloraba. Él acariciaba mi cabeza con ternura y, luego de unos minutos, habló.

—¿Vas a dejarme entrar o vamos a hablar desde la puerta?

—Claro, pasa. Antes que nada quiero pedirte perdón. Déjame hablar. Sé que solo querías protegerme, lo entendí tarde, pero lo entendí. No me estoy justificando, sé que lo que te dije ese día estuvo mal. Juro que quise disculparme contigo, pero no sabía cómo. Me sentí la peor amiga... y luego te fuiste.

—Mía, no estoy enojado contigo por lo que me dijiste ese día. Sí, me dolió, pero no fue eso lo que me enojó. Me dolió que no quisieras ver la verdad. No mentía cuando dije que lo vi con otra mujer saliendo de un hotel. Y tú, en vez de dudar de él, dudaste de mí... de mí, que soy como tu hermano.

—Y si te hubiera creído en ese momento, no estaría pasando por todo esto.

—Bueno, ya no hablemos de eso. Cuéntame, ¿por qué estás aquí?

—Es que si te lo cuento vas a pensar que estoy loca. Ni yo misma sé cómo es que estoy aquí.

—Bueno, normal nunca fuiste —dijo bromeando—, pero cuéntame y yo te digo si te creo o no.

—Está bien, pero no me interrumpas...

Y así, le conté todo. Lo que pasó después de que se fue. Cómo Alexis cambió, cómo descubrí que había retrocedido en el tiempo un mes antes de mi muerte... y cómo lo encontré en la cama con mi hermana.

Le conté sobre el accidente... y cómo desperté en mi habitación después de eso.

Max me miró en silencio. Luego me abrazó fuerte. Se le escaparon unas lágrimas.

—Si tienes razón, es increíble... pero te creo. Tú no tienes imaginación para inventar semejante historia.

De un momento a otro, se puso furioso.

—¡Yo sabía que ese tipo no era trigo limpio! No digo que engañarte esté bien, pero ¿meterse con tu hermana? Y Sofía... no tiene perdón. Después de que trabajabas y estudiabas al mismo tiempo para solventar tu carrera *y la de ella*... ¿así te paga? Siempre supe que te tenía envidia. Pero robarte el novio... eso ni las mujeres de la calle lo hacen. Ellas, por lo menos, tienen código.

—Basta, Max. No gastes más tus energías en ellos. Ahora solo quiero olvidar. Por eso vine aquí. Sabía que, a pesar de todo, podía contar con mi hermano.

Aparte... hay alguien que va a necesitar de su tío —dije, llevándome la mano al vientre.

Max me miró, incrédulo.

—¿Mía, es una broma? ¿¡Yo lo mato!? ¿Las embarazó a las dos?

—En mi defensa, no lo hice a propósito. Fue un accidente. Iba a darle la noticia el día de mi boda. Me había enterado que estaba de mes y medio. Quería sorprenderlo... pero la sorprendida fui yo.

—Ay, Mía... basta. No te pongas así. Si es cierto lo que dices, si estás embarazada, ponerte mal le va a hacer daño al bebé. Yo prometo calmarme.

Pero... ¿ya confirmaste que estás embarazada aquí? Digo, tú te enteraste en la otra línea del tiempo, o como sea que quieras llamarlo. ¿Pero aquí ya lo comprobaste?

—No... todavía no.

—Bueno, salgamos de dudas. Vamos, te llevaré a una clínica a hacerte un estudio de sangre y así confirmamos nuestras sospechas.

—Está bien.

Y así, ambos salimos de la habitación. Juntos, como siempre, dispuestos a confirmar si, en esta nueva oportunidad, Mía realmente estaba embarazada…

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