Era un día de verano, en el mes de diciembre. Todavía faltaban algunos días para Nochebuena. Hacía tanto calor que solo se podía descansar bajo la sombra de los árboles. El mío era un jacarandá a orillas del río Uruguay, en Concordia, un lugar donde el agua era clara y aún se podían ver las piedras en el fondo.
El sol ardía tanto que la arena quemaba los pies al caminar. Lo único que molestaba era la picazón que dejaban los mosquitos, como si fueran marcas de guerra.
Así transcurría la tarde. Por la noche, el pueblo parecía cobrar vida. Las comparsas comenzaban a desfilar una tras otra en la calle principal; era algo natural en carnaval.
La música se escuchaba a lo lejos durante horas, extendiéndose hasta entrada la madrugada. En el bar del pueblo se juntaban jóvenes de todas partes: muchos eran nietos y sobrinos de los lugareños. Yo era uno de ellos, uno de los que le daban vida a esos tres meses en que el verano era protagonista. Los jóvenes veníamos de diferentes ciudades, y nos sentábamos en círculo, como en pose de indios, formando una ronda de unas diez personas. Los demás eran de Concordia: chicos y chicas. Ellas, paisanas sencillas y humildes, eran fáciles de deslumbrar, pero con miradas transparentes y verdaderas que hacían suspirar a más de uno.
Los muchachos ya tenían todo “repartido”: que Ana con José, Tomás con Ceci, Juan con Ludmila, por decir algunos nombres. Ellos tomaban cerveza o fernet; las chicas, en cambio, bebían gaseosa o jugo. Eran salidas simples de amigos. Caminaban por la ribera abrazados, y más de uno dio su primer beso bajo los jacarandás, que parecían bendecirlos mientras, con la brisa de la madrugada, llovían flores azules. La luna llena se reflejaba en el río, creando un cuadro mágico que quedaba grabado en el alma.
Los mayores del pueblo tenían su propia forma de diversión. Compartían rondas en la pulpería, que se asemejaba a una cantina del viejo oeste. Allí tomaban ginebra mientras jugaban al truco o a las bochas, o algo por el estilo.
Las mujeres mayores, por su parte, vivían en otro mundo. Las más viejitas tejían manteles con ganchillo o bordaban, enseñando estas tradiciones a sus nietas y sobrinas para que no se perdieran.
El punto de encuentro de todos, grandes y chicos, era los sábados por la mañana en la feria artesanal de la plaza principal, frente a la iglesia. Ese lugar era de ensueño, rodeado de árboles de ceibos, jacarandás y tilos.
En la feria se podían encontrar productos artesanales y religiosos. Todos los sábados comprábamos quesos, encurtidos, dulces, licores, charquis (carne seca), salames, escabeches y, por supuesto, pan casero.
Fue un sábado cuando me perdí en tus ojos. Me quedé cegado al verte. Estabas en el puesto de dulces, y sin dudarlo me acerqué. Noté que te sonrojaste. Me enamoré en ese instante, pero la vergüenza me ganó y solo atiné a preguntarte:
—¿Cómo te llamas?
Qué mala suerte tuve. No me respondiste. En cambio, me preguntaste:
—¿Qué va a llevar?
Insistente, volví a preguntar:
—¿Cuántos años tienes?
Pero me sacaste de onda al responder:
—Si no va a comprar, no moleste.
Me fui, no sin antes preguntar en el puesto de al lado si sabían cómo te llamabas. La señora Rosa, muy amable, me dijo:
—Se llama Milagros Rocío.
Me alejé con el corazón flechado. Desde ese momento, no dejé de pensar en cómo hacer para que fueras mi novia. Tu nombre era hermoso, pero no se comparaba con tu piel dorada, tu cabello negro azabache y esos ojos verdes, como esmeraldas que brillaban a la luz del sol. Dios, me enamoré de tus labios y tu cara de niña.
Unos días más tarde supe más sobre ti. Tenías diecisiete años. Eras la hija de don Fermín González, dueño de la estancia "Don Hilario". Por desgracia, él siempre me miraba mal porque yo era de Buenos Aires, y según él, los de la capital no servíamos para nada.
Pobre viejo, qué equivocado estaba. Por suerte, Fermín era muy amigo de mi abuelo José León, y solían reunirse a tomar cervezas en el porche de su casa. Cuando Fermín estaba contento por la bebida, aprovechaba para preguntarle sobre ti. De mala gana, me contó que eras su nieta. Vivías con él porque tus padres habían fallecido en un viaje hacia otra provincia. Habían chocado con el Mercedes Benz en que viajaban, y la única que sobrevivió fuiste tú, Milagros. Todo gracias a que tu madre te dio a luz después del accidente. Desde entonces, eras su bien más preciado, y no quería que nadie te hiciera sufrir.
Allí comprendí tu comportamiento. No podía dormir; tenía mucha información, pero, a la vez, era tan poca. Sabía tu nombre, tu edad, y me volvía loco pensar en tu boca. Aunque soy tres años mayor, ¿qué podía hacer? Me había enamorado perdidamente de esta chiquilla.
Pasaban los días y las horas. El tiempo que quedaba era tan corto, y tú solo me decías “hola”. Así estuvimos todos los días de aquel verano del 2000. El tiempo había hecho de las suyas, y solo me quedaban dos semanas más antes de que llegara el otoño. Después debía viajar a España para terminar mi carrera de abogado; aún me faltaban cuatro años, y era casi seguro que no volvería.
Esa noche era joven, apenas comenzaba. Ya no podía aguantar más; necesitaba hablar contigo. Junté coraje y me animé. Aproveché que era viernes por la noche, cuando chicos y chicas se reunían en el bar. Sabía que estabas con tu amiga de toda la vida, Camila. Yo estaba con Dilan, mi primo, a quien le gustaba Camila, la hija del farmacéutico.
Nos sentamos los cuatro en una mesa. Ellas pidieron gaseosa, nosotros unas cervezas y algo para picar. Hablamos hasta las dos y media de la madrugada, cuando a la parejita se le ocurrió salir a caminar por la ribera. Iban de la mano, mientras nosotros parecíamos sus chaperones, caminando mudos detrás de ellos. Yo no sabía cómo romper esa barrera de vergüenza sin que lo tomaras a mal.
Entonces se me ocurrió preguntarte:
—¿Qué vas a hacer después del secundario?
La respuesta no tardó en llegar. Dijiste:
—Veterinaria.
Ahí supe que no te alejarías del pueblo. Aproveché para contarte que yo estaba estudiando abogacía, que ya estaba en tercer año, y que el 20 de marzo viajaba a España. Me miraste sorprendida y, por alguna razón, volviste a quedarte muda. Seguimos caminando, y me animé a tomar tu mano. Sentí tanto miedo al rechazo, pero para mi sorpresa, la aceptaste. Me quedé helado.
Fui feliz. Entonces te pregunté:
—¿Puedo besar esos labios que soñé cada día de estos tres meses?
Para mi sorpresa, solo asentiste con la cabeza. Te tomé por la cintura, atrayéndote hacia mí con una mano, mientras la otra acariciaba tu cabello. Te di el beso. Fue tu primer beso. No podía pensar; estaba en las nubes. Creo que tú también, porque no volviste a hablar hasta que llegamos al zaguán de tu casa. Allí, intensifiqué los besos.
Durante los días que me quedaban, continuamos viéndonos. Hasta el día antes de mi partida. Mis abuelos no estaban, así que te invité a mi casa. Para venir, tuviste que mentirle a tu abuelo, diciéndole que estarías con Camila.
Cuando llegaste, lo primero que hice fue besarte y acariciarte. Ya no aguantaba las ganas de hacerte mía. Ardíamos esa tarde. Fuiste mía, y yo fui tuyo. Te amé, y me amaste. Pero entonces sonó el teléfono: era Camila, que te esperaba en la plaza con mi primo Dilan.
Me miraste y dijiste:
—Nos despedimos aquí. No quiero llorar.
Me besaste y te fuiste sin mirar atrás, dejando solo las marcas de que fui tu primer hombre. En el fervor del amor, no medí las consecuencias. Solo espero que te hayas cuidado, porque yo no lo hice. Aunque, con una sola vez, creo que no pasa nada.
Pasaron las horas. Preparé mis maletas. Faltaba poco. Me despedí de mis primos, tíos y abuelos, y les dije que no volvería hasta terminar mi carrera. Me quedaban aún unos cuantos años por delante.
Días después, ya estaba en el aeropuerto de Barajas. Allí me esperaba Raquel para llevarme a la Universidad de Salamanca. También estaban algunos compañeros de Buenos Aires. Entre ellos, había una rubia de ojos color cielo: era Lucía Pérez, la encargada de orientarnos a los recién llegados.
Lucía siempre lanzaba indirectas, pero yo no dejaba de pensar en Milagros. En mi mente seguía presente su perfume a flores y tilos, los mismos que abundaban en Concordia. Con ella tenía un sueño: formar una familia. Era solo un sueño. Ahora, recordando, me doy cuenta de que nunca le di mi número, ni sé si tenía celular.
Hablaré con mi primo Dilan para que se lo pida a Camila. Lo haré en unos días, pero por ahora estoy rindiendo equivalencias. Eso me molesta un poco, porque de ellas depende mi beca.
Estoy triste solo recuerdo su cuerpo y lo que hicimos esa tarde debo ser fuerte ya pasa la mitad de marzo se fue volando estoy cansado rindiendo las equivalencias de derecho ambiantal se me a puesto pesado ya que me voy a especializar en derecho internacional formas de presentacion en la Haya para mi lo es todo.
Paso la semana, hoy es jueves y los chicos arreglan con las chicas para conocer la ciudad ¡¡nos vamos de tapas! dicen emocionados recorrimos diferentes bares pero propuse buscar un bar argentino, la verdad tenia ganas de comer algo de mi pais. recorrimos la ciudad y lo encontre
Entramos al bar Costumbres Argentinas y pedimos bife con pure para mi sorpresa Lucia estaba detras de mi dicedome ya extrañaba esto chaval, no se que cara habré puesto porque todos me miraron y rieron, yo no le di importancia! y volvimos a la fraternidad que por cierto era bastante tarde afortunadamente mañana era sabado y no tenia clase.
Por fin era finde semana deseo dormir, es mas voy a dormir hasta el lunes !!!
Mientras tanto en Concordia, estaba todo tranquilo salvo por una cosa, el Viejo Fermin esta en el hospital tuvo un infarto, parece que discutio con su nieta y nadie sabe el motivo cuando salio del hospital, la hecho de su casa, Milagros se quedo unos dias en la casa de Camila y despues se marcho a buenos aires a casa de la hermana de su madre. Una tia vieja y maldita que lapido la herencia, parece que solo le pidio alojarse mientras terminaba, la carrera de veterinaria.
Nunca supieron que fue lo que habia pasado ella se marcho y no volvio al pueblo pero lo que mas llamaba la atencion era que fermin y ella se adoraban.
Abril paso con el los recuerdos de esa noche con Milagros estaba demaciado ocupado para pensar en alguien que ya no podia recuperar aunque siempre recordaba su nombre fue lo mas lindo que vivi hasta ese momento, una tarde de ese mismo abril mi primo me llama y termina de comentar lo que habia pasado le pregunte preocupado si sabia mas de ella ante la negativa segui esperando. Sin saber mas nada me dedique a estudiar.
milagros nos cuenta
Mi abuelo esta internado y por mi culpa el quiere que me case con julian hijo de su amigo. por eso discutimos es que no quiero a Julian. le digo; se enoja y me da un golpe en la cara, justo cuando comienza a agarrarse el pecho es cuando me ve tirada en el piso y la cara marcada, cayo el seco al suelo, me levante como pude y corri hacia el. no reaccionaba a si que llame al hospital afrtunadamente que estaba Rosa, que aparte de hacer escabeches era enfermera, esta de guardia esta noche pregunta rapidamente ¿que ha pasado? y le platico lo sucedido, mi abuelo me quiere casar con julian por su pocision y estatus, pero me negue y lo dejo tu cuidado Rosa buscare mis cosas, me ire yo no soporto lo que esta pasando se que le estoy fallando!
Voy a casa con dolor en mi corazon, pero no puedo hacer lo que mi abuelo quiere!. Pasan los dias estoy con mi tia, tendre que aguantar no se mucho tiempo, buscare un trabajo y un lugar para rentar, lei los anuncios en el periodico hay una habitacion libre en una pension casualmente cerca de la facultad de agronomia, paso todo tan rapido quince dias por fin encontre un lindo trabajo de medio tiempo pagan poco pero me alcanza para pagar la pension a fin de mes y comer los gastos extras los pagare con alguna propina
El unico gasto extra de esta semana sera cargar mi teléfono, para usar el Facebook asi seguir a Sergio León, en cuanto tenga tiempo lo voy a agregar,ya no se el ultimo posteo fue en diciembre. sera que ya no lo usa ? le mando solicitud con la esperanza que se conecte,
Empiezo a trabajar esta tarde de 14hs a 20hs son muchas horas pero en un mes estare viviendo sola. por fin encontre la oficina para incribirme en la facultad seis materias del cbc dios pensamiento científico que es es esto? Me duele el cebrebro de estudiar mientras atiendo el kiosco.. estuve bastante tiempo asi como tres meses ya habia pasado el otoño empezaba el invierno, cuando me di cuenta.
Una mañana vino de visita camila con Dilan, ellos al final se pusieron de novios y van encerio mates de por medio le pregunté por su primo pero el no me supo contestar dice que supuestamente esta en españa hace meses que no hablan esta bien digo, algo del mate me dio un asco, no aguante las nauseas al salir baño ,camila se largo una carcajada pero me miro con cara rara estaba como sorprendida, despues de varias rondas de mate . reciben una llamada se van, no sin antes contarme de mi abuelo que esta cada ves mas cascarrabias que ya no juega a las cartas y que esta triste nos despedimos y a seguir rutina diaria facultad y trabajo me quiero probar el jeans negro que me regalo rosa que raro no me entra, no se que me pasa tanto habre engorde si me iba bien, lo dejo sobre la silla comenzare una dieta en otra oportunidad me lo pondre. ya paso abril tengo mi primer claseTengo ir presentable a las clases hoy me toca economia y sociologia como me gusta historia las soporto pero economia es un bodrio
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