La habitación era pequeña, sin ventanas, apenas iluminada por una bombilla temblorosa que colgaba del techo. El aire era denso, cargado de un silencio inquietante. Nelly estaba sentada en el suelo, los brazos rodeando sus piernas, temblando sin saber por qué. A su lado, Ana y Sonia permanecían encogidas, con la cabeza hundida entre las rodillas.
—¿Dónde estamos? —susurró Nelly, con voz trémula—. Ana… Sonia… ¿alguien puede decirme qué está pasando?
Ana alzó lentamente la cabeza. Su rostro estaba pálido, marcado por la culpa. Apenas pudo pronunciar unas palabras:
—Lo siento…
Nelly frunció el ceño, pero antes de poder decir algo más, un fuerte traqueteo sacudió la puerta. Dio un brinco, asustada, y retrocedió, el corazón golpeando con fuerza.
La puerta se abrió de golpe.
Tres hombres armados irrumpieron en la habitación. Detrás de ellos, apareció otro hombre. Alto. Imponente. Vestido completamente de negro. Su mirada era gélida, y los ojos azules le daban un aire casi irreal. El cabello castaño le caía con orden calculado sobre la frente. Era el tipo de presencia que silenciaba una habitación sin decir palabra.
Nelly lo miró con horror.
"¿Quién es él? ¿Qué está pasando? Solo quiero estar en mi casa… en mi cama… Esto no puede ser real..."
El hombre se detuvo frente a ellas, observándolas con una mezcla de desprecio y curiosidad.
—¿De verdad pensaron que podían escapar? —dijo con tono irónico—. Sabían que tarde o temprano las encontraría.
Sonia levantó la cabeza. Su voz, rota, temblaba.
—Yo… yo no quería hacerlo. Solo quería que… me miraras.
Él soltó una risa seca, sin humor.
—¿Y crees que con lo que hiciste lograrías eso?
—Su tono cambió, volviéndose frío—. No vas a salir con vida de aquí.
Nelly los miró, horrorizada. Volteó hacia sus amigas.
—¿Qué hicieron? —gritó—. ¡¿Qué tienen que ver ustedes con estos hombres?!
Sonia bajó la cabeza, y Ana apenas susurró:
—Lo siento, Nelly… por haberte metido en esto…
El hombre giró lentamente la cabeza hacia Nelly. La estudió con detenimiento, y una sonrisa torcida apareció en su rostro.
—¿Son tus amigas? —preguntó, casi divertido—. Interesante... Tú también me pareces interesante.
Nelly sintió que el mundo se congelaba. Lo miraba, sin entender por qué su presencia la paralizaba.
"¿Qué fue lo que dijo? ¿Amenazó con matarme? No lo escuché bien... solo lo miraba."
Él hizo un gesto hacia uno de sus hombres.
—Llévatela.
Nelly dio un paso atrás, asustada. Ana y Sonia se interpusieron de inmediato.
—¡No! —gritaron al unísono—. ¡Ella no tiene nada que ver! ¡Nosotras somos responsables!
El hombre se enfureció. De un empujón brutal, lanzó a ambas contra el suelo. Ana quedó inconsciente al golpearse la cabeza. Sonia comenzó a sangrar.
Nelly, envuelta en una mezcla de terror y furia, se lanzó contra él.
—¡Eres un hijo de puta! ¡¿Cómo pudiste hacerles esto?!
Él retrocedió por un instante, sorprendido. Luego sonrió. Como si disfrutara la rabia.
—Es la primera vez que una mujer me golpea —murmuró.
La sujetó del brazo con fuerza. Nelly gritó, intentando zafarse.
—¡Me duele, imbécil! ¡Suéltame!
—Desde hoy te quedarás aquí —le advirtió—. No se te ocurra escapar… o terminarás como tus amigas.
Hizo una pausa.
—¿No te da curiosidad saber qué fue lo que hicieron?
Sacó un arma de su cinturón. Apuntó directamente a Sonia.
Y disparó.
Sonia cayó. Nelly gritó, corrió hacia ella, la abrazó entre sollozos.
—¡Sonia! ¡Aguanta, por favor! ¡No te mueras!
Sonia sangraba, apenas consciente.
—Lo siento… por mi cul…
—¡No te disculpes! —interrumpió Nelly—. ¡Solo aguanta!
Pero el hombre no se detuvo. Apuntó a Ana, aún en el suelo, y disparó de nuevo. Nelly gritó, temblando, sin poder moverse.
—¡Eres un maldito bastardo! —gritó—. ¡Un desgraciado!
El silencio cayó como un manto fúnebre. Solo se oía el sollozo de Nelly, aferrada al cuerpo moribundo de su amiga.
Ese día… vi morir a mis amigas frente a mis ojos.
《●》
Nelly despertó de golpe. El sudor le corría por la frente, la respiración entrecortada. Tardó unos segundos en ubicarse. Miró al techo, confundida… ese no era su cuarto.
Las paredes eran lisas, grises. No había ventanas. La cama era metálica, dura, con sábanas frías. Una lámpara en la esquina iluminaba la habitación con una luz amarillenta y débil.
—Joder… —murmuró, pasándose una mano por el rostro—. Qué sueño tan perro tuve...
Se incorporó lentamente. Pero cuanto más miraba a su alrededor, más se convencía de una verdad demoledora.
—No… —susurró—. No era un sueño.
Justo entonces, la puerta se abrió con un leve chirrido.
Yulian apareció en el umbral. Su silueta imponía respeto: alto, vestido con ropa impecable, ojos fríos como el acero. La misma mirada de la noche anterior. El mismo rostro.
—Por fin despiertas… —dijo con calma.
Nelly no respondió. Lo observó en silencio, con rabia contenida en los ojos.
—Eres Nelly, ¿cierto? —continuó él, sin dejar de mirarla—. Me llamo Yulian.
El nombre reavivó el recuerdo como un latigazo.
Flash.
Sonia en sus brazos, bañada en sangre. Nelly llorando, gritando, mientras dos hombres arrastraban los cuerpos sin vida de sus amigas.
Yulian, de pie entre las sombras, ordenando todo con voz fría:
"Llévensela. Y desháganse de los cuerpos."
Volvió al presente.
Yulian se acercó a la cama. Su presencia ocupaba todo el espacio.
—Esta será tu habitación desde ahora.
—No me importa —escupió ella con rabia—. ¡Solo quiero irme! gritó Nelly.
¡Eres un maldito asesino!
Él sonrió. No con burla, sino con esa calma perturbadora que helaba la sangre.
—Lo sé.
Nelly se levantó de golpe y caminó hacia la puerta, pero Yulian se interpuso, firme. La sujetó del brazo con fuerza. Ella forcejeó.
—¡Suéltame!
—Solo escucha —ordenó, su tono ahora seco, duro—. Ayer te dije que te quedarías aquí… hasta que yo lo decida.
La amenaza colgó en el aire como un cuchillo suspendido.
—Tú solo haces lo que te diga… y todo estará bien. ¿No crees?
—¿Y por qué tendría que obedecerte? —le escupió con una mezcla de miedo y furia—.
Si vas a matarme, hazlo.— lo decía mientras temblaba —
De todas formas… ya estoy muerta.
Yulian la observó en silencio, sin soltarla. Algo en su mirada pareció oscilar… pero fue apenas un segundo.
—Solo haz lo que te digo.
En ese instante, la puerta se abrió. Otro hombre entró. Uno de los secuaces.
—Señor, ya todo está listo para irnos.
—Bien —respondió Yulian, sin apartar la vista de Nelly—.
Asegúrate de que no quede nadie. Esto termina hoy.
Se dirigió hacia la salida, pero antes de cruzar la puerta, se volvió hacia ella.
—Sé que no te quedarás quieta, Nelly. Así que dejaré a alguien en la puerta.
Puedes caminar… explorar… —con una voz grave— Pero si intentas escapar… será peor.
La puerta se cerró de golpe, dejándola sola con el eco de su amenaza.
El vehículo avanzaba por la carretera. En el asiento del copiloto, Yulian miraba por la ventana, pensativo. A su lado, su hermano, Bryan, más relajado y con actitud desenfadada, masticaba chicle con indiferencia.
—Dicen que todos tenemos un doble en algún rincón del mundo —murmuró Yulian—.
Ella… se parece tanto a ella…
Su voz era un susurro apagado. El reflejo del sol bailaba sobre su rostro, pero sus ojos seguían tan fríos como siempre.
—Será difícil tratar con esa chica… —añadió, casi para sí mismo—.
Pero no pienso rendirme.
Nelly será… mi mujer.
Bryan lo observó de reojo.
—¿En qué piensas? Estás callado desde que salimos.
—En nada…
—Mentira —respondió con una sonrisa ladina—.
Y hablando de mujeres… mi esposa esta embarazada otra vez.
Yulian esbozando una sonrisa casi imperceptible.
—oh, felicidades.
—Exacto. Me enteré ayer. Pero Ángel no
está feliz… dice que no quiere compartir sus juguetes.
Ambos soltaron una breve carcajada.
Después, Bryan volvió a lo serio.
—Bueno, ¿en qué pensabas en realidad? No me engañas, Yulian.
Yulian desvió la mirada al frente. Su voz se volvió una cuchilla.
—Ayer… encontré por fin a las mujeres que intentaron matar a Andrés.
Bryan se tensó, sorprendido.
—¿Qué? ¿Dónde están?
—Muertas.
El silencio cayó sobre el auto.
—Vaya… —dijo Bryan finalmente, intentando alivianar el ambiente con un tono pícaro—.
¿Y eso era todo lo que pensabas?
Yulian no respondió enseguida.
—Te contaré… —dijo al fin, en voz baja—. Cuando logre que ella… se calme.
Estoy atrapada.
Cada palabra suya me recuerda que ya no tengo control.
Pero no voy a rendirme.
No todavía.
《●》
Nelly miraba a través del balcón con la mirada perdida, los ojos apagados, las facciones consumidas por la tristeza. Llevaba días encerrada en aquel lugar que no era suyo, vestida con ropa sencilla y el cabello suelto, sin ánimos siquiera para atárselo.
"Ya llevo varios días aquí..." pensó.
"No sé nada de mis padres. Ni del mundo allá afuera."
Cada vez que cerraba los ojos, los recuerdos regresaban con más fuerza. No eran difusos. Eran vívidos, crueles.
Rutina.
Despertar.
Ducharse.
Sentarse en la cama.
Mirar la puerta.
Anochecer.
No dormir.
Todo se repetía. Inmutable.
"Esto me está volviendo loca…"
Por momentos, su mente escapaba hacia el pasado. A un tiempo menos hostil, aunque solitario. Nelly empacando maletas. Alejándose de su madre con lágrimas contenidas. Viviendo sola por primera vez. Trabajando largas jornadas. Conociendo a Sonia y a Ana.
"Siempre hice lo correcto... hasta que me fui de casa. Viví sin reglas. Sin regaños. Sonia y Ana eran mi refugio. Nos hicimos inseparables."
Recuerda con claridad esa noche. La celebración improvisada por su cumpleaños. Risas. Música.
Y luego, el caos.
Una camioneta negra frenando en seco. Gritos. El sonido de puertas abriéndose. Ellas corriendo. Las luces. Manos violentas sujetándolas.
Oscuridad.
"Y lo siguiente… fue esa habitación."
Yulian avanzaba por los pasillos con paso firme. Su porte impecable y su expresión cerrada hacían que nadie se atreviera a interrumpirlo. Al llegar a una de las puertas custodiadas, se encontró con Víctor, uno de sus hombres de confianza.
—¿Qué hace Nelly? —preguntó sin preámbulos.
—Sin novedades, señor. No ha salido de la habitación.
Yulian asintió.
—Bien. Iré a verla.
Pero a mitad del camino, una figura conocida se le cruzó. Su padre, impecable como siempre, lo detuvo con una sonrisa burlona en el rostro.
—Yulian. Ven conmigo. Necesito hablar de unos negocios en el extranjero.
—Lo haré más tarde, padre. Tengo algo que hacer ahora. ¿Y mi madre? ¿No vino contigo? —preguntó Yulian, arqueando una ceja.
—No. Ella y Andrés se quedaron con Stefany en Puerto Rico. Vacaciones adelantadas.
El padre rió con suavidad, con ese tono cargado de ironía que solía irritarlo.
—¿Y qué es eso tan importante para dejarme tirado, ah?
Tú y Bryan son igualitos… no pueden ocultar nada, aunque tengan ese carácter infernal.
—No quiero sermones, viejo.
— Está bien. Búscame después, cuando termines lo que vayas a hacer.
El hombre se alejó. Yulian siguió su camino, más tenso de lo que quisiera admitir.
Nelly seguía en el balcón, inmóvil. Como una sombra quieta en medio de un día sin sol. No volteó cuando Yulian entró, aunque sintió su presencia de inmediato. Él la observó en silencio, como si buscara algo en ella que ni siquiera sabía poner en palabras.
Cuando intentó hablar, su teléfono sonó. Gruñó con fastidio y respondió.
Llamada
—¡Yulian! —dijo Esteban del otro lado—. Ven conmigo. Hoy hay carreras en la vía al mar.
—No puedo. Estoy ocupado. Tengo que hablar con papá sobre la mercancía.
—¡Vamos! Dijiste lo mismo la vez pasada. A él no le importa que lo dejes esperando.
—Está bien… —cedió—. Pero llevaré a alguien conmigo.
—¿A quién?
— Ya sabrás. Nos vemos.
Colgó.
Yulian se acercó al balcón. Nelly, como si sintiera que era inevitable, finalmente lo miró. Su rostro estaba cansado, los ojos hundidos, la voz apagada.
—¿A dónde vamos? —preguntó, sin emoción—.
¿Ya decidiste qué hacer conmigo?
Yulian la miró. Hubo un instante en que algo en ella le resultó imposible de soportar. No miedo. No dolor. Era otra cosa.
"Cada vez que la miro… siento que me vuelvo débil. Y siempre termino huyendo."
—Vamos, daremos un paseo —dijo al fin—. Quiero que vengas conmigo.
—No quiero —respondió Nelly, seca.
—No te estoy pidiendo permiso.
Te lo estoy ordenando.
—¿Y?
Yulian parpadeó. Algo en su tono lo descolocó.
—¿Y? —repitió ella, más fuerte.
Por primera vez, él no tuvo una respuesta inmediata. Solo dijo:
—…¿Qué te vas a poner?
—Hace dos días enviaste un montón de ropa —dijo ella, sin apartar la mirada—.
—¿Y?
—La mayoría no me gustó. Hice que se la llevaran.
Lo dijo con frialdad, sin miedo, sin suplicar.
Yulian la sostuvo con la mirada unos segundos. Luego asintió.
—Bien. Sígueme.
—¿A dónde?
—Vamos por ropa.
《●》
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