^^^Él me ama.^^^
Eran casi las 6:00 am cuando uno de sus ronquidos me despertó, me puse de lado para levantarme con cuidado sin despertarlo, salí del cuarto en puntillas con las sandalias en la mano.
Caminé despacio a la cocina y encendí las estufas para el desayuno que tanto le gustaba: huevos, tocino, pan tostado y el café negro fuerte como su carácter; Mientras colocaba la mesa, rápidamente me percaté del suelo sucio, el panico me hizo temblar un poco pero dejé eso a un lado y busqué mis implementos de limpieza para que mi amado esposo no se molestará de nuevo, a él no le gustaba ver la casa sucia o levantarse y no encontrar su desayuno caliente en la mesa ni a mí en estas fachas, decía que tenía que ser una señora digna de su apellido Ferrara. Y era cierto no sé como alguien como yo pudiese tener ese privilegio, dentro de todo mi simple nombre era Adele Munich y con ello ¿Qué tanto podría lograr? Debo estar loca aún debo arreglarme y sigo hablando conmigo misma, Dios quiera me de el tiempo suficiente para que el desayuno no se enfríe y poder cambiarme la pijama.
Limpié meticulosamente cada pequeña mancha sobre el suelo y traté de hacerlo rápido, guarde el trapeador en el cuarto de limpieza y corrí hasta la cocina, lave mis manos lo más rápido posible y empecé a servir con nerviosismo la comida, no entendía la razón por la cual mis manos temblaban, cada vez que tenía que repetir mis rutinas de las mañanas los nervios me traicionaban, me reprendí a mi misma y tomé el plato que era específicamente para él y mientras terminaba de servir una voz irrumpió mi labor.
¡Joder!
- ¿Aún no está listo mi desayuno? - preguntó con su voz aún ronca por el sueño.
Todo mi sistema nervioso se puso en alerta y empecé a pensar en una excusa rápida y que pudiera ayudarme, aunque no me gustaba me había vuelto una experta mintiendo aunque al final no sirviera de nada, siempre obtenía el mismo resultado.
Sus golpes.
– Amor lo siento tanto – me excuse – ya está listo, demoré porque quise limpiar el suelo a fondo para ti, recuerda que ayer hubo lluvia y se ha mojado un poco – le dije lo más amable que pude colocando el plato en la mesa.
Me miró de arriba abajo y yo tragué en seco porque ya sabía lo que se venía – Me da asco verte así por las mañanas – soltó uno de sus muchos comentarios hirientes, mi corazón se oprimió pero traté de convencerme que me lo decía por mi bien. Caminó lentamente hasta mi y yo retrocedí un paso inconsciente, mi mentón temblaba, quisé hablar pero me lo impidió colocando su mano sobre mi boca, estiró su brazo libre hasta donde estaba su plato con los cubiertos y tomó el cuchillo de mesa, cerré mis ojos con pavor sin darme cuenta que ya estaba llorando.
Él me ama.
Él me ama.
Él me ama.
Con él cubierto comenzó a romper mi pijama de seda, ya era la segunda que dañaba este mes. La destrozó hasta que quedara completamente inservible y luego escupió las telas caídas sobre el suelo.
– ¡Limpia este desastre y ve a cambiarte! – gritó con furia apartándose de mi y sentándose en la mesa.
Asentí con rapidez y como siempre. Obedecí.
*Capítulo 2*
En ropa interior me dirigí al baño donde me duche rápidamente con agua fría para aliviar un poco mi tensión, cepillo mis dientes y en menos de diez minutos estaba ya vestida y terminando mi moño alto, me faltaba un poco de maquillaje y recoger los retazos de mi pijama. Me daba suficiente tiempo mientras él se duchaba sus treinta minutos diarios, maquillé mi rostro rápidamente con base, polvo, blush, rimel y un poco de pintura labial. Odiaba usar el rimel porque siempre manchaba mi cara si lloraba pero lo hacia para resaltar mis ojos verdes como a él le gustaba.
Rápidamente salí de mi habitación al cuarto de servicio y saque la escoba, mi cuerpo comenzaba a erizarse y sentí de nuevo miedo al escuchar que Enzo salía del baño, pensé: "mientras no me mire que no he terminado no estaré en problemas" - con suerte me di prisa y recogí el desastre, levanté la mesa y cuando mojé mis manos para lavar la loza escuche un grito furioso.
– ¿Donde carajos está mi camisa planchada? – Joder lo olvidé. Seque mis manos y temblando fui atender su grito ensordecedor.
– Cariño, solo dame tres minutos y estará lis...– y un *plaf* volteando mi cara interrumpió mi frase, sin tener equilibrio caí al suelo y perdí la consciencia.
.
.
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Desperté en un lugar extraño para mí, todo era blanco, mis manos conectadas y el sonido de un *bit, bit* constante que me mareaba la cabeza, no recuerdo que pasó...
¡Mierda! ¿Cuántos días habré estado aquí? ¿Mi casa? ¿Enzo? Maldición va a matarme.
– Despertó! – escuché una voz femenina, giré mi rostro siguiendo el sonido y vi a una enfermera. – señorita trate de no moverse mucho – pidió dirigiéndose a mi – esa caída por las escaleras fue muy fuerte – dijo casual.
¿Caída? ¿Escaleras?
Yo no recordaba nada de eso, en mi casa no habían escalones, pero tampoco hacia falta indagar en mi mente para entender lo que habia pasado.
– Debo...irme – susurré mientras me sentaba sintiendo un dolor expandirse por todas mis costilla y columna, solté un quejido y ella me ayudó acomodar la postura.
– Tranquila, su esposo vendrá en un momento – dijo saliendo de la habitación.
Oh no.
¿Cuántas horas habían pasado? Si no llegó tiempo para hacer el almuerzo me irá mal, muy mal.
Retiré la conexión de mi mano y traté de disimular el dolor, yo debía parecer fuerte, no quería que él se aburriera de mi, él me amaba, me compraba flores para cada reconciliación y me decía que se enojaba conmigo porque quería que yo fuese mejor cada día, pero mi torpeza no me lo permitía, no quería estar sola, si él se aburría de mi y decidía dejarme yo no sabria que hacer, no tengo empleo, no terminé mi carrera universitaria, mi madre me repetía constantemente cuando era niña que la vida adulta no era fácil, pero que debía ser valiente y ahora la atendía.
– Hola – dijo apenas entró a la habitación del hospital.
Le dedique una sonrisa tensa y estiré mi brazo para que lo tomara. Él se acercó hasta mi lugar y se sentó a mi lado tomando mi mano – Lo siento tanto mi amor – pidió disculpas besando mis nudillos – no sé qué me paso, la rabia me cegó, no volverá a ocurrir lo prometo – era la doceava vez que me prometia esto – si tu prometes no hacerme enojar todo irá bien con nosotros, seremos felices como antes – siguió hablando – recuerda que te amo, que lo hago por tu bien y que debes agradecerme todo lo que hago por ti.
Asentí como una autómata, preguntándome si verdaderamente ésta sería la última vez ó si alguna vez yo podré escapar de esto.
^^^Soy todo lo que él me permite ser.^^^
¿Pero que demonios estoy pensando? ¿Tirar mi matrimonio a la borda? Todo lo que he luchado por mantenernos aquí...Que suerte tengo que Enzo no entra en mi cabeza, de verdad me mataría si se diera cuenta que estoy pensando en dejarlo después de todo lo que ha hecho por mi, recuerdo cuando lo conocí recién llegada a esta ciudad.
Flasback
El clima había empeorado a mitad de mi recorrido por la ciudad, era mi primera vez aquí y decidí salir uno de los días más lluvioso del año, mala idea.
Resbalé sobre uno de los charcos y maldije internamente, estaba a tan solo unas pocas cuadras de la ciudad, sin embargo, una mano se ofreció ayudarme y la tomé gustosa.
– ¿Estas bien? – preguntó una voz masculina que me derritió por completo.
– si, gracias – contesté sincero.
– ¿Te llevo? – preguntó amable y mi corazón por alguna extraña razón dio un vuelco de la emoción, era un extraño y no debia de ir con él, pero su semblante era angelical y me inspiraba confianza, sus facciones suaves y masculinas y sus ojos oscuros lo hacian atractivo y tierno, siempre soñé con encontrar el amor en la ciudad. ¿Será esta mi oportunidad?
Asentí y me subí a su automóvil parqueado justo al cruzar la calle, ese hombre me ayudó esa noche, intercambiamos teléfonos y desde entonces no dejó de visitarme ni un sólo dia, estaba muy pendiente de mi y no me dejaba sola, en ese momento yo vi todo eso como protección y amor.
Fin del Flasback
El tiempo pasó más rápido de lo esperado y en tan solo un parpadeo ya estaba nuevamente en mi casa, en nuestra casa.
– ¿Te sientes mejor? – preguntó Enzo mirándome fijamente, examinando cada gesto de mi rostro.
Él se preocupaba por mi y por mi bienestar, muy en el fondo sabia que él seguía siendo el chico del cuál me enamoré.
Asentí y le dediqué una sonrisa – Gracias por cuidar de mi – le dije, aunque no sentí del todo sinceras mis palabras yo sabia que a él le gustaban mis halagos.
Él tambien asintió y se sentó en el mueble frente a la TV – Sabes que soy el único que te cuidaría cariño, otro hombre se aburría de ti en un par de días – me recordó mientras buscaba el control remoto.
¿Era eso cierto? Yo había tenido novios antes que él y habían sido noviazgos normales. Mi pecho se oprimió porque no era la respuestas que esperaba, pero ya estaba acostumbrada a mi marido y a su peculiar forma de decir las cosas.
Me senté a su lado – Estuve recordando lo amable que fuiste el día que nos conocimos – comencé hablar para olvidar el último suceso, como siempre.
– ¿Ah si? – respondió desinteresado viendo un partido de fútbol.
– Si, fuiste muy tierno conmigo – contesté, pero él no me miró. Agaché mi rostro y tragué en seco – ojalá fueras como antes – susurré y de reojo ví su rostro girar bruscamente hacia mi.
– ¿Que dijiste mujer? – cuestionó.
Yo alcé mi rostro y lo miré fijamente – ¿Me estabas escuchando? – pregunté fingiendo demencia, por un segundo me arme de valor, pero este bajó en picada con las palabras que lo siguieron.
– ¿Cómo quieres que sea el mismo si tú cambiaste? ¡Ah! ¿Acaso no te ves en el espejo? Ni siquiera tu cuerpo es el mismo. –dijo serio y volvió a mirar su TV despreocupado con el ceño fruncido.
Mi alma bajó hasta mis pies y sentí la inseguridad apoderarse de mi cuerpo, solté un suspiro y me fui a la cama para asegurarme que no me viera llorar, esperando que algún día él notara lo excelente mujer que soy.
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