...~ꕥ~...
Desde las sombras él la vigila, le encanta admirarla desde lo secreto porque de cerca jamás podrá hacerlo.
Ella tan encantadora, tan sonriente y radiante no sé percata de que hay alguien que la observa, está tan centrada en el momento que comparte con sus amigos que no se molesta en mirar a los lados.
—Es una tontería, sabes que esa película estuvo genial —dice Lucia, mientras intenta convencer a su amigo.
—Tu comentario es una tontería —responde él con burla.
Lucia entrecierra los ojos, lo que provoca que Lucas ría con una estruendosa carcajada.
—Cariño, sabes que te quiero y siempre me mantengo neutral. Pero debes aceptar que Lucia tiene razón. —Agrega Sarah que es la voz de la razón y la que mantiene la paz entre las constantes guerras de su novio y su mejor amiga.
—Aceptar que la pequeña sabelotodo tiene razón es aumentar el ego que se carga.
Lucia abre la boca de forma exagerada.
—Eso es horrible, no soy pequeña. He crecido cinco centímetros desde la última vez —Ella se defiende y provoca que ambos amigos se rían.
Nadie se da cuenta de que hay alguien al acecho, solo se limitan a pasarla bien. No hay necesidad de vigilar a su alrededor porque todo está bien, no hay razón para querer dañar a una chica como Lucia.
—Maldita sea mi memoria —se queja Sarah.
Lucia y Lucas la ven sorprendidos, ya que ella no es de las que suelen lanzar maldiciones al aire.
Lucia ríe porque que Sarah diga maldita con la dulce voz que tiene resulta tierno en vez de algo amenazante.
—Vamos, Sarah que te he dicho de decir ese tipo de cosas. No van contigo.
—Y me vale, he olvidado que tenía que llegar antes de las nueve. De lo contrario estoy jodida.
—¿Qué puede ser más importante que pasarla bien con tu mejor amiga y tu novio?
—Que vendrá la abuela.
—Será mejor irnos —dice Lucas.
—Primero dejaremos a Lucia en casa —le recuerda.
—Te das cuenta de que faltan veinte minutos para que den las nueve, olvídalo puedo irme caminando —dice Lucia.
Siempre queriendo imponer su autosuficiencia, ella nunca ha necesitado que nadie la cuide. Sus padres se la pasan trabajando tanto tiempo que desde pequeña aprendió a solo pedir ayuda si es extremadamente necesario, no importa que su familia sea absurdamente millonaria y pueda tener lo que deseé con tan solo un chasquido de dedos.
Ella se niega a ser la niña protegida y caprichosa de sus padres.
—Y tú te das cuenta de que ya es bastante tarde como para vayas caminando por ahí —la reprende Lucas.
—No me trates como si fuera tu hermana pequeña, tenemos la misma edad. Ni siquiera Jonathan que es mayor me trata como tú.
—No lo tomes mal, querida. Sabes que nos importas y cuidarte forma parte de ello. —Agrega Sarah, ella sabe cuánto le molesta a su amiga que la traten como si fuera frágil.
—Claro, lo siento. De verdad puedo irme sola, ya tienen que irse ustedes también.
Lucas y Sarah intercambian miradas llenas de duda, no les queda más remedio que aceptar.
—Promete que me llamarás en cuanto llegues a casa —dice Sarah.
—Nada de paseos nocturnos —advierte Lucas.
—Nos envías tu ubicación en tiempo real —Ambos piden al unísono y Lucia pone los ojos en blanco.
La protección que sus amigos suelen darle puede ser agobiante para ella; sin embargo, eso hace que ella se sienta más apreciada. Después de todo la quieren y esa es su manera de demostrarlo.
—De acuerdo, lo haré. Ahora váyanse —les ordena.
Ellos se despiden, no sin antes volver a suplicar que tenga cuidado.
Una vez más ella les asegura que todo irá bien, una vez más la paranoia de sus amigos por su seguridad solo es una exageración ¿verdad?
Cuando ellos se marchan Lucia se pone los audífonos y comienza su camino a casa, nunca ha sentido el peligro.
Después de todo no hay razón para que alguien quiera hacerle daño, no tendría sentido cuando su vestimenta no entra en lo provocativo.
Es hermosa, pero nunca ha buscado más allá. Por lo que está segura de que no habrá nadie que la mire con deseo ¿verdad?
Él sonríe al verla sola, al ver las calles vacías.
—Por fin sola —dice desde las sombras, desde lo oculto. Solo basta con cruzar la calle para estar con ella.
Lucia no se percata cuando él comienza a caminar con ella del otro lado de la calle, siempre tan sumergida en su mundo. No sabe que alguien la busca, que alguien la quiere tener.
Pronto los presentimientos hacen de las suyas y eso provoca que ella mire a los lados.
Nada, no hay nadie. Solo una calle vacía, solo ella y esa paranoia que cree que Lucas y Sarah le han contagiado.
—Pasar tanto tiempo con ellos me está volviendo igual de loca, no hay nadie —dice y se ríe.
Sigue con su camino cuando alguien la toma por detrás, abrazándola con rudeza. Lucia se retuerce mientras él olfatea el aroma de su cuello
—Suéltame, idiota. Esto no es gracioso —se queja, sigue intentando zafarse de su agarre.
Es en vano su lucha, él es más fuerte.
No permite que el miedo se apodere de ella, porque sabe que sus fuerzas se reducirían a nada, recuerda que una vez su hermano le enseño un movimiento para defenderse cuando alguien la toma por la fuerza.
Sin miedo a causarle daño al atacante golpea su costado con el codo, logra su objetivo y comienza a correr con velocidad.
No mira atrás, solo quiere huir.
Después de unos minutos se detiene para recuperar fuerzas.
«Solo ha sido un susto». Se repite una y otra vez mientras su respiración vuelve a la normalidad.
Cuando cree que lo peor ha pasado él la toma por sorpresa, le tapa la boca y la lleva a un callejón, su huida o cualquier ataque se ve frustrado cuando él coloca una navaja en su cuello.
Le hace una señal para que guarde silencio, su mano libre se introduce por debajo de la blusa, sus miedos más profundos salen a flote. Sabe que es lo que él quiere.
La quiere a ella.
Traga con fuerza y las lágrimas se le escapan.
—No me hagas daño, por favor —le suplica.
Él la ignora y sigue con esas caricias bruscas, defenderse significaría la muerte, se siente acorralada.
Cuando cree que no puede ponerse peor desabrocha su pantalón.
—No —Lucia comienza a sollozar, lo que viene la marcará de por vida, antes de que él haga algo más comienza a besar su cuello por lo que aleja el arma.
Ella no duda en actuar y suelta un duro golpe en la entrepierna de su atacante.
Lo logra derribar y sin más vuelve a correr, no le importa que esté llorando, solo quiere huir.
Quiere llegar a casa y refugiarse en su habitación, quiere ducharse y eliminar las sucias caricias que todavía siente.
Se atreve a mirar atrás, él se ha recuperado y la persigue.
Lucia está cansada y él lo sabe, todo parece ir en contra cuando llega a la avenida principal.
Duda en cruzar, el semáforo no cambia y los autos que pasan son demasiados.
Sería un acto suicida cruzar.
Sin embargo, él está cerca, no hay tiempo para dudas, no le importa ya nada.
Lucia prefiere arriesgarse a un posible final trágico antes que ese infeliz logré cumplir sus perversos deseos.
Ella corre por la avenida en tránsito, sonríe al ver qué está por llegar cuando un auto impacta contra ella.
Su cuerpo cae en la acera, todo duele. La gente comienza a rodearla, escucha la preocupación de los desconocidos antes de perder la conciencia.
Él ve todo desde el otro lado, frustrado y enfurecido porque ella logró escapar siente que ha perdido y él nunca pierde.
—Esto no se quedará así, te tendré. Es una promesa.
...~ꕥ~...
Ya no puedo más, siento que mis fuerzas se vuelven nulas. He corrido tanto que siento como mis pulmones piden a gritos que pare, los ignoro porque sé que si él me atrapa todo será peor.
No quiero que vuelva a tocarme, es horrible, no entiendo la razón de hacerme tal cosa. Ni siquiera traigo un vestido o algo que haya provocado que llamara su atención y eso lo hace aún más repulsivo.
El miedo que estaba conteniendo explota cuando me doy cuenta de que estoy atrapada, de repente me encuentro en un callejón y mi temor se vuelve palpable. Me paralizó hasta que siento como me abraza por detrás, me pega a él y yo soy incapaz de reaccionar.
—Dije que te haría mía y lo cumpliré —susurra con una voz tétrica que hace que mis nervios se eleven.
Y arranca mi blusa.
Despierto de golpe, con el corazón tan acelerado que puedo sentir como quiere escapar de mi pecho.
«Solo fue una pesadilla, la peor de todas».
Estoy tan alterada y asustada que apenas presto atención, no estoy en mi habitación es evidente por las paredes blancas y vacías, el olor a alcohol con desinfectante se mete en mi nariz.
Un hospital.
Estoy en el hospital, ahora entiendo que no ha sido una pesadilla. Es un recuerdo.
Alguien intento abusar de mí, solo que en esta realidad si escape aunque el precio ha sido terminar aquí.
Cuando intento moverme el dolor recorre cada fibra de mi ser, todo duele.
Busco el botón para pedir ayuda, Dios cuanto detesto pedir ayuda y entonces me percató de que mi mamá está en la habitación solo que duerme en el sofá que está a lado de mi camilla.
—Mamá. —La llamo con dificultad, tengo seca la garganta y el dolor no ayuda a que vocalice de una manera decente.
Sin embargo, es suficiente para que ella me escuche. Mi mamá y su oído super desarrollado, ahora lo agradezco. Lo suelo detestar porque de no ser por esa habilidad varias de las travesuras con mi hermano no hubieran sido descubiertas.
—Cariño —dice y se levanta de golpe, cuando me ve despierta parece que sus ojos comienzan a humedecerse.
—¿Qué haces aquí? —pregunto con incredulidad.
Sé que es algo obvio, pero mamá es diseñadora de modas y se supone que estaba en París coordinando la pasarela de su nueva línea de ropa, no esperaba verla aquí.
No quiero ser la causante de arruinar su trabajo.
Ella frunce el ceño.
—Eres mi hija, tengo que estar aquí —dice y su tono muestra lo ofendida que está.
Genial, no la he visto en dos semanas y ahora estoy arruinando nuestro primer encuentro con mis dudas.
—Lo sé, pero la pasarela. Es la más importante de tu carrera y ...
—Nada es más importante que tú, Lucia. Además confío en Brandon, yo no me iba a quedar en París sabiendo que tú estabas en el hospital. —Su voz quebrada muestra cuan afectada está.
—Estoy bien. —Intento tranquilizarla aunque es evidente que mi estado es fatal, sé que si me veo en un espejo lo único que me encontraré es a una chica con la cara hinchada y cortes.
—Créeme cuando te digo que la peor imagen que he tenido de ti es llegar y verte en esa camilla con el rostro lleno de heridas, tuve miedo cuando vi como los días pasaban y tú no despertabas.
«¿Días?» De acuerdo no negaré que esa revelación hace que el dolor que siento en la cabeza se incremente.
—¿Por qué cruzaste? —El dolor que emana de su pregunta junto con el de su rostro cansado me advierte algo.
—No quería suicidarme si es lo que piensas —me apresuró a decir.
—Entonces por qué lo hiciste. Yo pensé, todos lo hicieron.
—Pues no es así —respondo y ahora la que habla con pesar soy yo.
Es cierto que paso mucho tiempo sola y que no suelo salir como la mayoría de las chicas de mi edad, pero eso no significa que considere la muerte como una opción. Me ofende demasiado.
—Es que, te hemos dejado mucho tiempo sola y yo... Solo dime la razón por la que cruzaste.
—Porque alguien quería abusar de mí, no tenia opción era cruzar o esperar que ese tipo me atrapará.
Mi razón la hace sentir peor y puedo verlo con claridad en su rostro porque mi madre es así de transparente.
Cuando el médico entra nuestra charla se ve interrumpida, me hace unas preguntas de rutina y una revisión. Afortunadamente solo fue algo superficial, el dolor es porque tengo fracturas en las costillas y en la cabeza porque tuve una contusión. Pero una enfermera traerá el medicamento y volveré a sentirme mejor.
Después de todos los procesos médicos, mi mamá y yo nos quedamos solas otra vez. No quiero retomar esa charla pendiente, por lo que pido que los efectos del sedante hagan con rapidez su efecto.
—Descansa, cariño. Sé que debes estar cansada, yo siento dejarte mucho tiempo sola, también por suponer que quisiste suicidarte. —Su ceño se frunce y toma mi mano—, debo admitir que no te conozco de lo contrario sabría que nunca serías capaz de algo así.
—Bueno en ese caso yo también lo siento, porque yo tampoco te conozco como para no dudar que estarías a pesar de lo importante que es tu trabajo.
Ella ríe.
—Cielo, yo vendría incluso si tuvieras una gripe.
Ahora nos reímos ambas porque es cierto, recuerdo cuando mi hermano y yo éramos pequeños, y enfermabamos se quedaba toda la noche hasta que nos sentíamos mejor.
¿Cómo pude dudar de su amor?
Siento como nuestra relación cobra un sentido diferente, nunca fue mala, pero tampoco es de esas en la que la considerará como a una amiga.
Así como la que Sarah tiene con su madre, sin embargo este pequeño momento que parece insignificante se vuelve realmente crucial.
—Necesitamos conocernos —digo y ella asiente.
—Ya verás que cuando salgas de aquí así será.
Besa mi frente y me pide que descanse, aunque quiero seguir conversando con ella el sueño me vence y duermo profundamente.
...•...
Al despertar me encuentro con mamá leyendo un libro, su aspecto ha mejorado mucho. Vuelve a ser esa mujer que le gusta verse espectacular, su edad no es impedimento para verse divina.
—Ya despertaste —dice cuando me ve. Se acerca sonríe—. ¿Tienes hambre?
Asiento.
—Bien, ahora pediré que te traigan algo de comer.
De repente su ceño se frunce y noto que mira la mesita que está a lado.
—¿Qué pasa?
—¿Quién ha traído eso? —pregunta y veo que hay un pequeño sobre color negro.
Confundida leo la pequeña nota y un sudor frío me recorre, cada palabra se clava en mi mente como un puñal.
Es aterrador.
No es agradable ser rechazado por la persona que amas, sin embargo, te perdono.
Debes saber que no me daré vencido, serás mía como yo soy tuyo.
—Lucia, cariño ¿qué pasa? —Escucho tan lejana la voz de mamá que si no es porque comienza a sacudirme puedo jurar que me hundo en el trance.
—Mamá ¿quién hizo esto?, ¿por qué? —Mis nervios me traicionan y la voz se me quiebra, por qué alguien se aferra a hacerme daño.
Mi madre termina tan horrorizada como yo cuando lee la nota y sale corriendo de la habitación, me dejó caer en la cama y me esfuerzo por pensar que solo es una broma de mal gusto.
Sí, solo es una broma. No pasa nada, yo puedo cuidarme sola y no hay motivos para sentir miedo.
Porque el miedo te paraliza y eso no lo puedo permitir seré vulnerable si es que existe una persona que me quiere lastimar.
Salgo de mi estado ensimismado cuando papá entra hecho una furia, ni siquiera sabía que él también está aquí. Al igual que mi madre se encontraba en un viaje de negocios.
—Ese maldito, lo encontraré y le haré pagar —dice entre dientes mientras camina de un lado.
—No entiendo en qué momento entro —se pregunta mi madre.
—Debió ser cuando fuiste a ducharte o yo qué sé, no me importa. De que sirve pagar miles de dólares en este maldito hospital si no pueden proteger a mi hija.
Por primera vez me mira y le sonrió, se acerca para abrazarme con delicadeza.
—Hola, papá —lo saludo.
—Siento tanto que después de un largo tiempo me veas de esa manera, princesa —Se disculpa y besa mi coronilla para después sostener mis mejillas entre sus manos—. Escúchame, nadie te hará daño otra vez. No lo permitiré.
—Lo sé.
Creo en su palabra, puede que él esté algo alejado de nosotros. Pero eso deja de importar porque siempre nos ha mantenido seguros, por lo que también el miedo no tiene la fuerza necesaria para hundirme en una habitación.
—Tendrás un guardaespaldas —afirma.
«¿QUÉ?»
—Eso jamás, no lo necesito. Yo siempre he estado sola, no entiendo.
Su ceño se frunce y me reprende con una sola mirada, sé que se aproxima una pelea. Pero no puedo aceptarlo, sería depender de alguien y no dependo de nadie. Mucho menos mi seguridad.
—No voy a discutir contigo por una decisión que ya tomé.
—Eso es injusto —me quejo.
—Lucia, hija es por tu bien. No sabemos la intención de ese tipo —coincide mi madre y me siento como una idiota.
Cómo una niña pequeña que no puede cuidarse sola a sus diecinueve años.
—Lo trataré mal para que renuncie —amenazo.
—Estoy cansado de esa actitud Luciana.
—No me llames Luciana, solo me dices así cuando estás enojado.
—Pues los estoy ahora, estoy cansado de que seas tan autosuficiente. Me molesta porque si hubieras aceptado el maldito auto que te compramos no estarías en esa situación.
Pensar que mi padre lo había olvidado era estúpido, en mi cumpleaños número diecinueve me regalaron un automóvil que me negué a tomar porque yo quería comprarme uno con mis ahorros del trabajo que tengo como mesera en una cafetería.
—Se acabó, Luciana. No más trabajo, no más ahorros para comprar tu auto, nada. Tendrás un guardaespaldas y punto.
Respiró profundamente para evitar soltarme a llorar de coraje, odio al maldito bromista. Sí porque quiero creer es una broma, lo odiaba con el alma por arruinar mi vida.
Pero sobre todo odiaré aún más al tipo que sea mi guardaespaldas, pobre de él. No sabe lo que le espera, se arrepentirá de haber aceptado trabajar para mí.
...~ꕥ~...
Nada, sigo sin encontrar un buen trabajo. Quiero decir no estoy en la mejor opción, pero es el único en el que no me tengo que matar y desvivir por la misma paga que me dan en los que he buscado.
Trabajar en el restaurante de Frank, es algo que no quiero hacer toda la vida, pero no puedo dejarlo porque mi padre sabría que algo anda mal. Por eso he tenido que soportar estar aquí para ocultar el verdadero lugar del que saco el dinero para poder pagar el tratamiento de mi papá.
Solo que en estos días he comenzado a cuestionarme sobre lo que estoy haciendo con mi vida y simplemente trabajar con Frank y participar en esas carreras de motocicletas no es algo que quiero hacer toda la vida.
Quisiera regresar y terminar la universidad, desde hace dos años que no he podido porque cuando faltaban unos meses para concluirla papá enfermo del corazón y es también por esa razón que ya no puedo seguir arriesgandome a ser arrestado. Sería fatal para mí y él, es por eso que comencé a buscar empleos que pudieran ser mejores. Pero no he tenido suerte.
El sonido del celular me saca de mi monólogo interno y corro hacia los pasillos para poder responder.
—Espero que sea una emergencia, sabes que no puedes llamarme en horarios de trabajo —digo al instante.
Cuando escucho como ríe del otro lado deseo tenerlo enfrente para callarlo.
—Eh, ¿qué pasa? Frank te ha pegado su mal humor —dice con sorna.
—Sabes que si me descubre estaré despido y ambos sabemos que necesito estar aquí.
—Por supuesto que no.
—No digas tonterías.
—Es por esa razón que te llamo.
—Ve al grano Hills.
—Ben me ha contado que los padres de un amigo están buscando un guardaespaldas y que por cierto ellos están forrados de dinero.
—Yo no soy eso, idiota.
—¿Dónde que el optimismo? Ed, tu puedes ser ese guardaespaldas.
—Sabes que no lo soy, es estúpido el solo pensar y pararme ahí —digo con irritación.
Mike suele decir muchas estupideces y no niego que muchas de ellas han funcionado, sin embargo, esto es evidente que no será así.
—La paga es absurda, podrás ayudar a tu padre.
La sola mención de él es suficiente para considerarlo, pero no tengo ni idea sobre seguridad y esas cosas que supongo debe saber alguien que es guardaespaldas.
—Me sigue pareciendo algo tonto.
—Vamos amigo, de que sirve que te cargues ese físico y practiques box si no lo pones en práctica —Lo dice como si fuera obvio, aunque pensándolo podría funcionar.
—¿Y si no funciona? —pregunto.
—No pierdes nada, por lo menos lo intentaste —responde con esa calma que tanto lo caracteriza.
Después de pasar toda una noche sin dormir estoy aquí frente a la puerta de la mansión más impresionante que he visto, tengo un buen presentimiento y puede que funcione. Solo tengo que ser sincero ¿verdad?
La puerta se abre una anciana me sonríe.
—Buen día joven, ¿en qué puedo ayudarle? —pregunta.
—Buen día, soy Edward Dawson, yo eh... Bueno el señor Evans me ha citado para el empleo.
—Por supuesto, adelante.
Me permite pasar y comienza a guiarme por el enorme pasillo lleno de elegancia, llegamos a la sala de estar pero no nos quedamos porque subimos las escaleras que dan al primer piso.
Vaya este lugar si que es enorme, finalmente llegamos a una puerta doble cerrada.
Ella la abre y me hace pasar.
—Puedes tomar asiento, el señor Max vendrá en unos minutos. ¿Se te ofrece algo? —pregunta y su amabilidad es tanta que comienzo a sentirme cómodo.
Tomó lugar en uno de los sofas y niego, ella se despide y me deja a solas en el enorme estudio que rebosa lujo como toda la casa.
La curiosidad me pica cuando veo un par de fotos familiares, de el señor Max y la que creo es su esposa. Y entonces me encuentro con una fotografía que está en el escritorio, es una chica joven y muy hermosa.
Me centro en sus cabello rojizo y la mezcla de facciones que comparte con sus padres, es bellísima. Nunca antes vi algo igual.
Escucho como el pomo de la puerta y tomo mi lugar.
El señor Evans entra y su imponencia llena toda la habitación, al igual que la chica tiene el cabello rojo y parece de unos cuarenta y tantos.
—Edward Dawson —dice y me pongo de pie para saludarlo.
—Sí, es un gusto —me apresuró a decir y estrecha mi mano para sentarse en el sofá frente a mí.
—Verá, necesito alguien que sea capaz de dar la protección necesaria y en caso dar la vida. No quiero alguien que falle o dude.
La dureza con la que habla hace que me sienta un tanto inseguro, temo no ser lo suficiente bueno para convencerlo.
—Yo lo haría...
—He revisado toda su información y no pertenece a ninguna agencia, no puedo confiar la seguridad de mi hija en manos de cualquiera.
«¿Hija?»
Es peor de lo que pensé, es definitivo que no me dará el empleo. No puedo arremeter contra, es la seguridad de su hija y ponerla en mis manos inexpertas es un riesgo.
—¿Digame porque debería contratarlo?
—No niego que estoy algo inexperto para el puesto, sin embargo estoy dispuesto a aprender y sobre todo a darlo para proteger a...
—Luciana, es mi hija. Hace unas semanas que está en el hospital porque un maldito intento abusar de ella —me explica y me siento incomodo, saber eso empeora todo.
Sin embargo, hable en serio cuando he dicho que estoy dispuesto a dar la vida si es necesario. Confío en que mi trabajo sería recompensado.
—Confíe en mí, solo le pido una oportunidad.
—Sabe que una oportunidad puede causar un daño irreparable en Luciana.
—Eso no pasará, nunca lo permitiría —aseguro y noto que sonríe.
De repente se centra en la muñeca que tengo la pulsera con pequeños soles, su ceño se frunce.
—Esa pulsera.
—Era de mi madre, es un regalo —explico y él sonríe por segunda vez.
Sacude la cabeza y parpadea un par de veces.
—Edward estoy dispuesto a confiarte lo que más amo.
La felicidad que siento es inexplicable, no puedo creerlo y por supuesto que no voy a fallar. Cuidaré a esa chica con la vida.
—Y yo a no fallarle —aseguro y él asiente.
Después de unas semanas más la hija del señor Evans saldría hoy del hospital, en ese tiempo estuve practicando y aprendiendo a usar un arma. De hecho seguiré haciéndolo, cuando Luciana no salga o algo así.
Ahora estoy aquí esperando por ella, su hermano Jonathan ha ido a recogerla y bueno me pidio esperar afuera ya que su hermana no quería esto y teme que verme la altere y tengamos un primer mal encuentro.
Por fin visualizó a Jonathan y a Luciana, mientras ellos se van acercando siento algo diferente al ver a la chica. Es mil veces más hermosa que en las fotografías, no creía que algo asi fuera posible.
Cuando Luciana ve el auto mira a su hermano.
—Dije que no quería el auto —dice y su hermano pone los ojos en blanco.
«Que no quería», vaya debe querer algo mejor y este le parece poco. Aunque ese auto vale más que el departamento donde vivimos.
Ignora por completo mi presencia y es algo obvio, después de todo solo seré su sombra.
—Lucia, vamos. Papá dijo que te quería protegida las veinticuatro horas —le responde.
—Bueno y porque no comprar uno con los ahorros que tengo.
Jonathan comienza a reírse y no entiendo mucho de lo que hablan, porque razón Luciana necesita ahorros cuando está muy claro que eso es lo que menos necesita.
—Basta Jonathan, no es gracioso lo estoy diciendo de verdad —Luciana se queja y las risas de su hermano se apagan lentamente.
—Hermanita, ese dinero no alcanzaría ni siquiera para un bicicleta.
—Por supuesto que sí, un auto de segunda mano.
—Lucia, eso no es lo que necesitas. No entiendo ese punto de querer hacer todo sola, bueno no está mal pero vamos. Acepta el auto y terminemos con esto —le pide y ella al final suspira haciendo saber que se ha resignado.
Solo han bastado estos minutos para saber unas cuantas cosas de la chica a la que cuidaré, al parecer no es como yo creía y eso me sorprende.
Al final me ven y la sorpresa que muestra cambia rápidamente a la ira.
—De verdad puso seguridad, es una tontería. No han habido más notas —dice desesperada y creo que se refiere a mí.
—Y mi padre no esperará a que haya más, es solo por precaución además no quiero verte nunca más en un hospital. Al menos no herida de la manera en que te vi.
Jonathan frunce el ceño y Lucia al ver la preocupación de su hermano se relaja y baja la guardia.
De repente noto que la estoy viendo más de lo debido, es solo que de verdad no puedo creer lo bonita que es.
—Lo siento, es solo que todo esto me tiene alterada. Mi vida cambió en un chasquido de dedos.
La tristeza de su voz me hace sentir mal, sigo sin creer como es que existe una persona que le haya intentado hacer daño.
—Lo sé, pero no es tan malo. Ya te acostumbrarás como siempre lo has hecho, mejor te presento a Edward —dice Jonathan.
Luciana por primera vez me ve y nuestras miradas se cruzan.
Sensaciones que jamás he sentido las experimento en este momento, son tan intensas que me asusta sentirme como lo estoy haciendo.
—Hola —Saluda.
—Buenos días, señorita Evans, espero que se encuentre mejor —respondo y por un momento pienso que las palabras me van a fallar por lo que busco calmar mis nervios sin sentido.
—Gracias.
—Permítame ayudarle —me ofrezco y Jonathan sube primero y después Luciana, le ayudo a subir y una diminuta sonrisa cruza por su rostro.
Ese gesto pequeño la hace ver más linda de lo que ya, no quiero ni imaginar cómo se verá si sonríe por completo.
—Edward —me llama y mi nombre saliendo de sus labios suena demasiado bien—. Nada de señorita Evans, dime Lucia.
No digo nada, porque no quiero ser imprudente. Además, su hermano está ahí que pensará, ni siquiera sé por qué estoy pensando de ella de esa manera.
Solo es la chica que tengo que cuidar.
Download MangaToon APP on App Store and Google Play