Soy Salma Hassan, una sayyida (Dama) que vive en sarabia saudita. Mi vida está marcada por las expectativas. Las tradiciones de mi familia y su cultura. Soy obligada a casarme con un hombre veinte años mayor que yo.
No tuve elección, pero elegí no ser suya.
Dejando a mi único amor ilícito por qué según mi familia el no tiene nada que ofrecerme ni siquiera un buen apellido.
Mi vida está trasada a mí matrimonio no deseado. Contra mi amor exiliado.
Años después, el destino y Ala, vuelve a juntarnos. Obligándonos a pasar miles de pruebas para mostrarnos que no podemos estar juntos...
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Una junta
El olor a café recién hecho flotaba en el aire, un aroma reconfortante en medio de la tormenta que se gestaba en mi interior. Senre ya estaba desayunando con la nana, sus risas infantiles llegaban hasta la cocina, un sonido que siempre me llenaba de una alegría agridulce. Hoy, sin embargo, esa alegría estaba teñida por la sombra del examen.
Mi mano se posó sobre mi vientre, un gesto inconsciente. Si la enfermedad de Senre venía de mi lado, la carga sería mía, un peso que podría llevar. Pero si resultaba ser del lado de Emir… la idea me paralizaba.
Tendría que recurrir a él, al hombre que me arrancaron, al hombre que me abandonó, para salvar a la hija que él ni siquiera sabe que existe. La sola posibilidad me revolvía el estómago.
El recuerdo de la escuela, la llamada de emergencia, el pánico helado que me recorrió al escuchar que Senre estaba en urgencias… y luego, Emir. Apareció de la nada, como un fantasma del pasado, y me acompañó sin dudarlo. Verlo interactuar con Senre, la forma en que sus ojos se iluminaron al verla, la ternura con la que la miró cuando creía que nadie lo veía… fue como ver un rompecabezas encajar, una imagen que me desgarraba el alma. La conexión entre ellos era innegable, una chispa de paternidad que él mismo no comprendía.
Y ahora, este examen. Un pequeño trozo de papel que podría desatar un torbellino de verdades incomodas y peligrosas.
Nadie, absolutamente nadie, podía saber que Senre era hija de Emir. Mi matrimonio con Ozan, aunque forzado, era mi escudo, mi tapadera. Revelar la verdad sobre Senre no solo destruiría esa fachada, sino que pondría en peligro a mi pequeña, y quizás a mí misma. Emir, con su nueva posición y su familia exiliada, podría ser un objetivo.
Mientras me vestía, elegí ropa discreta, nada que llamara la atención. Quería pasar desapercibida en la oficina, concentrarme en mi trabajo y esperar los resultados. Cada minuto que pasaba sin saber era una tortura.
Me imaginaba a Emir en la empresa, un inversor poderoso, quizás incluso buscando oportunidades para acercarse a mí, sin saber la verdadera razón de mi vida. ¿Qué pasaría si descubría la verdad? ¿Cómo reaccionaría? ¿Me creería? ¿Querría reclamarla?
La incertidumbre era insoportable. Me sentía atrapada entre dos mundos: el presente seguro pero vacío con Ozan, y el pasado prohibido con Emir, que ahora amenazaba con irrumpir en mi vida con fuerza devastadora, trayendo consigo la enfermedad de mi hija y un secreto que podría costarnos todo.
Respiré hondo, tratando de calmar el nudo en mi garganta. Hoy sería un día largo. Un día de disimulo, de espera, y quizás, de decisiones que cambiarían nuestras vidas para siempre.
POV EMIR.
El aire en la sala de juntas era denso con la expectativa de la reunión. Los murmullos de los otros inversionistas y los ejecutivos de la empresa llenaban el espacio, pero mi atención estaba fija en ella. Salma. Habían pasado cinco años desde que la vi por última vez, exiliado y despojado de todo. Y ahora, aquí estaba, en la misma sala, trabajando para el hombre que la había tomado como esposa.
Saber que ya tiene una hija y ver a la niña. Senre. Había algo en sus ojos, en su forma de sonreír, que me había tocado profundamente. Una conexión instantánea, un instinto que no podía explicar.
Me sentí extrañamente protector con ella, como si una parte de mí la reconociera.
Antes de que la reunión comenzara formalmente, mi mirada buscó a Salma. Estaba sentada a la mesa, con una expresión de concentración, pero pude percibir una tensión subyacente.
Me levanté de mi asiento y me acerqué a ella, ignorando las miradas curiosas. Mi voz, cuando hablé, fue más suave de lo que pretendía.
—Salma—, dije, mi voz resonaba suavemente en el espacio que habíamos creado entre nosotros. —Solo quería preguntar por la niña. Senre. ¿Cómo está?—
La vi tensarse un poco, sus ojos estaban buscándome con una mezcla de sorpresa y algo más que no pude descifrar.
—Espero que no te moleste mi pregunta— añadí rápidamente, sintiendo la necesidad de aliviar cualquier incomodidad. —Si necesitas algo, cualquier cosa, no dudes en decírmelo. De verdad—
Mi mirada se detuvo en la suya, buscando una respuesta, una señal. No sabía por qué sentía esa necesidad de protegerla a ella y a su hija. Era un impulso visceral, algo que iba más allá de la lógica o de los negocios. Solo sabía que la imagen de esa niña, su fragilidad y su fuerza, se habían grabado en mi memoria. Y que Salma, a pesar de los años y las circunstancias, seguía siendo la mujer que había amado, aunque ahora estuviera envuelta en un misterio que apenas comenzaba a vislumbrar.
POV OZAN.
El sonido de mis pasos resonó en el pasillo mientras me dirigía a la sala de juntas. Un nuevo día, una nueva oportunidad para cerrar tratos y expandir mi imperio.
—Buenos días a todos—
Sentí cómo las miradas se posaban en mí, cómo los murmullos cesaban y la gente se acomodaba en sus asientos. Me dirigí al centro de la mesa, el lugar que me correspondía, y tomé asiento. Mi mirada recorrió la sala, evaluando a cada uno de los presentes, asegurándome de que todos estuvieran listos para lo que venía.
Fue entonces cuando mi vista se detuvo en Salma. Estaba conversando con Emir. Pero la forma en que hablaban, la cercanía, la familiaridad... algo me pareció extraño.
Recordé haberlos visto juntos ayer, en el hospital. Los vi, Salma y el, hablando animadamente, con una preocupación mutua que me resultó… peculiar.
Ahora, aquí estaban de nuevo, compartiendo un momento antes de que la reunión comenzara. Una conversación privada, una conexión que no encajaba en la imagen que yo tenía de mi esposa. ¿Quién era el para ella? ¿Y por qué parecía tan interesado en Salma?
Una pequeña semilla de duda comenzó a germinar en mi mente. ¿Se conocían de antes? ¿Había algo más entre ellos que yo no sabía? La idea de que Salma pudiera tener una relación con otro hombre, especialmente uno que parecía tan involucrado en su vida personal, me resultaba… desagradable.
Me aclaré la garganta, —Bien, caballeros— comencé, mi mirada fija en los documentos frente a mí, pero mi mente ya divagando. —Tenemos una agenda apretada hoy. Empecemos.—
Mientras hablaba de cifras y proyecciones, una parte de mí seguía observando a Salma y al desconocido. La semilla de la sospecha se estaba convirtiendo en una planta, y no tenía idea de a dónde me llevaría. Mi matrimonio con Salma era una unión estratégica, un acuerdo que me beneficiaba. Pero si ella estaba guardando secretos, si había algo más en su vida que yo desconocía, entonces las cosas podrían complicarse. Y yo no era un hombre que tolerara las complicaciones innecesarias...