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Mis Mejores Errores

Mis Mejores Errores

Status: En proceso
Genre:Malentendidos / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Reencuentro / Dejar escapar al amor / Romance entre patrón y sirvienta
Popularitas:1.8k
Nilai: 5
nombre de autor: Milagros Reko

Alison nunca fue la típica heroína de novela rosa.
Tiene las uñas largas, los labios delineados con precisión quirúrgica, y un uniforme de limpieza que usa con más estilo que cualquiera en traje.
Pero debajo de esa armadura hecha de humor ácido, intuición afilada y perfume barato, hay una mujer que carga con cicatrices que no se ven.

En un mundo de pasillos grises, jerarquías absurdas y obsesiones ajenas, Alison intenta sostener su dignidad, su deseo y su verdad.
Ama, se equivoca, tropieza, vuelve a amar, y a veces se hunde.
Pero siempre —siempre— encuentra la forma de levantarse, aunque sea con el rimel corrido.

Esta es una historia de encuentros y desencuentros.
De vínculos que salvan y otros que destruyen.
De errores que duelen… y enseñan.
Una historia sobre el amor, pero no el de los cuentos:
el de verdad, ese que a veces llega sucio, roto y mal contado.

Mis mejores errores no es una historia perfecta.
Es una historia real.
Como Alison.

NovelToon tiene autorización de Milagros Reko para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capítulo 10 "Dulces amargos"

Capítulo 10 - Dulces amargos

El aire en la empresa estaba espeso aquella mañana, como si un murmullo invisible recorriera los pasillos. Alison había dormido poco y mal; todavía sentía la sombra de Alexander sobre ella. Apenas llegó, Matías y Rocío la interceptaron con una preocupación que no intentaban disimular.

—¿Estás bien? —preguntó Matías, con el ceño fruncido y una tensión contenida en los hombros—. ¿Cómo te fue ayer?

Alison bajó la mirada. No quería dar detalles, mucho menos repetir frases que la habían hecho estremecer. Con voz baja, se limitó a contar lo esencial: Alexander había sido demasiado insistente, demasiado cercano, y ella había tenido que salir de allí lo antes posible.

Rocío apretó los labios, la indignación brillando en sus ojos.

—¡Ese tipo es un mezquino! —soltó, casi escupiendo las palabras—. ¡Nunca tendrías que haber ido sola!

Matías asintió en silencio, pero la furia se le notaba en los puños cerrados, blancos por la presión.

—Tenemos que hacer algo —dijo, con la voz grave—. No puede seguir acosando a las mujeres como si nada.

En ese instante, Robert apareció en escena. Llevaba la misma sonrisa de siempre, esa sonrisa plastificada que parecía más una máscara que un gesto humano.

—¿Todo bien con lo de ayer? —preguntó con tono inocente, como si realmente ignorara lo sucedido.

Rocío lo fulminó con la mirada. Alison, en cambio, forzó una sonrisa rígida y respondió lo justo.

—Sí, todo bien.

La frase sonó hueca, casi metálica. Robert inclinó la cabeza y siguió de largo, tarareando una melodía cualquiera, como si de verdad creyera haber engañado a todos.

En cuanto desapareció, Rocío exhaló un resoplido de rabia.

—¡Qué caradura! —susurró, llevándose una mano a la frente—. Él te mandó ahí sabiendo perfectamente a qué ibas.

Matías la miró de reojo, con un gesto seco.

—Y ahora se hace el santo. Si lo tuviera un minuto en la cabina de seguridad, sin testigos, te juro que…

—Shh —lo cortó Rocío, aunque sonrió de forma cómplice—. No hace falta que me lo digas, me lo imagino.

Alison los escuchaba en silencio, agradecida pero a la vez temerosa. Cada palabra le recordaba que estaba caminando sobre hielo quebradizo.

“Me doy por despedida”, murmuró para sí, mientras avanzaba hacia el baño para recomponerse.

Pero el destino la esperaba en el pasillo. Alexander apareció de frente, impecable como siempre, con esa sonrisa de depredador que disfrazaba de cordialidad. Se inclinó apenas al pasar junto a ella, sin pronunciar palabra. Alison sintió un vuelco en el estómago, un asco que le recorrió la garganta.

No pasó mucho antes de que sonara su celular. Una vibración breve en el bolsillo la hizo tensarse. Lo sacó con manos temblorosas: era un mensaje de Alexander.

> “Me gustó verte hoy. Me parece mucha casualidad cruzarte siempre en los pasillos que van al baño… un lugar discreto y oscuro. ¿Soy yo, o a vos también te pasa?”

Alison torció la boca. Escribirle le parecía peligroso, pero ignorarlo, aún más. Contestó con un sarcasmo seco:

> “Es un concepto amplio y debatible. ¿Casualidad cósmica o simplemente soy rutinaria y paso por los mismos lugares a la misma hora?”

La respuesta no tardó en llegar:

> “Ah, bien. Entonces me tengo que hacer tratar, porque mi imaginación pensó otra cosa. Perdón, mala mía.”

Pero enseguida, el tono cambió:

> “Sos una mujer de pocas palabras y poca imaginación.”

Alison respiró hondo antes de contestar:

> “Incómoda, más que nada.”

El nuevo mensaje apareció en segundos:

> “¡Ah! Pero eso se soluciona. ¿Por qué incómoda?”

Mandó un emoji pensativo, seguido de una frase tajante:

> “Porque sos uno de mis jefes. Y porque jamás te di pie para nada. Ni una insinuación.”

Los puntos suspensivos parpadearon durante un largo rato.

> “Acá no soy tu jefe, soy tu compañero de trabajo. Y es cierto que no me diste pie… pero ahora que hablamos, ¿qué hacemos? ¿Sigo o preferís que no? Espero una respuesta corta, como a vos te gusta contestar.”

Alison apretó los dientes. La respuesta salió sola, como un cuchillo:

> “Preferiría que no. No quiero perder mi trabajo.”

La contestación de Alexander fue inmediata:

> “Igual te aclaro algo, pequeña. El trabajo no tiene nada que ver, al contrario. Pero te entiendo. Y para que quede claro: nunca vas a perder tu trabajo. Aclarado eso… ¿es un sí o un no?”

> “No. Todo tiene su tiempo, y yo no me acoplo al ritmo de los demás.”

Ese “no” cayó como plomo. Alexander, acostumbrado a recibir siempre un “sí”, frunció el ceño en alguna oficina lejana. Sus dedos se crisparon sobre la pantalla. Esa resistencia era para él una insolencia.

Poco después, otro mensaje llegó:

> “Ok. Pero antes, podrías ir al baño y abrir el cajón de la izquierda, el de abajo.”

Alison arqueó las cejas.

> “¿Por qué?”

> “No preguntes. Solo hacelo.”

El corazón le latía fuerte. Caminó hasta el baño, cada paso una duda. Se agachó, abrió el cajón indicado… y se encontró con una montaña de dulces: chocolates envueltos en papeles brillantes, caramelos, chupetines.

Durante un instante, se quedó petrificada. ¿Era un gesto amable? ¿Un intento de disculpa? No. Lo entendió enseguida: era manipulación. Un premio para domesticarla, como si fuera una niña. Una forma de marcar territorio.

Cerró el cajón lentamente, pero no pudo resistirse a tomar un par de chocolates. El sabor metálico de la culpa ya estaba en su boca antes de probarlos.

Cuando llegó al comedor, Rocío la esperaba junto a la ventana, bañada por la luz blanca del mediodía. Alison se sentó frente a ella y sacó los dulces del bolsillo.

—Tengo chismecito —dijo con una sonrisa torcida.

Le contó todo: los mensajes, el cruce en el pasillo, el cajón repleto de golosinas. Rocío escuchó entre indignada y divertida, moviendo la cabeza con incredulidad.

—Qué hijo de… —murmuró, y luego agarró un chocolate—. Bueno, por lo menos que sus delirios nos sirvan para engordar.

Ambas rieron entre murmullos cómplices, rompiendo por unos segundos la tensión. El crujido del envoltorio se mezclaba con sus carcajadas apagadas.

Lo que no sabían era que, a pocos metros, una cámara de seguridad captaba cada movimiento. El ángulo era perfecto: las sonrisas, los dulces compartidos, la confianza entre ambas.

En la penumbra de una sala cerrada, alguien observaba en silencio la pantalla de los monitores. La luz azulada del sistema de vigilancia iluminaba un rostro inescrutable.

Los dedos tamborileaban sobre la mesa, despacio, como siguiendo un ritmo propio.

¿Era Matías, desde la cabina de seguridad, cuidándola con un interés que rozaba la obsesión?

¿O tal vez otra persona, alguien oculto en la estructura misma de la empresa, observando por motivos mucho más oscuros?

La cámara permaneció fija, grabando cada detalle. Alison y Rocío, ajenas a todo, seguían riendo, con el sabor dulce y amargo en la lengua.

Y en la pantalla, los ojos del observador no parpadeaban.

1
Milagros Reko
me gusto
Yoichi Hiruma
Quiero más, no te detengas😣
Laelia
Deseando que publique mas cap ahora mismo
Milagros Reko: ¡Muchas gracias por tu comentario! Me hace feliz saber que estás disfrutando de la novela. ¡El próximo capítulo llegará pronto!
total 1 replies
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