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Welcome To The Imgard

Welcome To The Imgard

Status: En proceso
Genre:Romance / Venganza / Intrigante / Época / Traiciones y engaños / Sherlock
Popularitas:564
Nilai: 5
nombre de autor: Nijuri02

En el elegante y exclusivo Imperial Garden (Imgard), un enclave de lujo en el Londres de 1920, la vida de las doce familias más ricas de la ciudad transcurre entre jardines impecables y mansiones deslumbrantes. Pero la perfección es solo una fachada.

Cuando un asesinato repentino sacude la tranquilidad de este paraíso privado, Hemmet, un joven detective de 25 años, regresa al lugar que dejó atrás, escondido tras una identidad falsa.
Con su agudeza para leer el lenguaje corporal y una intuición inquebrantable, Hemmet se sumerge en el hermético círculo social de Imgard. Mientras investiga, la elegancia y los secretos del barrio lo obligan a enfrentarse a su propio pasado.

En Imgard, nada es lo que parece. Y cada elegante sonrisa esconde un misterio.

NovelToon tiene autorización de Nijuri02 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo Nueve: El Amor (Parte 1)

"Sigue a tu corazón. Te dará motivos para vivir. Pero no te olvides de tu cerebro. Te dará la fuerza para sobrevivir."

Atte: Mamá

Vanessa

"Son escoria", "¿Qué hacen en este barrio?", "Dicen que su padre gastó toda su fortuna en apuestas ilegales", "Me incomoda tenerlos cerca".

Esas son solo algunas de las palabras que recibí desde mi adolescencia. Tenía apenas quince años, y mientras intentaba leer o estudiar en el tranquilo parque central, bajo la sombra generosa de los árboles, una brisa suave y fresca recorría mi cuerpo.

Algo golpeó mi cabeza. Esos niños de nuevo. Me molestaban, me tiraban cosas, me insultaban.

—¿Qué haces aquí? —decían, como si yo hubiera elegido el lugar.

—¿Por qué no te mueres y le haces un bien al mundo? —Como si mi muerte pudiera limpiar la peste que ellos mismos llevaban.

¿Yo debía morir para que ustedes pudieran vivir?, me preguntaba. Sí, mi familia se caía a pedazos, pero mis padres nos criaron a mi hermano y a mí de la mejor manera que pudieron. Nos daban lo que tenían, y yo era feliz con eso. Sus risas me molestaban, sus palabras me dolían, me hacían daño. Lo ocultaba, intentaba ser fuerte, pero ellos eran un grupo, un muro de seguridad inquebrantable. Yo, en cambio, me sentía débil e insegura. Quizás… pensé. Quizás tengan razón. Quizás deba…

—¿Cómo saben eso? —Escuché por detrás. Era una voz distinta, desconocida. Nueva. Sonaba relajada, pero era curiosa.

—Su padre gastó toda su fortuna apostando. Ya no deberían vivir aquí —contestó una niña, la más molesta e intensa del grupo.

—Mmmh… me parece valiente —Cuando el chico dijo eso, quise darme la vuelta, pero el peso de las palabras de quienes se burlaban de mí era más grande que yo.

—¿Valiente? —uno de los chicos habló, enfurecido. —¿Perder el dinero de tu familia? De hecho, ¿quién eres tú? No eres de este barrio.

—Ah, es que es así. Vivo en Oxford y vine de vacaciones —contestó el chico, con un tono ligeramente tímido.

En ese momento, me atreví a voltearme a verlo. Solo podía ver su espalda. No era grande, quizá medía unos centímetros más que yo, y sus brazos eran delgados. Su cabello era de un castaño medio, y estaba cubierto por una boina verde con cuadritos blancos.

—Mientras los escuchaba… —el chico continuó hablando con una calma sorprendente. —Pensé que invertir no es lo mismo que apostar. Cuando inviertes, debes tener conocimientos, información y detalles sobre los bienes y servicios. Si fallas, pierdes dinero; si sale como esperabas, ganas mucho más. Nuestras familias invierten, y mucho, para que podamos vivir de la forma que lo hacemos. El padre de ella, en cambio, apuesta el dinero. Es una forma arriesgada de obtener más; al final, no tenemos control sobre el azar. Pero eso me parece extremo y requiere demasiada frialdad, demasiado coraje. Por eso, creo que es interesante.

—"Frialdad para invertir..." —murmuró para si mismo, procesando sus palabras. Con la mano en su mentón.

—Qué aguafiestas eres —uno de los chicos se quejó.

El grupo se marchó, quejosos. "Creí que sería interesante", "En Oxford serán todos así de aburridos", decían mientras se alejaban.

El chico se rascaba la nuca, sonriendo con una vergüenza adorable. Se volteó hacia mí, pero me di la vuelta rápidamente, dándole la espalda. Fingí volver a mis estudios, como si no hubiera escuchado nada.

—Oye, ¿te encuentras bien? ¿Dije algo que no debía? Lo siento si te ofendí, no quería…

Se puso frente a mí, del otro lado del mesón. Se quitó la boina, y su ondulado cabello marrón claro cayó hasta sus ojos. Con una mano, lo acomodó hacia atrás. Era delgado, pero tenía una voz potente, aunque pude notar una mezcla de timidez y bondad en su mirada. Me pareció tierno.

—Mi tío dice que hablo de más, que un caballero no debe ofender a nadie.

—No me ofendiste. Gracias por alejarlos —le dije, tímidamente. No sabía quién era, no sabía cómo hablarle.

—Quería darles unas clases de economía y política. Ellos se lo pierden —mientras lo decía, apoyó sus brazos sobre la mesa y descansó la cabeza sobre ellos, sonriendo de lado, sin quitarme la vista de encima.

Me complicaba las cosas. ¿Qué se supone que debía decir? Me puso tan nerviosa que sentí el corazón querer salirse de mi pecho.

—¿Tú… no eres de aquí? —por fin logré articular una pregunta.

—Oh, lo siento, no me presenté. Brandon, Brandon Bullock —estiró su mano. Puse la mía encima y él la besó suavemente. En ese momento, no quería que me soltara. Y supongo que él tampoco.

Después de unos segundos lo hizo y se sonrojó de vergüenza.

—Vanessa Lyonhurts.

—Un gusto, Vanessa. Eres la primera persona que me habla desde que llegué. Me pone un poco nervioso todo esto de las clases altas, los trajes y los vestidos, las fiestas y el hablar educadamente.

Me reí. Me sentí feliz. Hacía mucho tiempo que no sentía algo así.

Hablamos todo el día. Al día siguiente también. Y así, durante dos semanas, hasta que tuvo que despedirse. Después de dos meses, volvió. Me sentí muy feliz de volver a verlo. Para ese entonces, ya había hecho un par de amigas: Mireia Shelford y Lena Ramsey.

A Mireia no le importaba mucho el romance; de hecho, siempre fue muy estudiosa, centrada en sus libros y en explicaciones largas y confusas. En eso, me recordaba mucho a él. Lena, en cambio, era más tranquila y confiada, creía saberlo todo sobre el amor y las parejas. Fue ella quien me dijo: "Estás enamorada del joven Brandon". Lo negué. "Somos amigos", les repetía. Pero fue en vano. 

Al final, mi corazón ya le pertenecía.

Volvimos a hablar como siempre. Él quería conocer a mi familia y el negocio de cosméticos, con la esperanza de ayudar con sus teorías y prácticas de una de las universidades más prestigiosas.

Al poco tiempo, ya era amigo de mi padre y de mi hermano Sebastian. Me gustaba ver eso. Sentía que podría ser un excelente yerno, un excelente cuñado.

Sus estrategias fueron un total éxito. La empresa de cosméticos Lyonhurts se levantó de nuevo y, una vez más, estábamos en el mercado nacional. Todo gracias a él. Al hombre a quien amaba con locura. 

El tiempo pasó. Lo que eran charlas triviales se había convertido en abrazos y besos a escondidas. Sentíamos lo mismo, y él estaba dispuesto a abandonarlo todo y casarse conmigo.

Ya habíamos tomado la decisión. Yo tenía dieciocho años, él veinticuatro. No podíamos esperar más. Soñábamos con nuestra propia casa, fuera de Imgard, con nuestros hijos, con nuestras mascotas.

Una noche, reunimos a mis padres para darles la noticia.

Mi padre no pudo contener su emoción y habló primero.

—Sé que tienen algo que contarnos, pero antes, quería hablarles a ambos de una inversión más grande que nos hará crecer de forma exponencial. La familia Brawn, de Mánchester, tiene una de las fábricas más grandes y exportan sus productos a nivel internacional. Podríamos unirnos a ellos y, por fin, expandirnos al resto del mundo. ¿Qué les parece?

Brandon y yo nos miramos, con una mezcla de ansiedad y esperanza.

Volvimos la vista a mi padre y él continuó la conversación.

—Me parece excelente, señor Lyonhurts. Es una gran oportunidad.

—¿No es verdad? —siguió mi padre, exaltado de la alegría. —Lo único que tenemos que hacer es entrar en su familia. Se llama Marcus. Tiene tu edad, Vanessa. Es el candidato ideal para ti.

Un disparo.

Cuando el cazador aprieta el gatillo y la bala impacta en el punto exacto, el pobre animal no grita, no gime. Aquel disparo se introduce en el sitio perfecto para matar sin hacer sentir un mínimo de sufrimiento. Allí lo sentí. En mi corazón.

Pero mi padre quiso seguir disparando al animal muerto.

—La boda será en tres meses —siguió, disparando de nuevo.

—Lo siento por interrumpirlos y hablar primero. ¿Qué nos iban a contar?

Fue su última bala.

1
Thaurusi
buen ritmo. siento que ba a pasar algo grande. quiero masss
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