No Soy La Villana

AILA

Desperté antes del amanecer, como solía hacerlo desde que volví a nacer.

Era un poco curioso cómo ciertos hábitos se impregnaban en la piel cuando la vida te daba una segunda oportunidad. Ya no necesitaba que el sol me despertara; mis demonios más profundos del pasado hacían que me despertara antes del amanecer. Me levanté despacio, sin encender ninguna luz, y caminé hacia el ventanal. Lo abrí con sumo cuidado, dejando que el aire fresco de la madrugada acariciara mi rostro. Salí al balcón, descalza, con los pies tibios aun por las sábanas. El jardín abajo permanecía dormido, cubierto por una leve bruma, y más allá, el bosque, imponente, misterioso y sereno, el cual guardaba sus secretos entre los árboles.

Allí, en ese momento e instante, recordé lo que tanto había querido evitar desde hace una semana.

El contrato de matrimonio...

No se lo había enviado a Einar, el Duque de Hess. La Bestia de Hess... como muchos lo conocen. Una parte de mí aún se estremecía al pensar en él, no por miedo o rencor, sino por la mezcla de emociones y sensaciones que provocaba en mí. Un frío implacable, cortante hasta los silencios. Y, sin embargo, ahora mi futuro esposo.

Volví a entrar, el aire de la mañana empezaba a incomodarme. Tomé el teléfono de mi mesa de noche a lado de mi cama y me senté cruzando las piernas. Empecé a escribir, a esbozar los términos del contrato. Palabras legales, condiciones racionales... Todo tan calculado, tan distante. Justo como Einar.

Recordé el día en que fui a elegir mi vestido de novia. Mi Madre me esperaba, pero en el camino él apareció de manera sorpresiva. Quiso darme el anillo en ese momento, sin aviso, como si no importara el cuándo ni el cómo. Solo el hecho de cumplir. Le di las gracias, porque mi educación me vio obligada a hacerlo, pero no pude ignorar su actitud. Fue grosero, cruel, incluso.

Su manera de mirar... de hablarme como si fuera un mero trámite más en su día. Y eso... me hizo enojar.

Me fui tomando de mala gana el estúpido anillo. Cometí errores, era verdad, insulté a gente que no merecía ese trato, fui prejuiciosa con muchos, incluso con mi propia familia.

Era posible que haya cometido una locura, quizá haya sido lo primero que no debía de haber hecho desde que comencé esta nueva vida.

Porque sabía que el destino que ambos compartíamos ya no era el mismo. Lo había cambiado. Lo enfrenté. Pero también sé que no bastaba con una sola decisión. Aún me quedaba mucho por recorrer. Muchos errores que debían ser evitados. Muchas cicatrices que sanar.

No buscaba repetir el pasado.

No quería ser la mujer que se rompió por dentro mientras todos miraban hacia otro lado.

Esta vez, si tenía que enfrentar a la Bestia de Hess, lo haría con la cabeza en alto... y un contrato bien escrito.

Terminé de escribir los términos con mano firme, aunque por dentro me invadía una mezcla de determinación y duda. Cada palabra que estaba plasmada en la pantalla de mi teléfono era como una costura en el vestido de su nuevo destino, uno que tejía con cuidado evitando las roturas de los hilos de mi vida anterior.

"Separación de bienes. Independencia social. Libertad de movimiento entre territorios..."—escribí con precisión, recordando con una amargura cuántas veces había cedido mi voz del pasado. Esta vez, no. Esta vez me aseguraría de que hasta mi silencio tuviera límites.

El viento matutino se coló por el ventanal abierto, trayendo consigo el aroma del rocío y el murmullo de las hojas moviéndose en el bosque.

Lo sentí como un recordatorio suave, pero firme: estaba viva. No solo eso. Había renacido.

Me di una pausa y volví a mirar el jardín. El mismo sendero de piedra por el que solía caminar con el corazón hecho pedazos, la noche antes de ser arrestada en mi vida anterior. Como sí el mundo reconociera mi esfuerzo por cambiar.

Pensé en Einar. En su mirada helada, en la forma en que me había detenido aquel día mientras iba en camino a elegir mi vestido, con esa actitud autoritaria que nunca creí que me haría dar cuenta de cuánto me despreciaba. Ese anillo. Aquel maldito anillo...

Él lo había extendido sin palabras, como si su papel por cumplir fuera suficiente como para ganar su aceptación. Pero yo ya no era la misma mujer que hubiera aceptado solo por conveniencia o porque estuviese obligada por mi familia. Por eso, me había ido.

Y, sin embargo... algo en mi interior me decía que Einar también había cambiado. Porque en el pasado él juró vengarse de mi familia y lo hizo. Pero ese hombre... definitivamente había cambiado y no hizo ningún movimiento para desquitarse. Nada.

Pero no iba a dejarme llevar por esperanzas falsas e infundadas.

Tomé aire y seguí escribiendo:

"Cada uno mantendrá su autonomía. No habrá obligaciones afectivas. El matrimonio será una alianza estratégica. Cualquier vínculo emocional será opcional y no exigible."

Al terminar, volví a leer todo con calma. Había logrado lo que quería: un contrato frío, claro, innegociable. Justo como Einar.

Cuando estaba por enviarlo. Me detuve. Dudé.

No por miedo, no por nostalgia... sino por una corazonada o una especie de intuición.

El amanecer empezaba a teñir el cielo de tonos rosados. Pensé que posiblemente, solo posiblemente... renacer no significaba que tenía que huir del pasado, sino más bien enfrentarlo con una nueva fuerza.

Guardé el borrador. Bajé el teléfono y me prometí una sola cosa...

Enviar el contrato.

Pero antes debía hablar con Einar cara a cara. Esta vez, marcaría el ritmo. El juego se jugaría con mis reglas.

Y esta vez, no me iba a rendir tan fácilmente al dolor y mucho menos al amor...