NovelToon NovelToon
Mí Dulce Debilidad.

Mí Dulce Debilidad.

Status: Terminada
Genre:Romance / Mafia / Amor a primera vista / Completas
Popularitas:11.9k
Nilai: 5
nombre de autor: GiseFR

Lucia Bennett, su vida monótona y tranquila a punto de cambiar.

Rafael Murray, un mafioso terminando en el lugar incorrectamente correcto para refugiarse.

NovelToon tiene autorización de GiseFR para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 9

La noche había caído sobre la ciudad como una manta pesada, oscura, cargada de electricidad en el aire.

Lucía cerró la puerta de la librería tras de sí, asegurándola con llave mientras Rafael esperaba a su lado, sus ojos atentos rastreando cada sombra que se movía en la calle.

No hubo palabras entre ellos en esos primeros minutos. Solo la respiración agitada de Lucía y la presencia sólida de Rafael, como un escudo entre ella y el mundo exterior.

—Vamos —dijo finalmente él, su voz baja pero firme.

Lucía lo siguió sin protestar.

Un auto negro los esperaba en la esquina. Víctor estaba al volante, su rostro serio reflejado en el espejo retrovisor.

Rafael le abrió la puerta trasera a Lucía, como si fuera algo natural. Como si su única prioridad fuera mantenerla a salvo.

Ella se acomodó en el asiento, abrazándose a sí misma, todavía sintiendo el eco del miedo vibrar bajo su piel.

Cuando Rafael subió junto a ella y cerró la puerta, el auto arrancó de inmediato.

—¿A dónde vamos? —preguntó Lucía, su voz apenas un susurro.

Rafael la miró de reojo.

—A un lugar seguro.

No dijo más. Y de algún modo, Lucía entendió que no necesitaba más explicaciones.

Durante el trayecto, Rafael sacó su teléfono, tecleó un mensaje rápido y luego lo apagó, como si no quisiera dejar rastro.

La ciudad pasaba veloz tras las ventanas, luces borrosas y edificios fundiéndose en manchas de neón.

Lucía giró el rostro hacia él, buscando respuestas.

—¿Esto fue... por mi culpa? —preguntó, el nudo en su garganta haciéndose más apretado.

Rafael negó con la cabeza de inmediato, tajante.

—Esto no es culpa tuya —dijo, su voz impregnada de una seguridad feroz—. Esto es mi mundo, Lucía. Y ahora también es el tuyo, porque estás conmigo.

Ella parpadeó, sorprendida por la crudeza de esas palabras. Por su peso.

Porque, aunque sonaban a una advertencia... también sonaban a una promesa.

Unos minutos después, el auto se detuvo frente a un edificio antiguo, discreto, en una calle lateral.

Sin perder tiempo, Rafael descendió, rodeó el vehículo y abrió la puerta para Lucía.

Ella tomó su mano casi instintivamente, agradecida por el contacto firme que le ofrecía anclaje en medio de la tormenta.

Subieron rápido por una escalera de mármol gastado. Rafael abrió la puerta de un departamento amplio, de techos altos y muebles sobrios.

—Aquí estarás segura —aseguró, cerrando y asegurando varias cerraduras.

Lucía miró alrededor.

Había algo extrañamente acogedor en ese lugar. Sencillo, limpio. Sin lujos innecesarios, pero con detalles que hablaban de una vida vivida a medias: un libro olvidado sobre el sillón, una taza solitaria en la cocina.

—¿Es tu casa? —preguntó, volviéndose hacia él.

Rafael asintió, quitándose el abrigo.

—Uno de mis tantos refugios digamos.

Lucía dejó escapar un suspiro tembloroso, el cansancio comenzando a pasarle factura.

Él lo notó.

—Si quieres, puedes descansar. Estás a salvo aquí. —Le indicó una puerta a la izquierda—. Hay un dormitorio para ti. Todo lo que necesites, pídelo.

Ella dudó un segundo.

Luego, en un impulso que no pudo controlar, dio un paso hacia él y apoyó la frente contra su pecho.

Rafael se quedó inmóvil, sorprendido.

Pero después, como si fuera lo más natural del mundo, rodeó sus hombros con ambos brazos, atrayéndola hacia él en un abrazo que fue más protección que caricia.

Lucía cerró los ojos, respirando el aroma a cuero y madera que parecía impregnado en él.

Durante un instante, no hubo mundo exterior. No hubo enemigos, ni amenazas, ni miedos.

Solo ellos.

Cuando Lucía se separó, Rafael le acarició suavemente la mejilla con el dorso de la mano, un gesto que dijo más que mil palabras.

—Ve a descansar —murmuró.

Ella asintió y se dirigió al dormitorio, sintiendo el peso del día caerle encima como una avalancha.

Cerró la puerta tras de sí, apoyándose contra ella, y por primera vez en mucho tiempo, permitió que las lágrimas que había contenido se deslizaran en silencio.

No de miedo.

No de tristeza.

Sino de algo mucho más profundo: la dolorosa y hermosa certeza de que, contra toda lógica, su vida acababa de cambiar para siempre.

Rafael se quedó inmóvil un momento frente a la puerta cerrada del dormitorio, escuchando.

Solo cuando oyó el suspiro leve de Lucía al recostarse en la cama, se permitió alejarse.

Entró en la cocina y encendió una pequeña lámpara sobre la mesada, dejando el resto del departamento en penumbras.

Sacó su teléfono, desbloqueó una línea segura, y en menos de un minuto Víctor llegó hasta la puerta trasera del refugio, tocando dos veces de manera breve.

Rafael le abrió.

Víctor entró rápido, su chaqueta aún manchada de polvo de la calle. Parecía tan tenso como su jefe.

—¿Qué tienes? —preguntó Rafael en voz baja, cerrando de nuevo todas las cerraduras.

Víctor soltó el aire lentamente, como si necesitara ordenarse antes de hablar.

—Confirmado. Era gente de Rivetti.

Rafael apretó los labios en una línea dura.

—¿Franco Leone?

Víctor asintió.

—Dirigió el ataque personalmente. —Le extendió una pequeña tablet donde reproducía un video de baja calidad: imágenes captadas por cámaras de tráfico hackeadas—. Aquí se ve a Leone organizando a los hombres antes del asalto. No hay duda.

Rafael observó las imágenes en silencio, su rostro imperturbable.

Solo su mandíbula, tensa como acero, delataba la furia que hervía bajo la superficie.

—¿Algún herido entre los nuestros?

—Nada grave. Un par de golpes. —Víctor hizo una mueca—. Nos contuvimos para evitar escándalos... pero fue un riesgo innecesario. Fueron demasiado audaces esta vez.

Rafael cerró la tablet con un movimiento seco.

—No fue un intento de advertencia —dijo, más para sí mismo que para Víctor—. Iban a matarla. O a secuestrarla.

Víctor asintió con gravedad.

—No buscaban simplemente asustarnos. Rivetti está elevando la apuesta.

Hubo un silencio denso.

El reloj de pared marcaba el paso de los minutos con un tic-tac seco, implacable.

Rafael cruzó los brazos, su mente calculando.

—Quiero a dos hombres más afuera del edificio. Rondas cada media hora. Ninguna comunicación abierta. Nada de teléfonos personales, nada de movimientos evidentes.

—Entendido.

—Y pon un equipo de sombra en la librería. Quiero saber si intentan acercarse de nuevo.

Víctor dudó un momento antes de hablar.

—Rafael... ¿estás seguro de que no deberíamos moverla fuera de la ciudad? Al menos hasta que controlemos esto.

Rafael alzó la mirada.

Sus ojos, normalmente tranquilos, eran ahora dos fragmentos de hielo ardiendo.

—No —dijo, cortante—. Si la muevo, le enseño a Rivetti que puede dictar mis pasos. Que puede arrancarla de su vida normal.

Víctor sostuvo su mirada, luego bajó la cabeza en señal de respeto.

—Como ordenes.

Rafael se acercó a la ventana y apartó ligeramente la cortina, espiando la calle oscura.

La ciudad seguía allí afuera, indiferente, vibrante, letal.

Pero dentro de esas paredes, había algo que no estaba dispuesto a perder.

Algo que ahora era su debilidad y su fuerza a la vez.

Lucía.

Apretó el puño sobre el alféizar.

—Quiero que todos entiendan algo —dijo en voz baja, cada palabra cargada de promesa mortal—. Rivetti cruzó una línea hoy.

Giró lentamente hacia Víctor.

—Y cuando termine con él, no va a quedar ni el polvo de su imperio.

Víctor asintió con un destello de admiración y miedo mezclados.

Sabía que, cuando Rafael hablaba en ese tono, no era una amenaza vacía.

Era una sentencia.

La noche era un peso tibio sobre su pecho.

Lucía abrió los ojos en la oscuridad, sin saber exactamente qué la había despertado.

El cuarto estaba silencioso, salvo por el tenue zumbido de la calefacción y el eco lejano de voces apagadas más allá de la puerta cerrada.

Rafael y Víctor, supuso.

Se quedó inmóvil unos minutos, esperando que el sueño volviera, pero no lo hizo.

La imagen volvió, nítida: El brillo metálico de una navaja. La brusquedad del movimiento. La manera en que Rafael la había protegido envolviendola con su brazo, como si ella fuera de cristal.

Cerró los ojos con fuerza, intentando bloquearlo, pero solo consiguió que los recuerdos se arremolinaran más rápido.

¿En qué momento su vida se había vuelto tan peligrosa?

Hasta hacía poco, su mayor preocupación era si llegaría a fin de mes con el sueldo de la librería. Si habría suficientes clientes para mantener el negocio a flote. Si el invierno arruinaría las tuberías.

Y ahora...

Ahora hombres encapuchados saltaban de entre los autos. Ahora granadas de humo llenaban el aire. Ahora Rafael, con su voz grave y sus ojos de sombra, la protegía con una ferocidad que daba tanto miedo como consuelo.

¿Quién eres realmente, Rafael Murray?, pensó.

Se abrazó las piernas contra el pecho, sintiendo la textura áspera de las mantas en las palmas de las manos.

No era ingenua.

Sabía que Rafael no era simplemente "un hombre de negocios", como decía.

Había peligro en él, una violencia latente, como la calma antes de una tormenta.

Pero también había algo más.

Algo que la había mirado a los ojos esta noche, en medio del humo y el caos, y había prometido, sin palabras, que no permitiría que nada la tocara.

Lucía tragó saliva.

No sabía en qué parte del camino había perdido el control de su vida.

No sabía si debía tener miedo.

Pero una cosa sí era segura:

No quería alejarse de él.

Aunque todo en su interior gritara que debía hacerlo.

Aunque supiera que quedarse significaba aceptar un mundo que no comprendía del todo. Aunque el precio fuera su paz, su seguridad, su corazón.

Se giró en la cama, mirando hacia la puerta cerrada como si pudiera ver a través de ella.

Allí estaba Rafael.

Velando.

Esperándola.

Y Lucía, sin darse cuenta, sonrió apenas.

Porque, por primera vez en mucho tiempo, a pesar del miedo, no se sentía sola.

1
Aura Rosa Alvarez Amaya
Hey verdad!
Éste hombre no duerme?
Caramba!!!
bruja de la imaginación 👿😇
muy bella está historia , muy diferente me encantó
Aura Rosa Alvarez Amaya
Ya valió!
Éste tipo ya la localizó
y ahora?
Adelina Lázaro
que hermosa novela 👏👏
Flor De Maria Paredes
porque no sigue la novela la dejan en lo más interesante que hay que hacer para seguir leyendo ñorfa
Flor De Maria Paredes
de todas las novelas que he leído está es la mejor muy tierna felicidad a la escritora
Tere.s
está mujer se muere ahí
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play