Esteban es totalmente serio e incluso, un poco amargado; pero debe aceptar la derrota ante una apuesta con su mejor amigo y presentarse en una cita a ciegas en determinado lugar, donde coincide con una rubia que ya conoce.
Sabe que ella no es su cita, pero verla allí, con mirada pícara y burlona, lo hace bufar porque sabe que no demorará en molestarlo.
Soledad ha estado soltera por cinco años, así que, con la esperanza de encontrar el amor, descarga una aplicación y empieza a hablar con Sergio, con quién se verá esta noche. Aunque en su campo de visión aparece su jefe, el cual la fastidia y se odian mutuamente.
Sin embargo, la velada es una decepción para ambos, ya que sus citas no son lo que esperaban, ni lo que desean volver a ver, por lo que Esteban tratando de salvarse, se toma atribuciones indebidas con su empleada, e inventa una tonta excusa. Una que recordarán toda su vida.
NovelToon tiene autorización de Tamara Gallo para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Idiotas
Esteban estrecha la mano de un hombre que tiene aproximadamente su misma edad, hijo del verdadero dueño en una marca internacional, representante en Uruguay. Hablan unos minutos sobre cómo trabajarían en su negocio y este último le pide algo bastante atrevido.
—Déjame a solas con tu secretaria mientras atiendes a tus invitados— dice con una sonrisa pícara.
—Me niego— responde con seriedad, negando al mismo tiempo con su cabeza—, lo pueden hablar conmigo presente.
—No sabía que es tu mujer.
—No lo soy— responde inmediatamente Soledad para que no haya malos entendidos y rumores.
— Es mi responsabilidad.
—¿Es menor de edad?— curiosea observando las curvas de la rubia— No parece una niña que deba tener niñero.
—¿Tanto te interesa mi secretaria?— cuestiona Esteban haciendo énfasis en la palabra "mi".
—Mucho, a decir verdad— responde directamente, mirándolo a los ojos con una sonrisa aparentemente superior— Podemos tener un buen acuerdo si me dejas unas horas con esta muñeca.
—Señor, ¿nos retiramos?— cuestiona ella para no causar problemas.
—Claro.— posesivamente la agarra de la cintura y la lleva hacia la barra de tragos, donde encuentra a un hombre moreno que sonríe con hipocresía.
—Un gusto conocerlo personalmente, señor Arango.
—¿Quién eres?— cuestiona desinteresado realmente, más que nada porque está enojado.
—Soy Juan Casas, asistente de...
—Ah, sí, ya sé. Tu jefe avisó que vendrías en su representación porque él está en Australia.— Lo interrumpe, llama al barman y pide un Whisky doble. Soledad le avisa que irá al sanitario, así que se queda a solas con el moreno.
—Exacto. Él quiere acordar una reunión con usted para presentarle un proyecto sobre negociación con las modelos que promocionarán su producto. — el moreno observa como Esteban toma el trago e ignora su palabrería— ¿Acepta?
— Mi secretaria vendrá en unos minutos y tratarás con ella.— responde con simpleza.
—Pero...
—No hay peros, Juan. No estoy de humor para hablar de acuerdos. Tengo que tragar este whisky en vez de golpear a un invitado, ¿entiendes?
—En realidad no.
— No importa...— hace silencio al ver a su secretaria venir hacia él con un detalle muy obvio. —¡¿Qué carajo?!— con grandes zancadas llega hasta ella y la encara— ¿Qué te ha pasado?
—Creo que le causaré problemas si le contesto eso— murmura Soledad viendo la ira de su CEO.
—¿Quién te golpeó?
—No importa— suspira— De verdad lamento los inconvenientes.
—¿Por qué? ¿Qué se supone que has hecho?
— Señor, ¿puedo hablar con la señorita?— cuestiona Juan detrás de él.
— ¿No ves que estamos en algo importante?
— Necesitamos acordar la cita— presiona el moreno— No me puedo ir sin una fecha.
— En dos días, a las diez — responde Soledad recordando su único horario libre, Juan asiente y se aleja con el celular en la mano.
—Una palabra más de su boca e iba a golpearlo. Estoy de mal humor y todavía nos interrumpe. —voltea los ojos con fastidio— Habla, González.
— Fue Dulce, pero...— Esteban la toma por los hombros y espera a que continúe, aún cuando quiere echar a la pelinegra— ha quedado peor. No me pude controlar, señor.
—¿Devolviste el golpe?
— No fue uno...— responde con sinceridad. —Creo que sigue en el baño.
Esteban va hacia allí y Soledad lo sigue detrás sabiendo que estos son sus últimos minutos como secretaria y asistente, todo porque no pudo aguantar las estupideces de una mujer celosa.
Dulce la detuvo en el baño antes de que saliese, la llamó zorra, perra callejera y roba hombres; mencionó a una tal Nora y que nadie ha podido reemplazarla, sumado a que por último la acusó de mentirosa y la golpeó cuando Soledad contestó que no tiene nada con el CEO.
El pelinegro encuentra a su ex compañera sexual tratando de quitar la sangre de sus manos y con papel dentro de su nariz para detener la hemorragia.
—¿Te ha quedado claro el mensaje?— cuestiona él llamando su atención.
—Esteban, mira lo que ha hecho tu secretaria— reclama mostrando carita de víctima— Es una salvaje, dijo que está celosa de mí.
La rubia se ha quedado afuera, pero puede escuchar absolutamente todo, por lo que vuelve a hervir de enojo, sabiendo que está inventando esa historia.
— No es cierto.
—No estuviste aquí— chilla Dulce— ¡Dijo que eras solamente de ella y que debía desaparecer!
—Mejor te desaparezco para que dejes de creerte importante —responde Soledad sin poder evitarlo. Esta mujer ya ha superado su inexistente paciencia.
Cuando la rubia intenta lanzarse en contra de la colombiana, Esteban la sujeta de la cintura y la pega a su cuerpo, evitando que consiga su cometido.
—Basta, te meterás en problemas— reclama él —Sal de aquí, Dulce, y espero que seas inteligente con respecto a tu ataque.
—¿Qué quieres decir?— cuestiona sorprendida.
—Se irán a la quiebra si abres la boca. Tú te caíste, ¿queda claro?— habla mientras sigue luchando con su secretaria, quien quiere devorar a su contrincante.
La pelinegra se va enojada y Esteban suelta a Soledad, para correr a cerrar la puerta y así evitar que salga a generar más disturbios.
—Ya sé que estoy despedida, ahora déjame terminar mi problema— pide.
—Sigues siendo mi secretaria y te protegeré de Dulce. La conozco lo suficiente para saber que miente y se merecía esos golpes, pero no puedes continuar. Si te denuncia aquí, no tengo tanto poder para sacarte en pocos minutos como si fuese Colombia. Podría llevarme días — asegura.
—No me saques de ninguna cárcel, te aseguro que estaría muy feliz sabiendo que le quite unos dientes y la dejé pelada.
—Soledad, eres mi secretaria, mi asistente, mi protegida, mi compañera y a quién necesito a mi lado —menciona con las manos en los bolsillos de su pantalón pinzado negro, su voz es casi una melodía con el acento bajo y conquistador que podría derretir a cualquiera.
—Bien— es lo único que responde la rubia porque eso la ha descolocado un poco. Ni siquiera sabe como tomárselo o qué contestar.
—¿Volvemos a la fiesta o necesitas unos minutos más para calmarte?
— Vamos.— su jefe asiente y camina delante, por lo que ella se asegura de que haya cierta distancia entre sus cuerpos para que no hayan habladurías, más que nada si la amarga está viéndolos.
Una más para anotar en su lista de "idiotas" esta noche; primero el hijito de papi que quería llevarla a la cama para acordar el negocio y después la celopata.