Mariza, una mujer con una extraña profesión, y que no cree en el amor, se convierte en la falsa prometida de William, un empresario dispuesto a engañar a su familia con tal de no casarse.
Por cosas del destino, sus vidas logran cruzarse y William al saber que ella es una estafadora profesional, la contrata para así poder evitar el matrimonio.
Lo que ninguno de los dos se espero es que esa decisión los llevaría a unir sus vidas para siempre.
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Capítulo 9.
La hora de la cita llegó. Después de prepararme, bajé al restaurante con toda la información que necesitaba en mis manos para enfrentar a ese tipo. William decidió acompañarme, aunque se sentó en otra mesa para poder observar lo que estaba a punto de hacer. Estaba intrigado por toda la situación, y al haberle ocultado los detalles de la conversación, no le quedó más remedio que bajar conmigo.
Apenas llegué, el actor apareció. Varios huéspedes, al reconocerlo, se acercaron a pedirle fotos. Yo, por mi parte, me limité a observar desde mi mesa. En cuanto terminó, se acercó a la entrada del restaurante. Fue entonces cuando decidí enfrentarme a él.
—Buenas noches, señor Cruz.
El tipo era realmente atractivo. Una lástima que él mismo hubiera arruinado su carrera. Me examinó con la mirada, aceptó mi mano y respondió:
—Buenas noches, señorita Grinch. Sé que debe escucharlo con frecuencia, pero no puedo evitar elogiar su belleza. Es usted muy hermosa.
Sonreí con frialdad e indiqué dónde estaba nuestra mesa.
—Muchas gracias. Usted también es muy apuesto.
El hombre sonrió y, al tomar asiento, agregó:
—Lamento conocerla en estas circunstancias, pero el daño que sufrió mi imagen en este hotel no puede pasarse por alto.
—Disculpe que lo pregunte, pero… ¿de qué imagen habla?
Su rostro se congeló por unos segundos y luego frunció el ceño.
—De hecho, la verdad es que no me importa. Lo único que quería era que supiera que si existía alguna posibilidad de que usted retomara su carrera, la perdió en el instante en que se metió con la reputación de mi hotel.
—¿A qué se refiere? ¿Me está amenazando?
—No, señor Cruz. Yo no amenazo.
Saqué una memoria USB de mi cartera y se la entregué.
—Estos videos y fotos estarán mañana en todos los portales de chismes, diarios y revistas de París. Quería ver su rostro al darse cuenta de que no debió meterse con la reputación de mi familia. Aunque debo agradecerle: gracias a usted implementamos nuevos sistemas de seguridad para proteger a nuestro hotel y a nuestros empleados.
El actor tomó la memoria y, con una sonrisa arrogante, respondió:
—¿Cree que con esto podrá intimidarme?
—Para nada. Solo quería que supiera con quién se metió. Soy una persona que ataca de frente, y desde el momento en que decidió involucrar el nombre de mi hotel en sus estafas, me convertí en su enemiga.
—Voy a demandarla por amenazas y extorsión.
—¿Bajo qué fundamentos? Esto es solo una simple reunión. Hay muchos testigos que pueden ver que estoy calmada. Además, no estoy obteniendo ningún beneficio de esta situación. No le pido que retire su demanda. Le informo que mañana será usted quien me ruegue que retire la mía.
—Está demente si cree que me quedaré de brazos cruzados. Iré a la prensa y les diré que me amenazó para que me quedara callado.
—Hágalo. Lo reto. Pero recuerde mis palabras: no solo tendrá que temerme a mí.
El hombre comenzó a enfurecerse, pero antes de que pudiera decir algo más, una llamada interrumpió nuestra conversación.
—Conteste. Seguramente es muy importante.
Al ver el nombre de su esposa en la pantalla, contestó. Su mirada cambió bruscamente al volver a mirarme.
—Fuiste tú… ¿verdad?
Colgó de inmediato y se abalanzó hacia mí, pero mis hombres de seguridad se interpusieron antes de que pudiera alcanzarme.
—¡Suéltenme!
Antes de que la situación se agravara, los oficiales llegaron. El detective a cargo se acercó, le leyó sus derechos y se lo llevó detenido. Tenía mucho que explicar, especialmente a todas las personas a las que había estafado.
William se había acercado al ver que el tipo intentaba agredirme, pero al ver a mis guardaespaldas actuando, se quedó unos pasos atrás. Cuando todo terminó, se acercó y habló.
—¿Estás bien? ¿Ese era tu plan, enfrentarlo?
—Por supuesto. Tengo suficiente información para que ese hombre no vuelva a estafar a nadie en su vida. Debo ir a la estación de policía y llevar la memoria con todo lo que conseguí.
Maia, Daisy y Fran llegaron poco después. Daisy fue la primera en hablar:
—Mariza, ese tipo está demente. Iba a atacarte…
—Pero no lo hizo. Tranquilos. ¿Hicieron lo que les pedí?
—Sí —dijo Fran—. La prensa ya está en la entrada. Hay varios fotógrafos y reporteros esperando.
—¿Estás bien? —preguntó Maia con el ceño fruncido.
—De acuerdo. Tranquila, estoy bien. Lamento no haber podido estar contigo hoy, pero intentaré compensártelo mañana.
—No te preocupes por mí, solo me inquieta esta situación. Ese hombre es peligroso. Hermano, acompáñala a la estación. No la dejes sola.
—Tranquila, estoy…
—Iré contigo —interrumpió William, mirándome fijamente—. Y no voy a aceptar un no por respuesta.
Ante la seriedad de su tono, asentí. Todos nos dirigimos a la entrada del hotel. Al ver que los reporteros estaban esperándonos, salí al frente. De inmediato me rodearon.
—Señorita Grinch… ¿Es cierto que usted descubrió las estafas del actor Cruz?
—¿Qué hacía el actor en su hotel? ¿La estaba extorsionando?
Ante la lluvia de preguntas, di un paso al frente y hablé con firmeza:
—Buenas noches. Lo único que puedo decir por ahora es que el actor Felipe Cruz intentó estafar a mi hotel. Como podrán ver en los videos que se filtraron, el señor organizó todo un teatro para poder demandarnos por una suma millonaria. Al investigar con mi equipo, descubrimos que no era la primera vez que hacía algo similar. Varias empresas, restaurantes y productoras fueron víctimas de sus mismas tácticas. Con esas pruebas, me dirijo ahora a la estación de policía.
Los reporteros comenzaron a enloquecer con tanta información. Antes de que pudieran lanzar más preguntas, añadí:
—Es lamentable estar envuelta en este escándalo, pero gracias a esto descubrimos una falla en nuestro sistema de seguridad. Ya estamos tomando medidas para que algo así no vuelva a suceder. Ahora, si me disculpan…
Me giré y comencé a caminar entre los flashes de las cámaras. Un reportero gritó al reconocer a William:
—¿Ese no es el CEO de Friedman Motors?
Los fotógrafos redoblaron los disparos. William me rodeó con el brazo y me guio hacia nuestro auto. Una vez dentro, rompí el silencio:
—Lamento toda esta situación. Prometo compensar el tiempo y…
—Señorita Grinch, no debe preocuparse por eso ahora. Enfoquémonos en esto. Luego seguiremos con nuestro acuerdo.
Agradecí su gesto con una sonrisa. Sin decir nada más, nos dirigimos a la estación de policía con las pruebas que acabarían con ese farsante.
La prensa estaba alborotada, ansiosa por una entrevista, especialmente con el actor, a quien la policía no permitió hablar. El caso se volvió público de inmediato, y al tratarse de un hotel de renombre, la noticia resonó en varios países.
Apenas salimos de la estación, el teléfono comenzó a sonar. Era mi hermano.
y si no, por favor no pongan finalizada a la obra cuando no lo está 🤨
, no podías ser tan wey, como vas y besas a esa cucaracha mal habida