Con la muerte de su padre, Alecxis se convirtió en el nuevo duque a una edad temprana. A pesar de su juventud, demostró una madurez y una determinación que sorprendieron a muchos. Asumió sus nuevas responsabilidades con seriedad y dedicación, trabajando incansablemente para mantener el legado de su familia y servir a su comunidad.
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destierro
Los días en el calabozo se arrastran lentamente, marcados solo por el cambio de la luz que se filtra a través de la rendija. La soledad es tu única compañera, y el silencio, tu carcelero. Piensas en Lucio, en tus hombres, preguntándote si estarán bien, si estarán planeando algo para liberarte. Pero la incertidumbre te consume, alimentando la desesperación.
La comida es escasa y de mala calidad: un trozo de pan duro y un poco de agua turbia. Apenas suficiente para mantenerte con vida. El frío te cala hasta los huesos, y la humedad te hace tiritar sin cesar. Cada noche, las pesadillas te asaltan, reviviendo la visión de la guerra, la traición y la muerte. La máscara de Xok'tar sigue presente en tus sueños, incluso ahora que está lejos de ti.
Un día, la puerta de tu celda se abre con un chirrido estridente. Un guardia corpulento y de rostro inexpresivo te indica que salgas. Te esposan de nuevo y te conducen por los pasillos laberínticos del calabozo. Subes escaleras, cruzas patios, hasta llegar a una gran sala iluminada por antorchas.
Es la sala del juicio.
El Rey está sentado en un trono elevado, con una expresión severa en su rostro. A su lado, se encuentra Melanie, observándote con una mirada indescifrable. A ambos lados del trono, se sitúan los consejeros reales, con rostros graves y expectantes.
Te colocan en el centro de la sala, frente al Rey y su corte. Un escribano comienza a leer los cargos en tu contra: desobediencia a la autoridad real, insubordinación, poner en peligro la estabilidad del reino. Cada palabra es como un golpe, recordándote tu situación precaria.
Se te permite hablar en tu defensa. Con voz firme, declaras que actuaste por el bien de tu pueblo, que la máscara era un tesoro que te pertenecía por derecho, que no tenías intención de desafiar la autoridad del Rey, sino de proteger tu reino de posibles amenazas.
Pero tus palabras caen en oídos sordos. El Rey te interrumpe, acusándote de soberbia y rebeldía. Los consejeros asienten con gravedad, sellando tu destino.
El juicio es rápido e implacable. Eres declarado culpable de todos los cargos. La sentencia es severa: la pérdida de tu título de Duque, la confiscación de tus tierras y posesiones, y el destierro del reino.
Te despojan de tus insignias, te encadenan y te sacan de la sala del juicio. El destierro es la peor de las condenas. Te enfrentas a un futuro incierto, sin hogar, sin recursos, sin aliados. Eres un bastardo, un exiliado, un hombre sin reino.sin nada
Mientras te arrastran fuera de las murallas del castillo, sientes una mirada fija en ti. Es Melanie, observándote con una expresión que no logras comprender. ¿Lástima? ¿Satisfacción? ¿O algo más?
Te dejan a las puertas del reino, solo y desamparado. El sol se pone en el horizonte, proyectando largas sombras sobre la tierra. Te giras para mirar atrás, hacia el castillo que una vez fue tu hogar. Una sensación de pérdida y amargura te invade.
Pero en medio de la desesperación, surge una chispa de determinación. No te rendirás. No te dejarás vencer. Recuperarás tu honor, recuperarás tu reino, y te vengarás de aquellos que te han traicionado
.
Te encuentras solo, a las afueras del reino, con el sol hundiéndose en el horizonte. La tierra se extiende frente a ti, vasta e implacable. El aire se enfría rápidamente, presagiando la llegada de la noche. Miras a tu alrededor, evaluando tu situación. A tu espalda, se alzan las imponentes murallas del reino, ahora inalcanzables. A tus pies, un camino polvoriento se pierde en la distancia, serpenteando entre colinas y bosques.
No llevas nada contigo, salvo la ropa que vistes y las cadenas que te aprisionan las muñecas. No tienes comida, ni agua, ni armas. Estás a merced de los elementos y de cualquier peligro que aceche en la oscuridad. A tu derecha, se extiende un bosque denso y sombrío. Los árboles se alzan como espectros, sus ramas entrelazadas formando una bóveda oscura que apenas deja pasar la luz. Escuchas el auyar de los lobos a lo lejos, y el crujido de hojas secas cayendo bajo el paso del camino
No sabes qué peligros te esperan en el bosque, pero intuyes que no serán pocos. A tu izquierda, se abre una llanura árida y pedregosa. La tierra está seca y agrietada, salpicada de rocas afiladas y matorrales espinosos. El viento sopla con fuerza, levantando remolinos de polvo que te ciegan y te irritan la piel. No ves señales de vida en la llanura, solo desolación y abandono. El camino que tienes frente a ti es tu única opción.
No sabes adónde te llevará, pero al menos te ofrece una dirección, una posibilidad de escapar de este lugar inhóspito. Observas el cielo, buscando alguna señal que te guíe. Las primeras estrellas comienzan a aparecer, brillando con una luz fría y distante. La luna se asoma tímidamente entre las nubes, iluminando tenuemente el camino. Tienes un largo camino por recorrer, y poco tiempo para prepararte. La noche se acerca, y con ella, los peligros que acechan en la oscuridad.La fría brisa nocturna te abraza mientras permaneces de pie, sintiendo el roce áspero de las cadenas contra tus muñecas. El camino polvoriento se extiende ante ti como una serpiente pálida bajo la luz menguante. Decides poner un pie delante del otro, sintiendo la tierra reseca crujir bajo tus pies. Cada paso es una afirmación de tu voluntad de sobrevivir, de encontrar un nuevo propósito más allá de las murallas que te han desterrado.
A medida que avanzas, el silencio se vuelve casi palpable, interrumpido solo por el susurro del viento y el lejano aullido de algún animal salvaje. La luna asciende en el cielo, proyectando sombras alargadas que danzan a tu alrededor, convirtiendo cada roca y cada arbusto en espectros amenazantes.
Después de lo que parecen horas, divisas a lo lejos una tenue luz. Podría ser una trampa, un espejismo, o la salvación. Aceleras el paso, la esperanza renovada impulsándote hacia adelante. A medida que te acercas, la luz se revela como el resplandor de una fogata, alrededor de la cual se vislumbran figuras humanas. Dudas por un instante. ¿Te acercas o sigues tu camino en la oscuridad? La curiosidad y la necesidad de compañía te empujan hacia el fuego.
Cuando estás lo suficientemente cerca, percibes el olor a carne asada y escuchas el murmullo de voces bajas. Las figuras se revelan como un grupo de viajeros, hombres y mujeres de aspecto rudo, vestidos con ropas desgastadas y armados con espadas y arcos. Te observan con cautela mientras te acercas, sus rostros iluminados por las llamas danzantes.
Un hombre corpulento, con una barba espesa y una cicatriz que le cruza el ojo, se adelanta y te pregunta con voz grave: "¿Quién eres, forastero, y qué te trae por estos caminos a estas horas?"
