Tras la traición de su padre y la ruptura de su familia, Rose se muda a la ciudad buscando un nuevo comienzo.
En el exclusivo colegio Goldline, todo podría ir bien… si no fuera por Malory, su prima, que la odia y está dispuesta a convertir su vida en un infierno.
Pero Rose no es tan frágil como parece.
Hay algo en ella que despierta cuando está en peligro… algo que no se detendrá ante nada.
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Miradas que Pesan
Rose apenas había cruzado la entrada cuando sintió un golpe suave en la espalda.
—¡Hola, Rosie! —exclamó Cintia con su tono alegre de siempre.
—¡Aaaaah! —el grito de Rose atravesó el aire y rebotó en las paredes del pasillo, haciendo que todos los presentes giraran a mirarla. Su corazón latía con fuerza, como si acabara de escapar de algo.
Cintia retrocedió un paso, abriendo los ojos sorprendida—. Relájate, soy yo… —su voz pasó de alegre a preocupada en segundos—. ¿Estás bien? Lo siento, no pensé que te fueras a asustar así.
Rose respiró profundo, tratando de recomponerse—. Está bien, solo que… anoche vi una película de terror y sigo algo asustada.
Cintia suspiró y negó con la cabeza—. Si te dan miedo las películas de terror, no deberías verlas, Rose.
—Tienes razón… ya no veré más de esas —respondió con una sonrisa forzada.
—Vale… lo siento.
—No hay cuidado.
Ambas comenzaron a caminar hacia el salón, pero Rose podía sentir las miradas clavadas en su espalda. Sus compañeros murmuraban entre sí, algunos incluso soltando risitas.
—¡Qué vergüenza! —susurró Rose, tapándose la cara con las manos.
—Lo siento, de verdad. Si hubiera sabido que reaccionarías así, jamás lo habría hecho —replicó Cintia, mordiéndose el labio.
—No es tu culpa… ¿cómo ibas a saberlo?
—En serio, lo lamento.
—Dejemos el tema, ¿sí?
—De acuerdo…
Al entrar al salón, Rose intentó perderse entre el bullicio, pero una voz masculina la llamó.
—Rose —era Agustín, con una expresión curiosa.
—Hola, dime —contestó ella.
—¿Qué fue lo que pasó en la entrada?
—¿Te refieres a mi grito?
—Sí, toda la escuela está hablando de eso.
Rose soltó un quejido y dejó caer la cabeza sobre la mesa.
—Ay, qué pena…
Agustín sonrió de lado—. Tranquila, en esta escuela los chismes vuelan. Hoy eres el centro de atención, pero para la hora del receso ya nadie se acordará.
—Eso espero… —murmuró, sin levantar la cabeza.
En ese momento, la profesora Marisol entró acompañada de la directora.
—Buenos días, chicos. Todos a sus asientos, por favor. Tenemos un comunicado importante.
La directora dio un paso al frente, su voz grave llenando el salón.
—Jóvenes, el día de ayer desapareció una de sus compañeras. Amanda lleva ya doce horas desaparecida. Si saben algo de ella, les pido que vayan a dirección a informarlo, por favor.
Un silencio tenso se apoderó del aula. Rose sintió un frío recorrerle la espalda. Su mirada, casi de manera instintiva, buscó a Malory. Ella estaba tranquila, demasiado tranquila, con una expresión neutral, como si la noticia no le importara en lo más mínimo.
—Rose… —la voz de Carolina, su compañera, la sacó de su trance.
—¿Sí? —respondió, volteando.
—¿Estás bien?
—Sí, solo… me tomó por sorpresa —mintió, forzando una sonrisa.
—Te pusiste muy pálida. ¿Quieres ir a la enfermería?
—No, gracias.
Pero el resto de la mañana, Rose apenas pudo concentrarse. La imagen de Amanda amarrada volvía una y otra vez a su mente. Sentía un nudo en la garganta.
—¡Rose! —la voz de Cintia la sacudió de nuevo.
—¿Qué? ¡Ah! Perdón…
—La profesora te hizo una pregunta.
Rose tragó saliva y miró a la maestra—. ¿Podría repetirla, por favor?
La profesora Marisol la observó con el ceño fruncido—. Te noto distraída, Rose. ¿Qué revistas se enfocan en un solo asunto general que integra, a su vez, artículos más específicos?
Rose parpadeó y, por reflejo, contestó—. Las revistas temáticas o especializadas.
—Correcto —dijo la maestra, algo sorprendida—. Me alegra que prestes atención… a tu manera.
En el receso
Agustín se acercó con gesto serio—. Rose, ¿qué está pasando?
—Sí, has estado ida todo el día —agregó Cintia—. Aunque supiste la respuesta en clase, eso no significa que no estés distraída.
Rose intentó evadir sus miradas—. No pasa nada… no dormí bien, es todo.
Cintia se inclinó hacia ella y le tomó el rostro, obligándola a mirarla—. No tengas miedo de contarnos lo que te pasa. Estamos aquí para ti.
Rose apretó los labios. Una parte de ella quería gritarlo todo, pero otra… otra temía lo que Malory podría hacer.
—De verdad, estoy bien. Esta tarde dormiré.
—Está bien… —dijo Cintia, aunque no sonaba convencida.
—¡Hola, amigos! —saludó Lea, apareciendo con una enorme bolsa.
—Hola —respondieron en coro.
—Miren lo que tengo —sacó varios uniformes impecablemente doblados, de telas finas.
—¡Wow! —exclamó Cintia, acariciando la tela—. Jamás me he puesto algo así.
—Pues ahora lo usaremos en ceremonias, propuestas, votaciones… —explicó Lea.
Agustín asintió, impresionado—. Te quedaron increíbles.
Lea sonrió, y luego miró a Rose, quien no le estaba prestando atención—. ¿No te gustaron?
—¿Qué? Ah… sí, claro. Son hermosos —contestó rápidamente.
—Me alegra —le entregó uno—. Este es tuyo.
—Gracias, Lea.
—Por nada. Bueno, me tengo que ir. Cuídense.
Cuando se alejó, Cintia examinó su uniforme con ojos brillantes—. ¡Tiene escote!
Agustín se rió—. ¿Para qué? Si no tienes nada que mostrar.
—¡Cállate! —Cintia le lanzó una mirada asesina.
—Es lindo el escote, tengas o no que mostrar —intervino Rose con una pequeña sonrisa—. ¿Entendiste, Agustín?
—Sí, mamá.
Rose dejó la broma a un lado y habló más seria—. Necesitamos ver cuánto dinero podemos juntar.
—Yo pondré veinte mil dólares —dijo Cintia.
—¿Por qué tanto?
—Porque necesitamos la mayor cantidad posible. El equipo de Mabel tiene padres multimillonarios. El año pasado juntaron cincuenta y cinco mil dólares.
Agustín abrió los ojos con gran sorpresa—. Eso es una locura.
—Y lo peor es que funciona como una subasta —añadió Cintia—. Ellos siempre ofrecen más. Y no son los únicos con dinero. Mira alrededor…
Rose observó a los demás estudiantes. Zapatos de diseñador, mochilas de marcas internacionales, relojes caros. Estaba claro: competir contra ellos no sería nada fácil.
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Lyn 🥀