Astrid Steel, hija del temible mafioso Magnus puso sus ojos en Aiden Harris desde la adolescencia, quien fue enviado al extranjero prometiendo volver cuando ella fuera mayor, pero al volver ya había olvidado su promesa, creando en ella un profundo dolor, pero no esperaba que la joven fuera desafiante, creando una fortaleza en ella, la lucha por volverla a tenerla se convirtió en un desafío contra el amor que ambos sentían.
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¿No te aprovecharás de mí?
El concejal no sabía si había escuchado bien lo que le mandó su jefe hacer, Dijo que le quite… el concejal dudo,— ¿Señor esta seguro? Solo déjalo flojo yo estaré cerca, sonrió, sabía que Astrid se regresaría en su auto, y quería estar más tiempo con ella y no se había dado la ocasión, esta vez lo iba hacer a su manera aunque pagara las consecuencias, pero esa niña le debía varios días de besos, su concejal se fue hacer su encomienda aunque no entendía porque su jefe había llegado hasta eso por una mujer.
Minutos después vio salir a la chica, esperó unos minutos mientras el ballet parking le entregaba su automóvil, la vio alejarse yéndose detrás de ella, obviamente sin que lo notara, una sonrisa de satisfacción se dibujó en sus labios, ahí estaba varada en un camino solitario, se estacionó junto a ella,—¿Que pasa te puedo ayudar en algo? Le preguntó fingiendo preocuparse,— ¡Necesito un mecánico, aunque no entiendo el auto es nuevo! Le contestó sin voltear a verlo, ya se había dado cuenta de quien se trataba.
Aiden sonrió,— ¿Conoces alguno cerca?— ¡Ni siquiera sé quién puede ser uno, llamaré a papá! ¡No es necesario, yo puedo ver que pasa! Astrid lo pensó,— ¿Ahora me dirás que eres mecánico? No precisamente, puedo llevarte a casa mandar alguien a que lo recoja y lo revise,— Sube le señaló su auto,— ¿No te aprovecharás de mí verdad?— preguntó fingiendo estar asustada,— No te lo puedo garantizar, le sonrió.
Lo miró de reojo,— ¡Nada podrías hacerme! Le dijo poniéndose seguridad,— Sin tu consentimiento claro que no,—¿A qué te estás refiriendo? —¡Un beso no se le niega a nadie! — respondió riendo,— Astrid se estiró dándole uno en la mejilla,— ¡No me gustó!— Exclamó tomándole de la nuca, atrayéndola a sus labios para besarla a su antojo, Astrid estaba perdida ante la sensación, pero Aiden echó andar su automóvil sin decir nada más.
Una hora después llegaron a un elegante edificio, —¿Que es aquí?— preguntó un poco extrañada ¡Es mi lugar favorito, aquí vivo! Entró a un estacionamiento subterráneo, donde había una fila de autos de lujo y deportivos, se estacionó a un lado, la chica los admiró mientras Aiden la llevaba de la mano al elevador, mientras llegaban Aiden se volvió a prender la los labios de la chica.
Ya no se sentía tan segura de poder salir ilesa de ahí,—¿Solo vives tú? Si toda la planta es mía, ¿te gusta? — Es espectacular, con una entrada digital abrió la puerta, las luces se prendieron con un simbre de voz, Astrid se quedó boquiabierta todo era una belleza, la gran sala color blanco con muebles modernos la cocina y el comedor todo estaba increíble una mujer salió de la cocina.
—¡Señor la cena está lista!— Astrid lo miró entrecerrando los ojos,—¡Aiden todo lo planeaste tú! ¿Porque el engaño? Le reclamó ladeando la cabeza,— ¿Hubieras venido si no lo hago así? ¡Astrid he querido hablar contigo desde mi regreso! Y te has negado!— ¡Solo te pedí un poco de confianza! Le reprochó tomándole ambas manos, ¿Que hubieras hecho tú, si te hubieran dicho a tu llegada qué estaba comprometida?
—Mataría al hombre que se hubiera atrevido! Le contestó sin más, la chica negó pero el la obligó a verlo levantándole la barbilla,— Que le hicieron a mi auto? El mafioso sonrió— Esta en tu casa, ella suspiró,— Vamos a cenar, Ella le sonrió asintiendo,—Lo que sucedió hoy!— ¿Tiene algo que ver con lo último que ha estado sucediendo? Es lo más seguro! — Tu padre dijo que tienes tres propuestas matrimoniales!— Así es y no quiero que intervengas.
—Hasta donde piensas llegar, no dejaré que nadie te ponga una mano encima,— Creemos que el Camaleón está detrás de todo esto y está más cerca de lo que pensamos,— Lo vamos atrapar y ya dije una propuesta la voy a desechar pero la otra voy a continuar, no la dejo continuar, la jaló sentándola en su regazo, besándola con rudeza, Antes te voy hacer mía, y después le voy a poner los testículos de corbata por tan atrevida osadía.
Siguió en su tarea su cuello la meta, pero Astrid sintió un ligero placer en su entrepierna con la calidez de la caricia, vamos a mi habitación le dijo en un susurro que a la chica estremeció, no dijo nada se dejó guiar, en la cama la depositó sin dejar su tarea, su erección pedía atención se refregó en ella para que lo sintiera, te quiero follar no me digas que no lo deseas, pero lo que Aiden ignoraba era que sería el primer hombre en su vida sin agregar más empezó a desnudarla cuando ya la tenía en bragas y sosten la miró extasiado, su erección ya estaba visible algo que Astrid notó de inmediato.
Llevó su mano acariciando el potente bulto, el respingo jalándola hacia el, saco su erección que ya empezaba a doler poniéndola en su entrepierna con una mano saco su braga, empujando con fuerza, un grito salió de la garganta de la mujer y un dolor desgarrador que hizo que el hombre parara comprendiendo,— ¿Porque no me dijiste que eras primeriza?— ¡Ya no hay vuelta atrás! dijo aguantando el ardor, porque si te lo hubiera dicho te lo hubieras pensado.
—¡Hubiera empleado menos rudeza! Dijo sin aliento la fricción y el calor lo estaba ahogando siguió moviéndose, el daño ya estaba hecho por lo que siguió sin parar, Astrid estaba aguantando por unos minutos hasta que el dolor fue remplazado por una agradable sensación, empezando a moverse al compás de él.
—¡Eso es preciosa!— la siguió besaba con fervor hasta que ella sintió un remolino en su bajo vientre dejándose ir en un gemido prominente para después sentir como el se dejó ir, se quedó por unos segundos con la respiración agitada,— ¿Te hice mucho daño?— preguntó con el entrecejo arrugado, ella sonrió suspirando,— ¡Me encantó! —¿Ya no te duele?— La atrajo a sus brazos, un poco, pero no pensé que se disfrutara así, sonrió de nuevo,—¿Dime qué te hizo guardarte? No le encontré prioridad!— Contestó acariciando sus pectorales ¿Te hubiera gustado que lo hubiera hecho con otro?— ¡No, ahora eres solamente mía y siempre serás.
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