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Cruel Esposo Déjame Ir

Cruel Esposo Déjame Ir

Status: Terminada
Genre:Matrimonio arreglado / Síndrome de Estocolmo / Ascenso de clase social / Completas
Popularitas:6.1k
Nilai: 5
nombre de autor: Miry - C

Luisa escapó de un matrimonio arreglado, pero su prometido la encontró, la llevó de regreso a Grecia y la obligó a contraer matrimonio, sobre todo, a darle un hijo, porque de lo contrario, la herencia familiar pasaría a manos de fundaciones, y Francesco Nikolauo, no estaba dispuesto a perderla.
En un país que ya no siente suyo, encerrada en las cuatros paredes de una mansión, mientras su abuela está en el calabozo, Luisa le súplica a su cruel esposo, la dejé en libertad, pero él, firme en su posición le propone.
"Libertad a cambio de que seas mía, y me des un hijo".

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Capítulo 6

—No tengo que llegar a ese extremo. Pero si te encerraré hasta que accedas, o te insemino. Pero de que tenemos un hijo, lo tenemos.

—¡No! ¡No tendré un hijo con usted! —se giró y salió del despacho muy indignada, incluso llorando.

Su abuela, que estaba escuchando detrás de la puerta, la abrazó. Mientras Alondra la abrazaba, observaba a Francesco con ira. Francesco volvió a su escritorio, se sentó y esperó que las dos mujeres desaparecieran.

—¡Vámonos, abuela! ¡Vámonos! —gritó Luisa. Subieron a la habitación, empacaron y a toda prisa bajaron las gradas. Al abrir la puerta, varios hombres se encontraban en la entrada. Luisa miró a su abuela.

—No podrás escapar.

—¡Es un desgraciado! —Francesco miró a Alondra y le sonrió—. Deje que nos marchemos…

—Usted puede irse si quiere, pero apenas ponga un pie fuera de esta casa, no me responsabilizaré si una bala la alcanza.

Llena de miedo de que su abuela fuera asesinada, Luisa se enfrentó a Francesco.

—¡No te meterás con mi abuela!

—Si no quieres que me meta con tu abuela, entonces comienza a comportarte como una verdadera esposa.

—¡No permitiré que lastime a mi nieta! —se colocó en frente.

—Si sigue metiéndose en lo que no le importa, la encerraré en el calabozo —Luisa abrazó a su abuela. Francesco vio terror en los ojos de Luisa y, de eso se aprovecharía. Sabía que, si la amedrantaba con la abuela, terminaría accediendo.

—Desde esta noche, compartiremos habitación —sentenció y se giró para desaparecer de ese sitio. Mientras ingresaba al despacho, llamó a dos de sus hombres para que ingresaran y le arrebataran los móviles, así mantenerlas incomunicadas.

No había querido llegar a eso, pero la resistencia de Luisa le obligó a tomar esta drástica decisión. Él no iba a perder; no iba a dejar que la fortuna de su abuelo se repartiera en fundaciones. Era suya, le pertenecía a él y nadie se la quitaría.

Recostada en la cama de su abuela, Luisa se encontraba sumergida en un mar de lágrimas, su corazón apesadumbrado por la vida que le había tocado vivir. Aquella escena, aparentemente sencilla, ocultaba una tragedia más profunda de lo que parecía a simple vista. Luisa anhelaba con todo su ser, ser madre; había imaginado un futuro idílico junto a un esposo amoroso y su amado hijo. Sin embargo, ahora se veía prisionera en una imponente mansión, obligada a procrear un hijo para un hombre al que no amaba y que tampoco la correspondía, le parecía retorcida la idea.

Este era el enorme sacrificio que debía hacer para poder obtener la herencia de su abuelo, un hombre que, incluso después de muerto, parecía empeñado en arruinar su vida. Luisa maldecía la crueldad de aquel "loco" que la había condenado a semejante destino. Ya podía imaginar su futuro junto a Francesco, un hombre cuyo único interés parecía ser el dinero. Estaba segura de que, una vez que obtuviera el ansiado heredero, la abandonaría a su suerte para irse a disfrutar de la fortuna rodeado de las innumerables mujeres que lo acompañaban.

Luisa sollozaba en silencio, consciente de que no podía escapar de aquella situación. Si quería salir de aquella opresiva mansión, debía acceder a los deseos de Francesco Nikolauo y darle el hijo que este exigía. En medio de su profundo dolor, Alondra, su amada abuela, la abrazó con ternura, tratando desesperadamente de consolar la desdicha de su nieta.

—¿Cómo puedo ayudarte? —preguntó Alondra, deseando con todas sus fuerzas poder hacer algo para impedir que ese hombre despreciable la forzara a cumplir sus perversos deseos. Pero ¿qué podía hacer una mujer mayor, sin poder ni recursos, ante semejante monstruo? Solo se le ocurría una idea macabra: asesinarlo por la espalda y acabar así con su sufrimiento.

Sin embargo, Alondra no era una asesina y jamás podría quitarle la vida a nadie, por mucho que esa persona mereciera morir. No era capaz de manchar sus manos con la sangre de aquel ser execrable, por mucho que su corazón le gritara hacerlo.

Francesco cerró con fuerza la puerta de la casa, dejando atrás a un perplejo personal que acababa de retirar la línea telefónica. Ahora, con una sonrisa satisfecha, sabía que esas dos mujeres no podrían comunicarse con nadie, mucho menos intentar escapar. Sostenía firmemente en sus manos los pasaportes y los teléfonos móviles, los cuales apagó y guardó en un cajón bajo llave, asegurándose de que no pudieran utilizarse.

Luego, se sentó en su escritorio y respiró profundamente, tratando de mantener la calma. Era un hombre paciente, dispuesto a esperar el tiempo necesario. Sin embargo, su determinación era inquebrantable. Le daría un mes a esa mujer para que accediera a sus demandas. Si en ese plazo no cedía, entonces estaría dispuesto a utilizar métodos más crueles y salvajes, porque esa mujer tenía que darle un hijo, costara lo que costara.

Alondra y Luisa se encontraban encerradas bajo llave, no porque Francesco las hubiera confinado, sino por su propia decisión. Temerosas de las siniestras intenciones de aquel hombre, habían optado por encerrarse ellas mismas, negándose a sucumbir a sus perversas demandas. La última frase de Francesco, "Esta noche compartiremos habitación", había sido la gota que colmó el vaso, despertando en Luisa un profundo rechazo y en Alondra una feroz determinación por protegerla.

Luisa no quería ceder a los retorcidos deseos de Francesco, y Alondra, fiel a su papel de protectora, no permitiría que aquel nefasto individuo pusiera sus manos sobre ella. Antes tendría que asesinarla, si fuera necesario, con tal de evitar el daño irreparable que Francesco planeaba infligir.

Lo que las mujeres desconocían era que Francesco no tenía intención de utilizar la fuerza bruta para embarazar a Luisa. Su plan era mucho más siniestro y perverso. Él sabía que Luisa debía acceder a sus demandas voluntariamente; de lo contrario, serían las devastadoras consecuencias para Alondra las que la obligarían a obedecer. Su mente fría y calculadora había trazado un plan maquiavélico que le aseguraría el éxito, sin importar lo cruel o despiadado que tuviera que ser. Francesco estaba dispuesto a todo con tal de obtener lo que quería, incluso si eso significaba sacrificar a Alondra en el proceso.

En la noche, Francesco cenó solo. No hizo por insistirle a la empleada que llamara a esas dos, menos que les llevara la cena. Al contrario, les prohibió subirles algo de comer. Si querían pasar hambre, que lo hicieran, pero él no haría nada para evitar que lo hicieran. Pronto saldrían; el hambre les haría salir de ese encierro.

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Martha Ordoñez
gracias escritora por tan bonita historia bendiciones
Martha Ordoñez
muy bien dicho está por hacer un heredero
Martha Ordoñez
que bonito detalle e interesante los capítulos bendiciones
Martha Ordoñez
interesantes los capítulos que eleido bendiciones
Karina Vazquez Gonzalez
una historia fascinante que desde el.primer capítulo nos llevaste ala imaginación de cada capítulo escritora muchas felicidades gran historia
Karina Vazquez Gonzalez
una historia que leí desde el.primer capítulo y esta llena de retos adversidades intrigas prejuicios emociones encontradas pero sobre todo encontraron el amor verdadero puro..y supieron afrontar las consecuencias de sus actos para ser felices..
gran historia .muchas felicidades escritora
Gloriab Gimenez
Luisa sufre y el no la tiene encuenta para nada
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