Soy Marcela y jamás creí que algo así me sucedería a mí. fui víctima de traición entre mi novio y mi hermana, lo que me llevó a refugiarme en el alcohol y acostandome con quién menos pensé... mi vida dio un giro inesperado en menos de lo que se espera... Ven y se parte de mí historia...
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Confusión
El hombre permanecía imperturbable mientras mis gritos llenaban la habitación. Sus ojos, fríos y despiadados, se clavaban de mí sin parpadear, enviando escalofríos por mi espalda. Aunque solo pasaron unos minutos, para mí se sintió como una eternidad.
—¿Quién eres?—pregunté, mi voz estaba temblorosa por la confusión y el pánico.
Fue entonces cuándo me percaté de mi desnudez. Mis manos se alzaron y sinceramente hacia mi cuello, asegurándome de que al menos no había sido marcada.
—Creo que debería ser yo quien te pregunte quién eres— respondió el hombre con voz gélida.
Sus ojos azules recorrieron lentamente mi cuerpo, evaluándome con una expresión inescrutable.
Sentí como la temperatura de la habitación descendía, como si su sola presencia pudiera robarme el calor del ambiente.
—No, debería ser yo quien te haga esa pregunta—
—Tú estás en mi habitación. Estás desnuda, y estás en mi cama—
Mis manos retorcían con ansiedad mientras mi mente intentaba reconstruir los eventos de la noche anterior. La habitación era un completo desastre. Había una toalla colgada descuidadamente en la barandilla de la cama, el vestido que Lina me prestó ya se ha arrugado al pie de esta, mientras que mi sujetador y pantalones están esparcidos en el extremo opuesto del cuarto. La cama en sí parecía haber soportado una tormenta.
—Mi nombre es Leandro— dice sin dejar de mirarme. —¿Y tú?—
Mientras hablaba, mis dedos se alargaron sutilmente, afilándose como garras. Chasqueó los nudillos con indiferencia, en un gesto que hizo yo retrocediera un paso, con mi respiración entrecortada por el miedo.
—Mi nombre Marcela— respondí con vos ahogada, con mi mirada aun puesta en mis manos. —Estas en mi habitación, anoche estaba en el bar de enfrente, me emborraché y vine a dormir aquí—
—Mientes— dijo Leandro con su tono afilado.
—No estoy mintiendo— insistí. —Te mostraré mi tarjeta de acceso para demostrártelo—
Él pareció considerar la idea durante un segundo. Sin perder tiempo comencé a buscar frenéticamente la tarjeta por la habitación, sintiéndome observada con cada movimiento.
Cuando finalmente la encontré, estaba arrugada y tirada en un rincón, la tomé con entusiasmo y me acerqué a él para mostrársela. Su mirada pasó de mí a la tarjeta, en un instante, no pude evitar fijarme en él. La luz del Sol de la mañana resaltaba la estructura afilada de su rostro, haciéndolo aún más atractivo aunque su presión seguía siendo gélida y carente de emoción.
—¿Es esto algún tipo de broma?—pregunto Leandro, observando la tarjeta como si fuera lo más ridículo que había visto en su vida.
—¿Qué quieres decir?—pregunte sintiendo un nudo en mi garganta.
—Esta es la habitación 610— dijo con calma —Y esta tarjeta de acceso dice 601.
—¿Qué?— no entendía que era lo que había pasado.
Mire la tarjeta, con la esperanza de que él estuviera equivocado. Pero ahí estaba, el número claramente impreso en el plástico.
—No puede ser— me negué en aceptar la situación.
Di unos pasos hacia la puerta, determinada a comprobar el número de la habitación.
—¿Y a dónde crees que vas?—
—A comprobar el número de la puerta—contesté sin mirarlo, esperando fervientemente que él estuviera equivocado.
—Estás desnuda, tonta— se burló él con frialdad.
Bajé la mirada y, con horror, recordé mi estado. En medio del caos, había olvidado por completo que no llevaba nada puesto. Con un jadeo, corrí a la cama, me envolví en la manta y me apresuré hacia la puerta. Pero al llegar allí, mi rostro se descompuso.
—¡Dios mío!— susurré, sintiendo como la vergüenza me consumía.
Di media vuelta y regresé lentamente al centro de la habitación, deseando que la tierra se abriese y me tragara.
—Yo soy la intrusa— dije con frialdad, como si me hubieran atrapado con las manos en la masa y mentir no tuviera sentido.
Tragué saliva, sintiendo el miedo apoderarse de mi cuerpo.
—¿Quién te envío? ¿Camilo? ¿Ana?—
—No conozco a esas personas—le dije mirándolo confundida. —Te juro que esto no es una trampa—
Mi respiración era errática mientras las palabras salían atropelladamente de mi boca.
—Vine aquí con mi hermana porque era mi cumpleaños. Sorprendí a mi novio en la cama con alguien y necesitaba una bebida. Pero después de solo una, comencé a sentirme mareada y acalorada, así que vine a mi habitación a dormir—
Mi voz se apagó cuando los recuerdos de la noche anterior invadieron mi mente. Mi corazón latía con fuerza dentro de mi pecho.
Ayer había sido el día en que se suponía que tendría sexo con Elijah por primera vez. Había decidido esperar hasta cumplir los dieciocho años. Pero lo encontré con otra persona. Ni siquiera vi su rostro.
Las lágrimas amenazaban con nublarme la vista, pero Me obligué a continuar explicándole lo que sucedió.
—No usaría mi virginidad para seducirte—mis lágrimas cayeron por mis mejillas mientras lo miraba a los ojos. —Fue todo un malentendido—reduje mi voz a un susurro.
Leandro alzó la mano hacia mi rostro y me sujetó con fuerza.
Me estremecí.
Cerré los ojos intentando controlar mi respiración, y sentí que su agarre se hizo más suave.
Abrí los ojos y una de mis lágrimas que rodaba por mi mejilla cayó suavemente sobre la mano de Leandro. Él me miró en silencio antes de dar un paso atrás.
Se giró dándome la espalda.
—Deberías irte—dijo con un tono mucho más suave. —No olvides la tarjeta de acceso—
Me quedé inmóvil, por el cambio repentino en su voz. Asentí rápidamente y me viste a toda prisa. Sin mirar atrás, salí tambaleándome del cuarto, con la esperanza de llegar a mi verdadera habitación y llamar a Lina para avisarle que estaba en problemas.
Apenas había dado unos pasos cuando escuché voces familiares llamándome por mi nombre.
—Marcela—
El sonido de mi nombre pronunciado al unísono por Lina y Elijah, me hizo detenerme en seco.
—¿Lina? ¿Elijah?— pregunté desconcertada.
Lina me miró con una expresión fría y cortante, una que jamás había visto en su rostro antes.
—¿Qué estás haciendo aquí?— su voz era dura y carente de emoción.
—¿Qué...?—Tartamudee, pero Lina me interrumpe antes de que pudiera terminar de hablar.
—¿Qué estás haciendo en una habitación de hotel?—
—Si, ¿Qué estabas haciendo?—Elijah pregunto cómo si ambos hubieran practicado la confrontación.
Mi corazón latía con fuerza, confundida por la agresividad en sus voces.
—¿Te acostaste con otro hombre?—pregunto Lina.
Pude ver la mirada de Elijah con desprecio.
—Obviamente lo hizo. Mira que cansados están sus ojos y el desorden en su cabello. ¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?—
Me quedé sin palabras.
—¿Cómo pudiste traicionar a tu prometido Marcela?— su voz se alzó lo suficiente para llamar la atención de los huéspedes cercanos.
Pude ver cómo la puerta de la habitación 610 se abrió y salió un viejo gordo que claramente supe quién era de inmediato.
Él siempre me insistió en qué le gustaba, pero yo nunca lo había considerado opción.
Y entonces ahí, justo en ese instante, todo hizo clic en mí mente...
y si tiene que luchar para ser feliz qué haci sea ..excelente historia felicidades escritora
ella quiere tener un amor que sea para ella que la quieran a ella ..no le importo el dinero del príncipe ella solo quería una familia que estuviera ahí y darle un buen ejemplo a su hijo que trae en sj vientre ..
y si tienes razón ya no te dejes humillar por nadie quiere a ti misma y sal de ese infierno que estas viviendo ..
excelente historia..que destino le traerá la diosa de la luna ..
Aún está inconclusa, a ver cuándo la termina la escritora.
Éxito.
porque ella es la qur se cuesta con tu novio que ya no lo es ..
mujer abre los ojos por una vez en tu vida no seas tan ingenua...
excelente historia