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El Silencio De Los Eternos

El Silencio De Los Eternos

Status: En proceso
Genre:Batalla por el trono / Viaje a un mundo de fantasía / Mundo de fantasía / Fantasía épica / Mundo mágico / Edad media
Popularitas:2k
Nilai: 5
nombre de autor: Sandoval Jonatan

Mucho antes de que los hombres escribieran historia, cuando los orcos aún no habían nacido y los dioses caminaban entre las estrellas, los Altos Elfos libraron una guerra que cambiaría el destino del mundo. Con su magia ancestral y su sabiduría sin límites, enfrentaron a los Señores Demoníacos, entidades que ni la muerte podía detener. La victoria fue suya... o eso creyeron. Sellaron el mal en el Abismo y partieron hacia lo desconocido, dejando atrás ruinas, artefactos prohibidos y un silencio que duró mil años. Ahora, en una era que olvidó los mitos, las sombras vuelven a moverse. Porque el mal nunca muere. Solo espera...

NovelToon tiene autorización de Sandoval Jonatan para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

El Chamán

Las arenas del desierto orco ardían bajo el sol como brasas encendidas. Samael, cubierto por su capa blanca y su brillante armadura ahora tapada bajo harapos sucios, cabalgaba con decisión. La ciudad orca no estaba lejos. A lo lejos, las nubes de polvo danzaban, y su corazón latía con fuerza. Su misión era clara… o eso creía.

En lo alto del cielo, Vorn surcaba las corrientes montado sobre su hipogrifo de alas negras. Desde esa altura, sus ojos entrenados observaban las aldeas orcas. Vio niños jugando, mujeres cocinando, ancianos compartiendo historias. Bajó la mirada, confundido.

—¿Cómo cayó esta gente en la locura de la guerra? —murmuró para sí mismo.

Algo llamó su atención abajo: un jinete desmontaba y escondía su montura. Vorn entornó los ojos.

—¿Qué está haciendo ese...? Espera... ¿es un paladín?

Samael se encontraba entre las sombras de una colina, lejos de miradas curiosas. Sacó una pequeña botella de cristal. Dentro, una poción burbujeaba con un color púrpura enfermizo. La sostuvo con duda.

—Espero que esto funcione... —susurró.

Bebió el contenido de un trago. Un dolor punzante lo atravesó. Su piel cambió, sus músculos se inflaron, su rostro se deformó. En segundos, se convirtió en uno de ellos… un orco. Se contempló las manos con asco, recordando al monstruo que había matado a su padre años atrás.

—Esto es necesario —dijo entre dientes—. Por la Luz.

Con paso firme, se adentró hacia la ciudad.

Desde el cielo, Vorn descendió, silencioso como una sombra, infiltrándose por grietas, tejados y callejones. Su capa negra flotaba como un fantasma. Sus ojos se abrieron con asombro cuando la ciudad se reveló ante él: murallas gigantescas de piedra y acero, cráneos de bestias colgando como trofeos. Era un imperio de guerra, un monumento al poder orco.

Samael, en su forma de orco, atravesó la plaza principal. Un niño orco lo chocó accidentalmente y, con humildad, le dijo:

—¡Perdón, señor! No fue mi intención.

Samael lo observó en silencio. Ese niño le recordó algo que su maestro le había dicho: “No todos los orcos son bestias, hijo. No todos eligen el odio.”

Sin responder, continuó su camino hacia el castillo.

Vorn, entre las sombras, también se infiltraba en el palacio. Se extrañó al ver los pasillos sin guardias, el trono hecho de huesos de dragón vacío.

—¿Dónde está el líder...? ¿Y la seguridad...? Algo no cuadra —susurró.

Fue entonces que ambos llegaron al mismo lugar, aunque sin verse aún.

Samael caminó guiado por un olor fétido y oscuro. Lo condujo hacia una cámara profunda. Al entrar, sintió cómo el aire se volvía espeso, y el miedo, un veneno que le arañaba el alma. Allí, frente a él, un chamán orco —deforme, cubierto de tatuajes y huesos— canalizaba una magia antigua, prohibida.

—¡Imposible... eso no existe! —susurró Samael, retrocediendo.

El chamán, Hazrral, alzó la vista y sonrió mostrando dientes podridos.

—Acércate, hijo… Únete a tus hermanos —dijo con voz rasposa.

Samael retrocedió. En ese instante, la poción dejó de surtir efecto. Su piel volvió a su color humano, sus ojos brillaron con terror.

—¡Un paladín! ¡Capturadlo! —gritó Hazrral.

Varios orcos berserker lo rodearon. Samael se preparó para luchar con sus puños, sin armas, hasta que una voz surgió desde lo alto:

—¡Hey, pala! ¡Esto es tuyo!

Un martillo cayó del cielo, aterrizando justo en sus manos. Era Vorn.

Sin pensarlo, Samael lo empuñó y el combate comenzó. Los dos jóvenes, sin decir una palabra, pelearon espalda con espalda. Uno con el poder de la Luz, el otro con la danza letal de las sombras. Se movían como si hubieran entrenado juntos toda una vida. Golpes precisos, cortes silenciosos, explosiones de luz. Pero el cansancio les alcanzaba. Vorn gritó:

—¡Alucar!

El hipogrifo rompió el techo con un estruendo. Vorn montó rápidamente y extendió la mano.

—¡Si quieres vivir, ven conmigo!

Samael dudó solo un segundo. Tomó la mano de su inesperado aliado y escaparon entre ruinas y llamas.

Desde abajo, Hazrral observó el cielo.

—Así que… el hijo de la Luz y el heredero de la noche, trabajando juntos… —gruñó con ira.

Un orco se acercó temblando.

—Señor... nos... nos robaron el libro...

Hazrral rugió de furia y carbonizó al orco con un rayo oscuro. Su mirada temblaba de odio.

—¡Pero no se han llevado mi arma… aún tenemos a los Señores del Vacío de nuestro lado!

En los cielos, mientras el viento azotaba sus rostros, Samael miró a Vorn.

—Gracias por salvarme.

Tras el escape en el hipogrifo, volando sobre las montañas rocosas.

Samael, aún agitado por la batalla, se aferra al hipogrifo mientras observa a Vorn, quien sonríe como si todo hubiera sido una simple broma.

—No puedo creer que esté vivo —murmura, casi para sí mismo—. Y menos aún gracias a ti…

Vorn, sin voltear, responde con tono burlón:

—Tu "Señor de la Luz" no bajó del cielo a salvarte, paladín. Fui yo. Un huérfano, un ladrón, un asesino. Interesante, ¿no?

Samael lo mira fijamente.

—Me llamo Samael. Y quizás... quizás fue mi dios quien te envió a ti. El destino tiene sus formas.

Vorn suelta una breve carcajada.

—¿Destino? Lo único que guió mi mano fue el entrenamiento y los reflejos, no una paloma brillante del cielo. Pero te diré algo, Samael... luchas bien. Como si cada golpe tuyo hablara con la verdad.

Samael frunce el ceño, recordando la batalla.

—Peleamos como si nos conociéramos desde siempre. Como si la luz y la sombra compartieran un mismo origen…

Vorn lo interrumpe mientras el hipogrifo desciende.

—No te emociones, hermano. Solo fue buena coordinación. ¡Mira! Ahí está tu caballito blanco. Corre a tu templo.

Ambos bajan. Samael se acerca a su corcel, pero se detiene.

—Fallamos… No descubrí nada útil. El chamán escapó. El ritual continúa. Solo vi terror y magia oscura.

Vorn sonríe con arrogancia y levanta el libro robado.

—Habla por ti. Yo no fallé. ¿Ves esto? Rúnico, antiguo… maldito. Perfecto para vender… o para entender qué carajo planea ese maldito brujo.

Samael, indignado, se abalanza con rapidez y lanza un puñetazo directo al rostro de Vorn.

¡PAF!

Vorn retrocede, tambaleándose, pero lejos de enfadarse… ríe.

—¡Jajaja! Eres el primero que me golpea, Samael… Y mira que lo hiciste bien. Tienes espíritu. Me gusta eso.

—No es personal —dice Samael, respirando profundo—. Es mi deber… servir a la Luz. No puedo confiar en un asesino.

Vorn, limpiándose la sangre del labio, cambia su tono. Se vuelve más serio.

—Entonces escúchame bien, hijo del Sol. Yo tampoco confío en cualquiera… pero tú peleaste a mi lado sin dudar. Podríamos habernos matado, y no lo hicimos. Eso ya dice mucho.

—¿Y qué propones? —pregunta Samael, mirando el horizonte con los primeros rayos del amanecer.

—Un trato —dice Vorn, guardando el libro—. Nos necesitamos. Esa cosa allá dentro… ese chamán… lo que sea que esté haciendo, es grande. Más grande que tú, o yo. Si unimos fuerzas, quizás podamos frenarlo. Tú por tu Luz, yo por mis propios motivos.

—¿Y cómo sé que no me traicionarás cuando te convenga? —responde Samael, desconfiado.

—Porque, a diferencia de muchos de los tuyos —responde Vorn con gravedad—, yo tengo códigos. No juro lealtades vacías, pero cuando doy mi palabra… se mantiene. Además… estoy empezando a pensar que salvar el mundo puede ser más emocionante que solo llenarme los bolsillos.

Samael guarda silencio por un instante. Luego asiente, aunque aún con recelo.

—Entonces que así sea, Vorn. Pero recuerda esto: si me traicionas…

—Lo sé, lo sé —interrumpe Vorn, girando con media sonrisa—. El martillo irá a mi cabeza y tu Luz me quemará el alma. Pero no te preocupes, Samael… aún no es el momento de que uno de nosotros muera.

—Quizás —responde Samael, montando su corcel—. Pero tampoco sé si sobreviviremos a lo que viene…

Ambos cabalgan en direcciones opuestas… pero sus caminos volverán a cruzarse. La guerra ha comenzado.

1
César Vicentín
samael y 3 más
Martha Bernal
muy buena obra, solamente porque eso de: ya no hay más. que significa?
leonel saucedo
imaginen esta historia como adaptación a una serie... goty
piscu 12
que increíble historia.
sigan así /CoolGuy/
César Vicentín
una verdadera obra literaria
César Vicentín
exelente obra literaria, muy buen desarrollo de historia espero más
alexandra Monzon
Increíble historia, espero con muchas ansias muchos capítulos más/Proud//Smile/
alexandra Monzon
Excelente/Ok/
me encanta!!!
leonel saucedo
Veo mucho potencial en esta historia. ¡Muchos éxitos!
piscu 12
10 / 10
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