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"¿Qué pasa cuando la fachada de galán encantador se transforma en un infierno de maltrato y abuso? Karina Sotomayor, una joven hermosa y fuerte, creció en un hogar tóxico donde el machismo y el maltrato doméstico eran la norma. Su padre, un hombre controlador y abusivo, le exige que se case con Juan Diego Morales, un hombre adinerado y atractivo que parece ser el príncipe encantador perfecto. Pero detrás de su fachada de galán, Juan Diego es un lobo vestido de oveja que hará de la vida de Karina un verdadero infierno.
Después de años de maltrato y sufrimiento, Karina encuentra la oportunidad de escapar y huir de su pasado. Con la ayuda de un desconocido que se convierte en su ángel guardián y salvavidas, Karina comienza un nuevo capítulo en su vida. Acompáñame en este viaje de dolor, resiliencia y nuevas oportunidades donde nuestra protagonista renacerá como el ave fénix.
¿Será capaz Karina de superar su pasado y encontrar el amor y la felicidad que merece?...
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control emocional...
Karina sentía que su corazón se le iba a salir del pecho. Estaba asustada y temía por la integridad de Juan Diego. Su mirada recorría nerviosamente la habitación, buscando alguna señal de peligro.
Mientras tanto, Juan Diego celebraba su gran hazaña. Sabía que después de que la pelirroja lo viera como un héroe, tendría mucho terreno ganado con ella. Que ella aceptara ser su novia era solo cuestión de tiempo.
Mirando su reloj, decidió esperar un rato prudente para ir hasta la habitación donde estaba Karina. Antes de que los hombres se fueran, les pidió que le dieran unos cuantos golpes para hacer creíble la escena.
Karina, cariño, soy yo. Ábreme — dijo tocando suavemente la puerta.
Karina abrió rápidamente y, al ver a Juan Diego lastimado, se preocupó.
— ¿Qué ocurrió? — preguntó, su voz llena de inquietud.
— Cariño, eran unos ladrones. No sé cómo entraron. Tendré que cambiar el personal de seguridad. ¿Pero tú estás bien? — preguntó él, fingiendo preocupación.
— Sí, estoy bien. Vamos a curarte esa herida. ¿Pero qué pasó con esos hombres? ¿Llamaste a la policía? — preguntó Karina, mientras lo guiaba hacia un botiquín de primeros auxilios.
— No te preocupes por esos imbéciles. Ya me encargué — dijo Juan Diego, sonriendo.
Karina empezó a hacerle curación, y él se estremeció al sentir las delicadas manos de Karina sobre su rostro. Su mirada se encontró con la de ella, y por un momento, se sintió atrapado en sus ojos.
Sin que ella lo viera venir, Juan Diego se acercó a ella y la besó. Karina se sintió extraña, además de que no sabía besar. Juan Diego se sintió complacido; notar la inexperiencia de la joven alimentaba su ego y el deseo de convertirla en algo de su propiedad.
La habitación se quedó en silencio, solo interrumpido por el sonido de sus respiraciones. Karina se sintió confundida, sin saber qué hacer. Juan Diego, por otro lado, sabía exactamente qué quería: poseer a Karina, en cuerpo y alma.
El egocéntrico hombre lentamente se adueñaría de Karina, no solo de sus besos, su cuerpo, sino también de su voluntad.
— Debo irme, mis padres deben estar preocupados — dijo ella, rompiendo el incómodo silencio.
Juan Diego la miraba de una forma que ella sentía como si él la atravesara.
— Te llevaré, cariño. ¿Pero aún no me has dicho qué piensas de mi propuesta? — preguntó él.
Karina lo miró y dijo:
— Déjame pensarlo un poco.
— Está bien, te daré tiempo — dijo él, sonriendo.
Luego se puso en pie, la tomó de la mano y salieron del penthouse rumbo a la gala.
Durante el camino, Karina no dijo nada. Se sentía extraña. Ella nunca había tenido novio y no sabía qué debía sentir para poder aceptar una propuesta como esa. Su madre tampoco le había hablado del tema, así que ella se sentía insegura.
— ¿Te pasa algo, cariño? Te noto preocupada — preguntó Juan Diego.
— Me quedé pensando en los hombres que te atacaron. ¿Qué tal si lo vuelven a hacer? — mintió ella para no hablar de su verdadera preocupación.
— Me encanta que te preocupes por mí, mi pelirroja preciosa — dijo, acariciando suavemente su rostro.
Karina no dijo nada. Esperó a que él se bajara y abriera la puerta para entrar de nuevo a la gala. Obviamente, Juan Diego aprovecharía para que lo vieran del brazo de la hermosa joven. Así que, como todo un galán, le ofreció su brazo. Pero ella no lo tomó, y eso ofendió al magnate.
— Tranquilo, Juan Diego. Ya tendrás oportunidad para enseñarle modales — dijo alguien, intentando calmar la situación.
La presión de su familia, por pedido de Fernando, la llevó a aceptar el noviazgo con Juan Diego. El hombre estaba en plan de conquista, así que aún no mostraría su verdadera cara. Se encargó de volverse casi tan necesario como el aire para Karina.
Hizo tan bien su trabajo que Karina le entregó lentamente su corazón. Juan Diego la llenaba de detalles costosos y hacía que ella se sintiera importante en su vida. Poco a poco fue controlando su forma de vestir y de hablar. De por sí, Karina era una mujer solitaria por la crianza que había tenido, algo que beneficiaba al narcisista Juan Diego.
— Cariño, paso por ti esta tarde. Necesito que veas el apartamento que ocuparás de ahora en adelante. Vamos y lo vemos, y mañana mismo te mudas — dijo Juan Diego por teléfono.
— ¿Mudarme? ¿Apartamento? Cielo, no entiendo. Tú y yo no habíamos hablado nada de eso — dijo Karina, sorprendida.
— Cariño, recuerdas que te dije que te quería tener cerca. Además, así te vas acostumbrando para cuando nos casemos — dijo Juan Diego.
Karina no sabía cómo decirle que ella no estaba lista para mudarse y mucho menos para casarse. No llevaban ni dos meses de noviazgo, era muy apresurado.
— Sigues ahí, cariño? — preguntó él, al notar el silencio del otro lado de la línea.
— Cielo, es que hoy no puedo. Tengo una ponencia muy importante en la universidad. Además, creo que lo del apartamento lo podemos ver cuando regreses de tu viaje — dijo Karina.
— Perfecto, Karina. Se perfectamente que entre tus prioridades, yo estoy de último en la lista. Hablamos después del viaje — dijo Juan Diego, enojado.
Cortó la llamada, dejando a Karina con una sensación de inquietud.
El egocéntrico hombre lentamente se adueñaría de Karina, no solo de sus besos, su cuerpo, sino también de su voluntad.
— Debo irme, mis padres deben estar preocupados — dijo ella, rompiendo el incómodo silencio.
Juan Diego la miraba de una forma que ella sentía como si él la atravesara.
— Te llevaré, cariño. ¿Pero aún no me has dicho qué piensas de mi propuesta? — preguntó él.
Karina lo miró y dijo:
— Déjame pensarlo un poco.
— Está bien, te daré tiempo — dijo él, sonriendo.
Luego se puso en pie, la tomó de la mano y salieron del penthouse rumbo a la gala.
Durante el camino, Karina no dijo nada. Se sentía extraña. Ella nunca había tenido novio y no sabía qué debía sentir para poder aceptar una propuesta como esa. Su madre tampoco le había hablado del tema, así que ella se sentía insegura.
— ¿Te pasa algo, cariño? Te noto preocupada — preguntó Juan Diego.
— Me quedé pensando en los hombres que te atacaron. ¿Qué tal si lo vuelven a hacer? — mintió ella para no hablar de su verdadera preocupación.
Juan Diego sonrió complacido.
— Me encanta que te preocupes por mí, mi pelirroja preciosa — dijo, acariciando suavemente su rostro.
Karina no dijo nada. Esperó a que él se bajara y abriera la puerta para entrar de nuevo a la gala. Obviamente, Juan Diego aprovecharía para que lo vieran del brazo de la hermosa joven. Así que, como todo un galán, le ofreció su brazo. Pero ella no lo tomó, y eso ofendió al magnate.
— Tranquilo, Juan Diego. Ya tendrás oportunidad para enseñarle modales — dijo alguien, intentando calmar la situación.
La presión de su familia, por pedido de Fernando, la llevó a aceptar el noviazgo con Juan Diego. El hombre estaba en plan de conquista, así que aún no mostraría su verdadera cara. Se encargó de volverse casi tan necesario como el aire para Karina.
Hizo tan bien su trabajo que Karina le entregó lentamente su corazón. Juan Diego la llenaba de detalles costosos y hacía que ella se sintiera importante en su vida. Poco a poco fue controlando su forma de vestir y de hablar. De por sí, Karina era una mujer solitaria por la crianza que había tenido, algo que beneficiaba al narcisista Juan Diego.
— Cariño, paso por ti esta tarde. Necesito que veas el apartamento que ocuparás de ahora en adelante. Vamos y lo vemos, y mañana mismo te mudas — dijo Juan Diego por teléfono.
— ¿Mudarme? ¿Apartamento? Cielo, no entiendo. Tú y yo no habíamos hablado nada de eso — dijo Karina, sorprendida.
— Cariño, recuerdas que te dije que te quería tener cerca. Además, así te vas acostumbrando para cuando nos casemos — dijo Juan Diego.
Karina no sabía cómo decirle que ella no estaba lista para mudarse y mucho menos para casarse. No llevaban ni dos meses de noviazgo, era muy apresurado.
— Sigues ahí, cariño? — preguntó él, al notar el silencio del otro lado de la línea.
— Cielo, es que hoy no puedo. Tengo una ponencia muy importante en la universidad. Además, creo que lo del apartamento lo podemos ver cuando regreses de tu viaje — dijo Karina.
— Perfecto, Karina. Se perfectamente que entre tus prioridades, yo estoy de último en la lista. Hablamos después del viaje — dijo Juan Diego, enojado.
Cortó la llamada, dejando a Karina con una sensación de inquietud.
Durante días, fue del mismo modo. Por más que lo llamara o le enviara mensajes, no obtenía respuesta. La situación le generaba angustia, ansiedad y hasta pánico. Karina se había vuelto dependiente de él emocionalmente sin darse cuenta.
Preocupada por la actitud de Juan Diego, ella decidió ir a buscarlo a su compañía, a su penthouse, al club que él frecuentaba, pero él se negaba a verla. Esa era su forma de manipular la situación a su favor. En solo dos meses, había usado todas las herramientas de manipulación emocional, al punto que ella sintiera que no podría estar sin él.
Mientras Karina lo buscaba desesperada, él se regodeaba de su sufrimiento. Juan Diego era un hombre con un perfil psicológico de narcisista, que se alimentaba del poder y el control sobre los demás. Su objetivo era hacer que Karina se sintiera indefensa y dependiente de él, para así poder manipularla a su antojo.
Karina, por otro lado, al haber crecido en un hogar disfuncional, donde su padre maltrataba y manipulaba a su madre a su antojo. Su madre, sumisa y dependiente, no supo cómo proteger a su hija de la toxicidad que la rodeaba Como resultado, Karina había desarrollado una baja autoestima y una tendencia a buscar la aprobación y el amor en los demás, incluso si eso significaba sacrificar su propia felicidad y autonomía.
Karina creía que la violencia era solo física y verbal, la que prácticaba su padre, sin saber que Juan Diego era mucho más violento, cruel y despiadado que su padre, lentamente la estaba envolviendo en sus redes, y para cuando ella abra los ojos puede ser demasiado tarde...