Arabela, una joven tranquila, vive su adolescencia como una etapa de experiencias intensas e indescifrables.
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CAP 6. NO TE AVERGÜENCES
Sonó la chicharra y volví al salón.
— ¿Dónde estabas? Ya pasaron 5 minutos, Arabela —preguntó la maestra de inglés.
—Estaba en el baño.
—¿Segura que en el baño?
—Estaba con el novio —alguien quería meterme en problemas.
—No creo, Arabela es rarita —comentó Carlos, la mayoría del salón se rio.
—A ver —la maestra agitó la mano—. ¿Qué quieres decir compañero.
—¿Que no es obvio maestra?, le gustan las mujeres.
De nuevo el estruendo de las risas inundaron el aula.
—Silencio —ordenó a la maestra.
Claudia me miró abrumada sin saber cómo ayudarme.
—Y ¿tú qué sabes? —le respondí a Carlos.
—Te escuché decírselo a Claudia en el receso —me miró burlón, luego se dirigió a la maestra—. Creo que son novias.
—¡Uh! —se escuchó la bulla.
El cuello de Rebeca giró tan rápido hacia mí como su electricidad se lo permitió.
—A ver, apunten el ejercicio de hoy —la maestra comenzó a deslizar el gis sobre la superficie verde, produciendo ligeros golpecitos entre un material y otro.
Al terminar la clase, la maestra me pidió quedarme. Claudia me lanzó una mirada fugaz antes de salir del salón. Toda la clase ya se había ido. Me quedé parada enfrente de las bancas esperando sermón.
La maestra se levantó de su silla y me tomó del brazo.
—Ven, siéntate —me invitó. Nos quedamos en dos pupitres.
—¿Cómo estás? —preguntó. Me le quedé viendo sin saber qué hacer.
—Sé que puede parecer extraño que me acerque a ti, cuando antes no lo había intentado, pero ...—se quedó pensando.
—¿Qué es esto?
—¿Qué? —me miró sin entender.
—¿Qué quiere de mí? —pregunté molesta—. ¿Usted también quiere burlarse?, porque tiene razón, antes ni siquiera le interesaba si participaba en su clase.
—Claro que me interesa— expulsó aire—. Las adultas tenemos muchas cosas en la cabeza.
—Yo también.
—Está bien, está bien, no me gustaría que te pongas a la defensiva —acomodó su postura—. ¿Arabela, es cierto lo que dijo tu compañero?
Parpadeé y empuje mi labio hacia arriba.
—Entiendo —dijo.
—¿Qué entiende?, porque yo no lo hago, no sé qué me está pasando y por qué se burlan.
Exhalo.
—No hay nada malo en nosotras.
Mi atención fue toda suya.
—¿Usted, también?
Ella asintió lento.
—Estamos en los 2000, las personas no están preparadas para aceptar algo que siempre ha sido, pero se han encargado de ocultar y no, Arabela, no debemos hacerlo. Aunque no lo parezca, nacer así también tiene sus momentos felices, sí, el camino suele ser duro, pero eso no debe ser razón suficiente para que te unas al club de los que rechazan todo de ti solo porque no lo entiende. No te vuelvas ellos, solo sé tú misma. Créeme que no te arrepentirás de ser una mujer que ama a otra mujer, con el paso del tiempo se vuelve un suceso hermoso de experimentar, no te prives de ello solo por el que dirán.
—¿Usted ha besado una mujer? —pregunté curiosa alzando las cejas.
La maestra me puso la mano en el hombro y alzó una de sus comisuras de la boca.
—Vivo con una desde hace 10 años.
Abrir la boca de forma automática.
Ella se rio.
—Y ¿no tuvo miedo?
Asintió.
—Lo tuve como lo tienen todas las demás personas aunque sea por otros motivos. Pero eso no me detuvo, quería estar con ella y no dejaría que la gente me hiciera vivir mi vida a su manera. Por eso, Arabela, me acerqué a ti, porque me di cuenta de tu temor. Yo también estuve en tu lugar tiempo atrás, una época en donde la palabra lesbiana era sumamente castigada. Aún existe ese estigma, pero se necesita luchar contra lo que te impide ser feliz para cambiar las cosas, la recompensa es tan satisfactoria que te olvidas de las burlas y habladurías y de todo lo que no te permite ser cuando estás con la persona indicada.
—¿Pero si es una mujer?
—¿Qué es lo que luego se preguntan en el chismógrafo?
—No sé, muchas cosas.
—¿Qué es lo que te gusta de una persona?
—¡Ah!
—¿Qué es lo que suele responder?
—No sé, su carácter, su risa, si es bromista o enojona, amigable o seria.
—Si dejamos de pensar en el sexo de la persona, eso es lo que queda, nos fijamos en cómo nos trata, cómo nos hace sentir y si el resultado es positivo, si sentimos que estamos en el lugar correcto, ¿para qué buscar más? Arabela, jamás te avergüences de quién eres.
Le sonreí tímida.
—Cualquier cosa que necesites, aquí estoy para escucharte.
—Gracias.
La maestra Mariana apretó mi hombro con delicadeza, luego se levantó.
—Ya puedes irte, eres libre.
"Eres libre", esas palabras se me quedaron grabadas en lo más profundo de mi existencia. La maestra se refería a que me podía ir a casa, pero algo en mí transformó su mensaje en una señal para entender mi propia identidad.