Me Recordarás

Me había logrado poner algo acordé para la funeraria antes de salir del hospital, al llegar Cristian me ayudó a entrar, luego se fue a esperarnos en la sala mientras Samara y yo entrabamos al cuarto frío a ver a Salomón y podernos despedir por última vez.

  - sigan por este lado por favor -- nos dijo la encargada de preparar el cuerpo.

Mi hija la siguió mientras empujaba la silla de ruedas, abrieron las puertas y el frío de la habitación se calo por nuestros huesos hasta hacernos tiritar, la mujer siguió caminando hasta el fondo del lugar, luego se paró frente a un ataúd blanco, del tamaño perfecto para nuestro hijo, mi corazón comenzó a latir con fuerza y sentí que mi alma quería abandonar mi cuerpo, pude sentir el recorrido que hacía la sangre por mis venas y parecía que el corazón se quería salir por mis oídos, observé las manos de Samara, como empuñaba con fuerza sus manos en el mango de empuje de la silla de ruedas, pude percibir el temblor en su cuerpo, aún así acercó lentamente la silla al ataúd.

  - mamá, te voy a sostener para poderte levantar -- me dijo con la voz quebrada y como un intento por parecer fuerte.

Yo me apoyé en ella y logré levantarme sobre el pie bueno, la chica de la funeraria nos veía con lastima, pero mantuvo su compostura profesional.

  - cuando ustedes me indiquen levantaré la tapa--nos dijo.

  - puedes hacerlo ya-- le contesté.

Sentí eternos esos segundos en que aquella mujer quitaba el seguro y levantaba la tapa de ataúd, cuando por fin estuvo abierto abrí mis ojos lentamente, sentí a Samara temblar a mi lado, pero haciendo fuerza para no soltarme, pose mi vista en el cuerpo de mi niño que parecía estar dormido, aunque estaba un poco hinchado se veía muy lindo.

Se que no debemos romantizar la muerte, porque es algo inevitablemente doloroso y cruel, pero por mi salud mental quiero verle el lado lindo, y en este caso, es pensar que mi hijo, mi pequeño Salomón cayó en un sueño eterno, en ese sueño que espero, en algunos años acompañarlo, mi corazón no podía sentir más dolor por qué sencillamente dejé de sentirlo, el llanto se hizo presente, los gritos también y la sensación de culpa invadió mi ser, si solo me hubiese negado uno poco más a subirnos en esa lancha aquel día, habría evitado todo esto, fue imposible controlar este dolor, pero ver a Samara a mi lado presenciando está escena y ver el sufrimiento en ella me hizo tranquilizarme un poco, tenía que ser fuerte por ella.

Le pedí a mi hija abrir mi bolso, de allí saqué el Iron Man de Salomón, su juguete favorito, le había pedido a Samara que lo trajera, los policías le habían entregado las pertenencias que habiamos dejado en el hotel, lo tomé en mis manos y le pedí a la chica que me abriera el féretro, ella dudo un momento pero finalmente accedió, acomodé cuidadosamente el juguete en las manos de mi niño y sentí como su lo hubiese agarrado, en mis labios se dibujo una leve sonrisa ante la sensación, antes de volver a cerrar el cajón acaricie su manito por última vez.

Mi hija me ayudó a sentarme de nuevo en la silla de ruedas, mientras la encargada cerraba bien el ataúd.

  - por favor sella muy bien la tapa, no queremos que nadie más lo vea -- dije.

  - si señora, le voy a poner un seguro-- me respondió.

  - Gracias, nosotras saldremos primero-- agregó mi hija.

  - claro que sí, en quince minutos pasaremos el ataúd a la sala de velación, a ustedes les corresponde el número 5-- nos informó.

Nosotras salimos y fuimos a buscar a Cristian que aún estaba en la sala de espera, en cuanto nos vio se puso de pie y ayudó a mi hija a empujar la silla de ruedas, Samara le indico la sala que nos correspondía, el me llevó hasta allá, me hice a un costado del altar donde pondrían el ataúd y ahí me quedé en silencio hasta que los encargados lo trajeron y lo ubicaron.

Paulatinamente fueron llegando conocidos y amigos de la familia, daban el pésame e iban abandonando el lugar, como no hubo drama ni nada que alimentara el morbo que normalmente buscan en un velorio, simplemente se tomaban un café o un te y se marchaban del lugar, yo estaba muy agradecida por eso, no quería hablar con nadie.

Había estado todo tan calmado que no recordé a la familia de Felipe, aún así no quise perturbar mi existencia al pensar en ellos, pero como si mi mente tuviera un imán se hicieron presentes en el salón por arte de magia, la odiosa de Margarita, su hermana llego con ínfulas de superioridad, viendo a todos por encima del hombro, ni una pizca de tristeza se reflejaba en esa mirada fría y lúgubre que siempre la acompañaba, se acercó a mi con cautela, mi hija se iba a hacer a mi lado, pero yo le hice una seña para que se quedara en ese lugar.

  - hola querida cuñada-- puso una mano sobre el ataúd -- porque no dejaste que viéramos a tu "hombre de gran sabiduría"(significado de Salomón)-- dijo con ironía.

  - ya lo vimos los que teníamos que verlo, los demás son simplemente personas del común -- dije con contundencia, ella sonrió con desdén.

  - No seas ridícula, el es nuestro sobrino, por derecho teníamos que verlo-- insistió.

  - eso no les da derecho de nada, y les voy a pedir amablemente que si no se van a comportar es mejor que se den media vuelta y se vayan de este lugar, esto no es un campo de batalla, es un funeral y es que está en ese cajón es mi hijo, así que pido respeto -- finalice.

  - ya escucharon a la señora Ana, ustedes deciden, se quedan en calma o mando a llamar a mis guardaespaldas para que les indique dónde queda la salida -- intervino Cristian, las otras dos hermanas de Felipe que venían con ellas simplemente guardaron silencio y se sentaron a un costado.