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Dominio

Dominio

Status: Terminada
Genre:Yaoi / Doctor / Amor eterno
Popularitas:920
Nilai: 5
nombre de autor: Moxonligh

Ethan ya lo había perdido casi todo: sus pacientes, su reputación y la fe en la gente. Todo por una acusación que jura era mentira. Cuando aceptaron mantenerlo en la clínica bajo una condición —tratar a un paciente que nadie más quería—, tragó su orgullo y aceptó. El nombre en el expediente: Kael Drummond.
Luchador profesional. Incontrolable. Violento. Y con el hombro izquierdo casi inutilizable.
Kael no confía en nadie. Creció quebrando a otros antes de que lo quebraran a él. Su cuerpo es su arma, y ahora le está fallando. Lo último que quiere es un terapeuta metiéndose en sus límites.
Pero entre sesiones forzadas, provocaciones silenciosas y cicatrices que no son solo óseas, Ethan y Kael se enfrentan… y se reconocen. El dolor es todo lo que conocen. Quizás también sea donde empiecen a sentir algo que nunca habían tenido: cariño.

NovelToon tiene autorización de Moxonligh para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 24

[Terraza del apartamento, el sol se desvanece]

Kael estaba apoyado en el hombro de Ethan, con la taza vacía entre los dedos. La brisa soplaba leve, trayendo ese aire de fin de domingo: cálido, silencioso, un poco melancólico. La ciudad comenzaba a encender sus luces. Dentro del apartamento, solo la lámpara de la sala estaba encendida, creando sombras suaves en las paredes.

—El cielo está bonito —dijo Kael de repente—. Pero ni se acerca a cómo me miras cuando crees que no estoy viendo.

Ethan sonrió, tirando de su mano despacio.

—¿Y cómo te miro?

—Como si no fuera una cicatriz andante.

—No lo eres. Eres la piel que aún siente, incluso después de todo.

Kael giró el rostro despacio, pegando la frente a la de Ethan.

—Me miras como quien tiene miedo de perderme. Pero también como quien sabe exactamente dónde encontrarme.

—Porque te encontré donde nadie más tuvo el valor de buscar.

Se quedaron así. Frente con frente. Respiración sincronizada. Corazón al mismo compás.

[Sala, 20h18 | La intimidad que no necesita prisa]

Volvieron a la sala. Kael puso un vinilo antiguo a tocar —jazz instrumental, sonido leve, flotando en el aire. Ethan encendió una vela en el rincón. La luz era cálida, baja. La noche, en fin, se instalaba.

Kael se sentó en el suelo, apoyado en el sofá. Ethan se acostó al lado, con la cabeza en su regazo.

—Cuéntame algo tuyo que nadie sepa —pidió Kael, pasando los dedos por el cabello de Ethan.

—Tengo miedo a las alturas. Pero nunca se lo conté a nadie porque parece bobo. Tipo... “¿Cómo puedes tener miedo a las alturas y aún tener valor para lidiar con gente rota?”

—Miedo bobo no existe. Solo miedo guardado.

—Entonces ahora cuéntame tú.

Kael pensó. Después dijo, bajito:

—Cuando era más joven, pensaba que si alguien me veía llorar... perdía el derecho a ser respetado. Entonces me encerraba en el baño, abría el grifo y lloraba con la cabeza debajo del agua.

Ethan se levantó, se arrodilló frente a él.

—¿Y hoy?

—Hoy... solo quiero llorar aquí —apuntó al hombro de Ethan—. Porque es el único lugar donde no me siento equivocado por sentir.

Ethan se acercó, pegando el rostro al suyo.

—Puedes llorar. Puedes reír. Puedes quedarte mudo. Yo me quedaré. Entero. Por ti.

Kael cerró los ojos.

Una lágrima cayó.

Pero fue leve. Fue suelta.

[Habitación, 21h36 | El amor quieto que se acuesta entre dos cuerpos]

La habitación estaba con la luz amarilla encendida, cortina entreabierta. La luna entraba despacio por la rendija. Kael se sentó en el borde de la cama, moviendo los dedos.

Ethan vino por detrás, pasó los brazos por su cintura, pegó el pecho a su espalda.

—¿Puedo estar cerca hoy?

Kael respondió sin girar:

—Quédate donde quieras. Pero hoy... quédate conmigo, no a mi lado.

Ethan entendió.

Se acostó con Kael en el centro de la cama. De frente el uno al otro. Ningún gesto era apresurado. Ninguna intención venía con prisa.

La boca de Ethan mal tuvo tiempo de abrirse antes de que Kael lo besara con brutalidad. Un beso mojado, intenso, desesperado. Como si hubiera pasado todo el día con ese deseo quemando por dentro. Y tal vez lo hubiera hecho.

Ethan pasó los dedos por su vientre, después por el pecho. Besó el hombro. El cuello. La comisura de la boca.

Kael suspiró.

—Me tocas diferente a todo el mundo.

—Porque no quiero hacerte sentir algo. Quiero recordarte quién eres.

—¿Te haces idea de lo que pasé todo el día imaginando? —Kael susurró contra su boca, los dedos ya deslizándose por la cintura, tirándolo hacia más cerca, pegando las caderas.

Ethan sonrió con malicia, la mirada brillando.

—Quiero ver si consigues hacerlo mejor de lo que imaginaste.

Fue como encender una cerilla en medio de un barril de pólvora.

Sus cuerpos ya chocando con fuerza. Besaba el cuello de Ethan con mordiscos que dejaban marcas, la lengua jugando con la piel sensible mientras las manos descendían por su espalda hasta apretar el trasero con ganas.

—Joder... me vuelves loco —Kael jadeaba, la respiración caliente contra la nuca de Ethan—. Lo sabes, ¿verdad?

Ethan echó la cabeza hacia atrás, gimiendo cuando Kael comenzó a simular movimientos con las caderas, la fricción entre los dos haciéndose más fuerte, más directa, más peligrosa.

Las ropas fueron arrancadas entre besos y tirones. Camisetas rasgadas, cinturones deshechos a las prisas, zapatos olvidados por el camino. En pocos minutos, estaban desnudos, sudados, hambrientos. No había urgencia. Era deseo, sí. Pero más que eso: era refugio. Era confianza. Era el cuerpo diciendo:

“Puedes descansar en mí”.

Respiración contra respiración.

Kael murmuró, entre un suspiro y otro:

—Quédate conmigo hasta que el mundo vuelva.

Ethan respondió:

—E incluso cuando vuelva... aún voy a estar aquí.

Kael se acostó encima de Ethan, los cuerpos deslizándose juntos como si ya estuvieran hechos para encajar de ese modo. Las bocas no paraban. Se besaban con lengua, con dientes, con hambre. Y las manos... las manos estaban en todos los lugares al mismo tiempo.

Ethan gemía alto, sin vergüenza, sin pudor. Pedía más. Pedía con el cuerpo.

Kael descendió por su pecho, besando, mordiendo, chupando los pezones, provocando escalofríos. Después siguió por el vientre, dejando un rastro de saliva y calor, hasta envolver a Ethan con la boca una vez más.

Ethan gritó. Agarró las sábanas. Y empujó las caderas contra la boca de Kael, queriendo más, pidiendo más.

—Kael... tu boca.... continúa...

Kael lo miró con los ojos oscuros de deseo, el rostro sucio de saliva.

—Quiero verte perder el control hoy.

E hizo exactamente eso.

Lo preparó con calma, pero con firmeza. Entre besos y gemidos, Ethan ya imploraba ser tomado. Y cuando Kael entró, ya con la piel pegada, la boca en su oreja, la respiración caliente diciendo bajito “ahora es solo mío”, Ethan se deshizo entero.

Kael se movía con fuerza. Rítmico. Profundo. Cada estocada hacía la cama crujir. Ethan gemía alto, el cuerpo sudado, las piernas enlazadas en su cintura, las manos clavadas en la espalda.

—Ve más profundo... Kael... —pedía, la voz ronca de placer.

—¿Así? —Kael respondía, acelerando, golpeando las caderas contra él con más fuerza—. ¿Es eso lo que quieres? ¿Sentirme entero dentro de ti?

Ethan solo conseguía gemir de vuelta.

La habitación se convirtió en un campo de deseo: gemidos, respiración pesada, sudor escurriendo, los cuerpos chocando con hambre. Kael lo giraba de lado, montaba por detrás, agarraba, mordía los hombros, decía cosas cariñosas al mismo tiempo. Era intensidad y amor en una mezcla peligrosa, insaciable.

El orgasmo llegó como una explosión. Ethan gozó gimiendo su nombre, el cuerpo temblando entero, el rostro pegado en las almohadas. Kael vino enseguida, hundiendo más una vez y gimiendo ronco en su oído mientras gozaba dentro de él con fuerza, con placer total.

Después de eso, aún quedaron jadeantes, pegados, los cuerpos sudados, cansados, pero sonriendo.

Acostados, desnudos, cubiertos hasta la cintura. El pecho de Kael subía y bajaba despacio. Ethan dibujaba círculos invisibles en su espalda.

Ninguno de los dos hablaba. Pero el silencio estaba lleno. De presencia. De paz. De verdad.

Kael giró el rostro, apoyando la nariz en la barbilla de Ethan.

—Segunda vez y ya parece que mi cuerpo sabe el camino del tuyo —Ethan murmuró, girando de frente.

Kael rió, tirándolo para un beso lento, lamiendo sus labios como si aún no hubiera terminado.

—Y nosotros solo estamos comenzando.

—Pensé que nunca iba a conseguir entregarme sin miedo.

—Y lo conseguiste.

—Lo conseguí porque eras tú.

Kael besó su frente.

—Y yo voy a continuar siéndolo.

Kael cerró los ojos.

Y, por primera vez en mucho tiempo... durmió entero.

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