El joven de sangre pura había sido encontrado por el gran gobernante, Theo. Noah Everhart nunca podría escapar de su destino.
Encerrado en la imponente presencia de Theo Langston, su cuerpo tembló involuntariamente cuando el aire se impregnó con el embriagador aroma de sus propias feromonas. El Alfa frente a él sonrió con satisfacción, sus ojos ámbar brillando con un peligroso fulgor depredador.
—No tiene sentido correr, Noah —murmuró Theo, su voz profunda y envolvente—. Ya eres mío.
Los latidos de Noah se aceleraron. No... no hay escapatoria.
.
.
.
.
📌 BL / Omegaverse (Chico x Chico)
📌 Embarazo Masculino
📌 ¿Kitsunes?
📌 Fantasía BL
NovelToon tiene autorización de Abel Torres para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 23
—¿De dónde vienes? —preguntó Noah, con el ceño ligeramente fruncido.
Theo se puso nervioso al escuchar esa pregunta. Un leve temblor recorrió sus dedos, y bajó la mirada, sin saber exactamente cómo responder sin delatar su ansiedad. El ambiente se volvió tenso, cargado de una energía que a todos incomodó… al menos, hasta que Rafael intervino.
El espíritu desvió con astucia la atención de todos hacia la ensalada de frutas que habían estado preparando, la favorita de Noah. Su voz alegre y relajada rompió la tensión de la estancia, permitiéndole a Theo respirar con algo de alivio.
Exhaló lentamente, sintiendo cómo la presión en su pecho disminuía un poco… pero no del todo.
.
.
.
La cena transcurrió con una aparente calma. Al terminar, Eiran y Daiki se despidieron cortésmente para marcharse. Rafael agradecido por el trato amable que Eiran le había dado, los acompañó personalmente hasta la salida, deseándoles buen viaje.
Mientras tanto, en la terraza de la casa, la calma de la noche era engañosa. Noah, no tardó en clavar los ojos en su esposo. Ya no había distracciones, ni familia presente… solo ellos dos y el peso del silencio.
—¿De dónde venías, Theo? —repitió con voz baja pero firme, como una aguja que perfora la piel lentamente.
Desde que lo había abrazado al llegar, algo no le cuadraba. Había guardado su incomodidad durante toda la cena por respeto a su madre y su hermano, pero ahora que estaban a solas, no podía seguir fingiendo.
—Perdóname, Noah. Solo volví a la oficina un momento —dijo Theo, con un tono calmo pero contenido, como si midiera cada palabra.
—¿Por qué?
—Hubo un pequeño problema. Pero ya está resuelto —contestó sin entrar en detalles.
—¿Y entonces por qué… sentía el aroma de una mujer en tu cuerpo? —preguntó Noah, bajando la voz pero aumentando la intensidad.
Theo parpadeó, confundido al principio, pero rápidamente buscó una excusa.
—¿En serio? Ah… Ayudé a una anciana a cruzar la calle. Tal vez fue su perfume o feromona lo que se impregnó en mi ropa.
—¿De verdad? —insistió Noah, con cierta desconfianza.
—Sí, cariño. ¿Qué es lo que creías? —Theo intentó sonar tranquilo mientras rodeaba la cintura de Noah con un brazo. Su mirada era intensa, protectora, y al mismo tiempo desesperada por convencerlo. Llamó al viento con un leve movimiento de su poder innato, y el ambiente se volvió repentinamente más frío, haciendo que la piel de ambos se erizara.
Entonces, Theo liberó una de sus colas, envolviendo a Noah con ella en un gesto instintivo y posesivo, mientras lo abrazaba más fuerte.
—¡Theo! ¡Tu cola! ¿Y si un sirviente nos ve? —susurró Noah, alterado, mirando hacia los alrededores con nerviosismo.
Pero Theo no dijo nada. En lugar de responder, lo cargó en brazos con firmeza y saltó, aterrizando suavemente sobre la rama de un árbol cercano.
—¡Theo! —gritó Noah en un quejido ahogado, aferrándose con fuerza a su cuello mientras el alfa comenzaba a avanzar, de rama en rama, como una sombra ágil entre las copas de los árboles.
El viento golpeaba sus rostros mientras se adentraban más y más en el bosque Lunar, hasta que, finalmente, se detuvieron en lo más alto de un gran árbol que sobresalía del resto.
—Theo… tengo miedo —admitió Noah, aún en sus brazos, y con los ojos cerrados, sintiendo el corazón desbocado.
—Confía en mí, Noah. Abre los ojos —le pidió Theo con una voz suave pero firme.
Con lentitud, Noah obedeció… y entonces lo vio.
La luna llena colgaba del cielo como un cuadro celestial, enorme, dorada y brillante. Su luz bañaba el bosque con un resplandor casi mágico. Todo era silencioso, salvo por el murmullo de las hojas y el latido de sus corazones.
Noah sonrió suavemente ante la vista. Sus miedos no desaparecieron por completo, pero se desvanecieron un poco al sentir el calor del cuerpo de Theo. Lo abrazó con fuerza, cerrando los ojos al momento de recibir un beso suave en los labios, que él correspondió con ternura.
—Black me pidió que tomara tres días libres. Así que durante ese tiempo… nos quedaremos aquí, en el bosque Lunar.
Noah lo miró, completamente sorprendido, pero no alcanzó a decir nada antes de que Theo volviera a saltar.
¡Splah!
¡Splah!
Los sonidos del impacto de sus pies contra las ramas resonaban una y otra vez mientras descendían con destreza. Hasta que, finalmente, tocaron tierra firme.
—¡Ah! —soltó Noah con un grito contenido. Todo había sido demasiado repentino… pero dentro de él, una emoción cálida crecía sin freno.
Su desconfianza se desvanecía con cada latido y segundo que pasaba. Noah ya no le daba mente a lo que pasó hace unos momentos. En ese instante, solo pensaba en él… y Theo. Su Alfa.
El bosque Lunar estaba completamente en calma. Las luciérnagas flotaban a su alrededor como pequeños fuegos vivos, iluminando la escena con una belleza mágica y efímera.
Sentados sobre una enorme roca cubierta de musgo, Theo se acomodó detrás de Noah, y liberó todas sus colas. Solo le quedaban tres, y cada una se movía como si también respirara.
—¿Tienes frío, Noah?
—Sí… un poco.
—Entonces haré que tu cuerpo entre en calor — le susurró Theo al oído, y Noah tembló por el tono tan bajo y cargado de intención.
—¡Theo! —reclamó en un suspiro, pero el gemido que siguió desmintió su protesta.
Theo comenzó a besarle la nuca con lentitud, dejando pequeñas mordidas que hacían estremecer al Omega. Sus colas lo envolvieron como un manto de abrigo y deseo. Su aliento cálido chocaba contra la piel sensible de Noah, provocándole escalofríos.
Una y otra vez, Theo le susurró cuánto lo amaba. Que si debía dar la vida por él, lo haría sin dudarlo. Que no existía nadie más en su mundo.
Noah no respondió con palabras. Solo lo miró de reojo, con una dulzura infinita en su sonrisa, y lo besó con una devoción que solo un Omega puede entregar a su Alfa.
Theo comenzó a desnudarlo con paciencia, dejando que sus dedos recorriesen su piel lentamente, como si cada caricia fuera una promesa.
Luego de unos minutos de besos y caricias, Theo empezó a prepararlo con esmero, introduciendo uno, luego dos, y finalmente tres dedos, hasta que sintió que Noah ya estaba listo para recibirlo.
—Alfa… —gimió el Omega, arqueándose al sentir cómo la hombría de su esposo lo llenaba lentamente.
Theo comenzó a moverse despacio, con una cadencia que iba aumentando con cada suspiro que arrancaba de los labios de Noah. Los movimientos se volvieron más profundos, más intensos, hasta que ambos perdieron la noción del tiempo.
Hicieron el amor como si fuera la primera vez. Como si el mundo se acabara esa noche.
Al llegar al clímax, se abrazaron con tanta fuerza que sus cuerpos parecían fusionarse. Noah, incapaz de contener sus emociones, mordió el hombro de Theo, seguido por su pecho, dejándole una pequeña marca.
El olor de ambos se mezcló en el aire, salvaje y dulce. Feromonas puras.
Ambos respiraban con dificultad, empapados de sudor y deseo. Theo, todavía dentro de Noah, lo abrazó como si nunca quisiera dejarlo ir y, con la voz temblorosa por la emoción, le susurró una vez más al oído:
—Te amo mucho, Noah. Mucho.
....