Bajo El Rostro De La Violencia~

Damon miró a los ojos de Eiran, esos que siempre parecían esconder un mundo de secretos y emociones bajo su calma exterior, y soltó su mano con cierta reticencia. Eiran se levantó de su regazo, acomodándose con elegancia, pero Damon no tardó en ponerse de pie y, antes de que el omega pudiera alejarse, volvió a tomarlo de la muñeca.

—Nos vamos —dijo Damon con firmeza, lanzando una mirada a sus amigos. La sorpresa en sus rostros era evidente, pero nadie osó comentar nada. Era impensable que alguien como Damon Ruiz, el indomable Alfa dominante, permitiera que alguien lo controlara tan fácilmente. Sin embargo, con Eiran, las reglas siempre parecían cambiar.

Ambos salieron juntos del club. Eiran condujo el auto, dejando que el coche de Damon fuera transportado más tarde por uno de sus hombres de confianza.

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Ya en el auto, Eiran no perdió tiempo en expresar su frustración.

—¿Puedes, por favor, dejar de comportarte como un niño imprudente hasta que tu herida cicatrice? —dijo el omega, claramente molesto. Su tono era calmado, pero cargado de una autoridad que no dejaba lugar a réplicas—. No vas a sanar si sigues forzándote de esta manera. Y, para tu información, no me gusta ver cómo te haces daño.

Damon giró el rostro hacia él, observando cada pequeño gesto de enfado en su rostro. Eiran, siempre tan sereno y equilibrado, rara vez dejaba que sus emociones fueran evidentes, pero en ese momento, su preocupación era palpable.

—¿Damon? ¿Me estás escuchando? —preguntó Eiran al no obtener respuesta inmediata.

—Claro que sí, Eiran. Escucho cada palabra que dices —respondió Damon, con una leve sonrisa arrogante. Sus ojos brillaban con diversión—. Sigue regañándome, me gusta cuando lo haces.

—Hablo en serio, Damon. Esa herida no es un rasguño cualquiera. Podría infectarse si no tienes cuidado —insistió Eiran, apretando las manos en el volante para no estallar.

—No necesito preocuparme. Estás tú, y eso es suficiente para mí —replicó Damon con una confianza que bordeaba la provocación.

—La felicidad de un doctor —dijo Eiran, ignorando su comentario— es ver a su paciente sano. No me decepciones, Damon.

Damon se inclinó ligeramente hacia él, como si estuviera considerando sus palabras.

—Me recuperaré para ti, Eiran —respondió, pero su tono burlón dejó claro que estaba jugando con los nervios del omega.

Finalmente, llegaron a la mansión Ruiz. Eiran ayudó a Damon a salir del auto y lo condujo hasta su habitación.

—Sería agradable beber un poco de vino en una noche como esta —comentó Damon de repente, probando los límites de la paciencia de Eiran.

—Damon, si quieres poner a prueba mi paciencia, adelante, pero no te conviene —advirtió Eiran, tomando su muñeca con firmeza, como si estuviera tratando con un niño rebelde. Damon no pudo evitar sonreír al ver lo serio que se ponía.

Ya en la habitación, Eiran le indicó con un tono autoritario:

—Quítate la ropa. Quiero revisar tu herida.

Damon obedeció sin protestar, algo que habría sido impensable para cualquiera que lo conociera. Eiran tomó ropa limpia del armario y lo ayudó a ponérsela, asegurándose de no empeorar la lesión.

—Ahora recuéstate —ordenó Eiran mientras preparaba el botiquín.

Damon se tumbó en la cama, apoyando un brazo tras su cabeza mientras lo miraba con una mezcla de interés y diversión.

—Buen chico —murmuró Eiran al tiempo que retiraba la gasa que cubría la herida. La sangre fresca era un recordatorio de que Damon no se estaba tomando su recuperación en serio.

Con manos expertas, Eiran limpió la herida con cuidado. De vez en cuando soplaba sobre ella para aliviar la incomodidad. Damon sintió el aire frío contra su piel y no pudo evitar soltar un leve gruñido.

—No hagas eso, Eiran. Soy un alfa y sabes perfectamente lo que estás provocando —dijo Damon con voz profunda y un destello peligroso en los ojos.

Eiran ni siquiera levantó la vista. —Tu mente es demasiado sucia, Damon.

—Sí, pero solo cuando se trata de ti —respondió Damon con una sonrisa que podía derretir corazones, aunque Eiran no se dejó afectar.

—Cállate —replicó Eiran suavemente, concentrado en su trabajo.

Damon lo observaba en silencio, pero no pudo evitar preguntar:

—¿Dónde estabas antes de venir al club?

Eiran no se detuvo, pero respondió con sinceridad:

—Me encontré con un amigo en el hospital. Es el hijo del director, fuimos compañeros en la universidad.

Damon no pudo evitar sentirse aliviado por la respuesta honesta, pero el alfa dominante dentro de él no podía ignorar el ligero roce de celos.

—Estoy celoso —admitió Damon con la misma facilidad con la que respiraba.

Eiran soltó una risa ligera, claramente entretenido. —No fue una cita, Damon, y no eres mi novio. Soy libre de hacer lo que quiera.

Damon no perdió la oportunidad y respondió sin rodeos:

—Entonces sé mi novio.

Eiran levantó la mirada, sus ojos fijos en los de Damon.

—¿Y si no quiero? ¿Te enfadarías y perderías el control? —preguntó Eiran, desafiante y medio burlón.

—No. Porque, al final, estoy seguro de que te conseguiré y serás mi omega —contestó Damon con una confianza arrolladora, dejando en claro que, para él, rendirse no era una opción.

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