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Amatista

Amatista

Status: Terminada
Genre:Elección equivocada / Pareja destinada / Viaje a un mundo de fantasía / Edad media / Polos opuestos enfrentados / Bestia / Completas
Popularitas:412.5k
Nilai: 4.9
nombre de autor: thailyng nazaret bernal rangel

Segundo libro de la saga colores.

Prisionero de los campos de sal de Hilaria, O'Brian Adaleón es liberado por un hombre de negocios antes de cumplir su condena, con el fin de ofrecer trabajo como escolta de su revoltosa hija. Lo que al principio le parecerá una auténtica molestia, se convertirá en el comienzo de una hermosa historia de amor.

NovelToon tiene autorización de thailyng nazaret bernal rangel para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CONVIVIENDO JUNTOS

...ROGUINA:...

Estaba bien si no era ser la esposa del vizconde, todo era mejor que eso, incluso un cuchitril pequeño. Me sentía un poco extraña en aquel lugar, tan diferente a lo que estaba acostumbrada, pero pronto aprendería a vivir con poco o eso esperaba, lo importante es que no estaba sola.

Lejos, en aquel lugar esperaba no volver a ver el rostro de ese ser repugnante y superar todo lo malo que me había sucedido. En cuanto a mi padre, lamentaba mucho causarle la misma angustia por la que pasó cuando mi madre desapareció, pero él tenía la culpa de mi huída, esperaba que con esto entrara en razón y me valorara.

No sabía si lo volvería a ver, pero no pensaría en eso o iba a causarme más tristeza de la que había acumulado en el viaje. Estaba tan sumida en mis problemas que no tenía cabeza para nada más.

Logré bañarme, sintiéndome expuesta con solo una cortina cubriendo la bañera y el tocador.

Lo otro a lo que debía acostumbrarme era a vivir con Alfred, antes era diferente, en la mansión había espacio de sobra y otras personas, pero estábamos solos y en un espacio reducido, como una verdadera pareja.

Me sentía nerviosa de solo pensarlo, eso significaba que podía pasar cualquier cosa.

Aunque no era momento para eso, había otras prioridades, como encontrar trabajo y sobrevivir.

Hasta que tuviera suficientes ahorros para ir a Floris, había sopesado esa opción con mucho detenimiento y me decidí.

Quería marcharme del reino, muy lejos, para no ser encontrada, porque sabía que el vizconde no se cansaría de buscar y que mejor que Floris para escapar.

Alfred venía de allí, era perfecto para ser mi guía, solo faltaba ponerlo al tanto, pero estaba segura de que no pondría peros.

Me vestí con mi camisón y salí del baño improvisado.

Él tenía la ropa que iba colocarse colgando sobre el hombro y fue su turno de bañarse.

Me senté sobre la cama y peiné mi cabello, pero eso no evitó que escuchara y pudiera denotar su silueta imponente detrás de la cortina.

El sonido del agua cayendo llegó después de unos minutos.

Me concentré en peinarme mientras caminaba hacia la pequeña ventana junto a la cocina. Desde allí se veía la calle y los faroleros encendiendo los faroles.

Estaba oscureciendo tan rápido.

No había duda de que estaba lejos de casa, no había árboles en los que trepar, ni tampoco un muro por el que escapar.

Mi destino era huir siempre, como el de mi madre fue desaparecer.

— Señorita Roguina — Dijo Alfred y me limpié la pequeña lágrimas que había empezado salir de la esquina de mi ojo.

Me volví hacia él, ya estaba vestido, con una camisa holgada y unos pantalones, andaba descalzo como yo.

Al menos el suelo estaba limpio.

El dueño del edificio nos había entretenido un poco para que su esposa barriera, tratando de mejorar y ocultar que aquel lugar estuvo abandonado por mucho tiempo.

— ¿Tiene hambre? — Se estaba secando el cabello con la toalla — Puedo pedirle al casero que nos traiga comida.

Pensar en la comida hecha por un extraño que tenía malos hábitos de higiene me revolvió el estómago.

— No, no tengo hambre, solo quiero descansar.

Bajó la toalla de su cabello, dejándolo sus mechones blancos muy despeinados.

— A mí tampoco me apetece la comida del casero.

Me alejé de la ventana para volver a la cama, preguntándome porque tenía que ser tan pequeña.

— ¿Dónde prefiere dormir? ¿Del lado de la pared o el de la orilla? — Pregunté, observando de reojo.

Se encogió de hombros — Cualquiera.

Me sentía un poco incómoda.

No era la primera vez que dormíamos juntos, pero no pude percatarme de Alfred durmiendo junto a mí en ninguna de esas ocasiones. Estaba tan agotada que me dormía muy rápido y al despertar ya no lo hallaba junto a mí.

Sabía que había dormido porque el calor de su cuerpo estaba presente, pero parecía como una ilusión.

— Me gusta el de la pared — Me trepé en la cama y tomé mi lado, pero él se quedó de pie, observando por la ventana — Usted también debería descansar, mañana tendremos mucho que hacer.

Mi corazón se aceleró un poco cuando se acercó para dejarse caer en su lado.

El colchón se hundió y la cama se quejó bajo el peso.

— Espero que no tenga termitas — Suspiró, acomodándose con cuidado.

Me contuve de acercarme a su calor.

— Yo espero que no halla ningún bicho que se trepe en mí mientras duermo.

Me acosté de lado, dándole la espalda, observando hacia la pared.

Se rió — Pensé que solo le temía a las arañas.

— A todo lo que tenga más de cuatro patas.

— Entonces tendremos un grave problema, acabo de ver una cuchara caminando por la pared.

Me aparté rápidamente del lado de la pared, sintiendo su costado contra mi espalda.

Soltó una carcajada.

— Mentiroso ¿Por qué me asusta de esa forma? — Gruñí, girando mi cabeza para observarlo con expresión fulminante.

Tenía los brazos cruzados por detrás de la cabeza y me observó de reojo.

— Para eso estoy aquí, para salvarla del ataque de esas horribles y peligrosas alimañas — Se burló y resoplé.

— ¿No dejará de burlarse de mí por temerle a las alimañas? Es despiadado.

— Se ve muy tierna cuando se asusta.

Me sonrojé y volví mi vista a la pared.

El calor seguía haciendo las suyas, así que no usé las mantas, de hecho me había acostado sobre ellas.

Estaba empezando a quedarme dormida.

Alfred se movió y me tensé, abriendo mi ojos al instante cuando su cuerpo se cernió contra el mío.

Me rodeó con su brazo y su aliento rozó mi cuello, con respiraciones pesadas.

Así que estaba dormido, ésta vez fue él quien lo hizo primero.

Sonreí sin poder evitarlo y me rendí a la sensación de estar cerca de él. Se sentía una seguridad y paz que me hizo conciliar en el sueño.

...****************...

Desperté cuando un rayo de sol me dió justo en el rostro.

La ventana en la otra pared era la causante.

Me senté con el ceño fruncido. Observando a mi alrededor, sin recordar nada por un segundo, pero todo vino a mi mente y suspiré pesadamente.

Ya no estaba en la mansión, no había desayuno al despertar y debía buscarlo por mi misma. Por lo menos mi nueva vida me haría más independiente.

Observé a mi lado, Alfred seguía dormido, boca arriba, respirando con profundidad, cubriendo sus ojos con el brazo.

Hasta dormido se veía muy atractivo.

Mis ojos recorrieron su imponente cuerpo y llegué a su entrepierna.

¿Qué estaría soñando? Esperaba que conmigo porque estaba endurecido y los pantalones no podían disimularlo.

La necesidad creció en mí y extendí mi mano para tocar, pero negué con la cabeza, dejando mi mano suspendida.

Tocarlo sin su consentimiento era un abuso y yo no era una aprovechada, pero si no lo hacía se quedaría con ese problema sin solucionar. El pobre siempre se quedaba igual.

No, no debería comenzar algo que no sabía como terminar. Yo también me quedé de la misma forma que él en esas dos escasas ocasiones en las que nos besamos y acariciamos.

Bajé la mano y la posé allí, toqué como la vez anterior, con tanta delicadeza.

Se estremeció, un gemido salió de su garganta.

¿Cómo sería verlo sin los pantalones?

Sus caderas se agitaron.

Ya se me estaban metiendo ideas en la cabeza, mejor era parar.

Me aparté antes de que despertara y salté por encima de su cuerpo sin rozarlo.

Fui al baño, no quedaba mucha agua así que me enjuague la boca y me lavé las manos.

Caminé hacia la cocina y me rasqué la cabeza.

Nunca había cocinado y ese era el dilema. Me hubiese gustado aprender en lugar de acostumbrarme a que los sirvientes lo hicieran por mí.

Observé la estufa, mucho menos sabía encender eso.

Arriba hacia dos orificios, por allí salía el fuego y detrás de la estufa estaba un largo tuvo que desaparecía en el techo, suponía que el humo se escapa por allí.

Me agaché y abrí la puerta de hierro que había allí, era como un honor, pero deducí por las cenizas y el carbón que estaban adentro, que era en ese interior que se colocaba la leña y se encendía.

Al menos había un poco de leña apilada en el suelo, junto a la estufa.

Seguí agachada, resoplando.

— ¿Qué hace?

Me sobresalté del susto, poniéndome de pie de inmediato.

Alfred estaba detrás de mí, tan sigiloso que casi pego del techo de la impresión.

— ¡No vuelva a asustarme así! — Posé una palma de mi pecho.

— ¿Está buscando las dueñas de esas telarañas? — Señaló con la mirada hacia las esquinas, recordándome mi fobia de nuevo.

— No sea chistoso — Puse los ojos en blanco y cerré la puerta de la estufa — Estaba tratando de descifrar como usar esto.

Evité observar por debajo de su abdomen, para comprobar si seguía con el bulto.

— Para cocinar hace falta tener comida y esto está más vacío que el bolsillo de un mendigo.

— ¿Me cree tan bruta para no saberlo? — Me crucé de brazos.

Elevó una ceja — Se levantó de mal humor.

— Usted se levantó gracioso.

— Iré a llenar los baldes y luego saldremos para comprar comida, queroseno y fósforos —Buscó sus botas y se las colocó rápidamente, sin necesidad de sentarse, dando pequeños brincos para mantener el equilibrio.

Tomó los baldes que estaban en el baño y se marchó.

Busqué alguna cosa con la que ir limpiando las repisas y los cajones.

Fuí afortunada y encontré un viejo plumero dentro de un florero de mal gusto que estaba debajo de la mesa.

¿Quién dejaría un florero debajo de la mesa?

Lo coloqué encima.

Parecía una recién casada.

El plumero estaba sucio, lleno de polvo y al sacudirlo empecé a estornudar.

Intenté limpiar la cocina con eso.

Me sirvió para quitar las telarañas, pero no para dejar todo libre de polvo.

Alfred volvió con los baldes y dejó uno en la cocina.

— ¿Cómo vamos a cocinar sin ollas? — Pregunté, recordando ese detalle.

— Tendremos que comprar dos o tres, con eso será suficiente.

— Me muero por aprender a cocinar — Me sentí emocionada — Espero que sea un buen maestro.

Alfred estaba usando su mano para beber un poco de agua del balde.

— ¿Cómo dice? — Parecía no comprender lo que dije cuando tomó una postura erguida.

— Supongo es que va a enseñarme a cocinar — Arqueé las cejas, esperando su respuesta.

Se secó la boca con la manga de la camisa y negó con la cabeza.

— No se cocinar.

— ¿Qué? — Abrí mis ojos como platos — Usted dijo que este era su mundo y que me iba a guiar, pensé que eso incluía cocinar.

— No, yo nunca he tocado una cocina... Soy un hombre... Jamás necesité...

Se calló ante mi expresión indignada.

— ¿Quién le cocinaba entonces? — Estreché mis ojos, imaginando a cualquier mujercita cocinando para él y el hecho de que yo no supiera me enfurecía más.

— Comía en cualquier parte — Cortó y fruncí el ceño, recordé que era un prisionero ¿Quién sabe cuánto tiempo estuvo en el campo de sal? ¿El resto de su vida pasada en Floris? ¿Qué hacía antes? ¿Fue siempre un asesino?

Solo me habló de sus padres, pero no sabía absolutamente nada de Alfred más allá de eso.

Esperaba que algún día me contase más de él o por lo menos viviendo bajo el mismo techo se abriera un poco más. Era tan reservado. No le preguntaría nada, quería que él me contara de su vida sin yo presionarlo.

— Genial ¿Qué vamos hacer? Ninguno de los dos sabe cocinar.

Se frotó la barbilla.

— No debe ser tan complicado, se enciende eso — Señaló el horno — Luego se montan las ollas y se coloca la comida... Sencillo.

Me reí, imaginando a Alfred rodeado de humo y con hollín por todos lados, con la comida tan quemada que como el carbón.

— ¿De qué se ríe, Señorita Roguina?

— Será muy divertido cocinar.

Me dió una mirada insinuante.

1
Mirza Miranda
Excelente
Diana Rodriguez Rubio
no se no se. ese vizconde y esa modista no se no me agradan tal vez están confabulados
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Excelente súper recomendada para las nuevas lectoras
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
hermosa historia debo decir que me ha encantado más que carmesí. Voy por la otra. Felicitaciones autora y mil bendiciones
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Definitivamente Dorian es un imbécil e hipócrita
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Ese Dorian es un caso jajajajaja
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Que no se las de Dorian que también tiene sus culpas el desgraciado
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
para mí no era amor está más bien una ilusión
eljardindeadri
es la segunda vez que leo está novela y me encantó de verdad. el amor entre O'Brian y Roguina se dio desde la primera vez que se vieron
Zaida Sanchez
Dorian es quien podría ayudarlo a tener una mejor vida económica
Gloria Grijalba
muy buena
Mary Rodriguez
es tan lindo 😍😍 así de loquito como está🤣🤣🤣
ocalani
para mi que la modista es la mala sabe mucho de ellos
Mariaazucena Daniel coronado
😂😂😂😂😂😂
Mariaazucena Daniel coronado
😅😅😅😊
Ginebra
Esta loca esa reina y perdió el reino?? Y el porq esta encerrado?? Muy interesante.. Gracias autora por compartir su novela.
Isa Moreno: la historia está en carmesí.
Pero esa reina era una sádica, violadora, obsesiva, él obedecía sus órdenes matando perdonas y haciendo todo trabajo sucio pero al final de la primera historia se sabe que no lo hacía por gusto.
total 1 replies
Nellys Bericote
Esta historia me apasiona es maravillosa felicidades Escritora soy tu fan
Nellys Bericote
Con una madre así tan mala no se necesita enemigos debe terminar en la Horca por favor Escritora como le puede hacer eso a su propia hija y ella más terca que una mula salió sola y mira lo que le pasó
Blanca Montero Angulo
ésa niña, no la quieren, mira que ponerle ése nombre tan feo
Blanca Montero Angulo
Maldita mal nacida, insisto la debieron haber torturado a la desgraciada
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