Laura Díaz y Felipe Núñez parecen tenerlo todo: un matrimonio de cinco años, la riqueza y el prestigio que él ha construido como empresario. A los ojos de todos, son la pareja perfecta. Sin embargo, detrás de la fachada, su amor se tambalea. La incapacidad de Laura para quedar embarazada ha creado una fisura en su relación.
Felipe le asegura que no hay nada de qué preocuparse, que su sueño de ser padres se hará realidad. Pero mientras sus palabras intentan calmar, la tensión crece. El silencio de una cuna vacía amenaza con convertirse en el eco que destruya su matrimonio, revelando si su amor es tan sólido como creían o si solo era parte del perfecto decorado que han construido.
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Capitulo XXIII Sombras del pasado
Punto de vista de Laura
Soy sumamente feliz al lado de Damián. Nunca pensé sentirme tan bien al lado de un hombre al que le cuesta tanto demostrar sus sentimientos, pero creo que su frialdad es lo que más me atrae. Esa aura de peligro me vuelve loca, y la pasión con la que me trata cuando estamos a solas es indescriptible. La vida, con la crueldad de su ironía, me estaba demostrando que, aunque haya tenido un fracaso, eso no determina mi futuro. Creí que al separarme de Felipe todo acabaría ahí, pero ahora me doy cuenta de que la vida continúa y que debo luchar por ser feliz.
Con la llegada de mi hijo, me siento emocionada. Estaba formando la familia que tanto deseé, y con doble premio, pues Zoé era un regalo que llegó de sorpresa para llenar mis días de color. Mi corazón, que alguna vez estuvo roto, ahora latía con una nueva esperanza, una que me daba la fuerza para seguir adelante y enfrentar cualquier desafío que se presentara.
—Eres tan hermosa —interrumpió Damián mis pensamientos, su voz grave y suave a la vez.
—Solo lo dices porque eres mi esposo —respondí, con una sonrisa.
—Lo digo porque es la verdad. Desde el primer día que te vi, me pareciste una mujer extraordinariamente hermosa —sus brazos rodearon mi cintura, activando en mi cuerpo miles de terminaciones nerviosas que producían una corriente eléctrica excitante.
—Usted, señor, es un adulador, pero me encanta que seas así —me volteé, quedando frente a frente con él. Nuestros labios se unieron en un apasionado, pero dulce beso. Un deseo que encendía las llamas de nuestra pasión y que solo había una forma de ser apagado.
Empezamos a llevar una vida tranquila, pero la sombra de la familia Núñez era larga y ominosa. Damián era dueño de una parte de sus acciones y no pensaba devolverlas. No podía juzgarlo, ya que él estaba seguro de que Federico era el culpable de la muerte de su esposa, Gabriela, y casi de la muerte de su hija. El odio que sentía era tan profundo que se había convertido en la única forma que tenía de lidiar con su dolor.
—¿Crees que algún día podrás perdonarlos? —le pregunté una noche, mientras estábamos en el jardín de nuestra nueva casa.
—No. Su traición le costó la vida de la mujer que amaba, y no pienso perdonarlos. Esto es una guerra, Laura. Y en la guerra, no hay piedad.
Su voz era fría, su mirada, llena de resentimiento. Me di cuenta de que, aunque Damián había cambiado, el monstruo que vivía en él no había muerto. Solo se había dormido, y la paz que teníamos era tan frágil como el cristal.
—Pero ¿y si te equivocas? ¿Y si ellos no son los culpables? —insistí.
—No lo hago. Federico se encargó de sabotear mi empresa, y del atentado donde perdí a Gabriela lo que casi le cuesta la vida a Zoé. No hay duda de que ellos son los culpables.
El silencio se hizo denso entre nosotros. Yo quería creer en la inocencia de mis ex suegros, pero no podía. Había visto la maldad en sus ojos, la crueldad en sus acciones. Y aunque mi corazón me decía que perdonara, mi mente me decía que me mantuviera alerta.
Además la sombra de Gabriela siempre estaría presente en Damián y yo y eso era algo que me preocupa, pues no sabía si iba a poder ganarle a una mujer que ya no estaba entre nosotros.
Una mañana, mientras estaba en el jardín, recibí una llamada de mi madre. Su voz estaba llena de pánico, y mi corazón se encogió.
—¿Qué pasa, mamá? —pregunté, sintiendo que algo andaba mal.
—Tu padre está en el hospital. Le dio un infarto —respondió, su voz llena de lágrimas.
El mundo se detuvo. Mi padre, mi protector, la única persona que siempre había estado a mi lado. Me sentía impotente, inútil. Damián me vio pálida, y corrió hacia mí.
—¿Qué pasa? —preguntó.
—Mi padre está en el hospital. Le dio un infarto —respondí, mi voz apenas un susurro.
—Tranquila. Iremos a verlo. Yo me encargaré de todo. —dijo, y me sentí segura en sus brazos.
En el hospital, mis padres me contaron lo que había pasado. Felipe, en un ataque de ira, había arremetido nuevamente contra la empresa de mis padres, ese infeliz había dejado nuestro apellido por el subsuelo lo que trajo como consecuencia que muchos de sus clientes se retiran dejando la empresa nuevamente al borde de la quiebra. Mi padre había perdido todo. Yo, que creí que mi vida había tomado un nuevo rumbo, me di cuenta de que el pasado no me dejaría en paz.
Damián, con una rabia que no pude descifrar, se levantó y se fue. No lo vi en todo el día. Cuando regresó, sus ojos estaban llenos de una furia que me asustó.
—¿Dónde estuviste? —pregunté, con la voz temblorosa.
—Fui a ver a Federico y a Felipe. Y les dije que esta guerra no ha terminado.
En ese momento, me di cuenta de que la paz que teníamos era una ilusión. El pasado nos perseguiría, y la felicidad que habíamos encontrado, era una burbuja que podía explotar en cualquier momento.
—Ellos no nos dejarán en paz, tenemos que buscar las pruebas que necesitamos para quitarle el poder que tienen. — dije con determinación.
—Estoy trabajando en eso, esa gente tiene nexos muy arraigados y no será fácil destruirlos.
—Pero tampoco es imposible, deben tener un talón de Aquiles y hay que descubrirlo antes de que sea muy tarde. — estaba dispuesta a terminar con este asunto antes de que mi familia terminara destruida por esa gente.
Ahora qué me doy cuenta de cómo es realmente la familia Nuñez no entiendo cómo pude ser tan ciega, ellos nunca fueron buenas personas, pero el supuesto amor que sentía por Felipe nublo mi vista y me hizo creer que todo estaba bien. Por eso mi madre no estaba muy feliz con esa relación y siempre se mostró apática ante él, ahora es que entiendo que ella siempre busco protegerme de esa gente.