Ana vive una vida monótona y sin sabor. ¿Estará dispuesta a dejarse llevar por la tentación?
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MOMENTO A SOLAS
Al llegar a casa siento como se abre la llave de paso que había estado reprimiendo mi llanto, me recuesto en el sofá y me dejo ir en ese mar de lágrimas. Quiero comprender por qué siento tanto dolor, apenas conozco a Gabriel ¿Qué esperaba?, nunca imaginé que pudiera mentirme, pero lógicamente, idealicé a un hombre sólo por haber soñado con él. Ni siquiera en mis años de adolescencia me permití pasar por estas fantasías, a pesar de haber sido soñadora jamás tuve enamoramientos, de hecho el único hombre por el que tuve sentimientos fue Gonzalo.
Tengo algunas horas de tranquilidad antes que llegue mi marido y comience el show de la mentira. Puedo permitirme este tiempo para pensar en todo lo que ha ocurrido. No puede ser que me haya enamorado de Gabriel, es una locura si ni siquiera lo conozco. "Lo conoces muy bien" dice mi voz interna con tono burlón, que me haya acostado con él no significa que sepa quién es en realidad. Lo que no puedo entender es por qué me mintió, me dijo que tenía una empresa de seguridad privada, pero, en cambio, dirige una compañía de servicios administrativos, quizás no quiso decirme quién era en realidad por temor a que codiciara su poder y me aprovechara de ello. No, eso no tiene lógica, en general los hombres disfrutan ostentando el poder, es el arma de seducción perfecta.
¿Por qué yo? Esa pregunta fue una de las principales que ha girado en mi cabeza, tal vez la respuesta sea simple: un hombre aburrido del asedio de mujeres hermosas que lo buscan todo el tiempo y no lo dejan demostrar su poder de seducción, se propone salir de "caza" y se encuentra con una pobre infeliz, con poca gracia como yo, dispuesta a pasar una noche loca para salir de su vida aburrida y sin sabor. Si ese es el caso, qué sentido tiene tanto sufrimiento, por qué siento el vacío de haber sido traicionada por el amor de mi vida. Gabriel no es el amor de mi vida, Gonzalo lo es... ¿Lo es? Suelto una retahíla de maldiciones y me dirijo al baño para tomar una ducha fría, helada si es posible.
No siento apetito y no tengo deseos de ver nada en la televisión, tampoco quiero dormir. Me siento incómoda con mi propio cuerpo y compañía. Busco mi teléfono para ver si las redes sociales y la vida ajena me sacan de mis propias penas. Apenas tomo el aparato veo las quince notificaciones que titilan, seis de ellas son llamadas perdidas, el resto mensajes. Como siempre, en las horas de trabajo, mi teléfono está en modo vibrador, ya que a mi jefe (¿o debería decir a mi antiguo jefe?) no le gusta que se escuchen los timbres de llamadas o mensajes, porque distraen y restan productividad a sus empleados. Todas las notificaciones pertenecen a un solo contacto: Gabriel.
Comienzo a leer "Ana necesitamos hablar", "No es lo que tú crees, ha sido una confusión", "¡Demonios! ¡Contesta el maldito teléfono!", "Ana por favor, necesito que me des una oportunidad de aclarar todo. No es justo que me rechaces sin conocer como han sucedido las cosas", "¿Quieres jugar a la reina de hielo? Pues ten en cuenta que soy un experto en romperlo", "Perdona por ser tan brusco, por ser un idiota, perdón. Necesito que me escuches, necesito aclarar todo, te NECESITO a ti", "Espero que estés disfrutando de hacerme suplicar", "Ana, voy a brindarte una última oportunidad para que me escuches, te espero a las 19 en Nuestra habitación del Hotel Vermon, no me defraudes. Si no acudes entonces habremos terminado"
Miro la hora y son las 15, en una hora llegará Gonzalo y seguramente se desarmará en atenciones al verme "enferma" pero principalmente por el peso de su conciencia. No quiero estar aquí, no quiero ver a ninguno de los dos. Tengo que tomar una decisión.
Reviso mi caja de ahorros y para mi sorpresa tengo más de lo que recuerdo. Con Gonzalo compartimos los gastos cotidianos del hogar, pero cada uno tiene su propio dinero para gastarlo en lo que le plazca, lo que había guardado con la ilusión de comprar un pequeño coche se va a ver diezmado, ya que en este caso será para rentar una habitación de hotel. Me apresuro a guardar el dinero en la cartera, me saco el albornoz de baño y me visto con ropa cómoda y ligera, no tendré tiempo de secar mi cabello, así es que lo dejo al natural, pronto aparecerán algunos rizos involuntarios, pero no me queda más remedio. Tomo un pequeño bolso en el que meto mis elementos de higiene y ropa de oficina, aún no decido si volveré a trabajar o renunciaré, en cualquier caso la necesito para presentarme en la empresa. Ordeno todo de manera tal que Gonzalo no note que he estado en casa y salgo hacia la estación.
Mientras camino tengo la sensación de estar siendo observada. Acomodo el bolso en mi hombro me ajusto los lentes de sol y apresuro el paso. Al llegar a la estación trato de colocarme en un sector apartado donde una columna me cubre para evitar que Gonzalo me vea al bajar del tren. Saco mi teléfono y lo llamo esperando que el ruido alrededor no me delate.
__ Hola mi amor, que sorpresa que me llames a esta hora __ responde mi esposo al otro lado de la línea.
__ Si, me escapé un momento para hablarte, no tengo mucho tiempo, solo quería avisarte que Lina me necesita hoy, rompió con su novio y está deshecha. Me quedaré en su departamento esta noche.
El silencio se hace eterno, sé que Gonzalo está confundido, este comportamiento no es propio en mí. Lo único que deseo es que no sospeche nada.
__ Bueno... está bien... Si tu nueva amiga te necesita...
__ Gracias por comprender, sé que no suelo hacer estas cosas, pero me ha partido el corazón verla así, es una mujer muy dulce y se encuentra sola en la ciudad. Me siento obligada a darle consuelo, no sé cómo explicarlo.
___ Siempre has sido un ángel, mi amor, adoro que te preocupes así por otra persona y me gusta que hayas hecho una nueva amiga. Quédate tranquila, yo estaré bien. ¿Necesitas que te lleve ropa mañana temprano?
__ No, cariño está bien así, me arreglaré con lo que tengo. Muchas gracias, tengo que dejarte, adiós.
Antes de que Gonzalo se despida corto la llamada, me siento asqueada de mentir, quizás él aproveche mi ausencia para volver a ver a la rubia, hago una mueca de desprecio, no hacia él, sino hacia mí por tener el pensamiento fugaz de que sería genial si Gonzalo se enamorara de esa mujer así me dejaría el camino libre para estar con... ¡No! Gabriel no. Jamás volveré a verlo. En todo caso si quiero tener el camino libre es para disfrutar de la vida, no para enredarme con un mentiroso.
Subo al siguiente tren, para mi fortuna Gonzalo baja en simultáneo en el otro andén. Sigo teniendo la sensación de que alguien me observa, me acomodo en mi asiento y miro en todas las direcciones, nadie en particular me toma en cuenta, cada quien va viviendo su propia vida con sus propias miserias y sus propias alegrías. Trato de relajarme, tomo un libro del bolso y comienzo a leer.