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El Libro Maldito

El Libro Maldito

Status: En proceso
Genre:Mitos y leyendas / Romance / Terror
Popularitas:269
Nilai: 5
nombre de autor: Ana María H

_ Llego a mi casa después de un día agotador, solo quiero un baño y dormir por toda una semana. Todo está oscuro, entro sin fuerzas, camino como zombi hasta que ¡bam! caigo en el piso. ¡Mierda! He tropezado con algo. ¡¿Qué es esto?! Enciendo las luces, !!! Mi casa esta toda revuelta, faltan los muebles, no hay nada todo está vacío. Ni los electrodomésticos, ni mesas, ni sillas, no hay nada. ¿A dónde han ido mis pertenencias?, avanzo por la habitación, ¡me han robado!, ¡¿cómo sucedió esto?!

NovelToon tiene autorización de Ana María H para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Pacto

Nezara: ya lo sabes.

Lumiel: si lo hago, ¿la liberarás?

Freya: si

Lumiel: no confío en ustedes, así que haremos un pacto quién lo incumpla morirá.

Nezara: me parece bien.

El pacto se hizo, la promesa quedó grabada en sangre. Ni los Sanders ni los Woods interferirían más o dañarían a Lidia West ni a sus descendientes. Además, devolverían lo que tomaron de ella, a cambio Lumiel les serviría, obedecería lealmente sus órdenes mientras su estirpe permaneciera en la tierra. Mientras enlazaban sus destinos a un futuro incierto Lidia finalmente despertaba. La lucidez volvió a su cuerpo inerte. Sobre esa piedra miraba entre lágrimas como su amado también era víctima del engaño, el pacto podría ser verdadero, pero ella ya no era Lidia West ahora era la señora Reith. Por un simple tecnicismo el pacto no era válido, no la protegía, Lumiel entregaba su libertad a cambio de nada y ya era tarde para evitarlo.

Lumiel: ¿estás bien?

Trataba de consolarla aunque no sabía como, la veía tan frágil como un cristal agrietado y cuando su voz áspera salió de sus labios el infierno empezó.

Lidia: te...engañaron, me... mostraron un... hombre con tu apariencia...lo torturaron frente a mí...para obligarme a cumplir sus demandas.

Lumiel: ¡¿qué?! ¿qué te obligaron a hacer?

Lida: yo...ya no soy Lidia West...ahora soy Lidia Reith.

Lumiel: ¡¿qué?!

Lidia: creí que eras tú...me casé para salvar... tu vida, pero me engañaron.

Las risas de ambas mujeres resonaron detrás de ellos, se vanagloriaban de su treta. El gran rey, el espíritu del bosque, ahora era solo otro sirviente más a sus órdenes y como vigencia de lo pactado las cadenas de Lidia la dejaron libre y tomaron un nuevo prisionero.

Lumiel: ¡no¡ ¡no! ¡esto no era lo que quería! ¡me engañaron!

Freya: esa soberbia debía ser corregida, ahora ¡retírate! ¡vuelve al bosque! No podrás salir de ahí sin permiso, el que una vez fue tu hogar ahora será tu prisión.

Lumiel: ¡no! ¡no! ¡no pueden hacer esto! ¿y Lidia? ¿qué será de ella? ¡déjala ir conmigo!

Freya: ella tiene un marido al cual servir.

Por mucho que se resistiera no podía desobedecer y las largas cadenas terminaron de someter su voluntad, se arrastraron hasta el bosque y tiraron de él. No quería irse, no quería dejarla así, pero no tenía voz ni voto en ello. Lidia vio como era arrastrado mientras se resistía, el dolor en su rostro la hería profundamente y más, ya que gracias a ella ahora estaba en una posición desventajosa.

Freya: salió mejor de lo que planeamos

Nezara: fue simplemente perfecto pero, ¿qué haremos con el señor Harrison?

Freya: nada, eso tendrá solución por si solo. Aun falta para el plazo acordado, además, ¿no escuchaste? El señor Harrison no sale de su mansión por miedo al intruso que puso su casa patas arriba.

Nezara: en tanto no se anime a salir de su escondite dejemos que el viejo Reith se divierta, eso hará que nuestro rey nos venda más que su libertad.

Freya: esa mujer es su perdición y no demorará mucho Lumiel voluntariamente nos entregará todo. Ya que para tomar lo que queremos de él debe dárnoslo, no podemos obligarlo. Cuando vea que Lidia esté en peligro el mismo vendrá a nosotras y nos venderá hasta su alma, después de todo Lucas Reith es un sádico no por gusto su mujer lo abandonó.

Lidia se vio obligada a convivir con el señor Reith, la tortura de Freya y Nezara la habían dejado rota y las ocurrencias de Lucas quebraban lo que quedaba de su espíritu y su cuerpo, pero no le daría con facilidad lo que ese hombre morboso quería, primero muerta que ser su mujer. Ya la había golpeado por su rebeldía y cuando intentó forzarla casi pierde su hombría. Una mujer que vivía sola en el bosque era todo menos débil y mucho más fuerte de lo que ese hombre había esperado, pero ahora tomaba un enfoque más enfermizo. La ataba a un gran arbol en sus tierras, en medio de la gran arboleda, apartada de la vista de todos. La dejaba por largos períodos de tiempo bajo el sol, la lluvia y el sereno y como si fuera poco no le daba de comer. El hambre hurgaba en sus entrañas, pedía la muerte pero esta la ignoraba. Cuando creyó que sería todo se vio rodeada de animales, en ellos aun resonaba la voz de su rey clamando por su reina. Asi que la protegieron, aún atada al gran árbol los osos, los lobos, le servían de cama y abrigo en las noches frías y lluviosas. Los conejos, ardillas y pequeños animales le traían frutas, bayas, pequeños aperitivos comestibles para que no muriera de inanición. Lumiel no era ajeno de su estado, lo sabía por los mismos animales que la ayudaban. A través de sus ojos podía verla, su vista no se aparta ni un solo segundo. Desde su prisión la observaba,

pero no podía salir del bosque. A medida que su resentimiento y su dolor crecía la naturaleza de Shadowvale también cambiaba, se torcía, y sus nuevas amas no podían evitarlo. Él era el bosque mismo y sufría, eso no podía evitarse ni esconderse, no podían obligarlo a negarse así mismo ni en lo que lo habían convertido. El bosque se tronó tenebroso, sus árboles ya no daban fruto. En todo Shadowvale los terrenos se volvieron secos e infértiles, solo un lugar era próspero la casa Reith y la razón, Lidia se mantenía a flote con las frutas y bayas que allí crecían. Pero Lucas se dio cuenta de la ayuda que le daban los animales a su joven esposa, así que sus castigos no surgían efecto. Puso trampas, cazó, diezmó, a todo animal que pisara sus tierras. Quemaba árbol tras árbol, frutal por frutal pero testarudamente volvían a resurgir. Solo podía vertir su ira en las criaturas que la ayudaban, los muertos no pueden volver a levantarse.

Lucas: veremos quién te alimenta ahora, ya no queda casi ninguno de tus amiguitos.

Lidia: ¡no¡ ¡no lo hagas!

Lucas: es lo que ganas por no obedecerme.

Pocos sobrevivieron a la purga y nuevamente fue encadenada al gran arbol para sufrir por el hambre. Solo un pequeño conejo sobrevivió, una mota blanca en medio de tanta desesperación. Raíces, plantas comestibles, si había algo se escurría entre los arbustos para traerlo.

Lidia: gracias pequeño, de no ser por ti estaría muerta, aunque tal vez eso sería mejor.

Acariciaba al conejo sobre sus piernas llenas de barro y hojas secas, hasta una tarde en que la pequeña mota blanca no llegó.

Lucas: ¿esperas a alguien? ¿o es esto lo que buscas?

Arrojó el cuerpo del conejo a sus pies. Lidia tomó la pequeña bola blanca con las manos temblorosas y lloró sobre su pelaje, era su único compañero en ese infierno y también la había abandonado.

Lidia: ¿por qué te fuiste dejándome sola? Llévame contigo, yo ya no quiero seguir. Ya no puedo ser el grillete que lo ata, sin mí talvez halle la forma de ser libre. *Lamento rendirme tan pronto Lumiel pero, ya no puedo más.*

Estaba débil, tanto tiempo sin una comida adecuada la tenía al borde de la muerte. Cerró los ojos esperando recibir con brazos abiertos ese abrazo frío y oscuro, que la llevara lejos de ahí, que la dejara ser finalmente libre. Solo resonó en fondo de su conciencia un disparo.

Lucas: ¡ahhhh! ¡¿tú?!

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