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Amor Bajo Las Escamas Del Dragón De Hielo

Amor Bajo Las Escamas Del Dragón De Hielo

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido / Amor a primera vista / Magia / Amantes del rey / Dragones
Popularitas:4.5k
Nilai: 5
nombre de autor: Mckasse

❄️En lo profundo de los bosques nevados de Noruega, oculto entre pinos milenarios y auroras heladas, existe un castillo blanco como la luna: silencioso, olvidado por el mundo, custodiado por un único dragón que ha vivido demasiado tiempo en soledad.

Sylarok Vemithor Frankford, un príncipe de sangre de dragón antiguo, parece un joven de veinticinco años... pero ha vivido más de dos siglos sin envejecer, sin amar, sin pertenecer. Su alma es fría como su aliento de hielo, su vida, una rutina congelada entre libros, armas y secretos.

Hasta que una muchacha cae inconsciente en su bosque, desmayada sobre la nieve como un copo a punto de morir.

Celeste, una nómada de mirada estrellada y corazón herido, huye de su pasado, de los bárbaros que arrasaron su familia, y del invierno que amenaza con consumirla.
Y Sylarok aprenderá que no hay armadura más frágil que el hielo cuando el calor del amor comienza a derretirlo.

NovelToon tiene autorización de Mckasse para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Intrusos en el castillo del dragón

El salón del ala este del castillo se llenó con el aroma de perfumes caros, risas forzadas y miradas disfrazadas de cortesía. Sylarok, en su trono lateral, observaba sin expresión a las tres mujeres que se habían presentado sin invitación previa: Lorena Salazar, altiva y elegante; Catherine Blackberry, persuasiva y calculadora; y Susana Vermont, la más directa y dominante de las tres.

Sylarok deseó haberlas echado para irse de compras con Celeste pero eso solo hablaría mal de él y de seguro le traería problemas y mala fama.

—Príncipe Sylarok —comenzó Lorena con voz sedosa—. Supongo de que no asistirá solo al Baile de Invierno.

—Así es —respondió él con calma—. Iré acompañado.

—¿Y se puede saber quién es la afortunada? —pregunta Catherine, agitando suavemente su abanico sospechando la respuesta.

Sylarok entrecerró los ojos un instante. No por incomodidad, sino para escoger bien sus palabras.

—Ya la vieron, ella acaba de salir. Se llama Celine Lysell—dijo con voz firme—. Pertenece a una casa antigua del norte de Dinamarca. Tienen tierras en los valles ocultos entre glaciares, lejos de las rutas comerciales… por eso su apellido no les resultará familiar.

—Curioso —replicó Susana, conteniendo una sonrisa sarcástica—. Mi familia mantiene tratados con varias casas del norte y jamás escuchamos de tal linaje.

—No todas las perlas necesitan exhibirse para valer lo que valen —contestó él, sin alterar su tono—Tuve suerte de que otro príncipe no la encontrara y tomara para si mismo.

—¿Y cómo la conoció, alteza? —insistió Catherine, sonriendo como si nada, pero con los ojos como cuchillas.

Sylarok recostó su espalda contra el trono. Sus ojos brillaron un instante.

—Durante una excursión diplomática que realicé al norte, hace unos meses. El invierno estaba en su punto más crudo. Nos refugiamos en una aldea cerca del río congelado Skand… y fue allí donde vi por primera vez a Celine. Ella ayudaba a unos refugiados.

—¿En una aldea? —dijo Lorena, sin poder ocultar la sorpresa.

—Su familia tenía una propiedad cerca. Yo necesitaba descanso tras una travesía complicada… y ella fue mi anfitriona. Desde el primer momento, me pareció alguien distinto a todo lo que había visto en la corte. Tiene un gran corazón.

—¿Y decidió traerla consigo? —pregunta Susana con escepticismo—. ¿Así, de la nada?

—Tras conocerla mejor —mintió Sylarok, como si contara una historia de caza—. Descubrí que no solo poseía buenos modales, sino que hablaba varios idiomas, conocía el arte y la música, y tenía una curiosa forma de ver el mundo. Me intrigó. Y la invite a este reino. Por supuesto que pedí su mano a sus padres. Quiero algo serio con ella.

Las damas guardaron silencio.

Sylarok no mencionó que la había encontrado desmayada, sola, sobre la nieve, con la piel azulada por el frío y el cuerpo flaco bajo ropas raídas. Que no sabía leer correctamente y que, al despertar, lo había confundido con un enemigo.

Tampoco dijo que, tras los primeros días, ella acepto servirle como sirvienta a cambio de un techo y comida.

No. Eso se lo guardaba.

—La nobleza no siempre se hereda —añadió él suavemente—. A veces… se lleva en la forma de caminar bajo la tormenta sin doblarse.

Las tres lo miraron con incomodidad.

Habían venido para coquetear, para seducir, para asegurarse un lugar en su futuro. Y ahora se iban con la certeza de que el corazón del príncipe ya tenía dueña. Una extranjera. Una desconocida.

—Será interesante conocerla en el baile —dijo Catherine, apenas ocultando el veneno en su voz.

—Estoy segura de que nos encantará su estilo nórdico —añadió Susana con desdén.

—Espero que sepa bailar como la última vez—concluyó Lorena, levantándose con elegancia forzada.

—Lo hace —dijo Sylarok con una sonrisa helada—. Y mejor que muchas cortesanas.

Por otro lado...

El carruaje se detuvo frente al mercado del pueblo, donde la nieve se acumulaba en techos, ventanas y faroles como si el invierno mismo hubiera decidido echar raíces allí.

Ryujin bajó primero, con una agilidad que no correspondía a su apariencia. Le ofreció la mano a Celeste para ayudarla a bajar, y lo hizo con una sonrisa orgullosa, casi paternal.

—Milady Celeste, bienvenida a la aldea de Whitevale. Le aseguro que el pan de canela aquí es la única razón por la que vuelvo cada mes.

Ella arqueó una ceja, acostumbrada ya a sus excentricidades.

—¿Tan bueno es? ¿Puedo comprarlo para mi?

—Por supuesto —dijo con solemnidad, antes de soltar una carcajada que hizo volar a unas palomas cercanas.

Celeste no pudo evitar sonreír. El mercado estaba lleno de colores, a pesar del invierno. Hilos de lana teñida, frutas escarchadas, telas brillantes y música folclórica hacían del lugar un rincón vivo en medio del hielo.

Mientras Ryujin se perdía admirando unas figuras de madera tallada —que decía haber conocido “cuando aún caminaban de verdad”— Celeste caminó hacia un puesto de telas. Sus dedos se deslizaron por sedas pálidas, terciopelos azul profundo y lino bordado a mano. Imaginaba cómo sería su vestido para el Baile de Invierno, aunque odiaba admitir que en parte lo hacía por Sylarok.

—¿Tiene alguna tela en verde esmeralda? —preguntó a la tendera.

—Claro, señorita. Acaba de llegar del puerto, es tela de Persia —respondió la mujer, desenrollando una tela que brillaba como hojas bajo el rocío.

—¿No piensas enviar la tela a un sastre?—pregunta Ryujin.

—Mi madre me enseñó a coser. Antes de morir me enseñó muchas cosas.

Celeste la sostuvo entre sus manos y sonrió. En ese instante, no notó las miradas que se clavaban en su espalda desde la taberna del frente.

Tres hombres, cubiertos de pieles pesadas y cicatrices antiguas, bebían cerveza oscura como sangre coagulada. Uno de ellos, alto como un roble y con una trenza dorada, escupió su bebida al ver a Celeste.

—Por los nueve dioses… —murmura Laios—. Es ella.

—¿Quién? —pregunta el Sem, de barba negra y ojos hundidos.

—La jovencita. La de la aldea quemada. Aquella noche… sobrevivió una jovencita, la que se nos escapó, ¿recuerdan?

—¿Estás seguro?

El primero asintió, con una mezcla de asombro y codicia en los ojos.

—Su rostro está más maduro, pero jamás olvidaría esos ojos. Es ella. La hija de los nómadas.

—Creímos que había muerto en el incendio… ¿Cómo demonios terminó aquí?

—No lo sé. Pero parece vivir como dama ahora… bajo el ala de algún noble. Mira cómo va vestida.

El tercero, de nombre Goblin que había permanecido en silencio, murmuró:

—Si la secuestramos, podríamos intercambiar por oro… Extorsionamos a su señor y le sacamos mucho oro.

—¿Y si está protegida por algún general?

—Aún mejor. Secuestrarla en sus propias tierras sería una humillación para ellos. Y qué mejor ocasión que el Baile de Invierno. En las celebraciones, todos están felices y descuidados, los centinelas se embriagan… y las presas se distraen con música y vino. Solo debemos averiguar dónde se queda.

Los tres se miraron, sellando el plan con un solo gesto.

—Esperaremos. Pero vigílenla. No debemos fallar esta vez porque seremos ricos.

Mientras tanto, Ryujin seguía fascinado con un aparato para dar masajes. Compró uno sin preguntar precio y se lo mostró a Celeste como si fuera un tesoro real.

—¿Has visto algo más inútil y glorioso?

—Creo que usted necesita amigos —dijo ella, divertida.

—Los tengo. Aunque no es lo que parece.

Celeste rió. Aunque algo la hizo volverse. Sintió… un picor en la nuca. Una sensación extraña, como si alguien la estuviera observando.

No vio nada, pero su cuerpo recordó el miedo. Un miedo antiguo, enterrado. Como el humo de una casa ardiendo, como gritos lejanos.

—¿Pasa algo? —pregunta Ryujin.

—No… solo sentí algo. Como si alguien me mirara.

Ryujin se puso serio de inmediato. Sus sentidos, aunque algo oxidados, aún eran agudos. Se enderezó, aspiró el aire. Y por un breve segundo, sus pupilas —por debajo de esos ojos viejos— se estrecharon verticales, como las de un reptil.

Lo ocultó rápido.

—Probablemente fue un vendedor queriendo estafarte. Vamos. Ya es suficiente por hoy.

—Aún no he comprado hilo dorado…

—Te lo consigo yo. Vamos al carruaje. Y quédate cerca de mí, por favor.

Celeste lo miró extrañada.

—¿Está todo bien?

—Todo está... demasiado tranquilo. Y eso nunca es buena señal —dijo Ryujin con tono serio—Vamos a comer algo.

Entran a un restaurante, comen y vuelven a sus compras.

Ryujin parecía burro de carga.

Desde los techos, los tres hombres observaban al mayordomo y la joven subir al carruaje de regreso. Uno de ellos frunció el ceño.

—Ese anciano… no es un simple sirviente.

—No importa —dijo el de trenza dorada—. No le sacaremos un ojo ahora. Solo seguimos observando.

Durante el trayecto de regreso, Ryujin mantuvo la cortina del carruaje apenas abierta, escaneando el camino con una mirada que, de haber sido vista, hubiera congelado el alma de un cazador.

Celeste lo observó con cierta inquietud. Nunca lo había visto tan tenso.

—¿Ryujin? ¿Me puedes decir qué está pasando?

El anciano la miró y suavizó su rostro, pero no su voz.

—Alguien nos sigue. Y eso me preocupa más que una estampida de wyverns con rabia. Pero tranquila. Mientras estés conmigo, nada te tocará. Si entran a nuestras tierras no la pasarán bien con todas las mascotas del príncipe. El lobo, el oso, y demás.

Ella frunció el ceño. Había algo en la forma en que lo decía… como si realmente pudiera detener una estampida con solo sus manos.

—¿Quién eres en realidad, Ryujin? ¿Realmente lo que vi anoche fue producto de mi imaginación?

Él sonrió, pero esta vez sin humor.

—Soy un viejo que ha vivido lo suficiente para ver y conocer muchas cosas. Y también he visto a niñas como tú crecer… y volverse mucho más fuertes de lo que jamás imaginaron.

El carruaje se perdió entre los árboles helados, dejando el pueblo atrás. Pero la sombra de lo que se había puesto en marcha seguiría su curso. En las calles del pueblo, los vikingos se reagrupaban. Ya no eran solo forajidos. Eran cazadores. Y Celeste… su presa.

Esa tarde, en el patio donde Sylarok se quedó a disfrutar la compañía de sus mascotas,, Ryujin apareció como una sombra envuelta en viento helado. Celeste se fue directo al invernadero a dejar todo y se metió en la cocina para preparar el almuerzo a Sylarok.

—Están aquí —dijo, sin rodeos a Ryujin—Ya me moría de hambre.

—¿No puede cocinar nada para usted?

—Eso no está en discusión.

Sylarok se puso de pie, los ojos centellando con una ira contenida.

—¿Porque tardaron tanto?

—Alguien nos seguía. Pero parece que se rindieron y se devolvieron.

—¿Que compraron?—gruñe el príncipe.

—Cosas de chicas. Ella dijo que cosería su propio vestido.

Sylarok apretó los puños.

—Bueno. Si lo dijo debe ser buena.

Ryujin asintió lentamente.

—Los viejos tiempos se están despertando, alteza. Y esta vez… los secretos caerán, como el hielo en primavera. Esa chica siente mucha curiosidad y aún no diferencia si lo que vio fue un sueño o la realidad. Le aconsejo que le cuente la verdad. Dígale que es un dragón y si lo ama lo aceptará.

Sylarok se queda pensativo.

—Lo haré en el baile de invierno.

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María teresa Chirinos
/Proud/
María teresa Chirinos: atrapada en el primer capitulo
total 1 replies
eva quispe
es genial😊👏
Adela Arias Montoya
Excelente
Nina Divas
Que tierna 😍
Nina Divas
Me encanta esta trama ☺️
Nina Divas
Que emoción 🥰
Nina Divas
Jajaja impresionado el chico más tímido 🫣
nelida guzman
cinco estrellas por qué se las merece la mejor historia de romance antiguo q he leído me atrapó desde el principio la amo
Leyanis Guzman: siiiii
Mckasse Escritora: gracias por leer
total 2 replies
Nina Divas
Surgirá el amor entre ellos que hermoso me encantan estas historias ☺️
Nina Divas
Muy interesante historia 🤔
Paola Cordero
Muy buena trama espero pronto más capítulos 🙏🙏🙏🙏
Franshesca Acosta
la peor traición no viene de un enemigo 🤣🤣🤣🤣🤣
Mckasse Escritora: jajaja siiii
total 1 replies
eva quispe
amooooooooo
eva quispe
el alcahuete jajaja😂😂😂
Mckasse Escritora: metiche le decimos aquí en República Dominicana, también él pelo en la sopa, come boca, lleva vida, ect
total 1 replies
Adeilis Velázquez Mederos
Me gusta mucho la historia
bruja de la imaginación 👿😇
muy bonita la historia
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