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FÉNIX

FÉNIX

Status: En proceso
Genre:Maltrato Emocional / Elección equivocada / Mujer despreciada
Popularitas:155.9k
Nilai: 5
nombre de autor: JHOHANNA PEREZ

⚠️✋🔞

"¿Qué pasa cuando la fachada de galán encantador se transforma en un infierno de maltrato y abuso? Karina Sotomayor, una joven hermosa y fuerte, creció en un hogar tóxico donde el machismo y el maltrato doméstico eran la norma. Su padre, un hombre controlador y abusivo, le exige que se case con Juan Diego Morales, un hombre adinerado y atractivo que parece ser el príncipe encantador perfecto. Pero detrás de su fachada de galán, Juan Diego es un lobo vestido de oveja que hará de la vida de Karina un verdadero infierno.

Después de años de maltrato y sufrimiento, Karina encuentra la oportunidad de escapar y huir de su pasado. Con la ayuda de un desconocido que se convierte en su ángel guardián y salvavidas, Karina comienza un nuevo capítulo en su vida. Acompáñame en este viaje de dolor, resiliencia y nuevas oportunidades donde nuestra protagonista renacerá como el ave fénix.

¿Será capaz Karina de superar su pasado y encontrar el amor y la felicidad que merece?...

NovelToon tiene autorización de JHOHANNA PEREZ para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Acusaciones...

Cuando el taxi se detuvo frente a la imponente mansión Morales, Karina bajó sin pensarlo. Buscó entre los rosales la llave de emergencia, la misma que su madre escondía "por si acaso". Entró sin hacer ruido… hasta que su rabia la sobrepasó.

—¡Fernando Sotomayor, maldito! ¿Dónde estás? —gritó con toda la fuerza de sus pulmones.

En el comedor, Fernando almorzaba tranquilamente con Orlando. Masticaba con gusto, disfrutando de un costillar al horno como si Amanda no estuviera entre la vida y la muerte. Orlando, aunque preocupado por su madre, no se atrevía a contrariarlo.

Ambos se sobresaltaron al oír el grito.

—¡Fernando Sotomayor, ¿dónde diablos estás?! ¿Qué le hiciste a mi mami? ¡Porque yo sé que fuiste tú!

Fernando alzó la mirada con sorpresa. Al verla ahí, despeinada, con los ojos inflamados y la voz quebrada, sintió alivio. Su mina de oro estaba de regreso. Todo volvería a su sitio. No perdería su estatus, su dinero… ni su dominio.

Pero no contaba con la furia de su hija.

—¡Karina! ¡Deja de hacer escándalo, mocosa insolente! ¡Respeta mi casa! —rugió él, poniéndose de pie y mostrando su habitual rostro severo.

—¿¡Qué respeto exiges, maldito criminal!? —gritó ella—. ¡Yo sé que eso no fue un asalto! ¡Fuiste tú! ¡Frustrado porque no me encontraste y porque mamá no quiso decirte dónde estaba! ¡No lo niegues!

Karina se lanzó sobre él, golpeándole el pecho con puños temblorosos. Golpes cargados de dolor, de rabia, de años de silencio.

—¡Ya basta! —vociferó Fernando, empujándola con violencia.

Karina cayó al suelo, golpeándose la cadera contra una de las esquinas del mueble. Orlando se levantó de inmediato, alarmado.

—¡Karina! —la ayudó a ponerse de pie.

—Mi padre no pudo hacerle eso… él no intentó matarla —dijo Orlando con inseguridad, mirando a su padre.

—¡Cállate, idiota! —espetó Karina, mirándolo con los ojos desorbitados por la rabia—. ¡Estás igual de ciego y enfermo que él… y que Joel! ¡Ustedes tres son unos brutos, unos animales, unos retrógradas, unos machistas abusadores!

Respiró hondo, con lágrimas cayendo por su rostro.

—¡Abre los malditos ojos! ¡Mi padre la ha golpeado tantas veces, hasta dejarla inconsciente, con fracturas, con morados por todos lados! ¿Qué te hace pensar que no pudo intentar matarla?

El silencio en la sala fue denso como plomo. Orlando no dijo nada. Fernando la miraba con odio, pero también con miedo. Sabía que Karina no era la misma que había huido. La mujer frente a él no le temía. Y eso era un problema.

Karina, con la voz temblorosa pero firme, susurró:

—Te juro que esta vez no me quedaré callada. Y no voy a parar hasta verte pagar.

—Dame la dirección del hospital donde está mi madre —ordenó Karina, con la voz tensa y el rostro descompuesto por la furia.

Fernando no respondió de inmediato. Su silencio solo incrementó la rabia de la joven.

—¡Contéstame, maldito! —exigió, alzando aún más la voz.

Orlando, incómodo ante la tensión, intervino rápidamente.

—Vamos, Karina. Yo te llevo.

Lo dijo con voz baja, como si necesitara una excusa para alejarse de su padre. Karina lo miró por un segundo, su pecho aún subiendo y bajando con fuerza por la agitación. Luego asintió.

—Está bien. Pero no creas que te he perdonado.

Ambos salieron sin mirar atrás, dejando a Fernando solo en su comedor, con su plato de comida aún caliente, pero ya sin sabor. Él solo apretó los dientes, sabiendo que la tormenta apenas comenzaba.

El trayecto al hospital fue silencioso. Orlando mantenía la vista fija en la carretera, evitando cualquier intento de contacto visual con su hermana. Karina, por su parte, no dejaba de mirar por la ventana, apretando los puños sobre sus rodillas. Sentía un nudo en la garganta y otro en el estómago.

Al llegar al hospital, bajó del coche sin esperar a que Orlando apagara el motor. Corrió por el pasillo principal guiada por los carteles hasta llegar al área de cuidados intensivos. Sus pasos resonaban como martillazos en el suelo de mármol.

Cuando abrió la puerta de la habitación, una escena la detuvo de golpe.

Amanda yacía en la cama, pálida, frágil, conectada a múltiples máquinas que emitían pitidos constantes. Su rostro estaba hinchado, con moretones visibles en la mejilla izquierda. A su lado, sentado en una silla, estaba Joel. Sus ojos estaban rojos por el llanto. Sostenía con ternura la mano de su madre, acariciándola con la suavidad de un niño arrepentido.

La furia de Karina se reavivó como un incendio. Dio unos pasos firmes hacia él y le gritó con la voz quebrada:

—¡Lárgate tú también!

Joel levantó la cabeza, confundido por la irrupción repentina.

—¡Tú, Fernando, Juan Diego y Orlando son unos malditos hipócritas de mierda! —escupió con rabia—. ¡Lárguense! ¡Mi mamá no los necesita! ¡Ustedes son los responsables de que esté postrada en esa cama! Porque nunca hicieron nada para ayudarla evitar que siguiera en ese infierno.

Joel se puso de pie, aún sosteniendo la mano de su madre.

—Karina, por favor… —intentó hablar, pero ella lo interrumpió.

—¡No te atrevas a pedirme calma! ¡Tú también fuiste parte de esto! ¿O ya se te olvidan los gritos, los portazos, tus insultos cada vez que mamá pedía un poco de paz?

Orlando entró tras ella, en silencio, con la cabeza gacha. Sabía que las palabras de su hermana eran duras… pero también sabía que eran ciertas.

Karina se arrodilló al lado de la cama de su madre, tomó su mano con delicadeza, y la besó con ternura.

—Aquí estoy, mami… —susurró entre sollozos—. Ya no estás sola. Y te prometo que voy a hacer justicia.

Las lágrimas corrían por su rostro mientras acariciaba el cabello de Amanda. En ese instante, juró que ninguno de los que la habían maltratado saldría impune.

Karina sintió que el corazón se le rompía al ver a su madre tan mal. Orlando y Joel se miraban entre sí, con la culpa pesándoles en el alma. Eran muchos años de abuso y maltrato los que Amanda había soportado, y ellos jamás hicieron nada para detener a su padre. Ahora, la vergüenza los envolvía como una pesada sombra.

Fernando, muerto de miedo por las represalias que su hija pudiera tomar en su contra, no tardó en reaccionar. Con las manos temblorosas, marcó el número de Juan Diego y, apenas este contestó, le informó que Karina había regresado.

La noticia arrancó una sonrisa de satisfacción al magnate. Sin pensarlo dos veces, dejó a medias una importante reunión de negocios, ignorando los murmullos de sorpresa de sus socios, y salió directamente rumbo al hospital.

Orlando y Joel, incapaces de soportar la escena en la habitación, salieron cabizbajos. La culpa les carcomía cada pensamiento. Y como si la vida quisiera restregarles aún más sus errores, justo afuera se encontraron con una escena desgarradora: una familia completa, unida en el dolor. El patriarca abrazaba con ternura a su esposa y a su hija, consolándolas mientras ellas lloraban desconsoladas por la enfermedad de uno de sus hermanos.

Un nudo se formó en sus gargantas. Jamás, en toda su vida, habían visto a su padre mostrar una muestra de afecto hacia Amanda o hacia Karina. Es más, ellos mismos jamás les ofrecieron cariño. Todo lo que habían recibido las mujeres de su familia eran gritos, órdenes, exigencias y desprecio.

Esa realidad ahora los golpeaba con una fuerza brutal.

Mientras tanto, dentro de la habitación, Karina lloraba con un dolor que le partía el alma. El médico a cargo de Amanda, con rostro sombrío, se acercó para informarle:

—El estado de su madre es muy delicado. Las heridas son graves, las puñaladas han afectado órganos vitales... Sinceramente, señorita, solo un milagro podría salvarla.

La noticia cayó sobre Karina como una losa. Sintió cómo el mundo a su alrededor giraba y, antes de poder reaccionar, su rostro perdió todo color y cayó desmayada. El médico y las enfermeras, alertados, corrieron a auxiliarla, acomodándola con cuidado en un sillón para evaluarla y estabilizarla.

Minutos después, Juan Diego llegó al hospital acompañado de Ernesto y dos escoltas. Su sola presencia imponía respeto. Al ver a Orlando y a Joel, no dudó en acercarse rápidamente, su expresión seria.

—¿Dónde está Karina? —preguntó con tono urgente.

Ellos, ajenos a lo ocurrido hacía apenas unos minutos, respondieron de inmediato:

—Está adentro.

Sin perder un segundo más, el magnate se abrió paso hacia el interior. Apenas cruzó la puerta y vio a Karina inconsciente en el sofá, sus facciones duras se suavizaron de inmediato. Su corazón dio un vuelco y corrió hacia ella, arrodillándose a su lado.

—Doctor —demandó, volviéndose con una mirada fiera hacia el médico—, ¿qué le pasó a mi esposa?

El doctor, sorprendido, le respondió con el debido respeto:

—Señor Morales, bienvenido. Disculpe, no sabía que la joven era su esposa.

—Lo es —afirmó Juan Diego con voz firme—. Ahora dígame, ¿qué ocurre? —exigió, su tono autoritario dejando en claro que no aceptaría evasivas.

—La joven se desmayó tras recibir el diagnóstico de la señora Sotomayor —explicó el médico, evitando a toda costa provocar la ira del poderoso empresario.

Juan Diego lanzó una mirada fulminante alrededor.

—¿Y qué hacen ahí, mirándome? ¡Hagan su trabajo y despiértenla!

El médico asintió rápidamente, como quien obedece una orden indiscutible, y junto con las enfermeras comenzó a atender a Karina con diligencia...

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Olga Ortiz
excelente novela, me encanta como escribes, gracias
Olga Ortiz
solo enfrentando con ayuda profesional y con un amor como Massimo te tiene, solo así podrá dejar de lado ese trauma
Olga Ortiz
cada día fortalecen más su amor, serán muy felices
Olga Ortiz
no creas que Karina es la zorra de Aitana, ella si lo ama de verdad y después de pasar por todo, eso también sabe ser agradecida y no dejará que le hagan nada a ella y a Massimo
Mary Gonzlz
más capítulos autora escritora porfa
Olga Ortiz
que tierno es Massimo con Karina, espero que esté amor los fortalezca y nadie los pueda separar
Olga Ortiz
la novela es muy buena, tiene una buena temática, espero que pronto se recupere que pueda sentirse bien para que pueda hacer lo que quiera en la vida entre esas escribir, porque lo hace muy bien
Olga Ortiz
el infierno está aquí mismo en la tierra y nadie se va sin pagar lo que se debe, haber matado a su propio hijo por celos que solo en su mente sucia había, eso no tiene como pagarlo
Olga Ortiz
eso no es nada más y nada menos lo que merece un monstruo como ese, así debería ser la justicia para todas las mujeres que han tenido que sufrir toda esa violencia por alguien no sólo su esposo, hasta hay algunas que no sobrevivieron a esa furia
Olga Ortiz
que Juan Diego, tu mismo te hechaste la soga al cuello, se te cayó la mascara
Olga Ortiz
no creo que alguien se coma el cuento de ese mal nacido
Olga Ortiz
eso es Massimo, deja en claro todo lo que pasó en la vida de Karina desde que ayudaste a Karina
Olga Ortiz
me alegro que al fin los hermanos abrieron los ojos y se dieron cuenta de lo que hacían
Olga Ortiz
estás acorralado Juan Diego, vas a ir a la cárcel
Olga Ortiz
ese degenerado es un enfermo mental, nadie en su sano juicio hace algo así
Olga Ortiz
quisiera ver la cara de ese bicho cuando supo que ese niño era suyo
Olga Ortiz
ya se dieron cuenta de que juntos son fuertes y que su conexión es muy importante
Olga Ortiz
nooo puede ser que sea tan degenerada de traicionarlo
Olga Ortiz
ya me imagino lo detestable de esa mujer, como para que Massimo haya sufrido por ella
Olga Ortiz
Massimo no hace sino ganarse su corazón, y pronto lo logrará
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