Amor Sin Límites

El jueves amaneció tranquilo, con un cielo limpio y el sonido de los pajaritos resonando en el balcón. Simone estaba en la cocina, tomando café cuando el celular vibró con un mensaje inesperado. Era de un corredor de inmuebles de la pequeña ciudad donde había nacido — Santa Esperança, un lugar que ella no visitaba hacía muchos años.

"Doña Simone, buenos días. Recibimos una propuesta de compra para el inmueble que está a su nombre, ubicado en la Rua das Laranjeiras. En caso de que tenga interés, podemos marcar una visita para tratar los detalles."

Por algunos segundos, ella quedó confusa.

Aquella casa... la vieja casa de su padre, Luiz, que ella ni recordaba más que aún estaba registrada a su nombre. El tiempo había pasado, y con él, los recuerdos también se habían borrado poco a poco.

Simone sonrió levemente, recordando la infancia.

El olor del café pasado en el colador de tela, el ruido de la radio que el padre oía todas las mañanas, y la vieja rosaleda que ella misma ayudara a plantar en el patio.

Pero el presente luego la jaló de vuelta a la realidad. La casa no tenía mucho valor, pero si alguien estaba interesado, ¿por qué no vender?

Era una chance de deshacerse de algo que ya no tenía más utilidad.

A la noche, durante la cena, Simone resolvió comentar la novedad.

La mesa estaba puesta, el olor de la comida fresca se mezclaba al perfume suave de las flores sobre el mostrador. Marcelo leía mensajes en el celular mientras Geovana servía el jugo.

— Marcelo, hoy recibí una propuesta de compra de la antigua casa de papá — dijo Simone, rompiendo el silencio. — Aquella de la Rua das Laranjeiras, en Santa Esperança.

Marcelo levantó los ojos, distraído.

— ¿Aquella vieja casa? Yo creí que ni existía más.

— Pues sí, ni recordaba más de ella. El corredor dijo que el comprador es un señor interesado en restaurar inmuebles antiguos. Creo que vale la pena cerrar el negocio.

Él asintió con desinterés, volviendo la mirada al celular.

— Bueno, si quieres vender, vende.

— ¡Estoy pensando en ir allá mañana!

— Pero mañana yo no puedo ir contigo. Tengo una reunión con el personal de la empresa.

Simone lo miró por un instante, percibiendo el tono automático de la respuesta.

Antes de que dijera algo, Geovana habló, sin esconder el desconforto:

— Mañana es viernes, ¿no, papá?

Marcelo levantó la mirada rápidamente, pero no respondió.

Simone apenas suspiró y, con calma, dijo:

— Todo bien. Yo voy sola. Tomo un taxi y resuelvo todo de una vez. Es una ciudad pequeña, no va a ser difícil.

Geovana permaneció en silencio, pero por dentro ya sabía el motivo real de la ausencia del padre. Hacía casi dos años que todos los viernes Marcelo desaparecía. Decía que trabajaba hasta tarde, pero en verdad, era el día reservado para estar con Tamara.

A veces volvía el sábado a la tarde, con un ramo de flores y disculpas listas; otras, solo aparecía el domingo, actuando como si nada hubiese sucedido.

Geovana miró a la madre, admirada con la serenidad de ella ante algo tan doloroso.

Simone, no obstante, parecía inmune. Continuó la cena como si el asunto fuese cualquier otro.

— ¿Madre, quieres que vaya contigo mañana? — preguntó Geovana, preocupada.

Simone sonrió.

— No, mi amor. Yo sé que tú estarás de guardia en los dos hospitales, vas a trabajar durante el día y la noche, no te preocupes conmigo, va a salir todo bien, un taxi hasta allá es un poco caro, más creo que vale la pena.

Geovana asintió, mismo contrariada.

— Todo bien, pero me avisas cuando llegues allá, ¿sí?

— Aviso sí, hija. — respondió Simone con dulzura. — No voy a demorar. Quiero resolver todo y volver aún mañana a la noche.

Simone recogió los platos, lavó la vajilla calmadamente y luego se sentó a la mesa nuevamente, mirando para la nada.

Mañana, pensaba ella, volvería a la ciudad donde todo comenzó — a la casa del padre, a los recuerdos de la juventud, tal vez hasta a un pedazo de sí misma que quedó olvidado entre aquellas paredes antiguas.

Mal sabía Simone que este viaje simple, aparentemente sin importancia, sería el punto de inflexión de su vida — y el inicio de un nuevo destino que el tiempo, silenciosamente, estaba preparando para ella.

El viernes amaneció con el cielo claro y una brisa leve que balanceaba las cortinas del cuarto. Simone despertó temprano, tomó un café simple y quedó algunos minutos mirando por la ventana.

En aquel día, no era apenas la venta de una vieja casa que la esperaba — era también la chance de revisitar recuerdos guardados en el corazón.

Ella decidió que, antes de seguir para Santa Esperança, pasaría en el shopping. Quería comprar un presente para Renata, su amiga de juventud, que vivía allá y que no veía hacía muchos años.

— Hace tanto tiempo… — murmuró, sonriendo para sí misma. — Va a ser bueno reencontrarla.

Tomó la bolsa, el celular y llamó un taxi.

Durante el trayecto, recordaba con cariño de las risas con Renata en los tiempos de escuela: las confidencias en el portón, los sueños compartidos, y hasta las lágrimas derramadas una en el hombro de la otra cuando la vida comenzó a separarlas.

El shopping estaba movimentado, con familias circulando y vidrieras coloridas reflejando el brillo de la mañana.

Simone caminó entre las tiendas con calma, observando todo. Entró en una tienda de presentes delicados — olía a flores y recuerdos buenos.

En la estantería, un portarretrato de madera clara llamó su atención. Tenía detalles en encaje y una frase grabada en dorado:

“Amistad verdadera resiste al tiempo y florece en cada reencuentro.”

Simone seguró el objeto y sonrió, emocionada. Era perfecto.

— Ese es el presente ideal — dijo bajito. — Renata va a adorar.

Pagó el presente y, antes de salir, pidió que lo embalase con un lazo simple, pero elegante, en tono lila — el color preferido de su amiga.

— ¿Aló? — la voz del otro lado era suave, pero llena de sorpresa.

— ¿Renata? Aquí es Simone… — dijo, con una sonrisa en la voz. — Sí, Simone.

— ¡¿Mi Dios, Simone?! — exclamó Renata, emocionada. — ¡No acredito! ¡Hace cuántos años, mujer! ¿Cómo estás?

— Estoy bien, querida. Mañana voy ahí, en Santa Esperança. Voy a resolver unas cosas de la antigua casa de papá y… pensé que sería maravilloso rever te.

Del otro lado de la línea, Renata dejó escapar una risa alegre, de aquellas que venían del alma.

— ¡Qué noticia buena! Yo ni acredito que voy a ver te de nuevo. Aún ayer hablé de ti para mi hija.

— ¿En serio? — preguntó Simone, sorprendida.

— ¡En serio! Dije a ella que, en mi juventud, yo tenía una amiga increíble que sabía oír como nadie.

Simone rió, emocionada.

— Ah, Renata, tú continúas con el mismo jeito dulce de hablar.

— Cuando tú llegues, me llamas, ¿sí? — pidió Renata. — Voy a preparar un almuerzo simple, pero hecho con mucho cariño. Quiero saber de todo lo que aconteció en tu vida en esos años.

— Prometo que llamo. — respondió Simone, sintiendo un calor bueno en el pecho. — Tengo tanta cosa para contarte…

Ellas se despidieron con promesas de reencuentro y risas que parecían apagar la distancia de tantos años.

Nota de la Autora

Queridos lectores,

espero de corazón que estén gustando de la historia y acompañando cada capítulo con emoción.

Si estuvieren disfrutando, no se olviden de dejar su curtida en cada capítulo que leeren.

Esas curtidas son muy importantes y me ayudan a dar más visibilidad al libro, haciendo con que él llegue a aún más lectores.

¡Gracias por el cariño y por cada comentario — ustedes son parte esencial de esa jornada! 🌹