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Cerca Del Cielo, Lejos De Ti

Cerca Del Cielo, Lejos De Ti

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido
Popularitas:496
Nilai: 5
nombre de autor: Santiago López P

En la Ciudad de México, como en cualquier otra ciudad del mundo, los jóvenes quieren volar. Quieren sentir que la vida se les escapa entre las manos y caminar cerca del cielo, lejos de todo lo que los ata. Valeria es una chica de secundaria: estudiosa, apasionada por la moda y con la ilusión de encontrar al amor de su vida. Santiago es todo lo contrario: vive rápido, entre calles peligrosas, carreras clandestinas y la lealtad de su pandilla, sin pensar en el mañana.

Cuando sus mundos chocan, la pasión, el riesgo y el deseo se mezclan en un torbellino que los arrastra sin remedio. Una historia de amor que desafía reglas, rompe corazones y demuestra que a veces, para sentirse vivos, hay que tocar el cielo… aunque signifique caer.

NovelToon tiene autorización de Santiago López P para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Diez y nueve

Mucho más lejos, en otra esquina de la misma ciudad.

Un mesero con camisa blanca ya amarillenta de tanto uso, sudor en la frente y una charola de acero inoxidable se abre paso entre los invitados de un “reventón nice” en una casona de la colonia Condesa. Entre copas de vino importado y charlas falsas de “networking”, alguien alza la mano sin mirar y le quita un martini; otra más deja caer su vaso vacío todavía con la marca roja del lipstick, un rastro erótico como grafiti en vidrio. El mesero piensa, medio divertido, que sería fácil adivinar qué señora es cuál solo viendo los labios en los bordes. Pero ni tiempo tiene: la cocinera le grita desde adentro que ya saque la charola con empanadas de cochinita, que los fresas se están quejando.

—¡Te ves increíble, comadre! —dice una señora rubia de bote, pelo teñido hasta lo imposible, mirando a su amiga con complicidad de vecindad rica.

—Ya sé, ¿verdad? —contesta la otra, riendo con un aire entre presumido y cínico—. Me conseguí un amante.

—¿Neta? ¿Y a qué se dedica el angelito?

—Cirujano plástico, ¿qué más?

Ambas sueltan una carcajada larga, cuidando no arrugar el maquillaje mientras agarran del paso unas croquetas de jamón como si fueran canapés franceses.

—Yo también tengo mi secreto —confiesa la primera, bajando la voz—. Me inscribí en el gym de Bárbara Regil en Polanco.

—¿A poco? ¿Está chido?

—¡Está de lujo! Tienes que venir.

—Seguro que sí —responde la otra, aunque por dentro se pregunta cuánto cuesta la mensualidad. Al rato lo sabrá. De todos modos se empaca otra mozzarella frita, con la seguridad de que “mañana lo bajo en la caminadora”.

En un rincón, Salvador saca un Marlboro de la cajetilla roja, lo prende con estilo ensayado y le da un jalón profundo, disfrutando ese sabor prohibido a nicotina.

—Oye, qué buena corbata traes, ¿eh?

—Gracias. —Sonríe orgulloso, tocando la seda color vino. Luego, medio nervioso, esconde el cigarro detrás de la espalda cuando su mirada busca a Leticia. Entre las caras nuevas y las sonrisas falsas, la localiza y suspira aliviado.

—¿Te late? —añade—. Es regalo de Leticia.

Sobre una mesa de ónix, aceitunas, pistaches y cacahuates japoneses descansan en pequeños platos de plata. Una mano fina, de uñas impecables, parte con delicadeza la cáscara de un pistache.

—Estoy preocupada por mi hija —confiesa Maria con el mismo tono que usaría alguien para hablar de la bolsa de valores.

—¿Por qué, mujer? —pregunta Leticia, acomodándose el collar de perlas como si le importara de veras.

Maria suspira, exagerada:

—Anda con un chavo de la calle. Ya sabes, de esos que se la viven en el tianguis de Tepito, que no estudian ni trabajan, que nomás andan en la moto haciendo ruido por Insurgentes.

—¿Y cuánto llevan?

—Ayer cumplieron seis meses. Me enteré porque mi hijo lo soltó de chismoso. ¿Sabes qué hizo el tipejo?

Leticia ladea la cabeza, ahora sí con chisme en vena:

—¿Qué? ¡Cuéntame!

—La llevó a una pizzería de esas de la avenida Insurgentes, ¿te imaginas? ¡Con todo y neón verde en la ventana!

Las dos mujeres sueltan un “¡ay no, qué horror!” sincronizado, mientras por la ventana de la casona se alcanza a escuchar a lo lejos el rugido de un micro tuneado con luces azules y música de Caifanes reventando las bocinas. La ciudad late afuera, grafiteada y vibrante, como recordándoles que ese “otro mundo” siempre está a unos pasos de colarse en el suyo.

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Maria Consuelo Rodriguez Berriz
Me gusta tu Novela, el contexto juvenil dónde se desarrolla es muy agradable. Gracias.
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