El sueño de Marcela Smith es convertirse en campeona de Fórmula Uno, sin embargo deberá lidiar contra una mafia de apuestas ilegales, sin escrúpulos, capaz de asesinar con tal de consumar sus pérfidos planes de obtener dinero fácil y que no querrán verla convertida en la mejor del mundo. Marcela enfrentará todo tipo de riesgos y será perseguida por los sicarios vinculados a esa mafia para evitar que cristalice sus ilusiones de ser la reina de las pistas. Paralelamente, Marcela enfrentará los celos de los otros pilotos, sobre todo del astro mundial Jeremy Brown quien intentará evitar que ella le gane y demuestra que es mejor que él, desatándose toda suerte de enfrentamientos dentro y fuera de los autódromos. Marcela no solo rivalizará con mafias y pilotos celosos de su pericia, sino lidiará hasta con su propio novio, que se opone a que ella se convierta en piloto. Y además se suscitará un peculiar triángulo amoroso en el que Marcela no sabrá a quién elegir par a compartir su corazón. Mucho amor, romance, acción, aventura, riesgo, peligros, misterios, crímenes sin resolver, mafias y desventuras se suman en ésta novela fácil de leer que atrapará al lector de principio a fin. ¿Logrará Marcela cumplir su sueño?
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Capítulo 19
Marshall me llamó. -Acabo de leer la información en "El Fisgón", Marcela, estoy muy orgulloso de ti-, me dijo, llorando, incluso. ¡¡¡Él siempre había creído en mí!!! Se sentía inmensamente recompensado. No se había equivocado conmigo.
En medio de esa euforia, un auto se estacionó frente a mi casa, chirriando las llantas y un sujeto dio un portazo al carro, escuché sus bufidos, incluso vi por la ventana el humo que se alzaba de sus narices, producto de la rabia y la ira que llevaba contenida. ¡¡¡Era mi novio Rub Adamec!!! No le había hecho nadita de gracia de que yo me convirtiera en la segundo piloto oficial de la escudería Rayo Azul.
-¿Te has vuelto loca, Marcela?-, ladró iracundo apenas mi padre lo dejó pasar.
-Soy una buena piloto, por eso voy a correr en la escudería actual campeona mundial-, le dije.
Eso era cierto. Rayo Azul ya llevaba cinco campeonatos de constructores consecutivos y el equipo de Bill Matthias era el mejor del país. Tenía en sus filas al actual campeón del mundo, Jeremy Brown y contaba con su propio autódromo, zona de pits y talleres, hacía sus motores y fabricaba sus propias llantas. Era una empresa multimillonaria y ganadora, la mejor en su rubro.
-Matthias Bill no contrata a cualquiera-, le subrayé a mi enamorado. -Además tú prometiste apoyarme-, le recordé nuestra deliciosa velada romántica donde me aseguró que estaría, incluso, apoyándome en las tribunas. Eso lo dejó inerme, aunque seguía furioso y turbado.
Mi padre estaba de buen humor pese al enfado de mi enamorado. -Así es la vida, Rub, ellas son las que mandan-, dijo y los dos estallaron en risotadas. Mi mamá, entonces le sirvió un humeante café con leche a mi amante y le pidió que se sirva de las aceitunas y de los tamales que yo había comprado.
-Hoy me anuncian como la nueva piloto de la escudería-, estaba yo muy emocionada.
-Es un deporte bastante machista-, me advirtió mi mamá.
-He leído en el internet que ese Jeremy Brown es un tirano, ególatra y vanidoso, seguramente que te hará la vida imposible-, enfatizó mi padre.
-Él seguirá siendo el número uno, mi trabajo será impedir que los otros pilotos le den alcance, yo seré una especie de paredón taponeando la salida de los otros competidores-, intenté explicarles a todos.
-¿Eso no es muy peligroso?-, estaba paranoico mi enamorado.
-Ni tanto, simplemente no los deja pasar, si alguien osa a chocarte pierde puntos o lo descalifican, la Fórmula Uno no es como las carreras en patines que ves en la televisión donde las chicas se agarran a golpes-, reí de buena gana.
-Pero han habido muchos accidentes en estos últimos días, se han incendiado varios bólidos, han muerto los pilotos, incluso, los he visto en la televisión-, me recordó mi madre. Eso era cierto. La policía sospechaba que los carros habían sido boicoteados.
-El problema son las apuestas clandestinas manejadas por mafiosos y sicarios. Mueven muchos millones de dólares. Buscan que ganen sus favoritos y lo hacen de cualquier manera, incluso matando a inocentes-, estaba yo enterada de eso.
-¿Qué pasará si ese Brown no acepta que tú corras con él?-, seguía preocupado mi padre.
-Él es el actual campeón del mundo, le debe todo a la escudería Rayo Azul, tendrá que aceptar lo que diga Bill Matthias-, le subrayé. Eso me había dicho Robert. Él estaba muy enterado de lo que ocurría en los pits en las oficinas del dueño de los bólidos.
El resto de la velada, la pasamos muy bien, bromeando, haciendo chistes y tomándonos el pelo, incluso yo le tiraba bolitas de servilleta a mi enamorado y hasta conté un chascarrillo. -Un hombre visita a un psiquiatra y le dice, "doctor, doctor, cada vez que llego a la casa encuentro más y más hermosa a mi esposa", el galeno se sorprende, "pero eso es normal amigo, todos lo hacemos" y el sujeto dice perplejo y asustado, "pero doctor, yo soy soltero y vivo solo" ja ja ja-, relaté y mis padres y mi enamorado estallaron en carcajadas, tan estruendosas que remecieron los ventanales y los vitrales de la casa.
-Quiero que me prometas, delante de tus padres, que te cuidarás mucho-, tomó mi mano Rub. Él temía que me pasara algo. Había visto tantas películas de carrera de carros, muy violentas, con los autos volando por los aires, incendiándose y pilotos calcinados, que estaba demasiado traumatizado y esquizofrénico, pero su franqueza también me pareció muy dulce y romántica. ¡¡¡Él me amaba demasiado!!!
-Sabré cuidarme-, le dije y nos dimos un gran besote en la noca que dejó perplejos y boquiabiertos a mis padres, je je je.