_ Llego a mi casa después de un día agotador, solo quiero un baño y dormir por toda una semana. Todo está oscuro, entro sin fuerzas, camino como zombi hasta que ¡bam! caigo en el piso. ¡Mierda! He tropezado con algo. ¡¿Qué es esto?! Enciendo las luces, !!! Mi casa esta toda revuelta, faltan los muebles, no hay nada todo está vacío. Ni los electrodomésticos, ni mesas, ni sillas, no hay nada. ¿A dónde han ido mis pertenencias?, avanzo por la habitación, ¡me han robado!, ¡¿cómo sucedió esto?!
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Secuestro
Lumiel: ¿te gusta lo que ves?
Lidia: te gusta burlarte ¿cierto? Lo haces a propósito ¿no?
Lumiel: tal vez
Extendió su mano invitándola al agua que ese día parecía irresistible, como si fuera algo natural que sus cuerpos terminaran juntos. Se acercó a la orilla, metió sus pies en el agua, rodeó su cintura y fue atrapada en beso apasionado. No le importaba mojar sus vestiduras con tal de saciar la sed que tenía de su cuerpo, pero no eran los únicos allí alguien más miraba a la pareja. No conocía al hombre, pero sabía de sobras quién era ella, no había nadie en el pueblo que no la conociera. No era una persona que les deseara mal por esa razón pudo llegar tan profundo en el bosque, pero la lengua es indiscreta y a veces venenosa sin intención. Con esa conversación fugaz del encuentro entre los amantes, el comentario se convirtió en rumor y el rumor como un murmullo llegó a los oídos del señor Harrison.
Harrison: ¡¿quién?! ¡¿quién se atreve a tomar lo que es mío?! ¡¿quién es el mal nacido que se atrevió a acercarse?! En este pueblo todos saben que tocar lo que me pertenece es igual a la muerte.
Pero no eran los únicos al tanto.
Freya: ¿lo has oído?
Nezara: sí, debe ser él.
Freya: es mejor de lo que pensaba, si antes no podíamos hacer nada era porque no tenía forma, pero tomó apariencia humana.
Nezara: eso lo hace más débil, finalmente está a nuestro alcance.
Ambas urdían su plan, ahora esa chica hacía posible que tuviera una debilidad.
Nezara: pero, ¿cómo podemos dar marcha a nuestro plan? Esa chica ya no sale con tanta frecuencia del bosque.
Freya: lo sé, pero tendremos que esperar. No puede permanecer aislada para siempre, saldrá y cuando lo haga será nuestra oportunidad.
Lumiel: no quiero separarme de ti ¿en serio tienes que ir?
Lidia: hace seis meses que no salgo del bosque, no es que extrañe el pueblo, pero hay varias cosas que necesito comprar si quiero pasar otra temporada aquí sin interrupciones. Además no demoraré mucho.
Lumiel: tengo un mal presentimiento
Lidia: no te preocupes, no pasará nada. El único que se podría considerar un enemigo es el señor Harrison, siempre ha sido insistente pero nunca ha propasado los límites. De todas formas suelo evitarlo, por eso no tengo fecha fija en la que voy al pueblo asi no me lo topo por "accidente"
Lumiel: aún así no me da tranquilidad y lo peor es que no puedo acompañarte, quiero evitar que una que otra persona molesta en ese pueblo me vean en esta forma.
Lidia: no te angusties solo serán unas horas.
La despidió a la salida del bosque, el trayecto restante fue silencioso, la entrada al pueblo más inquietante que de costumbre.
Lidia: *serán ilusiones mías, pero desde que entré en el pueblo siento la mirada de alguien sobre mí. ¿Será el señor Harrison? No, si fuera él ya me habría abordado. Además, no sabe cuando estoy en el pueblo y aunque le hayan avisado todavía es muy pronto para que esté aquí*.
Era un ambiente sospechoso, no sabía por qué, pero así lo sentía. Desde una esquina la mirada insidiosa de dos mujeres era la que le hacía escocer la espalda.
Nezara: al fin ha salido, pensé que no cumpliríamos el plazo con el señor Harrison.
Freya: no demoremos más
Ambas mujeres junto a sus séquitos la abordaron a plena luz del día, sin esconderse, a la vista de todos. En cuestiones de minutos se vio rodeada por personas a las que no conocía y con quienes ni tenía ninguna deuda.
Lidia: señora Freya, señora Nezara ¿qué sucede?
Freya: pobre muchacha, tienes mucha mala suerte.
Lidia: no lo entiendo, ¿acaso les he ofendido?
Freya: no, pero has llamado la atención de alguien problemático de quien queremos deshacernos.
Un escalofrío le recorrió la espalda, tal vez el presentimiento de Lumiel no estaba tan errado porque tenía la impresión de que esas mujeres no hablaban del señor Harrison. Intentó correr, pero rápidamente fue atrapada.
Lidia: ¡suélteme! ¡No pueden hacer esto! ¡Por favor ayuda! ¡Alguien ayúdeme!
Nadie respondió a su pedido, nadie la ayudó, la multitud solo miró en silencio. Todo Shadowvale apartó la mirada, no hicieron nada, secuestraron a un joven en sus narices y no hicieron nada.
Freya: ya la tenemos ¿y ahora?
Nezara: debemos esconderla, él vendrá por ella.
Freya: se la darás a Harrison
Nezara: no, si son pareja debe saberlo todo así que ahí es donde primero la buscará. Nosotras tampoco debemos estar cerca de ella.
Freya: lo sé, él sabe quiénes somos y lo que hacemos asi que también estaremos en la mira
Nezara:¿y entonces?
Freya: tengo a la persona indicada Lucas Reith
Nezara: ese viejo demente que su esposa abandonó aun teniendo su semilla en su vientre
Freya: si
Nezara: ¿quieres que muera? te recuerdo que muerta no nos sirve
Freya: no te preocupes él sabe lo que no debe hacer. Además, es inevitable que sufra debe hacerlo, él podrá sentirlo y eso lo hará descuidado y nosotras lo aprovecharemos.
En el bosque Lumiel estaba intranquilo, algo no se sentía bien. Ya había pasado mucho tiempo y nada de su amante, pero decidió esperar un poco mas. Hasta que llegó la noche y supo con certeza que algo le había pasado a Lidia y no iba a esperar más, así que puso rumbo al pueblo dónde se encontró con la primera persona que obstaculizó su camino. Lo tomó del cuello, invadió su mente y lo hizo sumiso a él. Solo dijo una frase, una pregunta.
Lumiel: el señor Harrison ¿dónde vive?
_ Por aquí cerca
Lumiel: bien, guíame.
Por primera vez la mansión Harrison se estremecía, la gran verja crujía, el acero se doblaba perdiendo su forma, quitándose del medio. La furia de Lumiel tomaba vida, apartaba de su camino todo cuanto estorbaba. El viejo Harrison salió ante la conmoción y no podía creer lo que veía.
Lumiel: ¿es él?
_ Sí, ese es el señor Harrison