YOUNG SURVIVOR

El asentamiento llevaba semanas en relativa calma. La rutina diaria había vuelto, pero Tania sabía que la tranquilidad era solo aparente. La vigilancia constante, las patrullas y los entrenamientos mantenían a todos alerta, pero el mundo exterior seguía siendo impredecible y peligroso. El recuerdo de la traición de Leo seguía presente en cada decisión; nadie podía bajar la guardia.

Una tarde, mientras revisaba los límites del territorio, un explorador regresó con noticias inquietantes:

—Tania… hemos visto a Leo —dijo, jadeando y con la respiración agitada—. Está cerca de la zona segura, pero parece… enfermo. No camina con normalidad. Sus ojos están enrojecidos y su piel pálida.

Tania sintió un escalofrío recorrer su espalda. Había esperado que nunca volviera, pero la realidad era clara: el regreso de Leo era inevitable, y ahora la amenaza era aún mayor. No era solo un traidor; estaba infectado y podía propagar el virus a cualquiera que entrara en contacto con él.

—Reúne a todos y refuercen las barricadas —ordenó con voz firme—. Nadie sale sin autorización. Debemos estar preparados para cualquier situación.

Se reunió con Juan, Marcos e Isabela en la torre de vigilancia, mientras trazaban estrategias. Tania estudiaba los mapas con atención, buscando rutas de aproximación, posibles emboscadas y lugares donde podrían contener a Leo sin poner en riesgo al asentamiento.

—Si está infectado, no podemos dejar que llegue aquí —dijo Tania—. Pero tampoco podemos matarlo sin evaluarlo primero. Necesitamos contenerlo y asegurarnos de que nadie más se vea afectado.

—¿Y si está demasiado débil para pelear? —preguntó Marcos, preocupado por el riesgo de contagio.

—Incluso debilitado, puede ser peligroso —respondió Tania—. No podemos subestimarlo. La infección altera el comportamiento y la agresividad. Debemos estar listos para todo.

Mientras tanto, Carmen observaba desde detrás de una barricada, con los ojos muy abiertos. Su miedo era evidente, pero también mostraba una determinación silenciosa. Tania se acercó y le susurró:

—Carmen, quédate aquí y no salgas. Lo que pase afuera es trabajo de los adultos. Pero observa y aprende, porque cada experiencia es una lección. Siempre mantente segura.

La noche cayó lentamente, y con ella llegó la tensión. Las patrullas se distribuyeron en los límites del asentamiento, revisando cada sonido, cada movimiento de las sombras. Los sobrevivientes comprendieron que la calma era solo un respiro temporal; cualquier error podía ser fatal.

Mientras Tania vigilaba desde la torre de observación, recordó todo lo que habían enfrentado: la muerte de Karen, la traición de Leo, los monstruos y las constantes amenazas humanas. Cada desafío la había hecho más fuerte, más astuta y más capaz de liderar. Ahora, más que nunca, comprendía que sobrevivir no era suficiente; debía proteger a todos los que dependían de ella.

Al amanecer, los exploradores regresaron con más información: Leo se acercaba rápidamente, con signos de infección avanzada y movimientos erráticos. Tania reunió a su equipo principal:

—Esto no será fácil —dijo con voz firme—. Debemos detenerlo antes de que llegue al asentamiento. Prepárense para todo.

Juan asintió, Marcos revisaba el armamento y Isabela coordinaba la estrategia. Todos sabían que este enfrentamiento no solo definiría la seguridad del asentamiento, sino también cómo enfrentarían las traiciones y los peligros del mundo exterior en el futuro.

El sol comenzó a iluminar los árboles y las ruinas cercanas, marcando el inicio de un día que nadie olvidaría. La tensión era palpable, y Tania respiró hondo, mirando a los ojos de su equipo:

—Hoy enfrentamos la traición y la infección —dijo—. Pero lo haremos juntos. Y lo superaremos.

Con esa determinación, se prepararon para el encuentro que cambiaría el destino del asentamiento y pondría a prueba todo lo que habían aprendido para sobrevivir.